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Opinión

10 de Abril de 2013

Neruda vuelve para recordar a Thatcher y Pinochet lo que fueron, por Jon Lee Anderson

Vía elpuercoespin.com.ar Es curioso, históricamente hablando, que Margaret Thatcher muriera el mismo día en que los forenses, en Chile, exhumaron los restos del difunto y gran poeta chileno Pablo Neruda. Autor de los épicos “Veinte poemas de amor y una canción desesperada” y ganador del Premio Nobel 1971 de Literatura, Neruda murió a los 69 […]

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Vía elpuercoespin.com.ar

Es curioso, históricamente hablando, que Margaret Thatcher muriera el mismo día en que los forenses, en Chile, exhumaron los restos del difunto y gran poeta chileno Pablo Neruda. Autor de los épicos “Veinte poemas de amor y una canción desesperada” y ganador del Premio Nobel 1971 de Literatura, Neruda murió a los 69 años, supuestamente de cáncer prostático, apenas doce días después del violento golpe militar del 11 de septiembre de 1973, lanzado por el jefe del Ejército Augusto Pinochet contra el elegido presidente socialista, Salvador Allende. Aviones de guerra destrozaron el palacio presidencial, y Allende los contuvo valientemente; pero se suicidó con un rifle que le había dado el presidente de Cuba Fidel Castro cuando los matones de Pinochet finalmente irrumpieron. Neruda era simpatizante y amigo cercano de Allende; estaba enfermo, pero planeando dejar del país para ir a México, adonde había sido invitado a exiliarse. Mientras se hallaba en su lecho mortal en una clínica, su casa había sido allanada y arrasada por soldados.

En su funeral, una gran multitud de dolientes marchó por las calles de Santiago –una ciudad sombría que, por lo demás, estaba vacía excepto de vehículos militares. En su tumba, en uno de los únicos actos conocidos de desafío público en la estela inmediata del golpe, los asistentes cantaron la Internacional y vivaron a Neruda y también a Allende. Mientras lo hacían, los hombres del régimen recorrían la ciudad quemando libros de autores que no les gustaban y cazando a quien pudieran encontrar para someterlo a torturas o matarlo.

Hace un par de años, el ex chofer de Neruda expresó en público su sospecha de que Neruda había sido envenenado, diciendo que había oído al poeta decir que los doctores le habían aplicado una inyección y que, inmediatamente después, su condición había empeorado drásticamente. Hay otros detalles que alimentan esta teoría, pero nada concluyente. La ciencia forense, finalmente, puede proveer la respuesta a este perturbador interrogante histórico.

¿Por qué traer a colación a Maggie Thatcher? En un tributo el lunes pasado (7 de abril de 2012), el presidente Barack Obama dijo que había sido “una de las grandes adalides de la libertad y las libertades”. En realidad no, no lo fue. Thatcher fue una fiera combatiente de la Guerra Fría, y en lo que respecta a Chile nunca reunió la suficiente compasión por la gente que Pinochet mataba en nombre del anticomunismo. Prefería hablar de su muy atesorado “milagro económico chileno”.

Y bien que mataba. Los soldados de Pinochet congregaron a miles en el estadio nacional del país y, allí mismo, los sospechosos fueron conducidos a vestuarios y corredores y bancas, torturados y ejecutados. Cientos murieron sólo en ese estadio. Uno de ellos fue el reverenciado cantante chileno Víctor Jara, quien fue golpeado, dejado con manos y costillas rotas y luego ametrallado, tras lo cual su cuerpo fue descartado como basura en un callejón de la capital –junto con los de muchos otros. La matanza continuó incluso después de que Pinochet y sus militares tuvieron un firme control del poder; fue llevada a cabo con el mayor secreto, en cuarteles militares, edificios de policía y en el campo. Críticos y opositores del nuevo régimen fueron asesinados también en otros países. En 1976, la agencia de inteligencia de Pinochet planificó y ejecutó un ataque con coche bomba en Washington, D. C., que asesinó al exiliado ex embajador de Allende ante los Estados Unidos, Orlando Letelier, así como a Ronni Moffitt, su asistente norteamericana. Gran Bretaña consideró impropia la razzia asesina de Pinochet y sancionó a su régimen rehusándose a proveerle armas –esto es, hasta que Margaret Thatcher se convirtió en Primera Ministra.

En 1980, año en que asumió el cargo, levantó el embargo de armas contra Pinochet; muy pronto él compraba armas inglesas. En 1982, durante la Guerra de las Falklands (Malvinas) contra la Argentina, Pinochet ayudó al gobierno de Thatcher con inteligencia sobre la Argentina. De allí en más, la relación se volvió directamente cálida, tanto que los Pinochet y su familia comenzaron a realizar una peregrinación anual privada a Londres. Durante esas visitas, ellos y los Thatcher se reunían para comer y beber sorbitos de whiskey. En 1998, mientras escribía un perfil de Pinochet para The New Yorker, la hija de Pinochet describió a la Sra. Thatcher en términos reverenciales, pero confió que el marido de la Primera Ministra, Dennis Thatcher, era un motivo de vergüenza y usualmente se emborrachaba en las reuniones. La última vez que me reuní con Pinochet en Londres, en octubre de 1998, me dijo que estaba a punto de llamar a La Señora Thatcher con la esperanza de que hallara tiempo para tomar el té con él. Un par de semanas después, Pinochet, todavía en Londres, se encontraba bajo arresto por orden del juez español Baltasar Garzón. Durante la prolongada cuasi- detención de Pinochet en una confortable casa del suburbio londinense de Virginia Water, Thatcher mostró su solidaridad visitándolo. Allí, y frente a las cámaras de televisión, expresó la deuda británica con el régimen chileno: “Yo sé cuándo le debemos” –por “su ayuda durante la campaña de las Falklands”. También afirmó: “Fue usted quien trajo la democracia a Chile”.

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