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Nacional

3 de Febrero de 2015

Testimonio de un aborto “cuico”

A los 27 años, Paz (32) quedó embarazada y no dudó en hacerse un aborto. Sus amigas, su mamá y su tía ya lo habían hecho. Fue a un ginecólogo, pagó 300 mil pesos y le hizo una aspiración que duró diez minutos. Ella es una de las tantas mujeres indignadas por la renuncia de Helia Molina, y pese a que no tiene drama con su experiencia, no quiere dar su nombre porque todavía no le ha contado a su mamá: “lo vería como un capricho, una irresponsabilidad”.

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Marcha pro aborto A1

Foto referencial

Me enteré después de dos semanas de meterme con un pinche. Caché los síntomas: me dolían las pechugas, me sentía enferma, estaba rara. Me hice el test y me salió positivo. Conchatumadre, casi me morí. Inmediatamente pensé en mis amigas que se habían hecho abortos con misotrol, pero no tenía cómo conseguirlo. Me decían que buscara en internet, pero me daba miedo, quería que alguien me guiara. Llamé a mi tía, una hermana de mi mamá que siempre ha tenido fama de loca en mi familia. Sabía que tenía datos, conocidos, contactos. Al principio me dijo que tuviera la guagua, pero cuando se dio cuenta que yo estaba convencida de no tenerla, terminó contándome que ella se había hecho un aborto cuando era joven, en una clínica privada en Viña. Cuando yo era más chica, mi mamá me contó que también se había hecho uno. No le pregunté detalles, pero me dijo que no era algo agradable y que no tenía otra opción en ese momento, porque ya tenía cinco hijos. Yo creo que sí o sí entre mi tía y mi mamá se pasaron el dato. Aún así no le conté mi decisión de abortar y hasta el día de hoy no lo sabe. Ella es muy castigadora y poco comprensiva. Lo vería como un capricho, como una irresponsabilidad. Para mi mamá las cagadas de los hijos no están permitidas bajo ninguna circunstancia.

Ya sé quién nos puede ayudar, mi amigo Iván, ginecólogo’, me dijo mi tía. Ese mismo día fuimos a verlo al centro, a un típico edificio de consultas médicas. Atendía ahí durante la tarde y en la mañana en distintas clínicas privadas de Santiago. Yo había estado solo una vez en el ginecólogo, porque en mi casa no íbamos mucho al doctor. Entré a la habitación y estaba la camilla típica. De sólo mirarla me daba nervio. Estar ahí con las piernas abiertas era algo violento para mí. ‘No me voy de acá sin que me des una solución’, le dije al doctor mientras me examinaba. ‘Va a salir caro, ¿cuánta plata tienes?’, me preguntó. Yo le dije que no tenía ni uno, pero que me iba a conseguir. Me pidió 300 lucas por todo el procedimiento. Según él, un aborto podía costar hasta 700 lucas, pero nos cobró menos porque tenía pocas semanas de embarazo y por ser amigo de mi tía. Yo creo que él es un doctor que hace abortos en casos contados, para salvarle el pellejo a algún conocido. Y obviamente por plata.

Me puso misotrol en el cuello uterino y me dijo que al día siguiente iba a empezar a botar todo. Me advirtió que las contracciones eran muy fuertes, que había niñas que se empezaban a desangrar y tenían que irse a la clínica o al hospital y las cachaban. Pasé como dos o tres días con unos dolores terribles, acostada, pero no botaba nada. Volví a la consulta y me mandó a hacer una ecografía. Ahí supe que tenía cuatro semanas de embarazo, o sea, no había servido de nada el misotrol. ‘Hazme lo que sea’, le dije con el examen en la mano, ‘pero yo de aquí no salgo con esta guagua adentro’. Me pidió que volviera a la consulta con una sonda para hacerme una aspiración. Partí a la Casa del Enfermo y la compré. En ese momento si hubiera tenido que cortarme un brazo, te juro que me lo cortaba, pero no iba a tener esa guagua. Al otro día fui con mi tía a su consulta. Me acosté en la camilla, metió el espéculo entre mis piernas, introdujo la sonda y me pidió que pujara unas tres veces. Él estaba relajado, hablaba con mi tía mientras hacía la pega. Yo, en cambio, estaba estresada, asustada por estar haciendo algo oculto. Pero ahora que lo pienso creo que él sabía perfectamente lo que estaba haciendo, no estaba experimentando conmigo, estaba haciendo su trabajo. En total no fueron más de diez minutos y no sentí ningún dolor, pero sí mucha incomodidad. Cuando terminamos, me impresionó ver un recipiente metálico lleno de sangre. Me fui para la casa y tome anovulatorios por un mes para regenerar el útero. Durante ese tiempo sangré mucho, me daban unos retorcijones terribles, iba al baño y botaba coágulos enormes. Andaba casi anémica. El doctor me pidió que fuera a controlarme, pero no quise ir más, no por trauma, sino porque pensé que no lo necesitaba.

No fue tan heavy después de todo. Hay exámenes que yo creo que son mucho más invasivos y dolorosos. Llevo un año en terapia y cuando conversamos sobre esta historia siempre le digo a mi sicóloga que no tengo ningún rollo con el tema. Fue algo que pasó, que tuve que enfrentar y lamentablemente no pude tomar otra decisión en ese momento. No es un tabú. Lo he hablado con mucha gente, pero todavía algunos se impactan cuando les cuento. Todos tienen que hablar del aborto, tienen que acostumbrarse. Es una realidad. Por eso me parece una hipocresía todo el juicio contra Helia Molina. Lo que ella dijo es algo sabido. La gente con plata se lo puede hacer de manera segura, en una clínica, sabiendo que ante cualquier cosa va a tener los medios para poder salvarse. Yo tuve acceso a esa seguridad porque me lo hice con un doctor, en un lugar donde estaba protegida, pero la gente que no tiene plata se lo hace con cualquier cosa. Los que critican a Helia Molina son los mismos que han contribuido a que el aborto sea clandestino, desinformado y un negocio rentable para los médicos, que te pueden cobrar lo que quieran.

Ahora que viví esta experiencia trato de ayudar a las personas que conozco en esta situación. Hace poco le di el dato del doctor que me hizo el aborto a una amiga que es actriz, bien pelolais. Además tengo un tío ginecólogo que vive fuera de Chile y le pregunté cómo conseguir el misotrol para otra amiga y me recomendó el sitio Women on Web, una página europea que ayuda a quienes quieren abortar. Te hacen un cuestionario on line, donas entre 70 o 90 euros, te mandan las pastillas y te van guiando cómo hacerlo.

La mujer tiene derecho a decidir sobre su cuerpo, sobre tener hijos, sobre lo que quiere hacer. Nos han enseñado que tenemos que ser mamás y eso vale callampa, hay que olvidarlo. Uno puede hacer lo que quiera con su vida. Cuando uno habla de aborto se siente culpable al tiro y no hay que sentir culpa. Hay que agradecer que existe la posibilidad de decidir si tener tu guagua o no.

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