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Mundo

2 de Agosto de 2015

La infructuosa lucha del servicio secreto israelí contra el terrorismo judío

Para unos fruto de la falta de voluntad política por parte de las autoridades, y para otros de la incapacidad del Shabak para infiltrarse en las filas de los comandos extremistas, la cruda realidad es que sus ataques suelen quedar impunes. "Se puede controlar (este extremismo violento), pero depende de la determinación con la que se actúe y de que haya un castigo que disuada a otros", dijo a Efe Dan Miodownik, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Hebrea de Jerusalén. El académico recuerda que el nacionalismo extremista judío no es un fenómeno nuevo, si bien en los últimos 25 años ha ido cobrando fuerza a la par de la colonización, hasta combinar elementos "nacionalistas, religiosos y mesiánicos".

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puñalada gay parade israel (5)

El asesinato del bebé palestino Ali Dawabsha, en un incendio atribuido a colonos radicales, vuelve a poner de manifiesto la infructuosa lucha del servicio secreto israelí Shabak contra grupos terroristas judíos a lo largo de las últimas décadas.

Para unos fruto de la falta de voluntad política por parte de las autoridades, y para otros de la incapacidad del Shabak para infiltrarse en las filas de los comandos extremistas, la cruda realidad es que sus ataques suelen quedar impunes.

“Se puede controlar (este extremismo violento), pero depende de la determinación con la que se actúe y de que haya un castigo que disuada a otros”, dijo a Efe Dan Miodownik, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Hebrea de Jerusalén.

El académico recuerda que el nacionalismo extremista judío no es un fenómeno nuevo, si bien en los últimos 25 años ha ido cobrando fuerza a la par de la colonización, hasta combinar elementos “nacionalistas, religiosos y mesiánicos”.

Aunque hubo otros casos antes, la primera señal grave de advertencia se produjo en 1994 con la masacre de la Cueva de los Patriarcas de Hebrón, en la que un colono asesinó a 29 musulmanes en respuesta a una serie de ataques del movimiento islamista Hamás.

Un año después, en medio del proceso de paz de Oslo, otro extremista asesinó al primer ministro Isaac Rabín, lo que llevó al Shabak a ampliar su “Departamento Judío” y a mejorar sus redes de vigilancia de las filas nacionalistas.

Desde 2002, terroristas judíos han cometido al menos cinco ataques en los que han muerto una veintena de palestinos, todos ellos descifrados por su gravedad, si bien a diario se producen otras agresiones de menor impacto mediático que son “toleradas” por las autoridades.

La Organización para la Liberación de Palestina (OLP) tiene contabilizados en Cisjordania y Jerusalén Este más de 11.000 desde 2004, entre quema de olivos, palizas, incendios de viviendas, profanaciones de centros de culto, pinchazo de ruedas, y un larguísimo etcétera que las autoridades judiciales israelíes suelen pasar por alto.

La probabilidad de que sus autores paguen culpas ante un Tribunal es inferior al 2%, sostiene la ong israelí Yesh Din, sin que Israel haya ofrecido nunca una respuesta clara sobre su más que tímida actuación para frenar el rampante extremismo.

“Tenemos entendido, de fuentes occidentales, que el Shabak tiene muy claro quiénes son, y cómo operan, pero que hay una decisión política de no actuar”, refirió a Efe una fuente palestina que pidió no ser identificada.

El presidente israelí, Reuvén Rivlin, un político de derechas de arraigados valores democráticos, reconoció ayer que por lo visto ha habido “demasiada tolerancia hacia los extremistas” y exhortó a un proceso de reeducación desde las escuelas y las sinagogas.

La situación es aún más agraviante si se compara el alto grado de efectividad del Shabak en la lucha contra el terrorismo palestino con sus paupérrimos resultados frente al terrorismo judío.

En su columna de hoy en el Yediot Aharonot, titulada “Un Shabak sin dientes”, Yosi Yehoshua analiza cómo los vastos esfuerzos de esta organización en los últimos años no se reflejan en los resultados.

El año pasado, después de que extremistas quemaran vivo al adolescente palestino Mohamed Abú Judeir en venganza por el secuestro y asesinato de tres adolescentes judíos, el ministro de Defensa, Moshé Yaalon, adoptó tibias medidas que, en la práctica, acabaron diluyéndose en los estamentos políticos.

“No hay dos Shabak, lo que hay es dos políticas. Cuando se trata de (terrorismo) palestino la cobertura (de inteligencia) es completa: (se vigilan) colegios, mezquitas, aldeas enteras. Pero cuando se trata del (terrorismo) judío, el Shabak no quiere espiar a judíos”, explica por su parte el comentarista militar Alex Fishman.

Una de las explicaciones apunta a limitaciones jurídicas para aplicar a israelíes medidas antiterroristas generalizadas, la otra eleva la dependencia del Gobierno de Benjamín Netanyahu de los votos de partidos de ultraderecha.

Miodownik sostiene no obstante que el problema existe mucho antes de que la derecha llegara al poder, y que se trata más que nada de un asunto de “determinación” y de “castigos disuasorios”.

Descritos hoy por varios columnistas locales como “los yihadistas judíos”, los analistas coinciden en que estos extremistas disfrutan en gran medida de un ambiente de connivencia, tolerancia y hasta simpatía ideológica, y en que si las leyes no son adaptadas pronto, el problema puede descontrolarse hasta poner en jaque a la democracia israelí.

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