Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Mundo

13 de Febrero de 2016

El hombre que decidió vivir sin celular: “la gente está idiotizada con sus teléfonos”

"Al principio fue difícil y molesto. Me llegaron a dejar plantado, excluido y hasta olvidado a veces. Pero empecé a notar un cambio en mi manera de ver el mundo. Ya no me levantaba cada mañana con el problema de alguien más en mi cabeza. Me volví capaz de separar el día de la noche, la vida personal de la vida laboral y lo importante de lo insignificante. Ya nadie me presionaba con que "había un mucho trabajo que entregar", ni con solicitudes para tener algo listo a primera hora. Los demás empezaron hacer un esfuerzo para adaptarse a mí, y gracias a eso, empecé a vivir más en el momento presente. Empecé a asomarme por la ventana del autobús, a leer y a notar más cosas", se lee en la crónica que publica Vice.

Por

iphone

 

“Sentí que había engañado al sistema. Que al negarme a tener un iPhone, me había librado de la estupideces de todos”, escribe el cronista Clive Martin en el sitio Vice.com, donde cuenta cómo optó por llevar una vida sin teléfono celular.

“Esto no fue por ideología, fue por flojera y miedo a la burocracia. A tener que ir a una tienda para resolver los problemas del celular y a la indignación de tener que rechazar tantas actualizaciones y tarifas, sólo para pedir lo que ya tenía y sentirme como una persona que ordena agua en un bar. Entonces, decidí darle un tiempo. Pasaron los días, luego las semanas y luego los meses”, cuenta Martin.

Agrega que en un principio fue difícil, y que incluso lo llegaron a dejar excluido.

“Pero empecé a notar un cambio en mi manera de ver el mundo. Ya no me levantaba cada mañana con el problema de alguien más en mi cabeza. Me volví capaz de separar el día de la noche, la vida personal de la vida laboral y lo importante de lo insignificante. Ya nadie me presionaba con que “había un mucho trabajo que entregar”, ni con solicitudes para tener algo listo a primera hora. Los demás empezaron hacer un esfuerzo para adaptarse a mí, y gracias a eso, empecé a vivir más en el momento presente. Empecé a asomarme por la ventana del autobús, a leer y a notar más cosas. Pensaba menos en mí mismo”, asegura.

Según sostiene Martin, la sensación era como de haber engañado al sistema, pues “al negarme a tener un iPhone y a estar disponible siempre, me había librado de la estupideces de todos”.

“A veces veo gente conversando por email en la madrugada y siento que es una tradición extraña que jamás entenderé. Parece el ritual religioso de un pueblo donde sólo estoy de paso. Ya no siento que tenga que ver conmigo”.

Narra que “a partir de allí, empecé a buscar más personas que no los usaran. Kanye West niega haber tenido un celular por tres años (aunque imágenes de Google sugieren lo contrario), Werner Herzog tampoco usa uno y el escritor Mark Fisher los describió como “centros de comando individualizados”. Si buscamos más a fondo, podemos encontrar también fuentes serias y estadísticas que ilustran las consecuencias que un celular puede tener sobre nosotros”.

En esa línea, sostiene que “los celulares pueden afectar fuertemente nuestros niveles de concentración. Si miras a tu alrededor cuando el metro se está tardando o cuando estás en un bar, te darás cuenta de que la gente está idiotizada con sus teléfonos. Se quedan mirando las pantallas, buscando respuestas sin obtener ninguna y creen que sólo por mirar están teniendo una conversación. Dependemos de los celulares para todo, a tal punto que ya no nos aprendemos direcciones, ni sabemos cómo hablar con los demás. Ya no podemos vivir sin uno. Si los llegamos a perder nos sentimos raros”.

Caso al final de su crónica, Martin, quien aclara que pese a no tener teléfono dice que sí maneja internet, afirma que “la distopía en la que el ser humano se convierte en esclavo de las computadoras nunca ha ocurrido. Nadie está enamorado de su laptop; sólo las utilizamos para trabajar y ver series. Pero los iPhones son diferentes. Son los dedos con los que el capitalismo nos toca el hombro y nos recuerda que siempre hay trabajo que hacer.

 

Notas relacionadas