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Opinión

12 de Agosto de 2016

David Pizarro y su reencuentro con Chile: “No puede ser que las pensiones sean tan miserables”

“El Fantasista” recibió a The Clinic en Valparaíso para hablar de todo: su desvinculación de Santiago Wanderers, los chanchullos del fútbol-negocio, su rol en el último paro del sindicato de futbolistas, su postura frente a las AFP y su crítica visión de la realidad actual: “Está claro que Chile está en manos de los empresarios”, dispara. Aquí, las reflexiones de un jugador que regresó al país luego de 16 años, para darse cuenta que todo había cambiado drásticamente. “Hay un descontento general. Una especie de rabia contenida en la gente”, asegura.

Jonás Romero Sánchez
Jonás Romero Sánchez
Por

David Pizarro

Sentado en la mesa de un café en la céntrica Avenida Brasil de Valparaíso, frente al Arco Británico, David Pizarro recuerda el día en que un fuerte vozarrón lo dejó perplejo en pleno clásico milanés, en medio de un Giuseppe Meazza repleto con 80 mil personas.

— “¡Daaaaaaviiiiiid! Cuidaaaaado” —, le gritó alguien desde la tribuna.

En medio del aliento de los tifossis, Pizarro reconoció la voz de su madre. María Elena Cortés intentaba advertir a su hijo sobre las intenciones criminales de un tal Clarence Seedorf, mediocampista histórico del Milan que buscaba al porteño para vengar el último encuentro entre ambos, donde la peor parte se la había llevado el holandés.

La advertencia de su madre, si bien sorprendente por el ruidoso contexto, no extrañó a Pizarro. Antes de transformarse en el “Fantasista”, María Elena Cortés recorrió todo Chile vociferando en los partidos de las juveniles del Santiago Wanderers, el club donde comenzaba a brillar su único hijo, a fines de los años 90’.

Al poco tiempo vendría el debut profesional por los “caturros” –anhelo máximo de cualquier porteño aficionado al fútbol-, luego la venta millonaria de su pase al Udinese, un breve período en Universidad de Chile y 16 años de travesía por varios de los mejores clubes de Europa.

Después, claro, su madre, el Giuseppe Meazza, y los tapones de acero de Seedorf a punto de rebanar sus tobillos.

— Escuché el grito de mi mamá, me di vuelta y lo esquivé. Te juro, la vieja tiene un vozarrón de respeto—.

¿Cómo fue tu infancia?
Crecí en el Cuarto Sector de Playa Ancha, muy cerca del Estadio de Wanderers. Mis viejos, mi abuelo y mis tíos eran todos pescadores de la Caleta El Membrillo. Desde que era niño los acompañaba, pero nunca me dejaron entrar al mar con ellos. No era un trabajo propiamente tal, pero me gustaba acompañarlos, estar metido entre los botes.

¿Qué te gustaba de ese mundo?
Curiosamente, disfrutaba mucho observar cuando le metían el hielo al pescado, a las albacoras. Mi papá trabajaba en eso. Por mi familia empecé a jugar por el Caupolicán, el equipo del gremio de los pescadores. Eso hasta los 15 años, cuando firmé con Wanderers y tuve que dejar de jugar en el barrio.

¿Tus viejos te iban a ver jugar?
Mucho, mi vieja en Quilín era reconocida. Se acompañaba de las madres de otros cabros, amigos míos, como el Jorge Bolbarán, que ahora anda escribiendo cuentos de fútbol y repartiendo patadas en las ligas amateur del cerro. Nuestras mamás prácticamente recorrieron todo Chile viendo nuestros partidos como juveniles, pero con la plata justa: muchas veces pasaron penurias porque no las dejaban volver en el bus con nosotros.

“CAMINO POR MI VEREDA”

¿Votaste en las primarias municipales?
Sí.

¿Quién es tu candidato para la alcaldía de Valparaíso?
Quiero escucharlos. Me gustaría que en estas elecciones hubiera un debate real entre los candidatos. Como porteños, lo necesitamos. Castro, Méndez y Sharp tienen que enfrentar a la comunidad con ideas. Pienso que hoy día estamos estancados en el típico centralismo. Un gran proyecto sería el de la Ley Puerto que promueven algunos candidatos, para que por fin parte de los dineros que circulan por los puertos de Valparaíso o San Antonio se queden acá.

¿Qué te parece la candidatura de DJ Méndez?
Él es muy popular acá. No lo conozco personalmente, pero una de las cosas que le doy es que, además de tener barrio, el hecho de que haya vivido en Suecia puede aportar en las ideas que tenga para el municipio.

¿Y sobre Jorge Castro?
A mí no me gusta mucho el tema de la reelección, pero igual voy a escuchar sus ideas. Ahora, me gustaría saber qué se hizo con la plata de la Unesco en todos estos años. Hace un tiempo vi un reportaje donde se denunciaba esto. El centro histórico está muy mal cuidado, las calles pasadas a meado, los edificios cayéndose o derechamente abandonados. Por otro lado, me gusta que Jorge Sharp sea un tipo joven, con ideas interesantes. Prácticamente fue elegido por la comunidad, y eso es algo que nos interesa. Octubre está a la vuelta, y lo que más ha faltado ha sido debate.

Jean Beausejour dijo hace poco que le extrañaba que la gente se sorprendiera cuando un futbolista manifestaba una opinión política.
Cuando yo hablo de estos temas, saltan idiotas diciendo despectivamente “y qué tiene que estar hablando este jugador”, como si no pudiéramos tener ideas u opiniones de nada. Hoy día el futbolista nacional es visto como un mamarracho. El otro día me lo dijo un niño de 4 años, compañero de jardín de mi hija. “Mi mamá dice que los futbolistas son todos unos mamarrachos”. ¿Cachai o no? ¡Y es un niño de 4 años! Muchos creen que jugamos a la pelota nomás.

¿Te gusta leer y estar informado?
Sí, en mis tiempos libres leo bastante. Trato de hacerlo para estar preparado. Es una forma de defenderte de esa gente que tiene plata y te lo hace saber; que te pisotea. Yo crecí con bajos recursos, pero mi abuelo siempre me dijo “por más que seamos pobres, nunca te dejís humillar por nadie”. En Italia leía harto más eso sí, pero ahora que estoy cesante voy a poder retomar el ritmo. Hace poco leí la biografía de la Lucía Hiriart, por ejemplo. Me gusta la historia, sobre todo la de nuestro país, saber de dónde soy, y de las situaciones que han pasado acá. Lo último que leí fue “Juego Sucio”, de Francisco Sagredo, que trata sobre los negocios y las platas secretas que todos escuchábamos se movían en la ANFP.

¿Nunca se enteraron de lo que estaba pasando en el camarín?
Para nada. Sergio era muy apegado a nosotros. La gran mayoría de nosotros jugábamos en el extranjero y sólo veníamos a jugar un par de fechas. Y cuando explotó eso, yo ya me había ido de la selección.

¿Cuando volviste a Chile con qué país te encontraste?
Estar acá, por un año de corrido, nos ha servido a mí y a mi familia para ver la realidad del país, quizás de otra manera. Como se dice acá en Valparaíso, más vivo. Me encontré con que hoy día el chileno está en la parada de “¿cómo me cago a este hueón?”. Y eso me da rabia. La gente ladra por las redes sociales. Yo soy un tipo frontal, trato de ser honesto. Camino por mi vereda, y si me encuentro con alguien, no tengo por qué cruzar la calle.

A propósito de rabia, ¿Qué piensas de la discusión que se ha dado sobre las AFP?
Es un sistema tan malo, que lleva funcionando 30 años y no se ha logrado cambiar. Entonces uno se pregunta por qué lo tenemos todavía. Cuando hay crisis económicas, el que pierde es el usuario, nunca el dueño. Igual que en un casino.

¿Te violenta que aún existan tantas cosas heredadas de la dictadura?
Obvio. Es que esta es una democracia livianita, completamente.

Mientras jugabas en Italia, ¿estabas atento a lo que pasaba con Chile?
Claro, desde los “pingüinos” del 2006. Para mí, fue como el “vamos” de ciertas discusiones que hoy están instaladas. Gracias a los “pingüinos”, hoy estamos discutiendo aspectos más grandes de este modelo. Piensa que por un largo período, la gente tuvo miedo de salir a la calle, y ellos cambiaron eso. Tienen todo mi respeto. Si hubiese sido secundario en esa época, definitivamente habría salido a marchar con ellos.

¿Y qué opinas de la demanda por una educación gratuita?
Me parece lógica. No puede ser que aún existan cabros que entran a la universidad y que terminarán pagando su carrera en 20 años, o que la gratuidad aún no sea universal. Esto al final debería orientarse por un desarrollo social del país. No puede ser que las pensiones sean tan miserables. Hoy tengo la posibilidad de mandar a mis hijos a un colegio privado, pero yo estudié en colegios con número, y vengo de una familia de pescadores. Gracias a Dios, el fútbol nos quitó el hambre, pero eso en Chile es una excepción.

¿Participaste en el proceso constituyente?
No, estaba enfocado en mi carrera en Wanderers. Pero me parece que hace rato que deberíamos tener otra Constitución. Porque está claro que Chile está en manos de los empresarios. Ahora, es increíble que aún haya gente que quiere tapar el sol con un dedo y hacerse los huevones. Me dan risa, porque son los mismos que se las vienen a dar de jaguares de no sé dónde, o los suizos de Sudamérica, y chuta ¿tú sabís lo que es Suiza?

¿Qué otras cosas te molestan de Chile?
Me pasa que no puede ser que nos sigamos enterando de casos como el de Sename, por ejemplo, sólo a través de la prensa. Hoy día hay un descontento general. Una especie de rabia contenida en la gente, la que a veces nos lleva a pelear entre nosotros, por tonteras insignificantes. Entrampados en la pelea chica. Yo creo que hay otra solución. Tenemos las armas para tener otro tipo de país.

¿Cómo cuáles?
Un primer paso es volver a instalar la enseñanza de educación cívica, como yo la tuve cuando era chico. También pondría algún ramo de economía en los liceos. Porque hay gente de bajos recursos, a la que las multitiendas les meten el dedo en la boca. Compran un par de jeans o calcetines, y terminan pagando tres. Hay que estar atento a esas cosas, porque es de esas triquiñuelas que se va alimentando el monstruo. Por eso me gusta la política, estar al tanto de los temas del país. Esta es una carrera muy corta, después uno aterriza en la realidad y hay que estar preparado.

¿Dónde vives actualmente?
Vivo en el Cerro Recreo. Pero en estos días me deberían entregar mi casa en Valpo. Me mandé a hacer una en Avenida Alemania, al estilo de las casas del Cerro Concepción y Alegre: una casa de puerto. Mientras estuve afuera, siempre tuve en mente que quería volver. Desde chico me dije, lo de Italia es un trabajo más, mi casa está en Valparaíso. Me gusta la idea de ser como esos marinos antiguos, que dejaban su puerto para recorrer el mundo, pero que nunca olvidan de dónde vienen. Pienso que soy un romántico. Tengo amigos que hasta me llaman el antipoeta del fútbol, por como soy.

¿No planeas volver a Italia este semestre?
Sí, pero será breve. Allá todavía tengo algunas cosas, y el viaje me servirá para recorrer un poco Europa. Quiero visitar Inglaterra, España e Italia. Una especie de pasantía para ver cómo funcionan los mejores clubes del mundo. Me gustaría trabajar como gerente deportivo en el futuro. Además, quiero seguir entrenándome, porque pienso seguir jugando, al menos unos semestres más.

¿En alguno de los clubes grandes de Chile?
Bueno, hubo conversaciones, pero decidí posponerlo por respeto a Wanderers. El próximo semestre, si no juego en Valparaíso, será en algún otro club. A veces, cuando decimos nuestros sueños en voz alta, nos hacemos esclavos de eso. Yo tenía pensado llegar a los 100 partidos con Wanderers y pelear campeonatos. Pero al final, con situaciones como las que viví, pareciera que todo eso quedó en nada.

Debe ser difícil alejarse del club de tus amores…
Sí, por el cariño que le tengo al club. Por todo eso, me esperaba un trato diferente. Pero hay otras cosas que me molestan actualmente del club. Por ejemplo, cuando llegan nuevos jugadores a Wanderers, los dirigentes los pasean en tours por Valparaíso. Pero los llevan hasta ahí nomás, un par de fotos a los miradores y luego les dan una casa en Concón. ¡Y eso está mal po! Los jugadores deberían vivir en Valparaíso-Valparaíso, para que vean cuánto le cuesta al wanderino juntar las chauchas para ir al estadio. Así, algunos correrían el doble. Los que nacimos acá, sabemos las dificultades que tiene el porteño para llegar a fin de mes.

“EL JUGADOR ES UN PRODUCTO”

David Pizarro

¿Por qué renunciaste a Wanderers?
En un momento me enteré de que Jorge Lafrentz, el presidente del club, me quería echar. Esto pasó cuando se dio todo este problema financiero del club a comienzos de este año, cuando Nicolás Ibáñez (reconocido empresario del retail) ya no quiso poner un peso más. Eso me dolió mucho, por todo el sacrificio que había hecho. Me traje a mi familia desde Italia, sacando del colegio a mis hijos –todos nacieron allá-, sacrificando muchas cosas por regresar a Valparaíso. Mi intención acá en Chile no era ganar plata, sino el crecimiento del club, sobre todo a nivel social. Incluso, habíamos llegado a un acuerdo, donde yo no iba a cobrar un sueldo por este año. Reconozco que tuve un año de mierda por las lesiones, cosa que nunca me había pasado. Entonces cuando supe que Jorge me quería echar, no sé, debí haber renunciado al día siguiente. Ahora me arrepiento de no haberlo hecho. En mi estadía hubo muchas peleas, por las formas en que la directiva manejaba el club, y por los proyectos que yo quería inculcar a la institución.

¿No tuvo que ver con que recientemente fuiste uno de los rostros en el paro del Sindicato de Futbolistas Profesionales?
Lo que finalmente rebasó el vaso fue cuando uno de los dirigentes de Wanderers declaró públicamente que no me iban a acompañar a declarar al tribunal de disciplina de la ANFP.

¿Por qué fuiste citado al comité de disciplina?
Por haber denunciado que algunos jugadores habían sido amenazados por sus clubes para no adherir al paro del sindicato de jugadores.

Una actitud muy matona.
Exacto, y con eso volvemos al tema de la democracia. En esa declaración, lo que denuncié fue que hubo presiones de parte de algunas directivas para que sus jugadores no adhirieran al paro, cosas muy bajas, que a mí me recuerdan lo que pasó en dictadura. Al menos, en los clubes, mandan los directores de las sociedades anónimas con más plata. Pero son compadres que tienen yayas para atrás.

Como José Yuraszeck, ex presidente de Azul Azul y condenado por el “Caso Chispas”, por nombrarte uno.
Claro. Por eso el fútbol está como está. Hoy en día, tú eres un cliente para ellos. Y el jugador es un producto, un limón. Sólo les sirves hasta que te sacan la última gota, después, al tacho. Ese es el fútbol con el que me encontré cuando volví a Chile. Antes era más familiar, primaba la pasión: ser hincha de un club era definitivamente un asunto de fe. Hoy a los clubes les conviene que menos gente vaya a la cancha, así ahorran en seguridad, e igual cortan por las platas del Canal del Fútbol. Es cosa de ver los estadios, todos pelados. Pero vamos a luchar para que todo eso vuelva: las canchas llenas, y que los clubes vuelvan a tener identificación con sus barrios o ciudades.

Da la sensación, sin embargo, que es difícil retroceder el tiempo…
Se supone que las sociedades anónimas entraron para que no se dieran este tipo de problemas financieros, de malversaciones. Sin ir más lejos, lo que pasó con la desafiliación de Deportes Concepción, los culpables tienen nombre y apellido y todavía nadie llega a ellos. Cuando sacaron a Jadue, se dijo que iban a cambiar todo, pero llegado el momento, todo siguió igual. Para mí, el presente del fútbol chileno está dominado por algunos de los presidentes de las sociedades anónimas. No me gusta generalizar, pero en este momento, los buenos dirigentes son minoría.

¿Fue uno de tus principales choques cuando volviste de Italia?
Cuando yo me fui de Chile, la media de Wanderers era jugar con 10 u 11 mil personas. Ahora, tenemos suerte si llegan tres mil personas. Además, hay algo que no entiendo. Tenemos un estadio -el Elías Figueroa- para 22 mil personas, y vas a la Intendencia y te dicen “bueno, el aforo es de ocho mil”. Son situaciones que no se entienden. Entonces sí, fue fuerte encontrarme con estadios vacíos. Imagínate que uno, en la cancha, escucha todo, hasta lo que te gritan desde la galería. Ahora tengo a mi vieja en la oreja.

Si tuvieras que elegir el club donde te sentiste más cómodo en toda tu carrera, ¿cuál sería?
En la Roma. Allá hicimos una relación muy bonita. En los clubes suele pasar que con tus compañeros mantienes buena relación y hasta ahí. Pero ese grupo fue muy bueno. Sobre todo porque incluso, en los años malos –y los hubo- permanecimos juntos. Celebrábamos los cumpleaños, y hasta nos reuníamos con nuestras familias. A diferencia de camarines como los del Inter y el City, donde a veces brillaba el egocentrismo. En el de la Roma todos eran muy centrados, con los pies en la tierra. Había payasos, como Totti, e incluso intelectuales. Yo tenía compañeros que, antes de los partidos, se concentraban leyendo. Como Simone Perrotta, campeón del mundo con Italia, o Matteo Brighi. Y te hablo de libros duros, ladrillos de filosofía. Estos tipos llegaban dos horas antes de cada partido y se sentaban a leer.

Francesco Totti debe ser uno de los últimos futbolistas que, por decisión propia, no ha cambiado de club en toda su carrera.
Sí, es increíble. Allá en Roma, Francesco es más que el Papa. Y tiene una gran vocación social. A él se le molestaba mucho por su educación, se le trataba de ignorante. Si en Chile se cuentan chistes de gallegos, en Italia, circulaban bromas sobre su inteligencia. Por ejemplo, hay uno que dice: un periodista le pregunta a Totti qué le parece el enfrentamiento entre Estados Unidos e Irak. Y Totti, responde: ‘Los dos son muy buenos equipos, resultado incierto, lástima que sólo se pueda clasificar uno para el Mundial…’. Pero Francesco tiene un gran sentido del humor, y hace unos años recopiló los mejores chistes sobre él para editarlos en un libro de barzellettes (chistes cortos en italiano), que ya agotó varias ediciones. Todo lo recaudado fue para Unicef y para una fundación de adultos mayores en Roma.

¿Qué tan cierto es el rumor de que Totti estuvo cerca de llegar a jugar por Wanderers?
Estaba medio peleado con la dirigencia, y como no le querían renovar, por un tema de edad y rendimiento, lo invité en broma a que viniera a jugar por Wanderers. No puedes estar serio con Totti. Te voy a contar una anécdota. Luego de que perdimos 7-1 con el Manchester United, el ambiente en el camarín era de muerte, nadie hablaba nada. Y llegó Totti, como capitán, a darnos una charla. Pensábamos que nos iba a hablar de fútbol, de cómo no habíamos jugado tan mal, algo para subirnos el ánimo. Se paró el medio, nos miró ceremoniosamente, y dijo “no se preocupen muchachos, me avisaron que se cortó la luz en Roma y que nadie vio el partido”.

***
Antes de terminar la entrevista, David Pizarro nos conduce hasta el Mirador Portales del Cerro Barón, para una sesión de fotos con el puerto de fondo. “Una de las vistas más lindas de Valparaíso”, dice orgulloso. En el camino, al pasar por la calle Las Heras, Pizarro apunta al edificio municipal que se incendió el 21 de mayo pasado. “Es una pena lo que le pasó al pobre viejo, trabajando hasta los 71 años para mejorar sus ingresos”, reflexiona.

Una vez en el mirador, un hombre joven se acerca con su hijo de la mano. El pequeño lleva una polera de Santiago Wanderers.

— ¡Güeeeena, David! ¿Y? ¿Te vay a quedarte en el puerto? — pregunta.

En su libro “Dios es Redondo”, Juan Villoro escribió que nada es tan triste como la partida de esos jugadores elegidos por la afición, aquellos “que condensan en su pecho todos los sueños de la tribu”. El mexicano aseguró también que casi siempre, el regreso de estos apóstatas es triste, lánguido e inacabado, y que sólo en esa realización se cumpliría el rito de la madurez, y “donde se entiende que ningún héroe es definitivo”.

— Sí, po—, le responde Pizarro.

— ¿Viste hijo? —, dice el padre mirando al niño que apenas supera la altura de sus rodillas. Ambos se van satisfechos.

— Para mí, Playa Ancha es el lugar más lindo del mundo, mucho más que cualquier otro sitio en el que he vivido. Ni en Roma o en Manchester me pasa lo mismo. La felicidad más absoluta es tomarme un vinito, con la música del Negro Farías de fondo, en Playa Ancha, un domingo en que Wanderers ganó—, finaliza.

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