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Nacional

14 de Febrero de 2017

Historias de San Valentín que terminaron como el poto

“Un pinche que tenía en ese entonces no encontró nada mejor que regalarme una polera suya usada. El muy pelotudo dijo que durmió con ella una semana y me la dio para que yo tuviera su olor cuando quisiera. Me dieron unas ganas de haberle regalado un calzón usado por mi una semana también. La polera después sirvió para trapear el piso”.

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En medio de los festejos que un montón de gente está realizando por el Dia de los Enamorados, el sitio Pousta recopiló una serie de historias de San Valentín que terminaron realmente como el poto.

A continuación, algunas de ellas (transcripción Pousta):

1.- “Mi pololo de ese entonces me pasó a buscar a mi casa a las 10 am, pero yo no sabía que ponerme. Terminamos saliendo a las 11:45 y él me tenía un regalo que misteriosamente salía a las 12 pm en el mall de Viña. Me hizo pararme una hora frente a la pantalla y a mi me dieron los monos. Le dije, ‘Por qué me haces pararme frente a una pantalla sin saber lo que es, ¿Por qué no me das mi regalo’ y ahí enojado me mostró una foto de una publicidad gigante en el que me deseaba feliz día y que me amaba, pero yo me lo había perdido por demorarme. Nos devolvimos para la casa peleados y yo llorando todo el día”.

2.- Pese a que la relación de 5 años de Camila con su pololo no marchaba del todo bien, decidieron hacer un viaje por todo Sudamérica con el fin de superar la crisis y seguir adelante. “Decidimos viajar por Sudamérica para iniciar una nueva etapa de la relación dejando atrás los problemas y las heridas del pasado, pero a cinco días del 14 decidí dejarlo en Chiloé porque había descubierto más heridas que prefiero no profundizar. Tomé la decisión en Puerto Montt de tomar un vuelo ese fatídico día, un 14 de febrero. Mi papá era el único que sabía y me fue a buscar al aeropuerto de Lima. ¿El problema? Mi papá por ahorrarse unos soles dejó mal estacionado el vehículo y se lo llevó la municipalidad. Tuvimos que pedir ayuda a un taxista para poder recuperarlo. Cuando llegamos a la casa habían muchos globos, corazones, peluches, pero yo a esas alturas ya estaba cansada de él. Claramente, terminamos”.

3.- “Hace varios años atrás, un ex me regaló un cuadro pintado por él mismo, donde salíamos ambos en la versión de dos ‘tiernos’ koalas. Nunca, pero nunca, se le pasó por la cabeza que los koalas podían ser los animales que menos me gustan (algo me pasa con sus narices y ojos que me producen miedo) y cada vez que nos veíamos me preguntaba dónde y cuándo iba a colgar el regalo que había pintado con tanto amor. Pero el cuadro era bastante feo. Cuento corto: nunca lo colgué y su regalo aún permanece en mi closet porque me da un poco de vergüenza que alguien me vea botarlo”.

5.- “Un pinche que tenía en ese entonces no encontró nada mejor que regalarme una polera suya usada. El muy pelotudo dijo que durmió con ella una semana y me la dio para que yo tuviera su olor cuando quisiera. Me dieron unas ganas de haberle regalado un calzón usado por mi una semana también. La polera después sirvió para trapear el piso”.

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