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Reportajes

13 de Abril de 2024

Tres historias de amor en la Blondie: matrimonios que se formaron entre las pistas de la mítica discotheque

Fotos: Felipe Figueroa

La icónica disco Blondie, cuyas puertas han estado abiertas desde 1993 -con algunas interrupciones-, no solo ha sido un lugar de diversión y encuentro para una amalgama de comunidades que buscan un espacio de música alternativa y diversa, sino que también fue el escenario donde se gestaron al menos tres matrimonios duraderos. "La Blondie siempre ha sido importante para nosotros", comenta César Arriagada, una de las cuatro personas que compartió a The Clinic su historia de amor, quien incluso decidió celebrar su noche de bodas al interior de la disco. Las coincidencias afortunadas, la música y el baile fueron los ingredientes que marcaron el destino de estas parejas.

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“Éramos amigos. Pero la Blondie quiso otra cosa: quiso armar una pareja que coincidía perfectamente“, comenta Luis Peña, quien le entregó la argolla de compromiso a su esposa en el entrepiso del recinto. “La Blondie siempre ha sido importante para nosotros” afirma César Arriagada, cuyo matrimonio fue celebrado al interior de la disco. “Fuimos muchas veces a la Blondie, porque era el lugar donde empezó todo”, añade Cynthia Villa, quien besó por primera vez a su marido en la pista central, dando inicio a su relación.

Las tres pistas de baile, que componían la Blondie durante mediados de los noventa y principios de los 2000, fueron testigos de cómo se originaron estos tres matrimonios, que continúan juntos hasta la fecha. Las coincidencias afortunadas, la música y el baile, marcaron sus historias de amor.

César Arriagada y Teresa Vásquez en su noche de bodas, posando fuera de la Blondie (4 de septiembre del 2004)

Giovanna Rodríguez y Luis Peña

Luis Peña (47) caminaba por su barrio en Lo Prado, dirigiéndose a la casa de un amigo. De repente, una voz femenina captó su atención, obligándolo a voltearse hacia un antejardín. Ahí, una joven que nunca había visto por el vecindario, estaba cantando The Sun and the Rainfall, de Depeche Mode. Un tema que él reconoció al instante: no era un disco conocido, ni siquiera dentro de su círculo de amigos que gustaban de la música alternativa. Eso lo dejó tan intrigado que necesitó acercarse a ella.

“Cuando pasé de vuelta, ella seguía cantando una canción del mismo álbum. Entonces paré y me acerqué a conversarle. Obviamente me mandó a la cresta”, relata el actual automatista. Sin embargo, en esa tarde de 1995, comenzó su historia con Giovanna Rodríguez (50), su esposa desde hace 22 años. “Y la Blondie nos fue marcando el camino para ir encontrándonos”, adelanta.

Empezaron a toparse de forma espontánea en tiendas, calles, paraderos. Como forzados por las coincidencias, terminaron volviéndose amigos, descubriendo que tenían muchas cosas en común. Y entre sus temas de conversación, a veces surgía esta discotheque de Estación Central, inaugurada hace un par de años. Esa donde asistía la “gente rara”, y tocaban exactamente el tipo de música que les gustaba a ambos.

“Ninguno de mis amigos me quiso acompañar. Y la Giovanna tenía ese mismo drama; nunca nadie la apañaba. Un día armamos un grupo para ir a conocer la Blondie, pero resultó que nadie fue. Entonces decidimos ir nosotros nomás”, relata.

Luis recuerda que cuando ambos bajaron al oscuro subterráneo, el ambiente los hipnotizó al instante. En esos tiempos la decoración era escasa; con paredes de ladrillo, un par de luces ultravioleta, inciensos en cada pilar, y una bola disco en el techo. Sobrios detalles que iluminaban a una multitud diversa, en un tumulto de estilos góticos, new wave, o más casuales. Hombres y mujeres con maquillaje, dreadlocks, piercings; cada quien en su “onda propia”.

“Yo veía gallos bailando, dejándolo todo, al lado de tipos que cerraban los ojos y se balanceaban. Cada uno sentía a su manera”, relata Luis.

Ese mismo ambiente, casi espiritual para ellos, los hizo volver. Disfrutaban juntos de esa sintonía, entre las vibraciones de los parlantes, bailando con temas darkwave, postpunk, o lo que fuese que pincharan los DJ. Hasta que la tensión se rompió cuando se besaron por primera vez, el año 98, en la previa de una “Noche Vampiro”.

Sucedió de forma espontánea, en el entrepiso de la Blondie -rincón que años después se destinó a guardarropía-. De fondo sonaba la canción Peek‐A‐Boo, de Siouxsie And The Banshees -”una canción que no tiene una letra muy romántica”, añade Luis-. Después de eso, se quedaron sentados en las escaleras, en completo silencio, sin poder mirarse a los ojos. Las cosas se habían vuelto extrañas entre ellos.

“Se generó un terremoto en nosotros, porque era romper una amistad de años (…) Pasó una semana en que Giovanna me esquivaba. Yo estaba con la cabeza revuelta; incluso me eché un ramo en la universidad”, cuenta Luis Peña. En aquel instante, él tenía 21 años y ella 24.

Afortunadamente, lograron hablar de lo que estaban sintiendo al siguiente fin de semana, también dentro la Blondie: “Face to Face, de Siouxsie And The Banshees, fue el tema de fondo para empezar la conversación. Esa canción tiene un verso bien bonito que dice que las ‘máscaras se deslizan para revelar un nuevo disfraz’. Nosotros estábamos develando nuestro disfraz de amistad en ese instante”, relata.

Y así, en medio del tumulto y la música, empezaron su relación de pareja. La que se fue formalizando rápidamente, con cada año que pasaba.

“Nos dimos nuestro primer beso el 20 de junio, y dos años después, ya estábamos en la onda de ponernos de novios, formalizar algo más. No había mucho apoyo familiar tampoco. Y pensando bien las cosas, decidimos que el lugar perfecto iba a ser rodeado de las personas que nos han visto formar nuestra historia”, relata.

De esa forma, el 18 de junio del 2000 -que era el sábado más cercano de su aniversario-, se pusieron las argollas ilusiones en el mismo rincón donde se besaron. Precisamente, durante un especial de Siouxsie And The Banshees. Inadvertidos entre los miles de asistentes, pero con todo el simbolismo que representaba para ellos.

En sus años de casados, nunca dejaron de asistir a la Blondie. Les tocó vivir la transición desde cuando no era tan masiva, hasta cuando se hacía más complejo encontrar un espacio para respirar. Incluso, después de que la clausuraran durante unos meses, en el año 2010, Luis asegura que su esposa fue la primera en pisar la pista de baile: “En ningún lado hemos encontrado la misma atmósfera. En ningún otro lugar podemos estar rodeados de gente, y a la vez sentirnos los dos solos”.

Actualmente, tienen un hijo de 14 años. Comenta que el interior de su hogar es un “soundtrack constante”. Y entre sus repisas, reposa un cassette del album A Broken Frame de Depeche Mode: el mismo que cantaba Giovanna cuando se conocieron por primera vez en su barrio.

Teresa Vasquez y César Arriagada

“Fue en septiembre del año 2004”, comenta César Arriagada (43). “El 4 de septiembre del 2004”, precisa Teresa Vasquez (41).

Se refieren a la fecha en la que se tomó la foto donde ambos aparecen posando como recién casados: él, vestido con un traje negro, y ella, con un vestido blanco. Sobre sus cabezas alumbra un imponente letrero LED de la Blondie, en medio de la penumbra nocturna de la Alameda. También se alcanza a ver algo de la fila que empezaba a formarse en esa hora antes de abrir. La misma discotheque ha publicado esta imagen en sus redes sociales, por la carga emocional que tiene.

“Él era hermano de mi cuñada, pero mayor contacto no teníamos”, empieza a relatar Teresa. Solo se veían en eventos familiares, saludándose sin nunca encontrar el espacio para conversar en privado. Obviamente se toparon en el matrimonio de sus hermanos; momento en que ninguno de los dos se hubiese imaginado estar ocupando el mismo lugar de ellos, como finalmente sucedería años después.

César, por su parte, admite que desde un principio miraba a Teresa con intenciones de conocerla más allá del frío protocolo de concuñados: “A mí, desde el principio me gustó. Entonces quería que surgiera la oportunidad de estar los dos solos y salir”, comenta. Y dicha oportunidad surgió el 3 de noviembre del 2001; todo gracias al cumpleaños de una amiga en común, quien decidió celebrar en la Blondie. Lo invitó a él, a Teresa, y a sus respectivos hermanos.

Arriagada pensó que podía ser la oportunidad perfecta, en un hábitat en el que ya estaba familiarizado. Ya había asistido a la Blondie en al menos diez ocasiones anteriores. La primera de ellas, como fotógrafo acreditado para un show que realizaron el año 2000. Por lo tanto, podía actuar como un perfecto guía para Teresa, quien era primeriza en el lugar.

Esa noche había un especial de Bjork. No tardaron mucho en “perderse” durante el transcurso de la noche, mientras el resto de los invitados se divertía en la pista central. Ellos iban a los pasillos y las escaleras, con sus tragos en la mano, para aprovechar de conversar entre medio de la multitud que pasaba. Tampoco tardaron en descubrir que ambos se gustaban.

Fue entonces cuando, al fondo del segundo pasillo, entre el bar central y las escaleras, se besaron por primera vez. Al fondo retumbaba Light That Never Goes Out de The Smiths; pero la verdad es que, en ese momento, el ambiente les importaba poco.

Un año después, César decidió pedirle matrimonio a Teresa. 

Se casaron en la parroquia San José Obrero de Lo espejo, y luego de la ceremonia, escapándose de sus propios invitados, se trasladaron en el auto nupcial hacia el lugar donde comenzó su historia. No podía ser de otra manera. “Llamé a la Blondie unos días antes. Nos estaban esperando con champaña y todo. En el bar central hicimos un brindis y nos sacamos una foto en el mismo rincón donde nos dimos nuestro primer beso”, relata César.

Actualmente, ambos trabajan juntos en una corredora de propiedades, y siguen saliendo juntos a la Blondie. “Creo que es muy importante eso en una pareja. Seguir pasándola bien juntos. Hemos salido muchas veces solos a la Blondie y lo pasamos bien igual”, comenta Teresa.

“De repente estamos sentados un viernes o un sábado, a las 11 de la noche, y el César me dice ¿Vamos?. ¡Vamos!, le digo yo, y partimos a la Blondie”, añade.

Tienen dos hijos: un joven de 18 y una niña de 12. “Nosotros hemos hablado harto de las anécdotas y el ambiente dentro de la Blondie. Entonces mi hijo quiere ir con su polola, y conocer, por lo mismo (…) y si va, nosotros vamos a estar tranquilos, porque sabemos que es un muy buen ambiente”, comenta César.

Cynthia Villa y Felipe González

“Ahí, en la Blondie, fue cuando surgió nuestra historia de amor. Aunque nosotros nos conocíamos del trabajo; los dos estábamos en una peluquería en Vitacura. Pero éramos amigos al 100%. Only friends”, relata Cynthia Villa (42), desde su hogar en Estados Unidos. 

Comenta que casi nadie de su entorno le creía cuando explicaba que con Felipe González (45) solo eran roomies, y llevaban una relación de amistad. Él es originario de Argentina, llevaba un par de años en Chile, y nunca había dado señales de tener otras intenciones con Cynthia. “En ese momento él tenía sus historias de amores, y yo también. Estamos hablando de que era el 2004: éramos bien pequeños. Yo tenía 23 años y el 26”, comenta.

“Entre nuestros amigos había gente hetero y gay. Entonces solíamos frecuentar lugares más alternativos, donde nos invitaban; como el Bokhara o el Bunker”, explica. Y aunque ella ya frecuentaba la Blondie desde que tenía 19 años, Felipe nunca antes había asistido. Hasta que un amigo en común, productor de la época, los invitó a un evento que realizó en la Blondie.

Era la noche del 21 de mayo del 2004. A Felipe lo cautivó inmediatamente el ambiente. Todos estaban en la pista central, vibrando con la música electrónica -el evento especial de ese momento era sobre ese género particular-. Junto a sus amigos se turnaban para bailar sobre el cubo del centro de la pista, entre las risas y la euforia. 

En cierto momento, la pareja de roomies decidió alejarse de su grupo de amigos, y se besaron por primera vez, camuflados entre una multitud fluorescente. Aún guardan la fecha de aquella noche como un evento importante. Tan crucial como el aniversario de su matrimonio, el cual se realizó 13 años después.

Después de casarse el año 2017, en la Iglesia del Perpetuo Socorro, continuaron frecuentando la Blondie. Especialmente, cada 21 de mayo.

“Al final empezamos como roomies y terminamos como matrimonio, pero todo se inició en ese momento. Si no hubiera sido ahí, quizás nunca hubiera sucedido; porque nosotros salíamos a varias partes. Y no sé qué pasó, si acaso fue el ambiente, la música, no tengo idea…”, comenta.

Actualmente, viven en Estados Unidos junto a sus 4 hijos. Decidieron migrar para ampliar sus horizontes profesionales y entregarles una mejor calidad de vida a sus hijos.

“La Blondie fue fundamental para las nuevas generaciones de papás, donde yo me incluyo, porque ahí uno se da cuenta de la diversidad de personas que hay. Había mucha gente que rechazaba lo diferente; y no solo de la sexualidad. Fue un espacio de convivencia donde las personas podían ser libres”, concluye Cynthia, desde el otro lado del teléfono. 

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