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Nacional

20 de Agosto de 2017

El crimen de Constanza Carreño

El 1 de abril de 2016, Constanza Carreño Cuevas (23) murió calcinada en un departamento del Ejército en Las Condes. La joven había acudido al lugar para entregar un servicio sexual al excadete Cristián Uribe Neira (30), quien era adicto a las prostitutas y consumía cocaína. En julio de este año, la Corte Suprema ratificó la condena de 17 años de cárcel contra Uribe por el delito de incendio con resultado de muerte. Nunca hubo una marcha por Constanza.

Por

Llevaba puesto un jeans, zapatillas, una polera ajustada y una chaqueta azul. Lara (50), argentina, trabajadora sexual, subió por el ascensor. Tocó la puerta de un departamento en el piso 23 del edificio del Ejército, en calle La Parva 995, Las Condes. Estuvo con su cliente, Cristian Uribe Neira (30), menos de 10 minutos. Él actuaba extraño. Comenzó a interrogarla. A las 13:20 horas del 1 de abril de 2016, la mujer decidió hacerle caso a su instinto y huyó del lugar.

Tres horas más tarde fue el turno de Constanza Carreño Cuevas (23). No tuvo la misma suerte. Ese día no debía estar ahí. Si Lara hubiera concretado el servicio o si Uribe hubiera logrado convencer a la escort, que había elegido originalmente en el portal Relax Chile, Constanza no habría estado en el departamento 236, inconsciente, cuando se desató el incendio. Pero estaba.

Llevaba puesto un jeans, zapatillas, una blusa oscura y lentes de sol. Constanza, chilena, trabajadora sexual, ingresó al edificio, subió por el ascensor y tocó la puerta del departamento ubicado en el piso 23. Discutió con su cliente y él la golpeó. A las 17:45 horas de ese mismo día, bomberos encontró su cuerpo carbonizado y sin extremidades.


Departamento 236, calle La Parva 995, Las Condes.

LAS HORAS PREVIAS

Cristian Uribe venía de una noche de juerga. El día anterior, 31 de marzo del 2016, viajó desde Concón, -donde residía con su familia-, a Santiago, para participar de una celebración en el club El Caleuche. Un centro de eventos de exmarinos en Providencia.

Él era uno de ellos. En 2008, después de dos años y medio en la Escuela Naval, abandonó por malos resultados académicos. En ese círculo de amistades, conoció al teniente del Ejército, Patricio Sovino, residente del departamento de tres dormitorios, asignado al oficial en comodato por el Ejército, donde falleció Constanza.

En El Caleuche, Uribe bebió hasta la media noche. Luego se fue a la discotheque Candelaria en Vitacura para seguir la fiesta. Compró una botella de pisco y se emborrachó junto a otros tres exmarinos. En la madrugada, escribió a un amigo y a su padre pidiendo 100 mil pesos. A su papá le explicó que le habían robado y solo le dejaron el teléfono. No era cierto. A su amigo, le dijo: “me maquineé en una wea”[sic]. Ambos se negaron a enviarle dinero.


Cristian Uribe Neira, excadete condenado por el crimen de Constanza Carreño.

Cerca de las cuatro de la mañana, llegó a dormir al departamento de Sovino, donde alojaba como invitado. Desde la medianoche hasta las 16:45 horas, cuando Constanza llegó al edificio, Uribe realizó 201 llamadas. La mayoría a números de contacto de trabajadoras sexuales para pedir un servicio a domicilio. Con Lara las cosas no habían resultado, pero Uribe siguió insistiendo.

Cuando sonó el celular en el departamento de avenida El Bosque en Providencia, donde Constanza trabajaba, ella recién terminaba de almorzar. Del otro lado de la línea, Uribe habló con una de sus compañeras y pidió un servicio urgente. Se le acababa el tiempo. Sovino llegaría de su trabajo en un par de horas.

La joven colombiana que derivó a Uribe con Constanza, le dijo que la tarifa era 100 mil pesos la hora o 60 mil pesos la media hora y le explicó que debía pagar el taxi. Uribe aceptó.

La segunda llamada para especificar la dirección del departamento en Américo Vespucio con Avenida Kennedy, la contestó Mitzi Román, responsable de las compras y el aseo del lugar donde atendía Constanza y otras seis jóvenes.

Mitzi le explicó a Uribe que la mujer con la que había hablado primero no atendía a domicilio. Le propuso que revisara el perfil de “Bella”, el seudónimo empleado por Carreño en el portal web, quien estaba disponible para ir. Ambos cerraron el trato.

El excadete bajó del departamento y avisó en conserjería que lo irían a visitar. Cerca de las 16:15 horas, Constanza y Mitzi abordaron un taxi en Providencia. En las cámaras del edificio, el ingreso de ambas al ascensor quedó registrado a las 16:50 horas. Subieron hasta el piso 23.


Ingreso de Conztanza Carreño y Mitzi Román al edificio.

Constanza le pidió a Mitzi que la esperara afuera para ver que todo estuviera bien. Se quedó en las escaleras, sin ser advertida por Uribe, y Constanza entró al departamento.

EL INCENDIO

Cuarenta minutos más tarde, a las 17:30 horas, se activó la alarma de incendio. El departamento 236 del oficial Sovino estaba en llamas. Constanza seguía adentro, tendida en la habitación de invitados, donde se originó el fuego.

Mitzi había bajado sólo cinco minutos antes, luego de un extraño diálogo con Uribe al que vio salir nervioso y alterado del departamento. Al preguntarle por Constanza, él la invitó a entrar. Pero Mitzi tuvo un mal presentimiento, se negó y cansada de esperar, se retiró.

Ya en la calle, mientras buscaba locomoción para regresar a Providencia, Mitzi vio como la gente miraba hacia la parte alta del edificio. Salía humo de un departamento. Asustada, corrió a avisar a la conserjería.

Minutos antes que Mitzi avisara del fuego y se activara la alarma, a las 17:27 horas, Uribe escribió “carretas, me despido”, en el grupo de Whatsapp que tenía con los exmarinos. Uno de los integrantes le preguntó, “¿te despides de qué Cristian?”. Otros enviaron signos de interrogación. Pero no obtuvieron respuesta.

A las 17:35 horas, cuando el fuego estaba desatado, Uribe llamó a Sovino y le contó que había un incendio en el departamento continuo al suyo. Dijo que él había alcanzado a arrancar. Los residentes del edifico comenzaron a evacuar por las escaleras. Mitzi, en la conserjería, cargaba su celular para llamar a Constanza, estaba en eso, cuando vio en el hall a Cristian Uribe. El excadete tenía un rasguño en su boca. Mitzi pensó lo peor.

En medio de su desesperación y a gritos, informó al conserje y a Carabineros, que ya había llegado al lugar, que su amiga estaba con Uribe en el departamento 236, pero que todavía no había bajado. Carabineros decidió retener a Uribe y a Mitzi, como testigos, a la espera de esclarecer los hechos.

EL HALLAZGO

El fuego se inició en la habitación donde alojó Uribe. Bomberos encontró el cuerpo calcinado de Constanza de espalda a un costado de la cama, con su cabeza hacia la puerta, a 60 centímetros del foco del incendio.

Su cadáver quedó irreconocible. El fuego borró su piel, sus huellas e hizo desaparecer sus extremidades. Solo fue posible identificar científicamente sus restos gracias a un peritaje odontológico posterior.

Así quedó el departamento.

Cuando se inició el incendio, Constanza aún vivía. Los peritos del Servicio Médico Legal detectaron que tenía dos lesiones anteriores a su muerte. Una costilla fracturada y otra contusión en el cuello, coincidente con un ahorcamiento. Según los resultados de la autopsia, lo más probable, es que la agresión le provocó un trauma contuso que la dejó inconsciente y le impidió huir de las llamas.

Cristian Uribe tenía una herida sobre su labio superior y rasguños en los brazos. El informe del departamento criminalístico de Carabineros, afirmó que las lesiones del exmarino, constatadas el día del incendio, “representan las escasas maniobras de defensa efectiva de la afectada”. En sus heridas quedaron rastros de material genético coincidente con el de Constanza.

¿Después de agredirla, Uribe creyó que estaba muerta y prendió fuego a la habitación para borrar las huellas del crimen? Esa fue una de la hipótesis que siguió la investigación. En su informe, el detective a cargo, Mario Jara, sostuvo que el móvil del crimen fue “agresión, aprovechando superioridad física, para luego el imputado provocar un incendio en el inmueble a fin de ocultar el delito”.

El excadete sabía de sitios del suceso y huellas del crimen. Se dedicaba a eso. Luego de dejar la Escuela Naval, comenzó a trabajar con su padre, Luis Uribe, en la empresa Lusivisión o Visión Internacional, proveedora de equipos forenses y de inteligencia a Carabineros y la PDI.

Según el oficial Sovino, cuando personal de la Brigada de Homicidios (BH) de la PDI llegó al sitio del suceso, sus maletines, para la toma de muestras y evidencias, tenían inscrita la marca Lusivisión. De hecho, la última licitación que ganó Luis Uribe con la PDI fue en marzo del 2016 y la orden de compra fue por insumos criminalísticos. Los productos forenses que Uribe importaba y vendía a la policía de investigaciones son los mismos que la BH utiliza en los distintos sitios del suceso que investiga, como el de ese día, y que terminó con Cristián Uribe condenado a 17 años de cárcel por el delito de incendio con resultado de muerte.

LA DOBLE VIDA DE CONSTANZA

Constanza tenía 23 años cuando falleció. Era la menor de tres hermanas. Nació en Teno, ciudad de Curicó, en una familia de origen humilde. Su papá es temporero y su madre, dueña de casa. Hace años vivía en Estación Central, junto a su hermana Viviana y su sobrino.

Nadie en su familia sabía a qué se dedicaba ni de dónde salía el dinero para los gastos de la casa que ella cubría. Constanza les decía que era promotora.

Luego de terminar el colegio en un dos por uno, fue promotora y vendedora en grandes tiendas. Su sueldo, en ese entonces, rondaba los 300 mil pesos y sin estudios técnicos o superiores, tenía pocas posibilidades de ganar más. El dinero no alcanzaba.

Con el tiempo, su hermana Viviana notó que la situación económica de Constanza había cambiado. Llegaba con ropa de marca y regalos caros para sus sobrinos. Cuando su familia le preguntaba de dónde sacaba el dinero, respondía que su pareja tenía un buen pasar y sobre las noches que no llegaba, explicaba que se quedaba con él. Esa pareja no existía. Era su forma de justificar sus ausencias mientras trabajaba y evitar más preguntas.

Constanza llevaba una vida saludable. Todos quienes declararon en el proceso, destacan que no tenía vicios. Comía sano, no tomaba alcohol, drogas, ni fumaba cigarrillos. Por las mañanas trotaba y en las tardes asistía al gimnasio, tres o cuatro veces a la semana para mantenerse en forma. En su adolescencia lo había pasado mal por el sobrepeso: sus compañeros le hacían bullying. Para superarlo, se sometió a un tratamiento psicológico, reordenó sus hábitos y se volcó al deporte.

Un amigo de Constanza era de los pocos que sabía a qué se dedicaba realmente. Se conocieron en una fiesta en San Carlos de Apoquindo, donde ella había ido a trabajar. Salieron un par de veces y luego se hicieron amigos. Ella solía relatarle episodios de su trabajo y le contaba sobre sus planes a futuro.

Él, quien pidió reserva de su nombre, cuenta que a su amiga no le gustaba su trabajo. Ejercía el comercio sexual, asegura, porque ganaba mucho más que de promotora: entre 2 y 3 millones de pesos al mes.

Constanza le contó cómo empezó todo. Una persona vio sus fotos en Facebook, la contactó y fue al grano. Le ofreció prostituirse y dijo que si le interesaba, había mucha plata de por medio, de la que ellos se llevan una comisión. Ella aceptó.

En el departamento de avenida El Bosque, donde trabajaba, la administradora del lugar se quedaba con el 50% de la tarifa de cada una de las jóvenes que atendía ahí. Esa situación la tenía cansada. Seis meses antes, Constanza había intentado independizarse y tener su propio departamento para atender, pero no le fue bien.

Carreño quería trabajar unos años más, juntar la plata suficiente para poner un negocio propio. Hablaba de un centro de estética y de dar un pie para una casa. Pero esa tarde del 1 de abril, se cruzó con Cristian Uribe.


Alicia Cuevas, madre de Constanza Carreño.

Su familia declinó hablar para este reportaje, hastiados de cómo la prensa cubrió el caso de su hija. Afirman que la estigmatizaron por su trabajo y que olvidaron su condición de víctima de un crimen feroz.

LAS ADICCIONES DEL EXCADETE

Según el peritaje de la PDI a su teléfono, era habitual que a altas horas de la madrugada, el excadete pidiera fuertes sumas de dinero. A Sovino, por ejemplo, le escribió el 17 de febrero de ese año. Le dijo que estaba en un night club, que se había metido en problemas porque no tenía plata para pagar. El teniente del Ejército le transfirió 200 mil pesos.

Pero la mayoría de sus amigos ya no le creían las historias que contaba cuando, en medio de la noche, se quedaba sin dinero. Según figura en la carpeta de investigación, también consumía cocaína, y con una expareja tuvo una discusión por lo mismo.

Felipe Román, uno de sus amigos más cercanos, declaró que Uribe era bueno para tomar, lo calificó como “jugoso” cuando estaba borracho y que frecuentaba prostitutas. Entre sus contactos del celular, el excadete tenía varios números de trabajadoras sexuales, con las que conversaba regularmente por Whatsapp. A algunas les ofrecía más dinero para que accedieran a servicios atípicos, como sexo sin preservativo, tríos, sadomasoquismo, fetiches con orines. A una de ellas, a cambio de estas prácticas, le ofreció 900 mil pesos. Y cuando no tenía plata, pedía que lo atendieran gratis.

Una de la hipótesis de los investigadores sobre qué provocó la agresión previa al incendio, fue que Uribe no tenía el dinero acordado para pagarle a Constanza. Eso coincide con que la noche anterior, ni su padre ni su amigo, le habían prestado la plata que pidió.

URIBE VERSUS LA JUSTICIA

En julio, la Corte Suprema rechazó el recurso de nulidad del juicio que presentó la defensa de Uribe por infracciones a sus derechos de garantía al ser detenido, que la sentencia dio por acreditadas. Por ejemplo, la policía le hizo exámenes y pericias, antes de decretar su condición de imputado, pero de todos modos, la justicia ratificó la pena a 17 años de cárcel.

Actualmente y con las instancias de apelación agotadas, Uribe está cumpliendo su condena en la expenitenciaría. Para sobrellevar la vida en la cárcel, se acercó al grupo de evangélicos.

Pese a que la condena fue confirmada, desde el inicio de la investigación, Uribe y su defensa han sostenido su total inocencia en los hechos. Acusan que fue inculpado por la Fiscalía, los peritos y los testigos que declararon en su contra.

Los hechos según Cristian Uribe sucedieron así:

Constanza cuando llegó al departamento, estaba somnolienta o ida, como si estuviera drogada. Los análisis médicos, sin embargo, descartaron consumo de alcohol o drogas en el cuerpo de Carreño.

Después del primer encuentro sexual, ella le habría ofrecido extender su estadía. Como Uribe no tenía más efectivo, le propuso bajar a un cajero automático y comprar cervezas. Dijo que la dejó acostada y fumando en la habitación, pese a que ella no fumaba. Tomó su mochila y salió.

Esa tarde por una mudanza, los ascensores estaban lentos. Uribe optó por bajar por las escaleras. Cuando iba en el piso 7, se dio cuenta que había olvidado su billetera. Se devolvió escaleras arriba, en el piso 12 aproximadamente, sintió la alarma de incendio y no pudo seguir subiendo. Supuso que Constanza también evacuaría y por eso no avisó a nadie de su presencia.

En ese momento, se cruzó en la escalera con María Josefina Favre, vecina del piso 22, quien descendía con sus dos hijos pequeños. Favre le pidió ayuda con su guagua de meses. Uribe la tomó en brazos y bajó con ella. Los rasguños que tenía en sus antebrazos explicó que, probablemente, se los hizo la bebé. Favre expuso que eso era poco probable, porque su hija de seis meses, tiene una enfermedad que retrasó su desarrollo motor y nunca había rasguñado a nadie.

Sobre el encuentro con Uribe, Favre declaró que se cruzó con él en el descanso del piso 18, que venía bajando muy rápido y lo detuvo. “Le vi el rostro muy rojo y un rasguño en la parte de arriba del labio, como si le hubieran pasado la uña”, dijo.

Sobre la lesión en su labio superior, el excadete relató a la Fiscalía, que la noche anterior en la discotheque Candelaria, se hizo la herida con un vaso picado de whisky. Pero los testigos que estuvieron con él en el local nocturno, y aquellos que lo vieron ese día, antes del encuentro con Constanza, como el encargado del edificio y Lara, declararon que no tenía ninguna herida en el labio.

Pese a la solicitud de la fiscal del caso, Lorena Parra, para evaluar el estado mental del excadete, Uribe se rehusó a someterse a un peritaje psiquiátrico.

LA TESIS DE LA DEFENSA

La explicación de Uribe y su familia sobre el inicio del fuego siempre apuntó a Patricio Sovino. En el departamento del oficial, los bomberos encontraron armamento. Un fusil, dos pistolas y quinientas municiones, que no resultaron dañadas porque estaban en la habitación principal.

A diferencia de la justicia, la familia del excadete cree que todo se trató de un accidente. Afirman que cuando Uribe bajó al cajero y Constanza quedó sola en el departamento 236, se topó con un armamento de guerra, como una granada o similar, que pertenecía a Sovino. Dicen que, por mala fortuna, el armamento explotó justo frente a ella y eso provocó el incendio.

“Cristian fue el último en salir del departamento siniestrado perteneciente al Ejército de Chile, este simple hecho lo condenó. La Fiscalía no presentó ninguna prueba científica que compruebe su participación en el incendio y tampoco acredita su culpabilidad en la muerte de la fallecida, sólo fue el último en verla. Nuestro hijo tuvo un proceso lleno de vicios, vulneración de sus derechos y pruebas ocultas”, afirman sus padres.

En la sentencia, los jueces establecieron que aun cuando se trató de prueba indiciaria, “no por ello menos válida o relevante, toda vez que el tribunal estimó que concurrieron múltiples y graves indicios en contra del imputado Uribe Neira, los cuales, de manera concatenada entre sí, permitieron establecer su culpabilidad”. Incluso una de las juezas fue partidaria de evaluar el crimen como homicidio calificado.

Las principales pruebas en su contra son: las lesiones en vida de Constanza; las características del fuego, que se acreditó fue provocado y se descartó falla eléctrica, explosiones u accidente por un cigarro; y por último, que los testimonios de los testigos, junto con los tráficos de llamadas, ubicaron a Uribe entre las 17:25 y 17:35, cuando se desató el incendio, en la escena del crimen.

Para comprobar la inocencia de Uribe, su familia realizó varios peritajes en la habitación donde murió Constanza. Pero la decisión de su abogada, Diana Correa, fue no incorporarlos como prueba al juicio. “Tenemos pruebas científicas que demuestran que esto fue un accidente provocado por la manipulación accidental de un artefacto explosivo por parte de la fallecida, perteneciente al residente del departamento. No se dieron a conocer en el juicio oral por una mala decisión de la defensa de Cristian”, sostienen con convicción.

La médico toxicológica, Laura Borgel, concluyó en el peritaje encargado por la familia que “la causa de muerte es consecuencia de la manipulación accidental de un dispositivo de tipo militar encontrado al interior del departamento, lo que coincide con ausencia de posición defensiva o señas de escape del fuego, descritas por bomberos”.

“Constanza estaba viva al momento de la manipulación del dispositivo explosivo, con su rostro cercano a este, dado que alcanza a respirar e incorporar los componentes metahemoglobinizantes de la mezcla explosiva, y pierde los incisivos superiores”, agrega la doctora Borgel.

El otro peritaje, encargado a la doctora y profesora de la Universidad de Chile, Carmen Cerda, especialista en medicina legal, luego de analizar los antecedentes de la investigación, coincidió con Borgel. “El mecanismo que mejor explica los fenómenos macro y microscópicos en el cadáver de Carreño, es haber sufrido la explosión de un artefacto de gran poder calórico instantáneo, de corta duración que posteriormente derivó en el incendio. El estallido de dicho artefacto, mientras lo tenía entre sus manos, estando en cuclillas, puede haber provocado la amputación de ambas manos y de las piernas a la altura de las rodillas”, sostuvo en su informe Cerda.

Otro dato que aportó Cerda, en su peritaje, es que las lesiones que presentaba Uribe “no necesariamente tuvieron relación con el hecho investigado”. Lo contrario sostuvo el doctor Iván Pavez del departamento de criminalística de la PDI, quien examinó las lesiones del excadete el día de los hechos. Pavez, ante la Fiscalía, declaró que correspondían a agresiones defensivas que coinciden con la uña de una persona adulta y, por las características de la lesión en el labio, descartó que haya sido generada por un objeto inanimado, como un vaso picado.

La familia Uribe Neira piensa que Sovino, junto a miembros del Ejército, alteraron el sitio del suceso para eximirlo de responsabilidad e inculpar a Uribe. Acusan que el Ministerio Público nunca siguió otra línea de investigación.

LA RESPUESTA DE SOVINO

El oficial Sovino descarta las acusaciones de la familia de Uribe. Aclara que todo el armamento presente en su domicilio se debía a su trabajo, estaba debidamente inscrito y no sufrió daños.

Dice que no tenía nada similar a un explosivo y destaca que en los peritajes de bomberos, la PDI y el SML, “no se encontraron vestigios de explosivos ni en el departamento ni en el cuerpo de Constanza”.

En efecto, los peritajes de Bomberos establecieron que el incendio fue provocado por una llama abierta, como la de un encendedor, que combustionó rápidamente las telas de la cama, papeles y el colchón presente en la habitación.

“El cuerpo está alejado a unos 60 centímetros de la zona focal (origen del fuego), eso es relevante para catalogar el incendio de provocado por alguien distinto a la persona fallecida” aseguró en el juicio el perito del departamento de investigaciones de Bomberos, Juan Silva Rubilar.

Sovino agrega que lo sucedido en su departamento, le trajo costos enormes. En el Ejército estuvo en tela de juicio y casi lo dieron de baja. Abrieron un sumario en su contra. Su esposa enfermó de depresión y aún no puede retomar su vida con normalidad. Además de las pérdidas económicas que sufrió producto del incendio y que nadie pagó.

“No se me dio ni asesoría judicial ni apoyo de ningún tipo. Contrario a lo que sostiene la familia de Uribe, nadie se puso de acuerdo para protegerme ni cambiar pruebas ni nada por estilo. Ellos sostienen que casi 60 testigos -algunos a los que no conozco -y seis instituciones de poderes diferentes del Estado se pusieron de acuerdo para modificar todo e inculpar a Uribe”, dice el teniente.

EL GOLPE

Alicia Cuevas, la mamá de Constanza, estaba en la casa de su hija mayor, Marta, cuando recibió la llamada. Eran las 2:00 de la madrugada del 2 de abril de 2016.

Sus hijas trataron de amortizar el golpe. Primero le contaron que Constanza había tenido un accidente, que se había quemado en el trabajo y no mucho más.

Marta, devastada por la noticia, salió de la casa a hablar con su marido. Minutos después, Alicia la siguió a la calle. La vio llorar y entonces supo. Luego vinieron los gritos y la histeria. “Es como si me hubieran sacado un pedazo de corazón, me cuesta respirar, me siento incompleta…”, ha dicho sobre el duelo que aún no cierra.

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