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31 de Octubre de 2018

Johnny Herrera se sincera: “No he leído The Clinic, pero he ido al bar”

De la U, la Selección, Salas, Zamorano, la ANFP y Colo-Colo. También de su fama de facho, de bueno para el hueveo, las piscolas y su hijo. El portero de la Universidad de Chile pospone su almuerzo y recibe a The Clinic para conversar de todo, en una entrevista que pactó en un gimnasio pero que estuvo a punto de olvidar. Junto con repasar sus últimos 20 años de carrera, desde los Juegos Olímpicos de Sydney hasta el presente Campeonato Nacional, Herrera proyecta su futuro a mediano plazo en la U. “Mi renovación, creo, va a pasar por mi cansancio sicológico (...) todavía tengo ganas, tengo pilas, pero ya me quedan pocas”, anuncia.

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Durante años Johnny Herrera fue apodado Superboy. La hinchada de la Universidad de Chile eligió ese sobrenombre a comienzos del milenio, cuando el portero relevó a Sergio Vargas, el histórico arquero azul conocido como Superman.

-Nunca me gustó que me dijeran así, el motivo es bastante obvio- dice serio, de pie y con las manos en la cintura, cuando esta entrevista está a punto de terminar.

Colgado en el living de su departamento ubicado en Vitacura, donde recibe a The Clinic, un cuadro gigante evidencia cómo le gusta que lo apoden.

-Le dije al hueón que me hiciera parecido, pero me dejó igual, si tiene hasta mi barba- dice mirando la pintura de samurái que ubicó sobre su sillón de color café, junto a un ventanal que da hacia el oriente de Santiago.

Cabizbajo y de perfil, el guerrero japonés que mandó a hacer Herrera tiene una catana empuñada en su mano izquierda y una espada en su cintura, casco y armadura. El parecido es evidente.

-Cuando empecé a hacer artes marciales me metí en la cultura japonesa y me identifiqué con los samurái, porque son guerreros de mucha disciplina y lealtad- explica, ahora más relajado, mientras toma un vaso de Fanta y le hace ojitos a una fuente de lechuga con zanahoria rallada que lo espera en el comedor.

A más de veinte años de haber dejado Angol para dedicarse al fútbol, el palmarés de Herrera luce nueve campeonatos nacionales, tres Copa Chile, una Supercopa local y cuatro títulos internacionales. Todo adornado por infinitas polémicas.

Porque con el correr del tiempo no sólo abultó su vitrina, también, y quizás más importante aún, se quitó la capa de superhéroe que nunca quiso heredar y protagonizó su propio Sengoku, a punta de atajadas y declaraciones que lo ubican, quizás, como el jugador más repudiado por equipos y barras rivales del fútbol chileno.

Johnny, partamos con sinceridad. ¿Alguna vez has leído el Clinic?

-Eeh no, pero he ido al Bar The Clinic, jajaja. ¿Ustedes tienen alguna relación en el bar?

Es una franquicia.

-Ah, ya, no cachaba. Mira, la verdad es que no soy un asiduo lector, pero he visto las entrevistas que hacen.

En el bar hay un copete bautizado con tu nombre…

-Sí, más encima es una piscola doble, jajaja. He ido pocas veces igual.

¿Cómo te lo tomai?

-Puta, parte de la vida no más po’, compadre. Además, esa piscola lleva no sé cuántos años en la carta, y cada vez que un amigo va me manda una foto. Es parte de las hueás que me aprendí a tomar para la risa.

La última vez que te entrevistaron acá, en 2011, vivías con tu mamá. ¿Todavía lo haces?

-Tiene su pieza acá en el departamento, y como es de Angol, cuando viene se puede quedar un mes o todo el tiempo que quiera. Desde hace dos años vivo con mi hijo y mi señora, eso sí.

El nacimiento de Bruno, tu hijo, parece que te cambió la vida, ¿no?

-Hueón, radicalmente. Me cambiaron todas las prioridades, compadre. Descubrí el verdadero amor. No voy a dar la lata, pero lo que te genera ser papá es algo que no puedes explicar. Disfruto desde darle la comida hasta darle un beso o un abrazo. Son cosas que a mí, siendo un poco frío, me rompen la coraza.

¿En la cancha piensas en él?

-En todos los partidos, sin falta. Me ha pasado que a veces me caliento mucho, me ofusco, pero me acuerdo de mi guagua y bajo un cambio. Cuando me dan ganas de pelear y agarrarme a combos con hueones, lo mismo.

¿Algo así como el freno que a veces te faltaba?

-Sí, un cable a tierra absoluto.

Ahora que tienes un hijo, ¿no piensas que tu forma de ser, y los sentimientos adversos que despiertas en tantas personas, también le pueden afectar a él?

-No, la verdad.

Pero algo te debió haber pasado cuando, en el último partido contra Colo-Colo, miraste para atrás y viste un lienzo con un indio cortando tu cabeza…

-Es que tiene que ver con la forma de vivir el fútbol. Por ejemplo, si le tirai un chicle al Nico Peric, que es amigo mío, el hueón sale corriendo hasta mitad de cancha para sapear, jajaja. Con colocolinos he tenido varias experiencias -no estoy desafiando a nadie, que se entienda- pero una cosa es gritar por la espalda y otra frente a frente. Una vez me encontré con diez gallos con camiseta de Colo-Colo de frente, yo estaba jugando paletas con un amigo en la playa, pero ellos pasaron por el lado y me gritaron cuando estaban a veinte metros. No es por creerme algo, pero cuando me han desafiado, les he dicho: “ya compadre, si erí tan choro, salgamos y vamos a pelear a la esquina donde no nos vea nadie”, y lo he hecho un par de veces. Obviamente ahora me controlo más, pero de ahí a tenerle miedo, no, nunca.

¿Te has agarrado a combos en lugares públicos con hinchas de Colo-Colo?

-Sí, de verdad lo he hecho algunas veces, pero obviamente no me pasa seguido.

Sí, eso me tincaba, porque te he visto varias veces en carretes y la gente en general se acerca a saludarte en buena onda.

-Sí po’, un saludo fuerte mirando a los ojos y listo, si hay un problema lo solucionamos. Demás que nos hayamos topado, ¿qué edad tení tú?

23.

-Jajaja, ctm, no lo digai tan fuerte. Pero obvio, así es la mayoría de las veces. Si un hueón viene en mala, le digo que peleemos afuera, como hombres, no con grititos a lo lejos o a la pasada.

¿Andas en modo alerta cuando sales, por si llega a pasar algo?

-Na’, ni tanto. Me acuerdo que una vez me llegó un cornete maletero por la espalda en una disco, y me rompió una oreja. Fue hace tiempo igual, en 2012. Veníamos hueveando de antes eso sí, pero ha sido la única vez que una pelea o un combo me cagó la noche. Por lo general no pasa a mayores.

¿Cómo te gustaría que te recordara Bruno?

-Mi guagüito… Sabí qué, no sé hueón, es una pregunta difícil de responder, porque no quiero llevarlo al fútbol. Si te fijai, no tengo nada de fútbol en mi casa, ni una pelota. Realmente no sé. Lo que sí quiero darle es una vida como corresponde, con valores, decirle que estudie antes de dedicarse a otra cosa, que quiera a su mamá, a su familia. Ahora, cómo me va a recordar él, no tengo idea. Aunque quizás tenga mucho que ver con el fútbol, porque es muy fanático de la U. A su edad, los cabros quieren ver Peppa Pig, pero este pide que ponga canciones de la barra. Cuando lo pillo viendo mis videos, se me paran los pelos.

NO SOY FACHO

Dentro de pocos días The Clinic va a cumplir veinte años. ¿En qué estabas para noviembre de 1998, cuando nace este pasquín?

-Puta, era chico, tenía 16 años. No me acuerdo ni a palos.

Ese fue el año del mundial de Francia, ¿te acuerdas cómo lo viviste?

-Sí, po’. En esa época yo todavía vivía en una casa con jugadores de la U, con varios compañeros más. Me acuerdo que había una tele grande en la sede de la U, que estaba prácticamente pegada a la casa, y nos juntábamos a ver los partidos ahí. Éramos un grupo como de diez jugadores, entre ellos Marco González, Renzo Yáñez, John Valladares; cabros que llegaron a Primera en su mayoría. Me acuerdo que durante esa eliminatoria nosotros sólo celebrábamos los goles del Matador, jajaja.

¿En serio? ¿Tan fanáticos de la U?

-Te juro por mi vida. Siempre me voy a acordar de eso, de hecho los cabros también se acuerdan. Son anécdotas imborrables.

Y después, en 2005, te tocó compartir camarín con Marcelo Salas en la U. ¿Cómo fue esa experiencia?

-La raja. Fue bien especial, además, porque yo era capitán en ese minuto y lo había hecho bien, habíamos salido campeones el año anterior y todo. La jineta la había heredado de Lucho Musrri, otro tremendo ícono, con quien me crié en la U, y yo siempre decía que la jineta me daba un poco lo mismo. Se empezó a hablar que yo tenía problemas para pasarle la capitanía al Matador, pero la verdad es que no me importaba. Imagínate, la jineta me la pasó Musrri y yo se la pasé a Salas, semejantes personajes en la historia de la Universidad de Chile. Para mí siempre fue un mero adorno, entonces que llegara alguien que fue mi ídolo en su minuto, y le tuviera que pasar la cinta, fue muy gratificante.

Bueno, otro hito que marcó 1998, y que incluso originó este medio, fue la detención de Pinochet en Londres. ¿En tu casa se hablaba de eso?

-Sí, se hablaba, muchas veces tocábamos el tema. Igual nosotros, como familia, tenemos una historia un poco dura, sin ser populista. Somos del sur, mi mamá de Loncoche, y como a sus papás les fue bien en la vida, después tuvieron problemas con las expropiaciones, ¿cachai? No pasó a mayores, pero siempre fue tema. A mi mamá el golpe la pilló en Conce, donde también quedó la grande. Igual, como yo todavía no nacía, más que ser de un lado o del otro, siempre digo que no soy quién para opinar, porque no tengo conocimiento pleno de lo que pasó.

Pero uno se puede formar una opinión sin haber vivido esa época.

-Sí, es cierto, pero yo no estoy ni por A ni por B. A mí se me ha cargado hacia la derecha muchas veces, pero tampoco es así. Objetivamente, avalo a la gente que hace bien las cosas y me molesta el resentimiento social. A la izquierda siempre la he encontrado un poco resentida, porque saca heridas del pasado. Obviamente si yo hubiese sufrido con el golpe, si tuviera un familiar detenido desaparecido, lucharía hasta el último minuto para saber qué pasó con él, pero encuentro que nuestra sociedad debiera ser más de perdón que de resentimiento. El resentimiento y el odio dañan mucho, por eso pienso que si perdonáramos un poquito más, quizás seríamos hasta más felices.

¿Te ves haciendo campaña para políticos?

-No, pa’ na’. De hecho me lo ofrecieron… y puede ser medio paradójico lo que voy a decir, pero me ofrecieron de ambos lados.

¿Quién te ofreció?

-Del lado de Piñera, un diputado muy famoso y reconocido. También seguí muchas ideas de Kast durante la campaña presidencial.

¿José Antonio o Felipe?

-José Antonio. Pero también tuve mucha cercanía con el Frente Amplio. ¿Cómo se llamaba la candidata?

Beatriz Sánchez.

-Sí, con la Sánchez. Y no es que no me moje el poto, pero es la realidad, tuve afinidades con ellos.

Bien raro, la verdad.

-Es que la familia de ella es más bullanguera que la mierda. De hecho siempre me llamaba la atención que en sus discursos y fotos de comando, que supuestamente son instancias formales, uno de sus hijos salía haciendo la U con los dedos. Su marido, que también es periodista, cubrió a la U por mucho tiempo y me hizo un par de entrevistas, y como era un hueón derecho, tuve cercanía con ellos. Entonces, puta, a un camarada no se le puede despreciar de ninguna forma. Volviendo al tema, no soy de ningún lado en particular, solo avalo las buenas ideas. Todos queremos un futuro perfecto, como muchas veces el socialista pretende: educación gratis, salud gratis, todo gratis. Pero no es así, po’. Cualquiera que tenga un poquito de noción de cómo funciona el país, se da cuenta que es una utopía llevar eso a la práctica.

Pero espérate, dices que te han etiquetado de facho injustamente…

-Por la crítica que hice sobre la salud gratis, cuando Bachelet la ofreció en su gobierno. Por ahí se me cargó a la derecha.

pero declaras tener afinidad con ideas de Kast. Entonces no es una etiqueta lejana a la realidad.

-Con algunas ideas de Kast. Pero claro, si te vas para ese lado, también con Beatriz Sánchez, más si son bullangueros. No es por no mojarme el poto, pero es la verdad.

¿Y cuál fue el diputado que te ofreció ser parte de su campaña?

-Eeh, puta, cómo se llamaba. Creo que lo guardé (busca en su celular), me llamó varias veces. ¿Es necesario ponerlo?

Para hacernos una idea, solamente.

-Era como Mon… Monck algo.

¿Monckeberg?

-Sí, uno de ellos. Se quería juntar conmigo y toda la cuestión, pero no me veo en eso.

ME FALTÓ AYUDA

Dos años después del mundial de Francia, integraste la selección que fue a los Juegos Olímpicos de Sydney. ¿Cómo fue toparse con una medalla de bronce a esa edad?

-Uf, notable. Son ese tipo de cosas que uno valora con el tiempo, una vez que se hace viejo y sopesa todo lo que cosechó desde que fue cadete hasta un jugador profesional que ciertamente triunfó. Sólo uno sabe todo lo que aguantó y las veces que la cagó, entonces una medalla de bronce y la experiencia de participar en los Juegos Olímpicos se valora por diez. Si yo hubiese tenido a alguien que me ayudara, quizás, desde el 2000 hasta ahora me hubiese ido mucho mejor. No estoy conforme con todo lo que he hecho en el fútbol.

¿Por qué dices que te faltó ayuda?

-Puta, me acuerdo que lo que vivíamos en Sydney era extraordinario, pero yo lo único que quería era irme a la playa a huevear. Y no era tan chico, ya tenía 18 años. Entonces, creo que si hubiese tenido a alguien que me aconsejara, hubiese aprovechado esas instancias mucho más. Así y todo, lo pasamos a concho en esas olimpiadas, fue un viaje soñado.

Antes creías que era cuento que los arqueros maduraban tarde en el aspecto deportivo, pero luego comprobaste que es verdad. ¿Sientes que también maduraste tarde en el ámbito personal?

-Sí po’, de todas formas. Lo que me pasó a mí, quizás debido a mi profesión, es que no me di cuenta que en la vida existen etapas. O sea, mis compañeros y la mayoría de los futbolistas no saben lo que es sacarse la cresta estudiando en una universidad, levantarse a las seis de la mañana, entrar a clases a las ocho y salir a las cinco. Yo me puse a estudiar educación física a los 22 años, y pude sacar la carrera, pero no todos pueden decir lo mismo. Es muy dañino no tener clara la película de cómo es la vida para el 98% de las personas, es decir, egresar de cuarto medio, luego mamarse cinco años más de estudio, salir a la selva del trabajo y ganar 500 o 600 lucas si tienes suerte. Un futbolista, en su primer contrato con el club, a los 16 o 17 años, ya gana un palo, o más.

¿Por cuánto fue tu primer acuerdo con la U?

-Firmé contrato a los 17 años por 700 lucas, y eso que había sacado cuarto medio no más, y casi en un 5×1, jajaja. A esa edad te veís con plata, po’.

¿Y en qué gastabas esas lucas?

-Mira, la verdad es que el hueveo me empezó a gustar tarde, aunque no me creai. A esa edad me compraba ropa, principalmente. Y cacha que me compré un auto sin saber manejar. Por eso te digo que, quizás, si alguien me hubiese enrielado hubiese madurado antes y me habría ido mejor, pero muchas veces la vida te aterriza y uno aprende a golpes no más po’, compadre.

Volviendo a Sydney, ¿es verdad que discutiste con los jugadores de Colo-Colo en el podio, mientras el equipo recibía la medalla?

-No, eso es mentira. Sí me cargaban porque era el más chico, y como era parado en la hilacha discutíamos o hueveábamos. Por ejemplo, Pancho Arrué siempre me tiraba tallas y yo se las devolvía, pero nada más. Eran cabrones los hueones, eso sí, pero siempre en buena. Con Tito Tapia también me llevaba súper bien. Siempre me sentí muy apañado, porque jugué un par de amistosos en la Selección y como lo hice bien, me gané el respeto de los más grandes.

¿Pudiste compartir con Zamorano, la figura de ese plantel?

-Hueón, gran valor Zamorano. Gran-gran valor, nada que decir. Por lo general, a uno como jugador lo marcan ciertos colegas, y nunca voy a olvidar que Zamorano siempre tuvo la postura de repartir los premios de la Selección por igual. O sea yo, que era un pendejo que no había aportado nada en la cancha, iba a recibir lo mismo que él. Pudiéndose repartir la torta en favor de los que sí jugaban, él demostró valores que más adelante no vi en otros compañeros. Eso marca y genera empatía por ese tipo de personas. Si lo conocía antes de las eliminatorias del 98’, quizás hubiese gritado sus goles, jajaja.

EL CHICO DAVID

Hace un tiempo criticaste que los jugadores jóvenes andan en autos vistosos, que ocupan relojes y cadenas, que se ven desenfocados. ¿Te sigue molestando eso?

-Lógico. De hecho hoy tuvimos una reunión más o menos fuerte, que ya se va a saber por qué. A los cabros chicos de ahora les dan mil oportunidades y no le toman el peso, las desaprovechan. Por eso los tirones de oreja son fuertes.

¿Qué tipo de cosas te irritan?

-El tema de los teléfonos en los almuerzos o en las charlas. Si tú entrai al camarín, te vai a encontrar con diez hueones metidos en el celular. Así se pierde toda noción de cómo es la vida realmente, porque te abstraes de tu entorno, por eso los cabros ahora están enfocados en cosas banales. Yo tengo Instagram porque el contrato me exige tener una cuenta y cierta cantidad de publicaciones, pero tampoco me gusta andar mostrando mi vida con todo el mundo, porque muchas personas no pueden tener el mismo estilo de vida que yo, o no tienen la suerte de tener un hijo tan sano como lo tengo yo. Esas hueás me chocan. Lo que le trato de inculcar a los cabros chicos es que no es correcto mostrar tanto, sobre todo si no puedes costear ese tipo de vida y estás aparentando algo que no eres.

Y cuando planteas este tipo de cosas, ¿hay buena recepción?

-Todos escuchan, aunque a algunos le entra por una oreja y les sale por la otra. Pero hay buena acogida, y me deja tranquilo que cuando hablo, el equipo me oye.

Me tinca que David Pizarro es otro jugador que se enoja por este tipo de cosas.

-Hueón, el enano es enojón-enojón. Es terrible, jajaja. De hecho… puta, ¿cuándo sale esto?

A comienzos de noviembre.

-Ya, como va a salir ahí te puedo contar: en la reunión de hoy quedó la cagá con (Yeferson) Soteldo, y el chico Pizarro en la misma reunión como que se tiró a despedir. El hueón me emocionó; es una persona que se ve tan parca, tan gruñona, que me emocionó. Ver a alguien tan agradecido de haber estado en la U, aún cuando jugó en algunos de los clubes más importantes del mundo, es muy emotivo para uno, que además es hincha de este club. Aparte de eso, David valora mucho la opción de poder retirarse acá.

¿No hay pie atrás en esa decisión?

-Sí o sí se retira a fin de año, 99% seguro. El hueón dijo: “lo más probable es que yo me vaya, valoren esta hueá”, a propósito de lo de Soteldo y otros cagazos que ha habido en el último tiempo. Desde mi punto de vista, David es así porque pertenece a una generación cercana a la mía, que también le costó llegar y que tiene presente que sin humildad y sacrificio no puedes estar acá. Con el Chico siempre hemos estado cuadrados en todo: para criticar los errores del equipo, las decisiones de la dirigencia, los despidos.

¿La salida de Pinilla, por ejemplo?

-Absolutamente. Mauricio no se iba ni cagando con una conversación seria de por medio, imposible. Ahora, a lo mejor tendríamos más goles, más puntos, mejor defensa en las pelotas paradas, si nos vamos al tema futbolístico. En fin, David es una de las personas con las que mejor me llevo dentro del fútbol, aunque sea cascarrabias. Es un hueón derecho.

¿Te sigue dando vueltas la forma en que se fue Pinilla?

-Mucho, porque al Mauri lo conozco desde chico. Si bien es cierto no fuimos grandes amigos, sí lo considero una de las grandes personas que el fútbol me permitió conocer. Su salida fue muy triste.

¿Conversas seguidamente con él?

-Hablamos harto. Además lo extraño cada fin de semana en la cancha, porque por sobre todas las cosas, creo que si él hubiera estado con nosotros, estaríamos peleando el campeonato seriamente. Bueno, capaz que cuando salga la nota lo estemos peleando también. Uno nunca sabe, pero estoy recontra seguro que nos hubiese ido mejor con él en cancha.

¿Cuál es la historia detrás de la camiseta con hombreras que luciste en tu primera etapa en la U? Hay gente que dice que está inspirada en Locomía.

-Jajaja, no, estai loco, ni cagando. Traté de hacer una imitación de la polera que ocupó José Luis Chilavert en su minuto. Él tenía un bulldog grande en el pecho, y yo traté de imitarlo, pero me quedó cualquier hueá.

¿Chilavert es uno de tus referentes deportivos?

-Es que a mí siempre me llamaron la atención los arqueros que jugaban en Argentina durante los noventa, sobre todo los achiques de estos gallos. Entonces, tener un hombrito extra en la camiseta, para mí, podía hacer la diferencia entre una pelota que logro desviar y una que no. En los partidos me ha pasado eso de rozar un tiro lo suficiente como para salvar el gol, o por el contrario, que me faltó un milímetro para desviarlo. Por eso, ahora que diseño mis propios guantes, los hago dos milímetros más grandes, porque sé que eso puede marcar la diferencia.

Cuando hablas de arqueros argentinos y sus achiques, uno se acuerda de Hugo Gatti casi por omisión. ¿Te gustaba su estilo?

-Es que como no lo vi jugar mucho, trato de no opinar sobre él. Pero en la época que te menciono jugaban tremendos arqueros en Argentina, como (Faryd) Mondragón o el Mono (Germán) Burgos. Además fui pelotero cuando el Mono vino a jugar contra la U por la Copa Libertadores, en 1996. Estar detrás del arco que defendió ese hueón, por 45 minutos, me sirvió mucho para saber cómo pararme y manejar la posición. Más allá de que Burgos ahora parezca el King Kong Burgos, siempre me guié por los arqueros argentinos. Esa fue la escuela que intenté seguir.

¿Te gusta recordar esa fase de tu carrera, antes de partir a Brasil?

-Mmm, es que era todo muy distinto. En la U andábamos a patadas con los sueldos, estuvimos tres meses sin cobrar. Hace un tiempo, cuando fue la presentación del libro por los 90 años de la U, me tocó escuchar al periodista Danilo Díaz, quien habló del club con tanta propiedad que sólo atiné a mirarlo y preguntarme si acaso él estuvo ahí, si vivió todo eso o estaba informado por sapos. Me dieron unas ganas tremendas de rebatirlo, pero no lo hice porque había gente y no era la instancia más adecuada. En esa época yo estaba soltero y no tenía grandes gastos, entonces pude ahorrar harto y pagarle el sueldo al que hacía el aseo, al utilero y a su ayudante desde mi bolsillo, porque el club no tenía plata. Eran tiempos muy difíciles, que en perspectiva pueden tener algo de romántico, pero no se lo deseo a nadie.

¿Y quedaste satisfecho con el nivel que mostraste en esa época?

-Creo que lo hice bien. Igual me hubiese gustado haber tenido un preparador de arqueros desde más chico, no desde los 20 años, cuando ya estaba en el primer equipo. Me faltaron correcciones o consejos netamente deportivos para mejorar mi rendimiento. Después, cuando estudié, me puse medio fanático de la biomecánica y comprendí que con pequeños tips cambia radicalmente el funcionamiento motor, y esos son los agregados que hacen la diferencia entre estar bajo o sobre otros arqueros.

LA ROJA Y LOS SAPOS

¿Te dan ganas de estar en la Selección?

-Igual le tomé el gustito…

Tarde, dijiste una vez.

-Sí, absolutamente. Pero por los buenos momentos que me ha dado, siempre voy a tener la disposición de estar ahí. Siempre que me necesiten voy a estar.

¿Te imaginabas jugando el mundial de Rusia?

-Tenía todas las ganas, obvio. Pero como dije en su minuto, Chile no clasificó porque el equipo se fundió, bajaron los rendimientos individuales porque los jugadores estaban explotados y a la postre, como todo proceso exitoso, tocó un bajón. Lamentablemente coincidió con la recta final de las eliminatorias y hasta ahí no más se llegó. Yo estuve en el camarín, y aseguro con propiedad que la no clasificación no pasó por responsabilidades individuales.

¿Y te ves participando en la Copa América del próximo año?

-Quién sabe, quién sabe… Estoy bien físicamente, y así puedo jugar en cualquier lado. Un conserje del edificio en que vivía antes, cada vez que me veía, decía: “ya pues Johnito, sáquenos campeones de nuevo”. Yo le respondía: “usted sabe que no juego solo”, y él insistía: “pero cuando anda bien, tenemos medio campeonato adentro”. Y puta, lo que decía el viejo tampoco es un disparate tan grande, si en la última década hemos ganado al menos una competición en cada año. Por eso, estando bien físicamente, no me cierro a la opción de jugar la Copa América el año que viene.

¿La espalda es lo que más te complica?

-Sí, porque tenía un problema bien grave al que no le encontraba solución, pero hace como cuatro o cinco semanas pudimos identificarlo y arreglarlo, porque eran las terminaciones nerviosas lo que me tenía mal. Me puse a tomar Pregabalina y fue santo remedio, porque no me ha hueveado más. Se me pasó el retiro por la cabeza, algo que nunca antes había pensado.

¿En qué momento estuviste cerca de retirarte?

-Cuando me dio el segundo bloqueo facetario, el año pasado terminé jugando a duras penas. Me metieron una epidural por la columna, corticoides, antiinflamatorios, todo. Como la molestia me volvió al mes después, me cuestioné si valía la pena seguir sufriendo. Además no podía pegarle a la pelota, saltar ni apoyar la pierna izquierda.

Cuando se habla de renovación en la Selección, de la necesidad de dar continuidad a jugadores más jóvenes, ¿te sientes desplazado?

-No, fíjate, no me siento desplazado. Mucho menos por un par de críticas que leo, por ejemplo, en las redes sociales, donde hay comentarios de personas que vinieron a cachar de fútbol recién hace diez años. Eso me pasa más con la U eso sí, porque me he topado con personas que creen que el club siempre ha sido exitoso, como en el último tiempo. Esos hueones no tienen idea que la U no ganó ni una hueá por 25 años, ¡25, po’ hueón! Tampoco cachan que hasta el 2010-2011, el promedio de campeonatos de la U era uno cada cinco años. Es gente mal acostumbrada que realmente no sabe de qué equipo son hinchas y tampoco cachan la mística de lo que es la Universidad de Chile. Me guío por la gente que va al estadio, no por los monitos de las redes sociales.

Hablando de redes sociales y la Selección, imagino que has seguido el conflicto que surgió en torno Marcelo Díaz, quien estaría vetado por sapo. Marcelo Vega agregó que Díaz era “cahuinero” y Arturo Vidal subió una historia a Instagram mientras escuchaba la canción “Nunca sapo”, supuestamente, en alusión al jugador. ¿Cuál es tu opinión de todo este rollo?

-Te juro que no entiendo. Si me preguntai a mí, compadre, no me calza. Entiendo, de pronto, que se pueda ver mal que Marcelo Díaz sea más amigo de algunos periodistas que otros compañeros. Pasa que los jugadores no somos hueones y notamos cuando un medio tiene la finalidad de echar abajo un proyecto, ya sea a nivel selección o club, entonces si un jugador tiene cercanía con periodistas, entiendo que otros lo puedan catalogar con un calificativo como sapo, aún cuando a nadie le conste si efectivamente es así o no. Sinceramente, creo que si el problema de verdad existe, se puede arreglar con una conversación de camarín y chao.

Mientras estuviste en la Selección, ¿alguna vez notaste que Marcelo Díaz ventilara infidencias del camarín a la prensa?

-No, no me consta que lo haya hecho. Pero sí sé que Marcelo Díaz es más amigo de periodistas que otros compañeros de selección. Ahora, imagino que si Marcelo Vega se mandó semejante declaración, es porque tiene suficiente fundamentos como para sostenerlo. Hablar al voleo de cosas así, desde mi punto de vista, no es válido.

Más allá de si Marcelo Díaz efectivamente es sapo o no, ¿la voz de Vidal y Gary Medel, quienes lo habrían cortado, es tan poderosa como para que el técnico les haga caso? ¿Son tan cabrones?

-No, tajantemente no. Ahí se pone en duda la capacidad de un técnico que está iniciando un proceso, pero que tiene mucha experiencia y cuenta con recorrido. Si fuera por eso, el técnico sería prescindible y poní a los jugadores a parar el equipo po’. Además, hay gente en la ANFP que es muy correcta y educada, y se daría cuenta de todo eso.

¿Tienes algún candidato predilecto para las próximas elecciones de la ANFP?

-Mira, yo soy bien práctico para analizar empresas y esas cosas. La ANFP estaba casi quebrada hasta antes que llegara esta administración, nosotros lo vivimos porque tardaban en llegar los premios. Hasta antes que llegara (Arturo) Salah, la deuda era millonaria, compadre. Ahora está saneada, incluso con excedentes, según me comenta la gente del Sindicato de Futbolistas. Entonces, si la administración es buena, ¿por qué tendrías que cambiarla?

MIRAR PARA OTRO LADO

¿Te seduce la idea de ser técnico una vez que te retires?

-No lo sé, hueón, no creo. Cada día que pasa, siento que sé más de fútbol. Lo hemos conversado con el chico David, con Beausejour, que son los más viejos, pero seguir el mismo régimen de concentración y viajes es agotador. No sé si me daría el cuero.

De todas formas, has declarado públicamente que tu deseo es seguir jugando, al menos, hasta el 2019.

-Sí, como mínimo.

Pero también se rumorea que la U no estaría dispuesta a renovar tu contrato. ¿Cómo crees que se va a solucionar tu futuro?

-Efectivamente considero que voy a tener rendimiento suficiente para seguir jugando. Ahora, en cuanto a mi renovación, creo, va a pasar –o no pasar- por mi cansancio sicológico de estar en la U. Este año me he tenido que morder la lengua un montón de veces por cosas que me gustaría decir, porque también pareciera que la única forma que te escuchen es a través de la prensa. Y no le echo la culpa a Carlos Heller, ojo, lo he dicho en muchos lados, pienso que él tiene las mejores intenciones para la U, pero muchas veces a sus asesores no sé qué mierda les pasa por la cabeza, te juro. Puta, me enojo y pierdo el hilo, así de rabia me dan los hueones, jajaja…

Decías que estás cansado sicológicamente de todo lo que ha pasado en la U.

-Claro, a la postre uno se agota. Casi que te vencen un poco, y por mi parte busco estar un poco más tranquilo, sin tanta carga emocional. Eso te hace mirar para otro lado. Todavía tengo ganas, tengo pilas, pero ya me quedan pocas.

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