Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Opinión

17 de Enero de 2010

Weblo en armas: “Somos mejores”

Weblo en Armas
Weblo en Armas
Por

Por Piure Man
Weblo en armas es una selección de comentarios posteados por lectores de la página, que son publicados conservando la ortografía original.
___
En Tolerancia Cero Matías del Río le preguntó a Carolina Tohá si creía en la “superioridad moral” de la Concertación, ésa que se supone que viene de haber luchado por la democracia cuando la otra mitad de Chile defendía la dictadura, y contestó: “no me gusta usar esa fórmula, pero sí puedo decir que mientras nosotros –los concertacionistas- no tenemos ningún pasado que ocultar, hay otros, los de derecha (no lo dijo así exactamente, pero sigamos), que sí lo tienen”. Es una manera muy elegante de responder una pregunta envenenada, que en su subtexto afirmaba “¿Ustedes son tan engreídos que se creen superiores, no es cierto?”.

La verdad es que los partidos que conforman la Concertación fueron siempre moralmente superiores, porque se opusieron al envilecimiento en todos los planos que significó para el país la dictadura.

Estamos hablando a nivel político y social, no a nivel de personas.
Conocida es la figura del torturador que luego de llevar a la muerte a sus víctimas, regresaba a su hogar y era un esposo y padre ejemplar.

Mucha gente sabe que Pinochet era simpático, yo lo vi hace ya varios años desplegar su bonhomia en la inauguración de una exposición de pinturas en la Galería de Arte de su hija Lucía.

La dictadura militar trastocó los conceptos del bien y el mal para justificar sus crímenes, en el sentido que en determinadas circunstancias el mal no es solamente deseable sino que necesario. Para ello bastó con alterizar al adversario, anular su humanidad.

Esta perversión, uno de los mayores males que la dictadura logró inocular en la sociedad chilena, continua plenamente vigente, consiste en una alteración de la percepción que bloquea la empatía apenas se detecte la más leve señal de diferencia entre dos personas.

Así se explican las múltiples discriminaciones que son hoy practicadas en Chile, país se ha convertido en un país de castas tan rígidas como la India.

El origen de esta situación hay que buscarlo en la auto-consciencia de superioridad de los grupos socio-económicos altos del país, la que procede directamente del sistema feudal europeo. Éste se asentó en estas tierras durante el largo período colonial bajo la forma americana de encomiendas.
Subsiste hasta nuestros días como ideología de clase sólidamente arraigada.

Este rasgo social explica también el aumento de la delincuencia practicado por las clases sociales inferiores y la crueldad que los delincuentes ejercen sobre sus víctimas, porque la alterización tiene por supuesto su reflejo que se vuelve contra quien la practica.

Las crónicas coloniales abundan en relatos de la extrema crueldad de los bandidos de aquella época.
Era común que a los asaltados, una vez muertos, se les arrancara la cara a cuchillazos, a fin de obstruir la investigación del crimen.

Desde el regreso a la democracia La derecha chilena no sólo se ha apoyado en esta aberración social, sino que la ha alimentado.

Lo que es muy funcional para una minoría que gobierna casi a su antojo los destinos de un país.

El factor que ha inhibido la amalgama necesaria para las grandes luchas sociales post-dictadura hay que buscarlo ahí.

La derecha sigue campeando ideológicamente en las mentes de millones de chilenos.

La derecha en su conjunto nunca va a reconocer los crímenes de la dictadura, porque en su moral perturbada estos han sido practicados sobre entes que implícitamente no se considera seres humanos, y porque si lo hiciera se estaría desnaturalizando a sí misma.

La simple pero eficaz estrategia practicada durante todo el siglo XX de hacer creer a amplias capas medias que ellas también son parte integrante del sistema ideológico feudal —que ellos también son “decentes” — continua dando réditos hasta nuestros días.

Es la explicación de cómo cada cierto número de décadas la oligarquía chilena, pueda pretender como hoy, llegar al poder por la vía democrática.

Las ilusiones de los arribistas chilenos están muy arraigadas, y son alimentadas convenientemente por el monopolio de la prensa al que nunca la derecha va a renunciar.

Porque este monopolio posibilita el milagro de hacer creer que una derecha que siempre se ha servido del Estado para llenar sus falquitreras con un turbio especulador de ultraderecha instalado en el poder ejecutivo pueda representar algún grado de progreso para el país.

La Concertación, a pesar de sus errores —que son básicamente dos: exceso de respeto hacia los grupos económicos y excesiva tibieza en las reformas democráticas, es verdad que la derecha con su permanente obstrucción en el parlamento ha contribuido mucho a esto último— ha sido y sigue siendo la verdadera herramienta de cambio en un país en donde todavía, en pleno siglo XXI campean aires medievales. Porque encarna los deseos de igualdad, libertad y de fraternidad social que nacieron con la Revolución Francesa, la que sí consiguió relegar a la historia el sistema de castas sociales.

Notas relacionadas