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LA CALLE

2 de Agosto de 2010

“Trabajo para que quizás los hijos de mis hijos dejen de ser pobres”

Por

Susana Garrido (39), ex dirigenta del campamento Vista Hermosa de Lo Espejo.

Vivo en el campamento Vista Hermosa hace 17 años. Llegué allí porque el alcalde me dijo que me instalara con un grupo de familias que no teníamos dónde vivir y allí he estado durante todo este tiempo. Llegamos sin nada, con las patas y el buche, ni siquiera una pieza teníamos, y en estos años he visto cómo mi pobreza ha evolucionado y mi vida ha mejorado, pero no al punto de salir de allí y pegarme el salto a la clase media.

Soy madre soltera, trabajo en una empresa de remedios, gano un poco más de 300 mil al mes y en ese entorno han nacido y se han criado mis tres hijos: Alejandro Andrés (19), Claudia (17) y Jorgito (15).

Alejandro ya es adulto y este año entró a la universidad, cosa impensada por este lado del mundo, porque Vista Hermosa no es precisamente un semillero de profesionales. La mayoría de los niños de por acá con suerte terminan el colegio y se ponen a trabajar, pero mi hijo logró quebrar eso y se transformó en uno de los primeros jóvenes del campamento que llegan a la universidad, tanto es el revuelo que la gente a la que se lo cuento se asombra. Él estudia Ingeniería en Química en la Usach y por voluntad propia se motivó a dar la PSU. Pero mi mayor alegría se ha transformado en mi mayor miedo y eso con el tiempo ha traído incertidumbre a la familia. ¿Cómo va a pagar los créditos de la universidad cuando termine? ¿Podré seguir apoyándolo en su educación? Son preguntas que me hago casi todos los días al despertarme. Él me dice que no hay problema con eso, porque tiene tres becas -la bicentenario, la Padre Hurtado y la de excelencia académica- y que el crédito se paga cuando se entra a trabajar. Eso me tranquiliza un poco, pero no logro calmarme al cien por ciento cuando comienzo a pensar en qué va a pasar con mi hija Claudia, que ya está por culminar su colegio y que, después de que termine de hacer su práctica como técnica en enfermería en el Hospital de la Fach, quiere seguir estudiando. ¿Cómo lo voy a hacer con dos hijos en la universidad? Eso me aterra, porque en ellos he invertido todo lo que tengo, en darles un buen alimento y una buena educación, pero no saco nada con jactarme de que mis hijos son universitarios si todos los días, cuando abro la puerta de mi casa, encuentro pobreza dentro de ella. No hablo de la pobreza material, porque tenemos un televisor, celulares, televisión por cable, un computador que le regalaron a mi hijo en mi trabajo y un internet prepago que cargo cada vez que tienen que hacer tareas, sino que hablo de la pobreza que me impide comprar la suficiente comida, la que me hace gastar gran parte del sueldo en calefacción y Transantiago, la que me impide darles una educación sin pasar angustias y la que tiene en la incertidumbre el futuro de mi hija.

Pero no todas las cosas son malas. Quizás si en estos 17 años no hubiese tenido acceso a algunos beneficios del Estado mi situación de pobreza sería peor aún. La evolución de la que hablaba hoy me hace esperar con ansias que llegue el 2011 y que pase pronto, porque a finales de ese año me entregan mi casa. No sólo eso, recibí también los bonos que la Presidenta Michelle Bachelet otorgó en su gobierno, mi hijo menor se alimenta de las becas de la Junaeb y claramente mi hijo mayor estudia porque el gobierno le ha dado la posibilidad de tener acceso a los créditos. Y si bien, pese a eso, me sigo sintiendo pobre, trabajo para que quizás los hijos de mis hijos algún día dejen de serlo.
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FOTO: Campamento Vista Hermosa (Instituto de la Vivienda, FAU U. de Chile)

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