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Cultura

21 de Mayo de 2011

“Grave error cometió Carlos Leppe al ser agregado cultural”

Después de vivir 30 años en España, Martínez Bonati regresó a Chile hace cinco y ahora presenta “Vuelvo a casa”, su primera muestra en el Bellas Artes. Uno de los fundadores del Grupo Signo (junto a Balmes, Gracia Barrios y otros), acá habla del país que le cambiaron en su ausencia, recordando la vez que estando detenido vio a Jaime Guzmán de visita en Tres Álamos. Y opina también de los artistas superhéroes, pelando de paso a Allende, Karadima y Gonzalo Cienfuegos, riéndose incluso de sí mismo.

Por

Fotos: Alejandro Olivares

Estuvo viviendo 30 años en España. ¿Por qué decidió volver a Chile hace cinco años?

-Tenía una existencia más o menos tranquila, pero bastante aburrida.

¿Qué tan aburrida?

-Todo se repetía. Estaba limitado a una zona habitacional. Iba a los museos y me saturaban. Todo me aburría. Ya era bueno abrir otra etapa en Chile.

¿Cómo encontró el país?

-Las clases sociales son cruelmente dispares. Hemos creado una sociedad que no se avergüenza realmente de lo que está viviendo. Si el hijo de un ministro se accidenta en moto, lo llevan directo a la Clínica Alemana, pero no al hospital. Y nadie alega. La educación privada es siniestra y un desastre. Hay abogados de esas universidades que al salir no los contrata ni el gato. Ese desencanto, en todo caso, viene de antes.

¿De cuándo?

-De Allende. La dictadura vino a romper una cosa que lamentablemente fue mal administrada por los partidos políticos de la UP. Para mí, Allende fue un desastre.

¿Qué hizo mal?

-Hizo los mejores discursos políticos que he escuchado, pero el peor gobierno que me tocó ver. Todo el pensamiento social, todas las universidades y salud gratis, todo lo que era una sociedad humana se fue a las pailas y nos reventó a todos. Ese mundo se perdió totalmente por politiquerías y estupidez. Antes traté de militar dos veces en el PS y el PC, pero salí disparado pa’ fuera, espantado. Los partidos, ¡puf!, son peores que la iglesia católica.

¿Por qué?

-Son corruptos, con mucho verticalismo y cero creatividad. La praxis de la izquierda la encontré tan tonta como cualquiera de otro partido. Duré una semana y nunca más con ellos. Pero hice otras cosas con Allende, como ser asesor de arte en el UNCTAD -el ex edificio Diego Portales y actual GAM-, donde trabajamos todos los artistas en un proyecto común.

Hortensia “petardo” Bussi

¿Cómo fue esa experiencia?

-Fantástica. Era impresionante entrar a ese edificio lleno de obras. Una rabia que todo después fuera destruido. ¡Se robaron hasta los tapices de las bordadoras de Isla Negra en la dictadura! Como anécdota, dos veces estuve con el mismo Allende. Una vez cuando él volvía de sus actividades extracurriculares en la madrugada.

¿Medio cufifo?

-Pero no tanto tampoco, normal, alegre. Pasó a ver cómo iban los avances en el UNCTAD y me preguntó ¿qué estás haciendo aquí? “Lo mismo que usted, construyendo el país”, le respondí. Y se rió. Me pidió que colgara unas obras de unos chiquillos muy refinados que hacían unas cositas con ramitas secas muy siúticas, pero no, ¡joder! No lo pesqué. Después fue a cobrarme la palabra. Puta, qué le digo, pensé. Al final le respondí, por decirle algo, que a la salida del ascensor quedaban dos espacios magníficos que daban a su oficina… Y me dijo: “mmm, tú deberías dedicarte mejor a la política, por lo cuentero”. Después su señora vino a molestarme y decirme puras leseras, ¡era un petardo ella!

¿La oficial?

-Esa misma.

¿Qué le dijo doña Hortensia?

-Me acusó de discriminación por sexo. Según ella, había contratado más hombres que mujeres. Quedé tan pasmado, porque no me fijo en esas cosas. Llegó con un montón de pijes rodeándola para asustarme, cosa que no consiguió. Al contrario, le dije: “señora, numéricamente está equivocada. Tengo a esta y a esta otra”. Pero no tienes a la ¡Marta Colvin!, me dijo. Mira qué idiota, se había conseguido una escultura de ella y en vez de pedirme que la pusiera, me hace el tremendo show…

En esa época usted hizo algunos murales.

-Varios. Uno en el paso bajo nivel del Santa Lucía, que ahora está siendo destruido por la incompetencia y estupidez de numerosos alcaldes. Los murales que hice no eran como los de la Brigada Ramona Parra, que me cargaban. Todo ese arte emblemático que se pinta como si fuera un abecedario lo encuentro horrible. Los ojos tienen que ser todos iguales, las narices todas iguales. Eso no es pintura.

Pero lo importante en ellos, creo, es más el discurso.

-Para eso que escriban. Pero no lo otro. Todos los pintores que han pasado por esa experiencia, lo hacen sumándose al anonimato de un trabajo colectivo, porque es poco significativo. Desde el punto de vista pictórico, su valor es ¡cero! Matta hizo murales también, pero lo hizo porque era surrealista nomás. Balmes se ponía furioso cuando yo me reía de eso y le decía: “maestro, vi una foto muy linda de un caballero en un andamio con un overol parecido al suyo!”. También hice unos cuadros horribles que representaban todo ese dolor en dictadura.

Como el cuadro “La Cueca de la Muerte”.

-Ese lo tenía Balmes en el Museo Salvador Allende y nunca lo colgó porque molestaba a los demás cuadros. En ese cuadro está el señor Frei padre bailando con la muerte, que tiene una máscara del señor Pinochet: ¡Terrible! ¿Qué es más cruel: bailar con Pinochet o con Frei padre, que se portó como un carajo? Ese Frei llamó a las armas en vez de a la cordura para hacer un proyecto en común. Era un agitador extremo.

Rendencionismo Salvadorista

A la distancia, ¿cómo ve su paso por el Grupo Signo?

-Fue una insolencia de cabros chicos. Tuvimos una aparición social en el medio pictórico por hacer un quiebre con la pintura tradicional. Después de eso, existió un espacio donde teníamos una gran significación. Luego apareció Carlos Leppe con sus estantes enormes, fue alumno mío durante un año.

Es harto divo él.

-Grave error cometió al ser agregado cultural. Es lamentable esa pérdida de visión de la realidad. Es cierto que todos hemos quedado medio descalabrados por haber perdido un destino, pero no para darte vuelta la chaqueta.

¿Cómo ve el arte hoy?

-Hay un redentorismo salvacionista, como le llamo. Todo el arte quiere salvarnos del materialismo o del consumismo. Los artistas son todos superhéroes. Me encanta eso. Lo demás lo entiendo poco y me aburre tanto conceptualismo… Hay un problema tremendo que es la sobreproducción de arte. Enorme. Con todas las escuelas de arte que hay en Chile, uno levanta una piedra y salen cinco artistas.

¿Hay alguno que le guste?

-Federico Assler tiene una obra dinámica que va cambiando siempre y te sorprende… Pero obras de gente joven no conozco muchas.

¿Artistas sobrevalorados?

-Todos los con buen apellido. Las gentes de la clase altas resguardan a sus pintores, como Cienfuegos y la señora Aldunate, que siempre pintan para ellos. Por ejemplo, en las exposiciones puedo vender un solo cuadro y los restantes no, porque no soy del gusto ni mis cuadros corresponden al humor de ellos. Soy más bien incómodo para la clase alta.

Patadas a todos

¿Cómo ha visto a la derecha en el poder?

-Como un montón de mentirosos y como los mejores ladrones que puedes encontrar. Uno debiera estudiarlos para aprender. Esta cosa que acaban de hacer con lo de Kodama es una vergüenza, un robo a gran escala. Les pegaría patadas a todos.

¿A Piñera también?

-Obvio. La visión política suya es cliché. Lo más fácil del mundo es ver para dónde quiere ir.

Es un presidente que no se pierde funeral.

-Y para todos tiene las mismas palabras. Se pasa. Comparado con otros presidentes de derecha, es bastante insignificante. No tiene un discurso brillante. Lo pones al lado de Allende discurseando y todos votamos nuevamente por Allende. Sus equivocaciones son deliciosas. Me he matado de la risa, ¡cómo puede ser tan idiota! Está para darle un premio a la idiotez. Otra cosa que me cae como patada es el Karadima ese. Una vergüenza. Los pedófilos me han caído mal siempre. Pero este se pasó. No tengo ninguna piedad en agarrarlo a palos. Habría que soltarlo en la selva y ver cómo se las arregla.

Le haría bien tener miedo.

-Ahí me gustaría ver cómo se las arregla sin cabros chicos. Un día no me extrañaría que unos cabros chicos pusieran un cartel de “curas maricones” afuera de su claustro. Toda la iglesia es una degeneración de arriba hacia abajo. ¡Toda! Esos guerrilleros de Cristo o no sé qué lesera, también…

Los Legionarios querrá decir…

-Esa misma tontera. Imagínate el nombre que le pusieron. Hay que ser bien tonto para colocarle así. El tipo era pedófilo, tenía mujer, hijos por todos lados. Lo descubrieron y aún así hay gente que le sigue comprando a ese viejo degenerado.

“Viejo culiao aburrido”

En “Vuelvo a Casa”, Eduardo Martínez Bonati echó mano a temas que lo andan rondando desde los años 70: el humor negro, la ironía frente a la existencia, la entretención y la crueldad sentimental. La selección de pinturas y acuarelas que exhibe actualmente en el Museo de Bellas Artes abarca el período entre 1978 a 1986, en que trabajó con gran desenfado, como en “Susana y los Ancianos”, donde pintó a tres viejos: uno con snorkel, otro que sale por el water y otro por la ducha mientras la mujer los fumiga con spray. “Es un modo gozoso de querer vivir la trascendencia”, dice.

Además, la muestra contempla cinco obras más recientes inspiradas en las relaciones de pareja y dibujos de monos deformes que ha hecho cuando habla por teléfono. Asimismo, recorriendo las obras se visualiza la gran cantidad de pigmentos que ha usado, desde las típicas acuarelas hasta otras menos convencionales, como la mostaza, cuyo valor pictórico descubrió comiéndose un completo.

¿Cómo se le ocurrió eso?

-El tubo donde venía la mostaza era preciso para materializar mi obra. Con estas ‘mamaderas’ puedo hacer una raya gigante y no se acaba la pintura… Necesitaba una gran fluidez, la que me daba precisamente la mostaza.

En el libro de agradecimientos de su exposición, una persona puso “hasta mi sobrino pinta mejor que este viejo culiao aburrido”.

-Jaja. Aburrido no soy, ni viejo tampoco. Pero es divertido. Voy a leerlos al final de la exposición para entretenerme como chino. Hay otro facho que me llenó de insultos por decir en un cuadro que me cago en Pinochet. Una reacción bastante absurda. Yo me la paso diciendo leseras, pero no es pa’ que la gente se enoje.

Con Jaime Guzmán en Tres Álamos

Cuando estuvo en el centro de detención Tres Álamos, Martínez Bonati y los demás profesores presos con los que compartió celda, fueron visitados de improviso por Jaime Guzmán y un trío de guardaespaldas con metralletas. “Fue bien cómico. No me lo esperaba. Yo estaba hablando, casi como un monólogo, del estado de la educación, de la insolencia de meternos presos solo por hacer clases, de esta cosa indignante que hacían con los profesores… Estábamos en eso, cuando vi que los gallos pusieron una cara con unas muecas raras, y pensé que les estaba dando la lata, así que me callé. En eso me doy vuelta, ¡y estaba el mismísimo Jaime Guzmán escuchando todo! Atiné a decirle ¿usted aquí? ¿no me diga que lo trajeron también? Él se rió, pero sólo levantando un poco las comisuras. Nada más. Muy raro. Debe haber considerado una insolencia lo que le dije y me respondió ‘no, vine a ver cómo están’. Y los tres chatos con metralletas que lo rodeaban me quedaron mirando feo… Para mí, Guzmán era el Diego Portales del régimen: movía todos los hilos de una manera muy fría, con una crueldad tremenda, ordenando a otros brutos a que hicieran las cosas más brutales por él…”.

VUELVO A CASA 1978-1986

Eduardo Martínez Bonati

Sala Matta

Museo Nacional de Bellas Artes

Hasta el 22 de mayo

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