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Opinión

21 de Mayo de 2011

México lindo y querido

El 11 de diciembre de 2006, el Presidente mexicano Felipe Calderón introdujo como respuesta a la violencia e intento de crear un cartel por parte de los narcotraficantes en el Estado de Michoacán, 6.500 uniformados. Hoy son 45.000 efectivos -principalmente Ejército y Marina, más la fuerza policial federal y local- los que luchan contra el […]

Lenin Guardia
Lenin Guardia
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El 11 de diciembre de 2006, el Presidente mexicano Felipe Calderón introdujo como respuesta a la violencia e intento de crear un cartel por parte de los narcotraficantes en el Estado de Michoacán, 6.500 uniformados.

Hoy son 45.000 efectivos -principalmente Ejército y Marina, más la fuerza policial federal y local- los que luchan contra el narcotráfico. Una guerra que se hace cada día mas difícil y que cruza en todas direcciones a la sociedad mexicana, incluyendo las instituciones de la Nación.

México es el primer país productor de marihuana, y el segundo a nivel mundial de heroína. Su potencia radica en que hoy son ellos los que comercializan la cocaína que se produce en Colombia, Perú, Bolivia y Ecuador, es decir, estamos hablando de una suma superior a los 75.000 mil millones de dólares anuales.

El 92 por ciento de la cocaína que se consume en Estados Unidos viene de México, y entre el 60 y 70 por ciento de las metanfetaminas que se comercializan allí también vienen de México. Son siete los grandes carteles reconocidos por el gobierno, pero para la DEA existen en total 33 carteles que operan a diferente nivel.

En los dos últimos años han muerto 10.000 jóvenes entre 15 y 29 años. El espejismo de ganar dinero fácil hace que sus vidas sean centrifugadas por la guerra entre carteles o mueran por la represión. Existe tal descontrol respecto al tema de victimas del narcotráfico , que las cifras van desde los 22.000 hasta los 88.000, y esta incertidumbre se debe principalmente a que muchos terminan en fosas clandestinas.

En otros casos los deudos entierran discretamente a sus fallecidos, ya sea por vergüenza o temor a las represalias de los propios carteles, y muchos simplemente desaparecen.

Lo concreto es que se trata de una guerra que tiene un “botín” en miles de millones de dólares, tienen un mercado seguro al lado de su frontera, ha penetrado las instituciones y el nivel de corrupción no es menor.

Junto a esto se han creado dos hechos importantes: (a) el problema se trasladó de la seguridad pública a la seguridad nacional y (b) sacar a las Fuerzas Armadas de los cuarteles para combatir el narcotráfico.

Como este es un conflicto nacional, se tiene que producir un evidente copamiento militar en todos los Estados, lo cual pone en riesgo el poder civil, estigmatizado entre la ineficiencia y la corrupción. La Iglesia y las Fuerzas Armadas aparecen en las encuestas en tercer lugar de credibilidad, pero para Amnistía Internacional las Fuerzas Armadas también ocupan el tercer lugar en materia de violaciones a los Derechos Humanos, en lo relacionado a la lucha contra los carteles de la droga.

Al mismo tiempo existe una descoordinación en esta lucha entre las policías y el propio Poder Judicial, a tal punto que el año pasado se contabilizaron 33.000 muertos y de estos un 95 por ciento quedaron sin castigo. En Juárez, por ejemplo, sólo un 2 por ciento de los detenidos han sido sometidos a proceso, y es uno de los Estados con mayor violencia.

Como era de esperar, con la presencia militar en esta guerra, los narcos decidieron también emplear armas de combate. Habría que preguntarse si los militares mexicanos van a lograr con esta guerra lo que los americanos no han logrado en un siglo. En abril recién pasado, se realizaron 38 manifestaciones en diferentes lugares y Estados de México, pidiéndole a Calderón replantearse la estrategia contra el narcotráfico con una sola consigna : “No es nuestra guerra. Sí son nuestros muertos”.
No es necesario agregar nada más.

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