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Opinión

23 de Mayo de 2011

U-Udi: De pasiones, amores y el fútbol

Dino Pancani
Dino Pancani
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Las consignas sirven para unificar y decir en fácil un imposible, son una invitación a imitar mecánicamente una idea, ya sea por su ritmo, sus palabras, su entonación o qué se yo, ese irreproducible placer de sentirse parte de algo, un algo que casi siempre se nutre de muchas consignas.

Dicho lo anterior, para mí, “más que una pasión un sentimiento”, fue durante años un acto de fe que me permitía no cuestionar, no explicarme, pasar raudo a otra cosa, impune, solemne, insolente. Era un comodín para instalar una idea sin que el resto pudiese rebatirla, pues es tan irracional, que sólo queda la incomunicación, la triste expresión “bueno, allá él”, y luego pasar a otro tema.

Nuevamente, dicho todo lo anterior, explicaré lo que me pasa. Como hablaré de un sentimiento, me permitiré ser un sentimental y contar por qué seguí durante años al equipo de fútbol Universidad de Chile y porque decido no seguir más a la U-Udi de Chile.

Hace ya muchos años, cuando apenas tenía unos ocho, siguiendo el sentimiento, el amor a mi padre, me gustó el Audax Italiano, él tenía sus motivos y yo los míos, él era hijo de un italiano y yo, hijo de un hombre que he admirado toda mi vida, y con ello también sus gustos… incluidos los futbolísticos.

Pasaron algunos años más, no muchos, y un buen día fui al estadio a ver Universidad de Chile v/s Audax Italiano, no recuerdo el resultado del encuentro. Sí está en mi memoria la barra de la U, gritando consignas contra Pinochet, maldiciendo, insultando, reivindicando, liberando. Y, además, tiró monedas a los Carabineros que custodiaban la cancha… Como buen chico que siente que crece y que debe seguir creciendo, me cambié a la Universidad de Chile, no por su equipo, ni su institución, sino por su barra, que por esos años, era mayoritariamente universitaria.

Me cambié de equipo (de fútbol) y de paso busqué identidad lejana a la de mi padre. Dos actos tremendamente enriquecedores, que marcaron mi búsqueda de independencia. Treinta años después mi

hijo cuando tenía cuatro años, hizo lo propio; (por motivos que él sabe contar y que yo no explicaré) se pasó de la U-UDI, a Colo Colo-RN.

No menciono a Universidad Católica, ya que no tiene cabida en mis recuerdos, y menos aún, cuando tiene a un Socio-listo como mandamás, aunque en realidad sean otros los que la dirigen desde la bolsa.

Mi pasión por aquel equipo duró muchos años y se manifestó en los potreros, en la defensa y explicación de ser protagonista de la medianía de la tabla de posiciones, y también cuando fue campeón después de más de dos décadas, aquel día lo recuerdo con cariño: desde el partido que lo transformó en el monarca hasta los regados y ansiosos festejos en Plaza Italia.

Con el tiempo, mi entusiasmo decayó, me ausenté del estadio y el tema de ser campeón fue quedando en el regazo de las conversaciones, dicho de otro modo, ya no había pasión, sólo un sentimiento, que después de algunos años sería cuestionado.

No creo en el sentimiento sino va acompañado de racionalidad, no basta con declamar que se quiere y punto, si no hay razones que permitan entender ese amor. Escudarse en el sentimiento es un salvoconducto para cometer odiosos actos que persiguen una comprensión, que raya con la impunidad.

Creo en la convicción, en el sentimiento cuestionado y confrontado, y aquellas máximas me permiten aseverar que mi amor por un equipo, en este caso la Universidad de Chile, no existe, se acabó, se terminó, ya no va más.

Es el recuerdo de un equipo que me permitió gustar del fútbol, socializar con mis iguales y con quienes tenían otras elecciones deportivas, gastar saliva cuando no había nada más interesante de qué hablar, generarme expectativas semana a semana, alcanzar pequeños triunfos cuando las redes del equipo contrario eran más vencidas que las del plantel que elegí seguir.

Abandonarlos no ha sido una decisión fácil y su dificultad radica en el cuestionarse uno y lo que hace, sin embargo, me conforma saber que la U-UDI, me abandonó cuando sus astutos dirigentes decidieron transformarla en Sociedad Anónima.

En dictadura, la U tuvo adeptos libertarios, pues se sentía que era una institución secuestrada por la dictadura, hoy es una institución que desde la institucionalidad legítimamente construida, llena de dinero a un puñado de ex adeptos de la dictadura, hoy convertidos en prominentes hombres del negocio deportivo.

El fútbol con sus mafias amateur, en antaño era un bien público recreativo, incluso en dictadura no dejó de tener esa condición, hoy son Sociedades Anónimas, de uso privado, mercantil y selectivo. Hoy cada partido tiene consecuencias en la Bolsa de Comercio, no importa el espectáculo y mucho menos el hincha, a no ser que se le considere como un objeto pagador de cuotas y boletos para ver a un grupo de hombres malos pa’ la pelota.

Para ser justos, siempre hay excepciones vistiendo el traje azul dentro de la cancha, lamentablemente en la dirigencia no hay ninguna.

Como la U no es lo que fue, y yo no soy lo que ellos quieren que sea, hoy no sigo al equipo de los amores, de las pifias, del buen lunes y el mal domingo, es mejor buscarse un “equipito” que le ponga pasión a su camiseta, de nylon o algodón, blanca o azul, con sponsor multinacional o sólo con un número que cada vez que toma la pelota nos ilusionamos que mete un gol y que ese gol te lleva a la final. Esa final que ni los millones de sus jugadores reggetoneros han sido capaces de brindarnos.

Yo, me vuelvo al fútbol de barrio. Al menos, hasta que la institución recupere la cordura y la decencia y vuelva a ser nuevamente el cobijo del romántico viajero.

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