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Opinión

30 de Julio de 2011

Te desafío a correr como un idiota por el jardín

Sergio Bizzio (1956) es un narrador y poeta argentino cuyos libros, en Chile, transitan el prestigioso camino del mano a mano, del boca a boca. También cineasta y músico, Bizzio habló con Germán Carrasco, contándole que para la versión fílmica de una de sus novelas se está tanteando a Matías Bize como director.

Germán Carrasco
Germán Carrasco
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Foto: Julia Gutiérrez

Te alegra el día leerlo. Así de simple. La primera vez que leí “Planet” fue un descubrimiento: dos planetas compiten por el rating televisivo en la galaxia, y para ganar, deciden venir a la tierra y abducir a un galán argentino. En esa novela estaba haciendo ficción pura, diversión pura, pero a la vez cuestionaba la ciencia ficción. No sé cómo se las arregla en esas novelas rápidas, inteligentes y llenas de humor para meter reflexiones sobre el amor y el dolor de pareja, adulta o adolescente, otra de las constantes en su narrativa. Si uno busca donde corresponde, en Chile puede encontrar sus libros (publicados por Mansalva, por Interzona o por Mondadori). “Aiwa”, por ejemplo, una novela bucólica de amor adolescente (Aiwa y un chico menor que ella llama Sony se enamoran).

El tema de la adolescencia y la niñez aparece en tu libro de cuentos “Chicos” y en tu novela “Aiwa”. En “Era el cielo” también aparece el niño, y el narrador tiene algo infantil. Me pregunto si hay alguna clave en esto.
-Más que sobre la infancia o la adolescencia, lo que me propuse hacer con “Chicos” fue escribir una serie de relatos con lo que es “chico” como centro y con lo que el prejuicio de la alta cultura considera “menor”: el cómic, el melodrama, el fantasy. Es decir: chico en prestigio, chico en tamaño, chico en edad, e incluso chico en extensión. Una tribu de pigmeos que deciden renovar el tótem y terminan construyendo un hotel 5 estrellas, dos adolescentes con poderes mentales, un pato de historieta asesino, esos son algunos de los personajes y asuntos del libro. “Aiwa” ya no es un cuento, es una novela, pero la veo como una continuación deforme de aquél proyecto. Hay una historia de amor entre un chico de 13 años y una chica de 18, hay una aldea perdida en la montaña donde a los hombres les crecen las tetas, hay un grupo de científicos investigando el fenómeno, y hay un ser (quizá el Increíble Hombre de las Nieves) muerto y descomponiéndose sobre la cascada de la que todos beben. Si no la hubiera escrito algunos años después, “Aiwa” sería parte de “Chicos”.

“Aiwa” es una novela de amor pre adolescente. ¿Cómo la hiciste, te enamoraste de Aiwa y Sony?
-Alguien me contó muy preocupado que su hijo de 13 o 14 años se había puesto de novio con una chica de 18. A esa edad es una diferencia considerable. Aparentemente el chico es muy maduro y ella es una buena chica, pero yo también estaría preocupado. Empecé a escribir la novela a partir de esa inquietud y enseguida se disparó en todas direcciones. La relación entre Aiwa y Sony es narrada de manera realista, en tanto que el trasfondo es más bien humorístico y está repleto de elementos fantásticos.

En Chile gran parte de la narrativa es parasitaria de la poesía. Tú empezaste escibiendo poesía, escribes poesía de hecho.
-Sí, sigo escribiendo poesía y ojalá no deje de hacerlo nunca. También la leo, y mucho. Es el género más extremo. Todo es desinversión, gasto, derroche.

El año pasado una selección de tus poemas fue reunida y publicada en un solo volumen titulado “Te desafío a correr como un idiota por el jardín”. ¿De dónde sale un título tan extraño como ese?
-Cuando la editorial Mansalva me propuso editar el libro no encontraba el título. Nunca tuve problemas con los títulos, pero esta vez no aparecía. Una noche mi hijo y yo estábamos en una fiesta bastante aburrida, los dos sentados en unas sillitas al aire libre, y de pronto mi hijo me dice: “Papá, te desafío a correr como un idiota por el jardín”. ¡Ahí estaba, por fin! Y nos pusimos a correr.

Varias de tus obras fueron llevadas al cine. Lucía Puenzo filmó uno de los cuentos de “Chicos”, que se estrenó con el título de “XXY” y ganó varios premios en Cannes y en otros festivales. Cuando se estrenó la película (que cuenta una historia de amor y sexo hermafrodita) hubo bastante escándalo en Argentina. ¿Escribiste el relato con intención de provocar?
-No. Lo escribí para calentar.

También Guillermo del Toro produjo la versión cinematográfica de tu novela “Rabia”, dirigida por Sebastián Cordero en España…
-Sí, “Rabia” se estrenó allí y en otros países de Europa y Latinoamérica a fines del año pasado. Es un lugar común que a los escritores no nos gusten las versiones cinematográficas de nuestras obras, pero a mí me parece que “Rabia” está muy bien. Es una película oscura y claustrofóbica. Ahora Emilie Deleuze (la hija de Gilles Deleuze) va a filmar en Francia una novela que publiqué dos años atrás, “Realidad”, que cuenta la historia de un comando talibán que toma un canal de televisión y se encuentra con que ahí adentro están encerrados los cinco finalistas de Gran Hermano. Es una novela sobre la manipulación.

¿Escribiste “Realidad” en el tiempo de los reality shows?
-Hay un montón de cosas buenas en televisión y un montón de literatura banal. Yo no miro realitys shows. Miro cosas peores, pero Gran Hermano no. Es el formato exitoso más aburrido del mundo. Basura para señoras de ambos sexos.

Háblame un poco de la relación literatura-TV

-No me parece que haya que pensar a la literatura relacionada con las propuestas de la televisión… Ya se han televisado algunas ejecuciones y en cualquier momento van a empezar con los concursos de masturbación grupal.

¿Cómo ha sido tu experiencia como guionista de cine, las posibilidades y dificultades de eso?
-El de guionista es mi trabajo remunerado. Escribo algunos guiones para mí (de hecho empiezo a dirigir mi tercer largometraje a fin de año) y muchos para otros directores, por encargo. A veces me compran un guión ya escrito y a veces trabajo sobre ideas o historias o personajes propuestos por un director o un productor. No hay una gran diferencia entre escribir un guión para mí o escribirlo para otro: en cualquiera de los dos casos trato de hacerlo bien. La diferencia la hace siempre el director. Por supuesto, no es lo mismo escribir para un director con el que uno hace contacto que para otro al que sería mejor perderlo. Ahora un productor brasileño compró los derechos de mi novela “Era el cielo” y tengo entendido que está pensando en un director chileno muy talentoso, Matías Bize. No sé en qué andará eso, pero ojalá se haga.

“Era el cielo” comienza con la violación de la mujer del protagonista. Trataste ese tema sin ser chantajista con el lector, ni terriblista.
-Escribí la frase del comienzo (“Cuando llegué, dos hombres violaban a mi mujer”) y me quedé un par de semanas paralizado. Lo mismo le ocurre al protagonista: se paraliza. Mira todo a través de una ventana entreabierta y tiene miedo de que los violadores maten a su mujer e incluso de que lo maten a él si interviene, así que no se mueve de allí. Yo después reaccioné y seguí adelante, tejiendo como una arañita las causas de la parálisis del personaje, y me encontré con un abanico de razones, casi todas personales, tomadas de mi propia vida. Aquí en la Argentina se habló mucho de la “literatura del yo” a partir de “Era el cielo” y también a partir de la novela “Derrumbe”, de Daniel Guebel, que trata casi de lo mismo. Estábamos los dos escribiendo sobre el mismo tema en simultáneo y sin saberlo. “Derrumbe” y “Era el cielo” son dos novelas autobiográficas por donde se las mire, por más que la crítica e incluso nosotros mismos nos hayamos empecinado en discurrir teóricamente sobre el Yo.

Es fácil amargarse, en Chile ahora sin embargo hay un movimiento estudiantil luminoso, creativo, risueño. Parece que el secreto es pasarlo bien escribiendo y resistiendo, ¿no?
-Bueno, sí: uno la pasa bien cuando sale bien y mal cuando sale mal. La diferencia es que cuando sale mal uno quiere que salga bien, y cuando sale bien uno quiere más. Y hay que agregar: por suerte.

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