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Opinión

14 de Agosto de 2011

“Fui la Bolocco del Bim Bam Bum”

Aunque usted no lo crea, en sus tiempos mozos Paty Cofré fue la reina del ‘Bim Bam Bum’. La vedette que salía con los bikinis más chicos, las plumas más largas y que casi pilucha llenaba portadas de revistas. Ahora que el tiempo ha pasado se reinventó como la Súper Xuxá, la ‘vieja’ cascarrabias que en ‘Morandé con Compañía’ no aguanta ni una y que a la primera te aforra y te lanza un rosario de garabatos. Pero su vida no es tan fácil. Tras la comedia se esconde el drama de tener un marido vegetal. Paty ya ha pasado cinco años con él en ese estado y a veces le ruega a Dios para que no sufra más. Conversamos con ella días antes que él se agravara. Y acá cuenta la historia de su vida: la triste y la divertida.

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Foto: Gentileza La Cuarta

¿Cómo nació la Súper Xuxá que lanza garabatos?
-Te juro que yo al principio era una profesora súper bien educada en la escuelita de Morandé. Eso, hasta que mis alumnos me comenzaron a decir tantas barbaridades que yo también tuve que a agarrarlos a chuchadas.

¿Qué te decían?
-Por ejemplo, yo llegaba y decían: ¡Uyyy, se apagó la luz! O me preguntaban: ¿Cuántos hijos tiene usted? Entonces yo contestaba que 40, porque 40 eran mis alumnos. Y ellos respondían: “¡Puta, cacha el medio choro de esta vieja! No tuvo una guagua, sino que una tira de chunchules”. Y así un montón de barbaridades.

¿Quién te tiraba las peores cosas?
-Todos los cómicos, el Chico Azúa, el Daniel Vilchez, el Thompson. Todo él que participara en la escuelita se sentía con derecho de subirse al piano. Entonces un día yo llegué, eché el libreto para un lado y les dije: ¡Bueno y qué se creen ustedes chuchasdesumadres que vienen a tratar mal a una profesora! ¿No saben acaso el sacrificio mío? Levantarme a las cinco de la mañana, con lluvia, con sol, con frío, con nieve. Me congelo hasta la pajarilla, hasta la chauchera chica se me resfría y ustedes me vienen a tratar así ¡Por la chuchadesumadre! Les voy a sacar la mugrienta a palos.

Y así nació…
-Sí y comenzó a gustar mucho. Y un día definitivamente el Kike dijo: “esto es muy simpático, sigue”. Y me quedé como la Súper Xuxá… Ahora hago diferentes personajes como jueza o suegra, pero siempre soy la Súper Xuxá.

En la revista “La Bella, la Bestia y el Niño”, ¿tú eres la bestia?

-Debo serlo, porque La Bella es la Marlene, el niño es la parte de abajo de Belloni. Y, bueno, por descarte yo soy La Bestia.

¿Y cómo aguantas que te digan la bestia?
-¿Pero qué tiene? Si a mí me encanta que me digan cosas. Nunca han logrado dañarme, me pueden decir lo que sea y yo voy a seguir siendo la misma.

Tú que estás tan cerca de la constelación, ¿cómo ves a las estrellas del espectáculo?

-Los veo muy lejanos. Yo por lo menos no pensaría en ir a acercarme a una estrella o a un divo. Jamás me atrevería a hablarle a la Vivi Kreutzberger, por ejemplo. Ni cagando.

¿Por qué?
-Es que me da la impresión que es una persona súper selectiva. Pienso que si yo algún día me acercara a saludarla, diría: “¿Y quién es esta pelienta que viene a meterse conmigo?” No sé, por la forma de ser de ella me da esa idea. Las personas que están en el estatus de la elite de la televisión, se codean solamente con la elite.

¿Y tú nunca has estado en la elite?

-No. Yo siempre he estado luchando. Pero mira, yo creo que está bien que ese tipo de personas se crean el cuento. Así también son los sueldos que ganan y así también es la vida que llevan. Viven en tremendos palacios. En sus mundos de Bilz y Pap, sin la preocupación de decir chuta, qué voy a hacer el año que viene, o pucha, ojalá que el próximo año tenga pega. En cambio, yo sí vivo con esa preocupación.

Mala suerte en el amor
¿Cómo te ha ido con los hombres?

-Mal. Lo pasé muy mal con mi papá y después lo pasé peor con el padre de mi hijo. Un desgraciado. Un irresponsable total. Se gastaba toda la plata en las carreras y en el copete. Todo le daba lo mismo. Además, tenía otros compromisos que después me enteré cuando ya estaba embarazada.

¿Estaba casado?

-Claro, y yo, ya estaba gorda. ¿Qué podía hacer?

¡Desgraciado!

-Desgraciado, irresponsable. Entonces, cuando las cosas son así, mejor mandarse a cambiar… Mi hijo tenía tres meses y me arranqué de Antofagasta y no quise saber nada más de él, nunca más. Gracias a Dios que no me casé. Es que en realidad nunca me he casado. No creo en el matrimonio. Yo convivo no más.

¿Por qué tan escéptica?
-Yo creo que el firmar un papel para estar atada a un hombre vale tan poco como vivir así, sin firmar ese papel. Si el hombre se te quiere ir, se te va a ir igual, y el papel ahí quedó. Y después viene el divorcio y los trámites que son una lata. Mientras que si convives es mucho más sencillo: no te gusta, bueno, chao, fuera. La puerta es ancha, pasajero avanza.

¿Con cuántos hombres has convivido?
-Con dos. Con el padre de mi hijo y con Alejandro, mi pareja actual, que no te voy a decir que ha sido un siete.

¿Otro desgraciado?
-Mujeriego como él solo… En realidad he tenido una suerte de mierda con los hombres. Una suerte malísima, mala, mala. Con éste para qué te cuento. Veía una escoba con polleras y allá andaba haciéndole empeño con la escoba. Le gustaban las mujeres, el defecto que tenía era que adoraba a las mujeres.

¿Y él cara dura lo admitía?
-No, nunca me decía nada, pero yo lo pillaba igual. En realidad, ni lo controlaba tampoco. Lo único que había que hacer en este caso era separar habitaciones. Él en la suya y yo en la mía. Y listo. Si te quieres ir lo dejo a tu voluntad.

¿Por qué nunca se fue? Debe haberte querido a su manera.
-Yo creo que sí. Uno a veces quiere a su manera. Él no podía evitar que le gustaran las mujeres. Como que lo llevaba en el alma. Era como su vicio, como cuando te gusta el cigarro, el copete o la droga. Así debe ser, pienso. Pero yo igual me decía a mí misma que tenía que ser fuerte, aceptar y quedarme no más.

¿Pero por qué tan resignada? ¿Dónde quedó eso de que la puerta es ancha, pasajero avanza?
-Lo hice por mi hijo. Suponte tú que me hubiese separado, mi hijo de inmediato hubiera dicho: “ah, mi mamá ya quedó sola”. Y con seguridad yo hubiese pololeado de nuevo. Entonces mi hijo hubiera conocido a otro tío y a otro y a otro. Y yo la verdad es que no quería que tuviera una mala imagen de mí. Así mi pareja fuera un zángano, una porquería, igual me iba a quedar con él.

Ahora ese hombre está enfermo.
-Sí. Le dio una trombosis a los 55 años y quedó mudo y hemipléjico. Al principio podía moverse con un bastón, por lo menos se levantaba. Pero ahora hace tres semanas que quedó totalmente postrado. Es un vegetal que tú lo ves en la cama.

¿Cómo lo llevas?
-No sé. A lo mejor lo que te voy a decir es terrible, pero yo hubiese preferido que Dios se hubiese acordado de él. Hace cinco años que estoy con esto. Cinco años que estoy pasando, no sé cómo llamarlo… No sé si es una prueba que Dios me mandó. O no sé. A lo mejor me lo merezco. A lo mejor cometí demasiados errores en mi vida. Y bueno, me llegó este remezón. ¿Qué te diré? Es bien fuerte y no tengo ayuda de nadie, porque toda su familia, todos lo abandonaron: su hermano José Sagal Moya y su hija Alejandra Sagal. Nadie quiere saber nada de él.

¿Es complicado sacrificarse tanto por alguien que ni siquiera fue tan buen conviviente?
-Yo lo disculpo porque no soy Dios para perdonarlo. Disculpo todo eso y prefiero acordarme de las cosas buenas. Pero es difícil, muy difícil.

¿Te mata un poco?
-De todas maneras. Siempre me siento como que estoy en un hoyo del cual no puedo salir. Yo me pregunto: ¿Por qué Dios no se acuerda de llevárselo? Dios tendría que llevárselo. Para mí sería… Como te dijera, como un bálsamo frente a todo lo que he sufrido estos cinco años. Sería un respiro, un respiro de satisfacción. Un descanso para él y para mí.

¿Te sientes sola a veces?
-Siempre.

¿Por qué?
-Porque sí, porque estoy sola. Mi pareja se me fue. Es algo que no está. Está vivo, respirando, pero no es una compañía. No puedo conversar con él. A veces me abre los ojos. Pero creo que no tiene idea de dónde está. Así de grave.

¿Te cuesta caro?
-Imagínate, un enfermo que no tiene jubilación, no tiene previsión y no tiene nada ni a nadie. Tengo yo que pagarlo todo.

Es como un castigo.

-Yo lo tomo como un castigo, pero una amiga me dice que no me lo tome así, que me lo tome como una prueba de Dios para ganarme el cielo. Ojalá, Dios mío sea así. ¡Imagínate yo en el cielo!

¿O sea que te estás ganando el cielo?
-¿En cinco años cómo no voy a conseguirme aunque sea un pedacito?

Una nube al menos.

-¡Lo mínimo!

¿Qué te dices a ti misma cuando te levantas en las mañanas?
-Que tengo que ir a mudar a mi conviviente. Eso es lo primero. Después hago mi vida.

Bikinis diminutos
¿Por qué decidiste ser vedette?

-De cabra chica me gustó mostrarme. Yo estudiaba en un internado de monjas. Y ellas desde siempre me inculcaron el amor por mi cuerpo.

¿O sea que las monjas te incentivaron para llegar a eso?

-¡Uyyy! ¡Hubieras visto tú las fiestas que les hacía a las monjas! Fiesta que había en el convento era la primera que paraba el dedo, que andaba tirando las patas para todos lados, vistiendo a las cabras, disfrazándolas, inventando monólogos y haciéndolas reír. Se meaban de la risa conmigo. Entonces un día la superiora le dijo a mi mamá que no luchara más conmigo, porque yo igual iba a ser artista. Y le achuntó la monja.

¿Cómo llegaste al primer teatro?
– Salí de las monjas y comencé a trabajar como ayudante de matrona en una clínica. Mi pega era mudar o sacarles los chanchitos a las guaguas. Cosas así, simples. Bueno, y yo siempre estaba con mi delantalcito blanco, bien apretadito de enfermera. Y así un día llegó Enrique Lucco- que era un locutor de radio bien famoso- con su señora a la clínica y me echó un looking y me reclutó.

¡Te descubrieron en una clínica!

-¿Y qué tiene de raro? Me encontró joven, bonita, lindo cuerpo. Y como él justo estaba preparando una revista y necesitaba gente y yo estaba ahí, simplemente me preguntó si acaso quería integrar un ballet. Yo pensaba que era un ballet de bailar en puntas. Pero no era nada eso. Me citaron a la primera reunión y lo primero que tenía que hacer era levantarme la falda y mostrar las piernas. Las mostré y el coreógrafo dijo: “sí, queda”.

¿Tú mamá te dejó?

-Le lloré tanto a la pobre que al final tuvo que decirme que sí. Imagínate que yo tenía sólo 16 años, así que tuve que trabajar con permiso notarial. Iba a cumplir diecisiete. Era algo así como la Coté López.

¿Qué es lo que más te gustaba de ser vedette?

-Para empezar las plumas, las boas, la piedrería y los bikinis chiquititos. Mientras más chiquititos fueran, mejor me sentía. Me encantaba mostrarme, porque la verdad es que tenía un cuerpo precioso. Y además me fascinaba bailar… Y que los chiquillos me levantaran, me dieran vueltas, me pararan y nos diéramos vuelta para allá y para acá. Era como un verdadero remolino.

¿Eras la más atrevida de la época?

-Desde el punto de vista de lo que mostraba, sí. Además era una de las figuras más atractivas del ambiente artístico. Junto con la Raquel Ubilla éramos las reinas del Bim Bam Bum.

¿Salías harto en los diarios?
-Sobretodo en El Pingüino. Salí muchas veces en portada. Ahí salían todas las copuchas de lo que ahora ustedes llaman farándula.

¿Y los del El Pingüino te andaban espiando para ver con quién andabas?

-No, porque hablaban de mis éxitos como artista, no de mi vida personal…

Buhhh… Entonces debe haber sido súper fome el Pingüino.

-No. Era súper entretenido porque siempre me encontraba con cosas lindas de mí.

¿Tenías muchos admiradores?

-Un montón. Me mandaban flores, chocolates, regalos. En el Bim Bam Bum, sobre todo se estilaba mucho eso de los canastillos de flores, de las cosas lindas. Ufff…me sentía. En realidad yo era como la Cecilia Bolocco de esos tiempos.

¿Y cómo tomas el hecho de haber pasado de la mina tipo Bolocco a la Bestia?
-No me di ni cuenta. Es tan rápido. La vida pasa tan rápido, que miras para atrás y pasan los años y después de los treinta te vas por un tubo para abajo.

¿Te encuentras fea o bonita?
-Actualmente, yo diría que fea. Dime, ¿qué mujer arrugada es realmente bonita? Lo que sí me encuentro es simpática, divertida. Eso me encuentro.

Todo sobre mi madre

¿En qué trabajaba tu mamá?
-Mi mamá era costurera o lavandera. Era una persona que trabajaba en cualquier cosa para sacarme adelante. Yo estaba interna en las monjas y ella trabajaba. Éramos las dos solas, no había nadie más. Después cuando yo comencé en las revistas ya no necesitó trabajar más. Con mi sueldo arrendaba dos piezas donde vivíamos las dos.

¿No había papá?

-No. Mi papá desapareció cuando yo era guagua y no lo alcancé a conocer. Un día se fue a comprar cigarrillos y nunca más volvió…Viejo de mierda.

¿Pero lo conociste por fotos al menos?
-Ninguna foto. Mi mamá quemó todo. Y la verdad que yo feliz, porque no me interesaba saber nada de él tampoco.

¿Y las fotos del matrimonio también las quemó?
-Esas fueron las primeras en caer a la hoguera. Mi mamá simplemente borró a mi papá de nuestras vidas. Yo era de ella no más. Era hija de ella y de nadie más.

¿También te cambió el apellido?
-El apellido de él nunca lo tuve. Si ese viejo era muy sinvergüenza. Mi mamá se casó con él cuando era muy mocosita. Imagínate que a mí me tuvo a los diecisiete años, y él era un viejo grande ya. Entonces la hizo lesa como quiso, con mujeres, con trago. Pero bueno, salió adelante. Nos costó harto pero salimos adelante.

¿Cuál es tu peor recuerdo de la infancia?
-Cuando mi mamá me iba a visitar al internado de monjas y después no podía llevarme con ella. Ahí yo me quedaba muy triste, muchos días, mucha tristeza. Son los peores recuerdos.

¿Nunca se casó de nuevo?

-No. Después de mi papá nunca más quiso saber nada de hombres en su vida.

¿Te hubiera gustado que hubiera tenido un segundo hombre?
-Sí, porque después en realidad estábamos bien solas. Pero cuando llegó mi hijo, ya nos llegó la alegría de nuevo.

¿Y contigo se repitió un poco la historia de tu madre?
-Sí, las dos fuimos madres solteras.

¿Tu mamá se murió ya?
-Sí. Hace 21 años…Esa es la mayor pena de mi vida. Todavía, cuando me recuerdo, parece que hubiese pasado recién. Fue horrible, porque era muy enfermiza, muy delicada, y yo no tenía los medios como para tenerla en una buena clínica… Al menos estoy tranquila porque en el último tiempo fue feliz. Conmigo y con su nieto. Adoraba a su nieto. Le di por lo menos esa gran felicidad, de ser abuelita antes de irse.

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