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Opinión

25 de Mayo de 2012

Tato Dubó: juicio a un hombre común

Hasta hoy está encerrado en una celda, preguntándole a los transeúntes cuál es su cárcel y para qué quieren la libertad, los dos cuestionamientos en los que se basa El Año del Tigre, de Sebastián Lelio. Acá algunas escenas de las muchas vidas de este actor.

Lorena Penjean
Lorena Penjean
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Foto: Alejandro Olivares

1-.Exterior. Chuquicamata. Tarde.

“Me recuerdo jugando con una pandilla de niños bajo el sol abrasador de la pampa y el amarillo del desierto profundo. El juego consistía en saltar una acequia llamada El Ácido, donde junto con el agua se mezclaban los desperdicios mineros y los cadáveres de ratones, perros y gatos. Superada la prueba, teníamos que subir una pequeña loma de basura química y, sobre un cartón, lanzarnos hacia el riachuelo. Ganaba el que alcanzaba a frenar y saltar hacia el otro lado. El que no, se quemaba con ácido. Yo ganaba casi siempre.

Recuerdo también las largas filas que se hacían afuera del baño que teníamos que compartir con toda la cuadra en el campamento en el que vivíamos las familias de obreros de la mina. Los fines de semana se llenaba más de lo habitual y me entretenía viendo a la gente haciendo fila con sus jabones, champú, toallas y pantuflas.

Mi padre era un hombre rudo, que trabaja en los convertidores, esos lugares donde el cobre deja de ser piedra. Sí, rudo y fuerte, pero de esos que se ponían terno para ir al cine Variedades los domingos. No se perdía ninguna película y después nos llevaba a tomar una bebida para comentar las actuaciones. En el cine nos correspondía sentarnos en el costado, por lo que veíamos la pantalla con el cogote chueco. Eran las reglas. Los obreros eran obreros y sus hijos, hijos de obrero. Punto. En el centro de la sala se ubicaban los privilegiados”.

2.- Interior Escuela 33. Calama. Día.

“Cuando tenía siete años llegó a nuestra escuela un profesor que nos enseñaba Ciencias Sociales y Naturales con títeres. Y me quedé prendado de esa suerte de magia que se esconde detrás del momento en que aparece la bruja y todos gritábamos: atráaaaas!!! Me hice presidente del Club de Teatro de Títeres de la Escuela 33 de Calama y comencé a escribir mis primeras obras, con las que recorrí la zona arrasando en los campeonatos de títeres”.

3.- Interior casa Calama. Noche.
“Pinochet llegó al poder. A mi padre lo despidieron. Tenemos que irnos”.

4.- Interior Escuela Quintero. Día.

“Cuando le conté a mis nuevos compañeros de la escuela de Quintero que teníamos que armar una compañía de títeres hubo un minuto de silencio. Luego carcajadas. ‘Sí, claaaaaaro, ellaaaaa, la titiriteraaaaaa’, me agarraron pa’l hueveo. Y sería con los títeres. Al mar se ha dicho. Yo no tenía recuerdos del mar. Creo que una vez cuando era chico me llevaron a Valparaíso pero definitivamente cuando llegué a Quintero lo vine a conocer. Corría el año 74 y mi papá tenía una carnicería y yo me la pasaba entre los mandados, de goma, y en la playa.

De la pampa al mar y siempre sangrando. Maldita hemorragia que no me dejaba en paz. Mi salud siempre fue precaria pero igual fui e hice todo lo que quise. Salía a pescar y llegaba con carretillas de jureles a mi casa. Hacía apnea y jugaba a quién aguantaba más debajo de la balsa. Tal vez la misma enfermedad o la necesidad imperante me hacían ser más arriesgado que el resto. Para el caso da lo mismo, me sentía en el paraíso. En Quintero también había un cine, el Prat. Eran tiempos raros porque me sentía libre pero por otro lado no me explicaba eso del toque de queda ni por qué se llevaban presa a la gente”.

5.- Interior habitación Hospital Carlos Van Buren. Tarde

“Una noche empecé a sangrar. Mucho. No paraba ni aunque me pusiera algodón en la nariz o boca arriba. Nada. Y pasó un día. Ya apenas veía, estaba mareado, completamente anémico, débil. Mi mamá me cuidaba pero advirtió que ya no daba para más y me

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