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Opinión

22 de Junio de 2012

Las razones de Libertad y Desarrollo para mantener un sueldo mínimo de mierda

Los investigadores del Instituto Libertad y Desarrollo están emputados por que algunos quieran elevar el salario mínimo a 250 mil pesos. Sería desastroso, dicen en un documento publicado en su página donde establecen 10 cosas que hay que saber sobre el sueldo mínimo donde, por supuesto, se les olvidó decir que es muy bajito. Tras […]

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Los investigadores del Instituto Libertad y Desarrollo están emputados por que algunos quieran elevar el salario mínimo a 250 mil pesos. Sería desastroso, dicen en un documento publicado en su página donde establecen 10 cosas que hay que saber sobre el sueldo mínimo donde, por supuesto, se les olvidó decir que es muy bajito.

Tras hacer una descripción general, cuándo se fijó, cómo se calcula y cuánta gente lo gana -dato que no entregan, pero dan a entender que un montón- los investigadores de la fundación emblema de la derecha advierten las que a su juicio podrían ser las nefastas consecuencias de subirlo a 250.000 pesos.

“Un salario mínimo muy alto termina perjudicando a los sectores más vulnerables socialmente, ya que los deja con una posibilidad reducida de encontrar empleo, por lo que pierden la posibilidad de adquirir capital humano en la práctica laboral. Esto perpetúa la situación de pobreza. Si se estableciera un salario mínimo de $ 250.000, efectivamente ganaría un grupo de trabajadores que podría ver aumentada su remuneración. Pero esto sería a costa de otro grupo que perdería su trabajo o caería al sector informal”.

Además, advierten que también se verían perjudicados los trabajadores potenciales “que verían restringida su posibilidad de acceder al mercado”. Así, vuelven a advertir, “este último factor es muy significativo, considerando las reducidas tasas de participación de jóvenes y mujeres de menores ingresos. Es importante tener en cuenta que en el primer quintil sólo un 25% de los jóvenes entre 15 y 24 participa del mercado laboral, con un porcentaje equivalente para las mujeres de ese quintil. Más grave aún es el hecho de que de esos jóvenes, la mitad no encuentra trabajo, mientras que en el caso de las mujeres un tercio está desempleada”.

Entonces, bajo esa lógica, aseguran -y aunque uno lo dude, sin reír- que “un salario mínimo más alto, en vez de corregir problemas de pobreza e indigencia, corre el serio riesgo de agravarlos, haciendo a estos sectores aún más dependientes de políticas asistencialistas. La conclusión es bastante evidente: un salario mínimo muy alto genera más costos que beneficios a la sociedad”.

Pero ojo, no todo es crítica: los investigadores -buenos mecías- también proponen: la llave, aseguran, está en fijar salarios mínimos diferenciados de acuerdo la capacitación del trabajador. O sea, la vieja lógica de que se esfuercen, de que les cueste para que lo valoren, de que vean que las cosas cuestan como si no costara ya ser pobre.

Bajo esta lógica argumentan que para hacer esta medición “se puede utilizar como un símil la densidad de cotizaciones previsionales para establecer una escala de salarios mínimos crecientes, que se haga cargo de los dos objetivos de la política en forma simultánea”.

Así, un mini mini mini salario mínimo para los más jóvenes, partiendo desde la base de 135.867 pesos fijado por ley para los trabajadores de menos de 18 años y que suba mediante un esquema escalonado de acuerdo a los meses de cotizaciones que tenga el trabajador. Entre más joven, más cagado.

Y cierran con una joyita:

“Un esquema de este tipo presentaría varias ventajas: permitiría que los trabajadores tengan suficiente experiencia laboral; sería un mecanismo de incentivo para la contratación de jóvenes y mujeres, siendo de esta forma una buena herramienta de superación de la pobreza y sería además una importante motivación para el trabajador a formalizar la relación laboral y cotizar en forma efectiva, ya que eso permite acceder a aumentos salariales”.

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