Por Lanacion.com.ar “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban […]
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Por Lanacion.com.ar
“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas, enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente que muchas cosas carecían de nombre y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo”. (Gabriel García Márquez, Cien años de Soledad)
Como en la invención de García Márquez y pese al paso del tiempo, cuando hace unos años el profesor de Filosofía del Lenguaje Jorge Mux empezó a escribir ficción sintió que le faltaban palabras para expresarse. Había, para él, sentimientos, acciones de la vida cotidiana, estados que no tenían su lugar en el diccionario, no podían ser nombrados. Entonces, se dispuso a la tarea de crear palabras nuevas.
Así nació Exonario, primero como un blog y, desde hace pocos días, se convirtió en libro. Se trata de expresiones que no existían y que, en palabras del autor, son “definiciones insólitas, de dudosa justificación, de nombres hilarantes y muchas veces de imposible referencia”. La publicación impresa es una selección de 270 palabras, apenas el 10 por ciento de las que ya se pueden encontrar en la versión digital.
La cuestión es seria: Mux es un estudioso del lenguaje y recurre a sus conocimientos de etimología del griego y el latín para conformar las palabras; luego da una definición, ejemplifica con alguna situación de uso cotidiano y lo ilustra con una foto o dibujo. “La idea merecía llevar un nombre que no estuviera en el diccionario; así nació Exonario, un “catálogo de voces y acepciones nuevas que no pueden encontrarse en un diccionario”, dice Mux a LA NACION. La obra está dedicada a sus “nosumos”, las identidades que hubiéramos tenido si nuestras madres nos hubieran concebido con otra persona. “La condición para que estas palabras estén acá es que no existan en otro lado”, afirma. En el blog, una leyenda pide: “Si alguna de las palabras que aparecen aquí se encuentra también en algún otro diccionario, por favor avísenos”.
Hace algo más de cinco años que este licenciado en Filosofía, escritor y profesor en la Universidad Nacional del Sur, en Bahía Blanca, inició esta cruzada creativa en su blog. Con rigurosidad, durante tres años, cada día fue sumando al menos una nueva palabra; a veces, dos, tres, hasta cuatro. Luego, su entusiasmo se contagió entre los seguidores de su blog, que empezaron a colaborar con palabras y así sumaron miles de nuevas expresiones.
EL DRAMA DE “ENCHULENGUIZARSE”
Por más que la propuesta sea seria desde el punto de vista académico, algunos de los términos encierran definiciones insólitas y en otros, la sonoridad ya provoca una sonrisa. En “Actitudes humanas cotidianas” se lee, por ejemplo, “Aguinaldear” (verbo intransitivo; de aguinaldo): “Malgastar de manera compulsiva una cantidad de dinero que sólo se recibe una única vez”.
En el mismo apartado, Mux lista “Enchulenguizar”, (un verbo intransitivo que proviene de chulengo: parrilla tambor para hacer asados): “Tener el trasero cada vez más grande”. Se explaya para explicar, entre otras cosas, que la “enchulenguización” es diferente según se trate de hombres y mujeres; en el caso de estas últimas se refiere a la que se produce naturalmente después del primer parto, para los hombres habla de una fuerte tendencia entre quienes tienen más de 30, realizan trabajos sedentarios y son afectos a las bebidas alcohólicas y a los asados.
¡SOS UN AGUGLÓNIMO!
“No existís! ¿Sabés qué? Sos un aguglónimo, nadie te registra”, es una frase irónica perfectamente posible para quien maneja el Exonario. Aguglónimo (conformado por la negación a, más google y nombre, en griego) es una “palabra que no arroja resultados en los motores de búsqueda de Internet”.
En la misma sección -se refiere a “Lenguaje y artes discursivas”- se define un “Ensarmentado”: (adjetivo; de en- y Sarmiento, prócer argentino): “Dícese de quien habla como si estuviese leyendo palabras para un acto escolar. La creatividad también llegó a los insultos. “Trasputo” (sustantivo y adjetivo; del latín trans = más allá y putare = juzgar, de donde se deriva “apodo”): “Insulto que consiste en invertir el género del insultado”. Y explica: “Un apodo insultante se vuelve doblemente ofensivo si se le cambia el género. Llamarle ‘gordo cagador’ a una muchacha, o ‘conchita’ a un varón agrega un plus que no está presente en el agravio genéricamente correcto porque el cambio de género es una humillación gratuita y fuertemente discriminatoria”.
FIACA DE SÓLO PENSARLO
Mux, en su libro, también lista una selección de términos que refieren a “Procesos mentales, sensaciones, emociones”. Hay casi cincuenta, entre los que se encuentra la “Metafiaca” (sustantivo; de meta = más allá y fiaca = argentinismo por pereza; adjetivo: metafiacoso): “Sensación de cansancio generada por la posibilidad de la realización de futuras actividades que provocan cansancio”.
También figura una palabra de gran sonoridad: “Bisoliña” (sustantivo; del latín bi = dos y solis = sol), que es la “semejanza que poseen los días feriados con un domingo” y, en su segunda acepción, el “sentimiento de confusión derivado de creer que un determinado día feriado es domingo”.