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Opinión

12 de Noviembre de 2012

Qué tipo raro, Pellegrini

Vía El País Manuel Pellegrini nació en Santiago de Chile, en 1953. Estudió ingeniería civil y se graduó en la Universidad Católica. Jugó de defensa central en la Universidad de Chile, su único club durante 13 años. En 1986 disputó una pelota con un desconocido y, cuando fue a cabecear, el joven le sacó tanta […]

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Vía El País

Manuel Pellegrini nació en Santiago de Chile, en 1953. Estudió ingeniería civil y se graduó en la Universidad Católica. Jugó de defensa central en la Universidad de Chile, su único club durante 13 años.

En 1986 disputó una pelota con un desconocido y, cuando fue a cabecear, el joven le sacó tanta altura en el salto que decidió retirarse. Nadie podía saber que el chico, de apellido Zamorano, se convertiría en uno de los mejores futbolistas chilenos de siempre. Pero se demostró que Pellegrini no solo era un futbolista con estudios universitarios sino también con autocrítica. Un bicho raro en el ecosistema futbolero.

Colgadas las botas, relegó su vocación de ingeniero, mediante la cual colaboró en proyectos de reconstrucción de edificios después del terremoto de 1985, para centrarse en el armado de estructuras más dinámicas: equipos de futbol.

No se rindió tras descender con el club de sus amores en 1988, una loza magnificada por su extraña reticencia a señalar culpas ajenas o a desplazar las propias, y por su ridícula aversión a las declaraciones altisonantes. En 1994 se hizo cargo de la Universidad Católica, de donde se marchó sin demasiado reconocimiento, tras ganar la Copa Interamericana y la Copa Chile. Emigró a Ecuador. Luego, a Argentina. En el trayecto, entre el Liga de Quito y el River Plate, enlazó una sucesión de éxitos que llamaron la atención del fútbol español. Condujo durante cinco años a un Villarreal de juego inteligente y vistoso que llegó a codearse con la crema de Europa en las semifinales de la Champions en 2006. Fue subcampeón en la Liga un año después.

Pero Pellegrini es raro y tiene conductas radicales. Por ejemplo, no vive exclusivamente para el fútbol y considera, por alguna oscura razón, que esa exclusividad lo haría peor entrenador. Sobrelleva con pesar la distancia que lo separa de su familia, que vive en Chile, y cuando termina de practicar, analizar partidos, programar contenidos y planificar los futuros entrenamientos, aun le sobra tiempo. No se mantiene enfrascado y obsesionado con el fútbol, como debería hacer para demostrar su compromiso con la profesión, sino que prefiere escuchar música, ver películas y leer. Un tipo rarísimo.

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