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Opinión

7 de Marzo de 2013

Editorial: Vamos viendo

El año, de verdad, comienza en marzo. Febrero es el último capítulo de una historia que dura doce meses. La gran mayoría veranea en la medida de sus posibilidades, y los que no, parecen trabajar en un mundo algo más lento. Cuando Bachelet dijo “hablemos en marzo”, a nadie le extrañó tanto. Antes de eso […]

Patricio Fernández
Patricio Fernández
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El año, de verdad, comienza en marzo. Febrero es el último capítulo de una historia que dura doce meses. La gran mayoría veranea en la medida de sus posibilidades, y los que no, parecen trabajar en un mundo algo más lento. Cuando Bachelet dijo “hablemos en marzo”, a nadie le extrañó tanto. Antes de eso atravesaríamos un período de inconsciencia, durante el cual nada es más importante que el Festival de la Canción de Viña del Mar. El festival es la verdadera fiesta de año nuevo en Chile. El verdadero “borrón y cuenta nueva”, el momento en que todos somos nada, y el público, llamado “monstruo”, juega el rol de poderoso, dueño de pifias, pájaros y mecheros. Hasta la renuncia del Papa, durante el verano, se vive como una novela en la que han ido sucediéndose capítulos crecientemente atractivos y escabrosos. Esto de que los purpurados tengan mafias gays y casas de putas no deja de ser fascinante. ¿Cómo se sacarán sus vestimentas en las partusas? ¿Rápido, o solemnemente? ¿Se pasearán en pelotas con las cruces colgando o las dejarán antes en un posa cruces? La corrupción del IOR, o Banco Vaticano, al parecer rebasa la imaginación de las mentes conspirativas. No han conseguido ser incorporados a la lista de bancos “confiables” de Europa, y cuando Benedicto puso a un gerente para que lo limpiara (Gotti Tedeschi), lo sacaron de un ala. ¿Quiénes? Según la prensa italiana, el cardenal Bertone. La relación de Bertone y el Papa es un capítulo pendiente. La novela los ha mostrado a ratos cómplices, a ratos inmiscuidos en bandos enemigos al interior de la intriga. Un cura de provincia, indignado por su renuncia, quemó una foto del Papa durante la eucaristía. A Benedicto le derritieron el anillo, voló en helicóptero a Castel Gandolfo, y ha repetido hasta la saciedad, como si fuera un grito de ¡alto al fuego!, que se dedicará a orar y sólo a orar, en una prisión vigilada por monjas. Mientras tanto, los distintos bandos de cardenales se reúnen, comparten confidencias, firman acuerdos y compromisos, hacen y reciben ofertas, es decir, transan y politiquean de lo lindo. Aunque en Chile ya no se pueda fumar ni en el desierto de Atacama, durante días estaremos atentos a una fumarola. Ocho y medio millón de chilenos viajaron por el país. Colapsaron los vuelos nacionales. Yo estuve en La Serena, y vi cómo se estaban construyendo ahí, a orillas de un mar que recién ayer era visitado a lo lejos por algún caminante, enormes edificios, con cientos de departamentos y lagunas artificiales. Comienza un año interesante. Me dicen que hay gente en el gobierno empecinada en terminar con el sistema binominal. La derecha está dividida, y no por simples cálculos electorales. La experiencia del gobierno ha hecho que algunos se sensibilicen ante realidades que otros ideológicamente desprecian. Golborne y Allamand aparecen como monos irrelevantes, incluso menos atractivos que La Moneda.
Volverá Michelle Bachelet, y comenzaremos a saber qué ronda por su cabeza. Escalona ya hace esfuerzos por fijar los términos de la conversación. Los candidatos chicos que participarán en las primarias de la Concertación se notan más ordenados. Al parecer, han decidido pelear entre ellos sin disparar de frente a la candidata reina. Falta ver cómo termina jugando MEO. Si entrara en las primarias daría un golpe a la cátedra, pero hay comedias de equivocaciones que duran años. Marzo arranca de golpe. Minutos atrás se supo la noticia de la muerte de Hugo Chávez. Los teléfonos en Venezuela colapsaron y en estos momentos la web estalla de saludos y contra saludos. No faltan quienes aseguran que llevaba varios días muerto. Maduro sostiene que lo mató el imperio. Ahora mismo se están produciendo movimientos de tropas en Caracas. El Alba lo llora a mares, como si un santo hubiera partido. Hasta sus enemigos decían que era simpático. Cierto monarca lo hizo callar un día, pero “el que nace chicharra, muere cantando”. Pasará al panteón de los íconos de la izquierda. Se convertirá en bandera, cartel, gorro y camiseta. Los más entusiastas le llamarán siempre “comandante”. Su entierro será apoteósico. ¡Qué ganas de presenciarlo! Vamos viendo, 2013.

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#2013#Bachelet#Chávez#papa

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