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Opinión

2 de Abril de 2013

Hoy: La señora Regina, el tango y los pasajes a Turín

* El embajador de Chile en Italia, señor Óscar Godoy, propuso y obtuvo para Chile la nominación como Invitado de Honor al salón del libro de Turín, a realizarse en mayo. Ni Chile, como país, ni la Cámara chilena del Libro han participado jamás de este salón, básicamente porque no era de importancia para la […]

Pablo Dittborn
Pablo Dittborn
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El embajador de Chile en Italia, señor Óscar Godoy, propuso y obtuvo para Chile la nominación como Invitado de Honor al salón del libro de Turín, a realizarse en mayo. Ni Chile, como país, ni la Cámara chilena del Libro han participado jamás de este salón, básicamente porque no era de importancia para la industria chilena, que años atrás no contaba con un programa de subsidio a las traducciones de autores chilenos a otras lenguas, como sucede hoy, y porque los escasos recursos de los cuales dispone la industria chilena la obligan a priorizar otras Ferias en América Latina.

La postulación hecha por el señor embajador no fue consultada con el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, y el Consejo Nacional del Libro y la Lectura le manifestó que con la FIL Guadalajara y Liber Madrid, en donde Chile ya era y es país invitado de honor, no había capacidad para aceptar otro nombramiento. Tampoco se consultó con ninguna asociación gremial de la industria del libro, quienes fueron absolutamente sorprendidos con esta postulación/designación. Esto no es nuevo en nuestra industria: ya en una oportunidad tuvimos que improvisar una delegación a Suiza por un acto tan voluntarista como este. Como anécdota, cuando se informó de esto en una reunión del Directorio del CNCA un miembro del mismo, que había sido embajador anteriormente, me comentó sotto vocce: “No hay nada más peligroso que un embajador con ideas”.

¿Cómo se resolvió esta situación?

La DIRAC, Dirección de asuntos culturales del Ministerio de Relaciones Exteriores, se puso con diez pasajes para que representantes de la industria chilena asistieran. Los pasajes se repartieron así: cinco para la Asociación de Editores Independientes; tres para la Cámara chilena del Libro y dos para La Furia del Libro. Aquellos editores que no pertenecen a ninguna de estas tres asociaciones, han quedado fuera, independiente de su calidad y del prestigio de su catálogo, como es el caso de la editorial de la Universidad Diego Portales.
¿Con qué criterio se fijó esta distribución?

Probablemente, la señora Regina Rodríguez, funcionaria del Ministerio de RREE, haya aplicado la fórmula Discépolo, que como dice en su famoso tango Cambalache, “el que no llora no mama”. Porque aquí los más favorecidos fueron quienes armaron el mayor griterío cuando se conocieron las invitaciones para la Feria de Guadalajara, México, reclamando que habían sido perjudicados y que la lista de invitados no correspondía a la realidad del mundo editorial chileno, etc. etc.. El otro criterio que pudo haber utilizado la buena señora Regina también tiene su origen en Argentina y está definido como las razones lírico-genitales, vale decir, porque se le cantaron las pelotas. ¿A quién le corresponde definir este tema y con qué criterio? No lo sabemos, pero está muy claro que a ella no. Sus amistades y sus preferencias no deben jugar ningún papel y menos si se trata de asignar fondos públicos. Ella viene de otra repartición pública, ProChile, en donde utilizó los mismos criterios o descriterios. Lo atrabiliario, soberbio y despótico de sus decisiones son conocidos en el ambiente editorial, lo que no sabemos es hasta cuándo tendremos que tolerarla.

Esto no termina acá. Con los cinco pasajes asignados, la Asociación de Editores Independientes hizo un sorteo y fue el azar o la “cueva” la que determinó en la mayoría de los casos quiénes asistirán a Turín. Los años de trayectoria editorial, la cantidad de títulos publicados, la calidad del catálogo, la factibilidad de exportar derechos de autor no tuvieron nada que ver en la determinación.

Las editoriales en todo el mundo se ganan su prestigio por la calidad de su sello, por sus autores y por el trabajo de sus editores y no necesariamente por su tamaño, su pretendida independencia y mucho menos por su militancia. La condición de “independiente”, además, no constituye un valor en sí, es solo una autonominación para establecer una diferencia basada, en la gran mayoría de los casos, en prejuicios u opiniones erradas sobre las otras editoriales. Es muy importante que exista una gran cantidad de editoriales en todos los países para poder dar cabida y salida a la producción intelectual, y para esto existen en Chile una muy buena cantidad de recursos para la creación y el desarrollo, que ojalá fueran más. Pero no basta ser pequeño, escaso de fondos o independiente para acceder y ganar esos concursos, hay que presentar buenos proyectos y que signifiquen un aporte. Lo otro es pedir limosna y caficharle al Estado.

La industria editorial en Chile es pequeña y frágil y no tiene ningún sentido generar competencias absurdas y rivalidades en muchos casos infantiles, como por ejemplo sobre “quién la tiene más grande” o “quién es capaz de mear más lejos”. Intentar impresionar con esos argumentos me parece una vulgar pérdida de tiempo. Las autoridades, nacionales y extranjeras, han detectado esto y lo único que se ha logrado es generar un mal ambiente para el libro chileno. La barrera de entrada a la actividad editorial no es alta, por las ayudas que hay y porque basta editar un par de libros al año con una muy baja tirada y ya alguien se ha constituido en editor, por lo tanto la sola cantidad de socios editores no constituye ningún referente por sí solo para ninguna asociación.

La Feria del Libro de Guadalajara nos dejó una tremenda información sobre cuáles eran los títulos, autores, temas y editoriales más demandadas entonces. ¿Por qué ahora no se aprovecha esa información para tomar decisiones en lugar de la torpeza autoritaria de una funcionaria de cuarta?
Nos vemos en Turín.

* Pablo Dittborn, La Fiera del Libro, CEO de La Copa Rota, grupo de empresas The Clinic.

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