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Opinión

27 de Junio de 2013

Érase una vez el Clinic

Por entonces, a mediados de los noventa, recién se había instalado la democracia, y la cartelera era tristemente pobre en noticias del acontecer político, seguían privilegiándose los ecos mediáticos de la dictadura y las condolencias de impunidad en el sermón de “justicia en la medida de lo posible”, era el discurso pacificador que blanqueaba la […]

Pedro Lemebel
Pedro Lemebel
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Por entonces, a mediados de los noventa, recién se había instalado la democracia, y la cartelera era tristemente pobre en noticias del acontecer político, seguían privilegiándose los ecos mediáticos de la dictadura y las condolencias de impunidad en el sermón de “justicia en la medida de lo posible”, era el discurso pacificador que blanqueaba la rabia acumulada. Quizás, porque la rémora dictatorial aún asustaba a los recién electos mandatarios con sus bravuconeadas de sables y ejercicios de enlaces, la opinión pública trataba al pasado régimen con palabras educadas por la temerosa transición. La paranoia de la transición. Con esa excusa, muchas figuras de la tele dictadura seguían instaladas cómodamente en la pantalla haciéndose los demócratas, indiferentes a los cambios políticos ocurridos luego del plebiscito.

Además eran muy pocos los que leían, la gente solo veía tele, o la tele veía a la gente, y por eso la pantalla se encargaba de ordenarle la vida a la multitud televisera, (igual que hoy). Se podría decir con propiedad que la televisión post dictadura, lavó la cara y las manos de los personajes que propagandearon la época siniestra. Entonces la tele era la opinión y este diario vino a desarmar un poco el protagonismo reaccionario de la pantalla. En ese contexto apareció El Clinic, en un momento que era necesario develar esta complicidad para que entrara oxígeno a los medios de comunicación.

Al comienzo, el Clinic no fue tomado en serio por su iracundo humor y su desparpajo en retratar a la derecha en su oscuro pacto con la milicada. Solo el arresto en Londres del ex tirano nos puso un poquito felices y le dio la oportunidad a este medio de aparecer en público cuando no era fácil instalar un diario tan vanguardista y en aquel formato periodístico. Muchos pensamos que no duraría mucho, con la experiencia de otros medios alternativos que naufragaron en las aguas de la subsistencia. Porque la democracia nunca pensó crear medios de comunicación para empatar la voracidad mediática de la derecha.

El Clinic apareció en plena transición. Siempre se dijo que estábamos en transición, un recurso discursero para alargar inevitablemente la aplicación de la justicia. La famosa transición, al correr los años concertacionistas, se transformó en el epitafio de los casos de derechos humanos que nunca tuvieron un eficaz desarrollo judiciable. La transición, la página sucia de la historia. La transición, palabra muy dudosa, que ha extendido su manto de impunidad hasta el día de hoy sin poder clausurar la época mas escalofriante de la historia de Chile.

Al comienzo el Clinic, fue un panfleteo divertido de la clínica con barrotes de Pinochet en Londres, una forma de aplauso a este gesto tan esperado por todos los que nos habíamos rascado las costras en dictadura. Pero luego al pasar el tiempo, los años le dieron una visibilidad político cultural, y fueron muchas las voces que desfilaron en la tarima burlesca del criticado diario; todos los temas, todas las opiniones, todas las tallas envueltas en un humor, a veces de patota revoltosa de cuarto medio cuico, a veces demasiado anti comunista, a veces con ribetes homofóbicos o misóginos, era mi critica en el tiempo que trabajaba de cronista allí. Ahora pienso que es difícil replantear la burla cuando está confeccionada desde el patriarcado. El tema del humor le pertenece al patriarcado que sigue revoloteando sin pudor en su carcajada neoliberal.

A pesar de todo, fueron tiempos de aprendizaje, tiempos de tratar de instalar en los kioscos el formato rupturista tan difícil en Chile. Antes había sucumbido Página Abierta, una revista político cultural que duró hasta comienzo de los noventa. Pero el Clinic superó esos tiempos incitando al ultraje del conservadurismo y la hipocresía.

Por eso en este aniversario de 500 números, solo queda felicitar el largo esfuerzo por intentar culturizar a la clínica audiencia, la diversa audiencia que se mata de la risa en un país donde el Clinic resplandece en los kioscos como un panfleto ilustrado de colorido papel.

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