Los Smart TV de hoy no nos hacen más libres

Es notable que a un año de aprobarse en el Parlamento Europeo la normativa de la televisión híbrida, recién en Chile estemos aprobando la digital. En este contexto los canales de tv abierta, oligopolio de intereses múltiples en un entorno amenazado que está resguardando lo que tiene, un bolsón de audiencias que decrece sostenida e irremediablemente. No van a invertir en más o mejores contenidos sino que sencillamente en tecnología para asegurarse este salto en imagen, sonido y algún tipo de interactividad.

En la práctica se verá que el escenario no va a cambiar mucho respecto de lo que hoy se ofrece en diversidad de contenidos a escala masiva. Y en el camino van a surgir y morir canales de corta duración tendiendo igual a la concentración de medios, escenario natural de competencia de los grandes grupos económicos en los campos donde invierten. No llegaron precisamente para diversificar y -dada la evolución de la inversión publicitaria- tampoco para obtener grandes utilidades. La televisión abierta no es un gran negocio respecto de otras industrias televisivas como la de pago o internet.

¿Se crearán más canales o no cuando debute la nueva ley de televisión digital? ¿Hay interés en Anatel, como gran asociación de los principales canales que tienen cobertura nacional, de establecer esta creación de nuevas señales? Si llegara a ser así ¿de dónde saldrán los fondos para solventarlos? ¿Se otorgarán subsidios eficientes que incentiven el ingreso de nuevos operadores que hagan viables sus proyectos en el mediano y largo plazo?

La Unión Europea estableció en su normativa que los canales abiertos de televisión son bienes culturales y sociales, no simples empresas o corporaciones. Lo que buscan es no perder de vista que al operar y emitir contenidos, los canales de televisión son generadores de impactos e impresiones sociales de las que se deben hacer cargo. Y además, en el nuevo ambiente tecnológico de conjunción de insumos para las grandes pantallas inteligentes en los hogares –señal free, de pago, computadores, tables, set top box, reproductores blu ray o dvd, consolas de juego-, en su mayoría con opciones de navegar por internet, asegurar una cierta neutralidad respecto a la venta de aparatos de televisión que no sesgue el acceso a contenido y que sea el usuario quien pueda programar su propio menú y decidir su ruta de inicio. Eso en Chile no está regulado y de hecho está entregado a acuerdos entre proveedores de contenidos, fabricantes y tiendas que los distribuyen. Una aberración de acuerdo a la normativa europea.

Hoy compras una tele o un reproductor blu ray del tipo smart y ya vienen predefinidos sus menús de acceso con ciertos canales y sitios webs como Youtube, Netflix o Facebook. Te fijan unilateralmente cuál es tu puerta de entrada preferente a los contenidos web, a qué canales o portales te vas a conectar, y finalmente es un desincentivo al uso además de atentar contra la libertad de elección.

La ley de televisión digital -que se discutió durante los últimos cinco a seis años y que está pronta a ser promulgada- no se preocupa de este aspecto importante en el contexto actual. Eso es algo que acá nadie advirtió y que a la larga puede permitir robar datos por televisión sin que nadie lo resguarde. Imagina que tú quieras usar un televisor para navegar y hacer compras, realizar trámites bancarios o en algún organismo público; ¿alguien garantiza que no te puedan hackear tus datos personales o que te transformes en parte de alguna base de datos ajena fruto de tus transacciones o tu navegación por el smart TV?

La regulación que plantea el Parlamento Europeo obedece al resguardo de tráfico de datos en estos televisores smart. Tienen absoluta neutralidad sin menús predefinidos y completa garantía de búsquedas privadas. Cualquier navegación en televisión no deja rastro y los proveedores deben asegurar que no habrá utilización de datos de ninguna especie.
Hay que sincerar que la discusión que compete hoy no es por la televisión digital sino la híbrida, en la que una buena parte de las audiencias jóvenes y adultas –usuarios activos- ya están inmersos. Por eso, realmente esta nueva ley está llegando muy tarde. ¡Cuándo vamos a discutir eso en Chile!, ¡quién va a dar el primer golpe!

A mediados de la década pasada se calculó que el salto a la digitalización en Chile costaría a la ciudadanía sobre dos mil millones de dólares en la renovación de los televisores. Los canales, los proveedores de tecnología y la industria de los aparatos de televisión ha hecho lobby permanente con las autoridades de gobierno en pro de sus intereses; lo mismo los sectores ciudadanos en resguardo de la diversidad de actores. Tiene que ser la Subtel quien vaya resolviendo estas materias técnicas y de factibilidad de transmisión, junto con fijar los requisitos que tienen que cumplir los proveedores de aparatos. Son relaciones que si no se transparentan se prestan para establecer cierto tipo de colusión en precio y oferta, significando mayores trabas al libre acceso. Se debe garantizar también la navegación sin trabas o el no formateo de los menús de ingreso a la web en los smart TV.

El Ejecutivo, los canales de Anatel, los cableoperadores o los de TV satelital y los proveedores tecnológicos están tan apremiados por promulgar y hacer debutar la ley de televisión digital a propósito del mundial de fútbol Brasil 2014, que al final da lo mismo si la tv digital parte en abril o en junio. No se tiene conciencia del mundo que se está abriendo.

*Académico UC
Analista y consultor de televisión