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Reportajes

27 de Abril de 2024

Perfil al vendedor ambulante: la mayoría sin permiso es extranjero, tiene enseñanza media completa y puede ganar hasta 1 millón de pesos al mes

El 83% de los vendedores ambulantes de las vías públicas de la Región Metropolitana dicen estar muy satisfechos con su modalidad de trabajo, según el estudio impulsado por el Gobierno Regional y el Centro de Políticas Públicas UC. The Clinic realizó un recorrido por las comunas de Providencia, Santiago, Estación Central, Recoleta e Independencia para conocer cuál es la historia de las personas detrás de este negocio. En ventas, generan en promedio 40 mil pesos al día y hasta 1 millón de pesos al mes. Quedarse en la calle, a veces tiene que ver con la libertad en la informalidad. Pero sobre todo, con que en ninguna otra parte han encontrado un trabajo que pague tan bien. Es, además, un mercado sin ley: del total de vendedores extranjeros, el 91% no tiene permiso. Casi la mitad de ellos, no tiene visa. "No se va a solucionar solamente con represión de la policía", dice Claudio Orrego.

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En la calle San Francisco de Borja 1368 en Estación Central, existe una bodega de 100 m2 hecha de paneles de zinc protegida por un portón azul y cables de alta tensión enrollados en espiral. Aquí, la Municipalidad de Providencia trae cada día toda la ropa, accesorios, artesanías, juguetes y zapatos que le incauta a los vendedores ambulantes de la comuna.

Los productos los meten sin clasificar en cientos de sacos. Luego, entregan esas bolsas a la casa de remates Blaessinger, una empresa que liquida los productos a cambio de una comisión. El remate, además de beneficiar a las arcas municipales de Providencia, también lo hace a comerciantes establecidos que buscan cachivaches y productos a bajo precio para sus tiendas. 

A veces, entre las bolsas rematadas se les cuela un pedazo de plástico o cholguan, que no es más que un trozo de los improvisados muebles usados por los comerciantes ambulantes, que terminaron destruidos en las incautaciones de carabineros y separados por error en las bolsas. Entre medio de palos que fueron sillas, plásticos que fueron mesas y cajas que fueron vitrinas, puede que haya un llavero, que Pilar (58) tejió en su casa en San Miguel, para venderlo en la vereda de Avenida Providencia.

Pilar no siempre ocupó el mismo puesto sobre el cemento, pero siempre estuvo en la misma comuna. “En los ’80 nos poníamos cerca de la casa de unos jueces, un poco más arriba por la avenida. Ahí sí que aprendimos a correr, habían Carabineros por todas partes. Se parecía a lo que es hoy día, que pueden llegar tres o cuatro veces a llevárselo todo”, dice. Mientras, se asoma por atrás de un quiosco de flores, que la esconde hacia la calle para ver si viene o no viene la micro, que es como le dice a la patrulla policial. 

Ella es parte del 49% de mujeres promedio que contabilizó el Estudio de Caracterización del Comercio Ambulante en la Región Metropolitana, ejecutado por el Gobierno de Santiago a través del Centro de Políticas Públicas UC y la Cámara Nacional de Comercio. Representa también, al 16% que tiene entre 50 y 59 años, al 58% de los comerciantes de nacionalidad chilena y al 64% que declara ser jefa de hogar.

Foto: Agencia Uno. Providencia.

Como el 41% de los comerciantes ambulantes, Pilar tiene la enseñanza media completa. Lo particular en su caso, es que también es parte del 9,5% que logró completar la enseñanza técnico profesional. Estudió Administración de Empresas a los 18 años. Después hizo el curso del OS10 para guardia de seguridad y luego, cursó secretariado. Ha trabajado en todo eso y mientras lo ha hecho, ha estado fuera de la calle. Pero ahora, que tiene una enfermedad arterial en la pierna por el colesterol y por el cigarro. También tiene varios “no” en entrevistas de trabajo. Por eso volvió a la calle, igual como lo ha hecho cada vez que ha necesitado.

“No es que me guste este estilo de vida, es que lo necesito para mantener la casa y para mi hija que va a la universidad. Si tuviese un trabajo que me diese un sueldo para poder vivir en este país, porque con 500 mil pesos no se puede, sí lo tomaría. Cuando no hay pega, a la calle, cuando hay, a la pega”, dice.

Pilar cuenta que ahora está postulando a un trabajo en la Junaeb para ser cocinera en un colegio. Le podrían pagar 800 mil pesos al mes. “Yo quiero trabajar. De verdad, quiero trabajar. Ya estoy cansada de andar corriendo y perder plata cada vez que me quitan los llaveros”, agrega.

Cristián Crespo, que es subdirector de Investigación Aplicada del Centro de Políticas Públicas UC y participó de la caracterización, asegura que la principal razón que respalda que la gente escoja vender en el comercio ambulante, es que esas personas no son capaces de acceder a un sueldo en el trabajo formal. Menos, que esté al mismo nivel que el que consiguen vendiendo en la calle. La mediana del ingreso por día es de $35.000 pesos según el estudio. Las ganancias varían por comuna, por cantidad de días trabajados y por producto. Si la venta se hace de lunes a sábado durante 8,3 horas, el promedio de sueldo al mes es de $960.000 pesos, explican desde la UC. 

Foto: Agencia Uno.

Además de las artesanías y los llaveros que vende Pilar, la mujer también comercializa queques en los meses fríos y las humitas que vende entre diciembre y marzo. Cuenta que con ello puede hacer más o menos $15 mil al día. $65 a la semana. $300 al mes. “Las vacas, están flacas”, según ella misma cuenta.

Durante 10 años, la gente que trabaja en Providencia —no la que vive, porque la gente que vive aquí, no te compra, –dice—, ha sido su clientela fiel. Incluso, un gerente comercial de una empresa que queda en otra esquina, le ofreció un lugar en la puerta de su edificio para que se instalara ahí. Ella le dijo que no, porque perdería al resto de los clientes.  

Aún así, le siguió vendiendo humitas todos los viernes, “las lleva para la playa con su señora y los niños”, cuenta Pilar, mientras sigue asomándose hacia la calle detrás del quiosco de flores que la esconde, cada un minuto.

Los vendedores ambulantes y la inseguridad

Según el estudio de la gobernación y la UC, un 95% de las personas que ejercen el comercio ambulante interactúa con otras personas del sector. La mitad de esas interacciones son con otros vendedores y se caracterizan por el saludo, el “buenos días”. Contrario a eso, el conflicto clave, es por la gestión del puesto. Un espacio, que cerca del 60% de los transeúntes y compradores, no tiene idea si está regular, o no. 

Foto: Felipe Figueroa. Alameda.

Por ejemplo, si se camina por las afueras de la Estación Central que conectan con la entrada al Barrio Meiggs, no hay cómo saber qué puestos, qué toldos, qué loteos de espacio comercial callejero son legales o no. “Pero a la gente no le importa eso”, dice Andrés (40), vendedor ambulante de calcetines y lentes de sol en la Alameda. “A la gente le gusta lo ilegal”, continúa.

“Una de mis técnicas cuando no están seguros si comprar o no, es mentir, pero en buena. Les digo: ‘Esto se lo robaron hace poquito, viene recién salido del horno’. Es que a la gente le gusta eso… Le gusta comprar cosas robadas porque quiere comprar original, pero más barato”. 

Andrés cuenta que gana entre 50 mil y 100 mil pesos diarios, en los días que le va bien. Trabaja vendiendo en la calle desde los 14 años, porque su papá trabajaba en la calle y lo sigue haciendo.

En este período, eso sí, comenta que le va bien con los calcetines, porque unos chinos en Barrio Meiggs le venden réplicas de marca. “Igual no es como estafar a la gente, porque son de buena calidad. Creo que el discurso, la labia, es parte del don que se necesita para vender. Uno nace con eso, porque la calle no es cualquier cosa”, comenta. 

Foto: Felipe Figueroa. Estación Central.

No lo es para él, por la cantidad de robos y venta de droga que ve a menudo en Estación Central. Cuenta que igual, eso no le perturba tanto, que es “pan de la calle”, y que por suerte, a él nunca le ha pasado nada. Al 81% de los vendedores encuestados en el estudio UC, tampoco. Solo un 16% aseguró haber estado expuesto a delitos. La exposición a delitos para los vendedor ambulantes varía según comuna con un 45% en Independencia, un 28% en Maipú y 27% en La Florida. Estación Central, no figura entre las más expuestas. 

El mayor delito que viven los comerciantes ambulantes, es el “hurto por sorpresa”, que marca un 79% del total. A Andrés no le ha pasado, pero unos puestos más allá, están Nelson (44), José (54) y Jaime (60), quien opinan que el robo, se lo hacen los Carabineros cada vez que vienen a fiscalizar. “Ya estamos cansados de perder plata. Nos pueden llegar a quitar 300-350 lucas de una. Eso no se recupera. Yo siento que ellos nos están robando a nosotros. Si estamos haciendo 35 mil al día, después de los gastos de arriendo, comida y mandar plata para Venezuela, nos quedan 100 mil para vivir. Recuperar lo que se llevan, es imposible”, señala Nelson, detrás de una mesa llena de zapatillas deportivas negras y de tela horadada.

El 42% de los vendedores ambulantes son extranjeros. En este caso, los tres hombres nacieron en Maracaibo, pero se conocieron en Estación Central. Nelson cuenta que llegó al sexto año de ingeniería, José era policía de ciudad y Jaime se retiró del negocio de la fruta. Los tres cuentan que están satisfechos con su trabajo en la calle, igual que el 83% de los comerciantes caracterizados en el estudio.

“La zanahoria y el garrote”

La muestra realizada por la Universidad Católica, se desarrolló a partir de una petición del gobernador de Santiago, Claudio Orrego, quien desde su cargo ha reflexionado sobre cómo combatir el comercio irregular.

“Romper algo que es tan conveniente, es muy difícil. De hecho, una de las cosas que a nosotros nos llamó la atención fue que solo el 38% estaría dispuesto a salir del negocio de la calle”, explica Orrego.  “La única manera de que la gente salga, es que sea muy costoso vender en la calle. O sea, que le decomisen la mercadería por fiscalización. Pero al mismo tiempo, tienen que tener una alternativa para subsistir. La zanahoria y el garrote tienen que ir de la mano. Una de las dos sin la otra, no alcanza”, agrega.

Antes de llegar al comercio ambulante, Nelson trabajaba en una construcción por $450.000 pesos al mes. No tenía papeles, aún no los tiene, pero ahora gana $1.000.000. “Si tuviese la oportunidad de tener trabajo en otra parte, no la tomaría”, dice. “En otras empresas nos explotan y ganamos menos. Mi sueldo aquí es justo. Hay que estar corriendo y pendiente de los Carabineros, pero al menos, soy mi propio jefe”. 

Jessica (37) trabaja para su cuñado en un carrito de ceviche peruano. A este tipo de producto, los especialistas del estudio lo nombraron “la economía de nostalgia”, para describir así a la venta de productos que le recuerden a los extranjeros su país de origen —como el ceviche, o las arepas—.

En el pasaje angosto en el que trabaja, cercano a Tirso de Molina, el olor de su ceviche se mezcla con el pollo apanado sumergido en el aceite del carro de al lado y con el olor a fruta pasada que se siente desde La Vega. En una de las esquinas, del pasaje un hombre sujeta su cuerpo contra la cortina de metal de una tienda clausurada, allí sin ocultarse consume cocaína.

Foto: Felipe Figueroa. Recoleta.

Jessica lo mira desde la esquina y dice: “Lo de la nostalgia ya no funciona mucho eso sí. Hoy día la gente se mete al cuerpo lo que sea”. 

31% de los comerciantes considera que el lugar donde vende es peligroso por el crimen y la droga. Al respecto Claudio Orrego indica que: “No puede haber una buena estrategia de prevención del delito en la Región Metropolitana, sin una buena estrategia en contra del comercio ambulante(…) no es que todos sean delincuentes, hay gente honesta, pero, de alguna forma, se produjo una tormenta perfecta para que todo se desbordara”. 

El gobernador agrega que cree que “no se va a solucionar el problema solamente con represión y presencia de la policía. La Delegación Presidencial a cargo de la estrategia de seguridad, está colapsada en la contingencia. Les cuesta mucho sostener una estrategia a largo plazo. Aún no han podido convocar a una mesa multisectorial”, dice. 

A pesar de eso, asegura que la gobernación ha invertido 128 mil millones de pesos en carros policiales, alarmas comunitarias y cámaras de tele-vigilancia en distintos municipios. También en la ampliación de 1000 cupos para formalizar a la gente en el comercio ambulante a nivel regional. Pero “ha costado, porque, la gente dice ‘me formalizo, pero tiene que ser aquí, en mi lugar’, que son los mismos lugares donde se han puesto siempre, donde está su clientela y donde también se ha armado el foco de violencia y delincuencia”, dice. 

Foto: Felipe Figueroa. Recoleta.

Conseguir un permiso municipal para vender de forma regular en la calle no es fácil. Una encuesta realizada por el Departamento de Estudios de la Cámara Nacional de Comercio, Servicios y Turismo de Chile, revela que durante el segundo semestre de 2023, el 42,3% de los encuestados reportó la presencia de comercio ilegal cerca de sus negocios. La cantidad de gente que opta por este trabajo informal, va en aumento. Además, dentro de este grupo, la tasa de victimización por delitos cometidos en presencia de los vendedores ambulantes asciende a un 74,3%. Son razones que podrían justificar el no fomentar el comercio en la calle. 

Desde el Centro de Políticas Públicas UC, Cristián Crespo afirma que “hay una insatisfacción grande de los comerciantes respecto a los municipios, porque no existen mayores cupos para postular a los permisos.  El 72% de los vendedores ambulantes que entrevistamos, no contaba con permiso municipal. De el 42% de los vendedores extranjeros, el 91% no tiene permiso”.

En el Barrio de las Telas en Independencia, la formalización al menos, ha propiciado un orden en la vía pública. En vez de telones extendidos por las veredas llenos de más y más telas, ahora están las clásicas tiendas y solo algunos toldos azules en la calle con materiales para coser y bordar. Bajo la sombra de uno de ellos está Sulema Santa Cruz (32), justo en el borde de la esquina de Avenida Independencia con calle Lastra.

Foto: Felipe Figueroa. Santiago.

De todos los lados del cuadrado del toldo, cuelgan los hilos, cuerdas de caña, cintas y elásticos que vende. En su interior hay mesas de plástico llenas de tijeras, botones, pinzas y palillos. Por el borde, cajas de fruta sostienen más hilos gruesos, de todos los colores. En enero, una camioneta dobló por Lastra hacia la avenida principal y cuando tomó la pequeña curva, la puerta se enganchó a una de las cintas de encaje y derribó todo el toldo y la mercancía sobre Sulema Santa Cruz.

Los vecinos la ayudaron a salir y a recoger la mercancía. “Al final de la tarde logramos recoger todo”, cuenta hoy, “salvo los botones, ya no valía la pena. Tenía mucho dolor de cabeza, de espalda y estaba llena de moretones”. Cuando llegó Carabineros, ella les mostró el permiso municipal que había tardado tres años en conseguir. La ayudaron.

Sulema Santa Cruz cuenta que eso es lo más difícil que le ha pasado en la calle y que agradece que su hija Cristina, de ocho años, no haya estado ahí. El 66% de los comerciantes ambulantes encuestados por el Centro de Políticas Públicas UC, asegura vivir con al menos un niño. Cristina ese día estaba en el colegio. Había llevado una lonchera que su madre le prepara todos los días, porque prefiere mandarle comida de la casa. 

“Todavía puedo pagarlo. Toda la vida he sido muy ordenada. Si gano 60, invierto 40 en nuevos materiales y llevo a la casa 20. Trabajo cinco días a la semana y descanso uno, para ir a buscar a la Cristina. El sueldo alcanza para pagar mi pieza y la de ella, pero también para que a veces salgamos a pasear”, cuenta.

Foto: Agencia Uno. Paseo Ahumada.

El Paseo Ahumada en Santiago, es otro sector donde la regularización ha eliminado a la mayoría de los comerciantes ilegales. En el principal paseo comercial del país hoy se puestos establecidos uno al lado del otro, con mesas firmes, sillas y vitrinas. Incluso, hay un carro naranjo de jugos frutales que hace 10 años fue financiado por un proyecto FOSIS. 

Ahí trabajan Karla (44) y su marido Marvin (44), que llegaron desde Bolivia hace 20 años. “El orden no significa que nos vaya mejor que a los otros eso sí”, aclaran ambos. “Acá estamos raspando la olla igual, porque estar con patente significa que hay que pagar 700 mil pesos al año en pagos semestrales. La gente puede pensar que eso es poco, pero nosotros vendemos jugos de fruta cara a $1.500 pesos”, enfatiza Marvin. 

Por el paseo peatonal solo transita un auto. Es el de la inspección municipal. Se abre paso lento entre la gente que lo trata de esquivar torpemente, pero sin prisa. “Solo se cola una que otra mantita en el suelo cuando la seguridad desaparece”, cuenta Karla. Bajando 15 minutos por la Alameda en auto, llegando al Portal Edwards, la escena cambiará drásticamente. Ahí volverán a ser las mantas ambulantes las dueñas de la calle.

Foto: Agencia Uno. Paseo Ahumada.

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