La ilusión óptica de Bachelet

Ni duras ni blandas, tampoco suaves, ásperas quizás. Así es la columna de este fin de semana de Carlos Peña en El Mercurio sobre la baja a 54 puntos de Michelle Bachelet.

Peña, hombre ligado a la academia a través de la rectoría de la Diego Portales, apunta a un fenómeno central del comportamiento político de la Mandataria: un problema de mirada con la reforma educacional. Y no cualquiera. Podría ser desde miopía o estrabismo, pero Peña lo circunscribe a que las grandes ideas detrás de esta modificación, la “buena nueva” para la ciudadanía, no llega por ningún lado.

¿Qué pasa entonces? Peña lo describe así: “El problema de la Presidenta Bachelet es que está presa de una ilusión óptica: ver en el malestar de una generación el malestar de la sociedad entera”.

“El Gobierno parece estar preso de un gigantesco malentendido, de un simplismo increíble. Él consiste en creer que las manifestaciones estudiantiles del año 2011, y las que le siguieron, son el síntoma de un movimiento subterráneo que sacude a la sociedad entera”, escribió Peña.

A juicio del comentarista, las situaciones que derivan en los problemas comunicacionales de La Moneda con la reforma educacional, van desde los trajes elegantes del ministro secretario general de Gobierno, Álvaro Elizalde, hasta la cara de niño sin independencia del titular de Interior Rodrigo Peñailillo. Lo dice con esa crudeza.

“Pero esos defectos no logran explicar el fenómeno. Creer que una comunicación más sagaz o una voluntad más firme y autónoma resolverían el problema, es de una simpleza mayúscula. La política es más compleja que la habilidad para elaborar relatos o la firmeza de la voluntad. Es mucho más que sagacidad para comunicar o fuerza para imponer. La política no es ni una variante de la comunicación corporativa, ni una forma de la disciplina organizacional. Ni cosa de periodistas, ni asunto de gerentes”, apostilló Peña.

De allí que, según Peña, los ciudadanos estarían incubando “un rechazo al cambio”. A su juicio, “para remediar el problema, el Gobierno debiera, de acuerdo con este diagnóstico, mejorar su relato y enterar a las audiencias masivas de la racionalidad de lo que persigue”.

Peña recomienda a los “speechwriters”, esos sujetos que nunca se ven, pero que le escriben todo a las autoridades, que trabajen con más dedicación, que operen con los editores de los diarios, que mejoren y afinen los estudios de audiencia. Y, de nuevo, le pide a Elizalde que se preocupe “más de la persuasión que de sus trajes”.

El académico también lanzó sus dardos en contra de la ministra Rincón, quien junto con Peñailillo no habrían logrado un grado de coordinación política, que se ve refrendada con la incapacidad de sintonizar “con la gente, con su experiencia vital, con su memoria y su biografía. Y ahí está el problema”.

“Lo que muestra la evidencia disponible es que la mayoría de las personas ha vivido las transformaciones de las dos últimas décadas (que antes tomaban dos o tres generaciones) como el fruto de su autonomía y de su esfuerzo personal. Se sienten, es verdad, y con toda razón, molestas con la desigualdad; pero orgullosas con lo que ellos han logrado. Esperan, entonces, ideas para resolver la desigualdad, pero no gestos que devalúen sus esfuerzos personales y su trayectoria vital”, estimó.

Otra de las consecuencias, escribió Peña, es la “actitud redentora y evangélica del asistente Palma Irarrázaval o del ministro Eyzaguirre”. Dice que “simplemente” molesta.

“¿Desde cuándo quienes han cambiado su vida a punta de esfuerzo personal deben tener como redentores o guías a quienes, comparado con el de ellos, hicieron casi ninguno?”, se preguntó.