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Cultura

22 de Enero de 2015

Crítica: El profesor distraído

Todo “Facsímil” está codificado sobre la asimetría entre lo menor y lo mayor. La PAA, la PSU, las pruebas en general, son mecanismos que los padres y profesores, la sociedad de los mayores, emplean para que los estudiantes no se salgan de la línea que conduce al éxito social. Esa es la tesis de “Facsímil”; […]

Tal Pinto
Tal Pinto
Por

alejandro-zambra

Todo “Facsímil” está codificado sobre la asimetría entre lo menor y lo mayor. La PAA, la PSU, las pruebas en general, son mecanismos que los padres y profesores, la sociedad de los mayores, emplean para que los estudiantes no se salgan de la línea que conduce al éxito social. Esa es la tesis de “Facsímil”; y es una idea básica, porque los efectos de la socialización son familiares hasta para los menos versados en sociología, como por ejemplo, los políticos, o cualquier novelista que ambicione esbozar una crítica social. Pero aquí adquieren la forma de una epifanía de tintes casi metafísicos.

Los hechos: el libro, o la novela, o lo que sea, es una parodia de la antigua PAA. Tiene cinco secciones de sobra conocidas para los mayores de treinta años: Término excluido, Plan de redacción, Uso de ilativos, Eliminación de oraciones y Comprensión de lectura. Todas las secciones son corregidas por una conciencia burlona que no acaba de ser todo lo despectiva e irónica que necesita esta apuesta: “18. FAMILIA a) familiares b) herederos c) sucesores d) alfajores e) pedofilia”. O: “Intentas ir de lo general a lo particular, aunque lo general sea el general Pinochet”. En las primeras tres secciones, las más débiles del libro, prevalece ese tono en el que se apelmazan cita pop, denuncia e ironía. Lo que se echa de menos es rabia o, mejor dicho, una explicitación más determinada de la rabia que existe como corriente alterna en “Facsímil”.

El libro mejora en las dos últimas partes, quizá coadyuvado por la necesidad de relatos más convencionales. El Texto N°2 de la quinta sección es la mejor versión de Zambra, y consigue desplegar su talento para transformar una anécdota más o menos trivial en un suceso, en un pedazo de la vida.

En los cuentos y novelas de Zambra la emoción dominante es la melancolía, y “Facsímil” no es la excepción. Pero si en las otras obras esa emoción era su verdad, su razón de ser y resultaba en un estilo pulcro, tenue y carismático, en este libro la melancolía juega en contra, y la urgencia de la agresividad abierta y primaria es sustituida por sutilezas o sofisticaciones que, de vez en cuando, rayan en el sentimentalismo: “Gracias a varias botellas de vino aprendes a decir yo”. Además, la insistencia sobre el choque de generaciones (menores-mayores) es un leitmotiv que con cada repetición pierde fuerza. El Texto N° 3, en el que con enorme ambivalencia un padre le dice a su hijo que ha sido lo mejor y a la vez lo peor que le podría haber sucedido, llega tarde y mal, y parece una confesión frívola e innecesaria allí cuando el silencio, tan elogiado a lo largo del libro, era lo conveniente.

A fin de cuentas “Facsímil” es un libro sin gravedad, sin fiereza, sin demasiada energía, que le debe mucho al clima social de la época, a los Boric, a las Vallejo y a los Jackson. Un libro que se deja llevar por el entusiasmo de la nostalgia, un libro que cabe en una pancarta, un libro en el que los innegables talentos de Alejandro Zambra son malgastados.

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