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Nacional

24 de Febrero de 2015

La Iglesia en tiempos de Ezzati

La Iglesia chilena hace rato que la está pasando mal: el fallo de la justicia en contra de John O’Reilly, la “acusación” en contra de Felipe Berríos, José Aldunate y Mariano Puga y el nombramiento de uno de los discípulos de Karadima como el nuevo Obispo de Osorno han creado un clima de división. Conversamos con párrocos, religiosas, laicos y teólogos buscando explicaciones. Todos los caminos llevan a Ricardo Ezzati.

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A mediados de enero, un grupo de diez feligreses católicos en Osorno salió a protestar a las calles.
-¡No nos van a dejar a nosotros el raspado de la olla! ¡Osorno no es un infierno, no nos manden delincuentes!-, gritaban los asistentes molestos frente a la Catedral, en la plaza de Armas.

Por Facebook se enteraron de una noticia que les pareció una broma de mal gusto: el actual obispo de las Fuerzas Armadas, monseñor Juan Barros Madrid, había sido nombrado obispo de Osorno. El mismo que fue acusado por las víctimas de Fernando Karadima, como el mayor encubridor de sus delitos. Carlos Poblete, encargado de ventas de una multitienda, fue uno de los primeros en llegar a la manifestación. En sus manos sostenía un cartel que llamó la atención de más de un curioso: “No queremos fanáticos de pederastas en nuestra ciudad”. A la media hora la protesta tomó vuelo. Eran casi 70 personas gritando frente de la Catedral.

-Toda mi vida he sido católico, pero cuando uno encubre un delito se va preso. ¿Qué pasa en la justicia eclesiástica? Se da premios y se le adjudica una de las diócesis más importantes de Chile. Si Ezzati no nos escucha, yo no pongo de nuevo un pie en la catedral- asegura tajantemente Carlos.

En Santiago y en las redes sociales también se sentía la indignación. James Hamilton, una de las víctimas de Karadima, puso en twiter: “Barros se encargó de destruir primeras cartas de denuncia contra Karadima. Se equivocaron el Papa Francisco, el Nuncio y Ezzati: sí tenemos memoria”.

El nombramiento del obispo aastrense dejó en evidencia la compleja situación de la Iglesia chilena: los cuestionamientos que arrastra el caso de Karadima, el ambiente dividido que dejó la “acusación” en contra de los sacerdotes Mariano Puga, José Aldunate y Felipe Berríos y la actitud indiferente de la Conferencia Episcopal Chilena (Cech) tras el fallo del caso de John O`Reilly. Todos escándalos que, inevitablemente, dividieron aguas dentro de la Iglesia. También a sus feligreses.

Según la encuesta Latinobarómetro del 2014, Chile es el país con menos confianza en la Iglesia de América Latina, a pesar de la llegada del Papa Francisco al Vaticano. Mientras todos los países se mantienen en un índice de confianza sobre el 60%, Chile se encuentra en el último lugar con 44%.

LA CRISIS CON EZZATI
“Todos los caminos conducen a monseñor Ricardo Ezzati”, comenta Jaime Escobar, teólogo y editor de la revista Reflexión y Liberación. Hace años que Escobar en sus editoriales apunta al Arzobispo Cardenal de Santiago como el responsable de la “grave crisis que vive la Iglesia Chilena”. Su conducción, asegura, sigue produciendo descrédito y desconfianza entre católicos y laicos.

-Ricardo Ezzati no es una mala persona, pero se alejó de las normas básicas de la convivencia que existen entre la feligresía y el pastor. Un pastor debe escuchar, ceder, perdonar y tener un diálogo fraterno con sus adversarios. Él ha ido por el camino de escuchar a sus allegados y aduladores, incentivando intrigas que no le hacen bien a la Iglesia- agrega.

Para Escobar, el Arzobispo de Santiago podría evitar la crisis de confianza si estuviera en sintonía con el Papa Francisco. “El Sumo Pontífice está promoviendo una Iglesia abierta, dialogante y cercana a los pobres. Pero en Chile existe una jerarquía rígida, que ejerce represión al personal consagrado y esconde fechorías bajo la alfombra”, analiza.

Ricardo Ezzati, en su carrera como líder en la Iglesia, no siempre fue tan criticado. Cuando lo nombraron el 2006 Arzobispo de la Arquidiócesis de Concepción, era reconocido entre sus pares como un hombre “que mantenía un diálogo fluido con todos los actores de la comunidad: los jóvenes, los movimientos sociales e incluso con la clase política”. De hecho, la religiosa Karoline Mayer, directora de la Fundación “Cristo Vive” y conmemorada “Héroe de la Paz” el 2013 por la Universidad Alberto Hurtado, lo recuerda como “un pastor bien formado”.

– Yo recuerdo a Monseñor Ezzati como un hombre de muy buena voluntad, de hecho muchas veces nosotros junto al movimiento laical, lo pedimos como Arzobispo. Nos parecía una muy buena persona y que las cosas cambiarían con él– dice Karoline Mayer.

Según Escobar y varios párrocos de Santiago que prefirieron resguardar su identidad, el cambio en el sacerdote salesiano se forjó el 2009, cuando el Papa Benedicto XVI le encomendó la misión de ser Visitador Apostólico de los Legionarios de Cristo y del movimiento Regnum Christi para toda América Latina. En el marco de la investigación de los crímenes de Marcial Maciel, Ricardo Ezzati tuvo acceso a los aspectos más privados de la Congregación.

– Ahí Ezzati vio el poder de los Legionarios de Cristo: su influencia en la política, en la Iglesia, en las transnacionales y los bancos. Pudo acceder a sus cuentas, vio cuanto dinero se manejaba. Nosotros pensamos que ahí se produjo un antes y un después. Se puso al servicio de la elite política– asegura Jaime Escobar.

Un párroco santiaguino cercano al Arzobispo Ezzati, comparte la opinión de Escobar: “Ezzati empezó a tener una gran empatía con los Legionarios de Cristo y sus círculos sociales y visiones políticas. Ahí se forjó el monseñor que conocemos hoy”, asegura.

El 2010 cuando Ricardo Ezzati se transforma presidente de la Conferencia Episcopal Chilena (Cech) y en el nuevo Arzobispo de Santiago, sus opiniones generaron más de una polémica. En entrevista con la revista Qué pasa el 2011, no titubeó en mostrarse a favor del lucro y defender a los empresarios del país, provocando reacciones encontradas dentro de la Iglesia.

– La empresa es un bien, si no existieran no habría trabajo, progreso ni desarrollo. Pero la empresa no puede ser usurera. Un lucro que esté dentro de las normas morales es algo lícito, de alguien que invierte, que arriesga, que pone su capital al servicio del desarrollo del país, y es legítimo que tenga una recompensa por eso- comentó en esa entrevista el sacerdote salesiano.

De ahí en adelante, la conducción de la Iglesia a manos de Ezzati provocó resquemores entre religiosos y religiosas. Pablina Celedón, religiosa diocesana y perteneciente a la Congregación Purísimo Corazón de María, asegura que se perdió el diálogo y la confianza: “Una crisis así nunca se había visto, antes siempre existía un pastor para escuchar a sus sacerdotes. Hoy las autoridades provocan miedo en los curas. Todo pasa por Ezzati, él tiene voz y voto en todo. Vive en un autoritarismo gigante”, asegura la religiosa.

EL DAÑO DE O’REILLY
Alegatos finales en caso de sacerdote John O'reilly
El revuelo que provocó el caso de John O’Reilly en la cota mil, fue bien similar al alboroto que se generó en la interna de la Iglesia. Opiniones tan diversas desde que “tengo dudas porque llevaba 30 años en Chile sin ninguna denuncia” y “pongo las manos al fuego por él”, eran parte de la conversación obligada que se daba en las parroquias por esos días.

-A medida que se conocían antecedentes del caso, todos modificaban sus opiniones. Las teorías entre nosotros eran muchas, pero la Conferencia Episcopal Chilena y Ezzati estaban cegados. Para ellos su inocencia era incuestionable hasta que se probara lo contrario- asegura un sacerdote salesiano.

En el mundo laico, el tema también se dividía en trincheras. Reinaldo Sapag, designado presidente de la Fundación Silva Henríquez por monseñor Ezzati, asegura que el caso del cura irlandés vino a confirmar un quiebre que hace tiempo venía forjándose.

-Hoy, se supone, existe una actitud distinta para reconocer los pecados de la Iglesia, que coincide con el Papa Francisco: enfrentar la verdad, los atropellos a la dignidad del hombre, los delitos sexuales. Una Iglesia que ya no quiere ser cómplice del silencio y se mantiene unida ante esa postura- comenta Sapag.

Esa Iglesia que enfrenta la verdad, sin embargo, no se vio reflejada en el caso de John O’Reilly. Cuando fue declarado culpable por abuso sexual y condenado a cuatro años de libertad vigilada por la justicia chilena, las posturas entre párrocos y religiosas se radicalizaron. “No se sabía qué iba a decir la Cech. Pero a pesar de la opinión personal que cada uno pudiera tener, si la justicia lo consideró culpable, culpable es”, asegura una religiosa.

Si Ricardo Ezzati condenaba al sacerdote y proponía expulsarlo de la Iglesia, hubiera sido una señal importante para dejar atrás los “errores y omisiones” del caso Karadima. Nadie quería revivir uno de los capítulos más vergonzosos de la Iglesia chilena.

-Era el momento para que él demostrara que estaba en la misma línea del Papa Francisco. Era su momento para unificar la Iglesia, para tener el apoyo de todas las congregaciones – asegura una religiosa de una conocida congregación de Santiago.

Pero la respuesta de la Conferencia Episcopal fue escueta. “Dolor y vergüenza”, dijo la institución a través de un documento liberado en la Asamblea Plenaria. Ricardo Ezzati fue un poco más allá, pero se mantuvo en el plano de lo ético: “la vida y la integridad de la víctima es nuestra primera preocupación(…) Nos anima a renovar nuestro compromiso radical para prevenir que casos como este se repitan”. La condena, la “tolerancia cero” de la Iglesia, nunca llegó.

Para Juan Carlos Cruz, uno de los denunciantes del caso Karadima, la historia se repetía de nuevo. “Este tipo de cosas son la génesis de la crisis. No les importan las víctimas, solo quieren protegerse a ellos, sus amigotes y sus platas. La tolerancia cero brilló por su ausencia. Gente como él tiene que salir de la Conferencia Episcopal porque no pueden ser el ejemplo para miles de católicos – dice Juan Carlos Cruz.

Según comentan varios párrocos de Santiago, la declaración pública de Ezzati les pareció encubridora. A tal nivel llegó el descontento, que algunos le expresaron a sus congregaciones su incomodidad: “Esta actitud de que no permitiremos que pase nunca más es básicamente decir: esta fue la última vez, después de esta se acaba”, comenta uno de ellos.

Reinaldo Sapag concuerda con esa opinión: “O’Reilly siempre negó todo, contrató a los mejores abogados para defender su criminalidad, disfrazado de hombre santo. El daño a la Iglesia fue irreparable. ¿Por qué la Cech no condenó el hecho? ¿Por qué pedirle a Roma su opinión? ¿Cómo ellos van a saber mejor lo que pasa en Chile que nuestros propios sacerdotes?- se pregunta el presidente de la Fundación Silva Henríquez.

Fuentes cercanas a Ricardo Ezzati aseguraron a The Clinic que las posibilidades de que el Arzobispo de Santiago condenara a John O’Reilly eran nulas. La relación que cultivó con el superior General de los Legionarios, Eduardo Robles, era tan cercana, que incluso se reunieron en privado después de la sentencia para discutir el tema.

Actualmente John O’Reilly vive en la lujosa propiedad de los Legionarios de Cristo en Piedra Roja. Sus comodidades recuerdan al Penal Cordillera: piscina, cancha de tenis y áreas verdes en 1.800 metros cuadrados de terreno. Las sanciones desde los Legionarios de Cristo nunca llegaron. “Recibimos con mucho respeto este dictamen de la autoridad judicial”, dijeron escuetamente en un comunicado de prensa.

LOS TRES DE LA DISCORDIA
“¡Iglesia somos todos!”, gritaban los manifestantes frente a la Catedral de Santiago, el 17 de octubre pasado. Red Laical, Más Democracia, la revista Reflexión y Liberación, la Federación de Estudiantes de la UC y otras organizaciones sociales, lograron reunir un centenar de personas en pleno centro para defender y apoyar a los sacerdotes Mariano Puga, José Aldunate y Felipe Berríos.

Una misteriosa acusación se había filtrado hacía un par de días a la prensa: a Roma se habían enviado declaraciones públicas de los tres curas sobre temas de contingencia. La idea era probar que ellos iban “en contra de la enseñanza moral y la doctrina católica”.

El Cardenal aseguró públicamente que él no era el autor de la “acusación” y que solo había respondido a una solicitud de la Nunciatura Apostólica, a cargo de Ivo Scapolo, para enviar las declaraciones de estos tres sacerdotes en distintos medios de comunicación. No todos creyeron su versión. “A pesar de que él no la haya enviado, esa acusación refleja lo que realmente piensa de estos sacerdotes, eso es un secreto a voces”, asegura un párroco de Santiago.

“En estos tres curas y compañeros vemos el signo del evangelio. En sus acusadores, que mantuvieron desinformados a los tres y a sus superiores, vemos todo lo contrario. Una oscuridad que preocupa y duele. Símbolo de una Iglesia distinta a la del Papa Francisco. Aquí dijimos: ya no existe una sola Iglesia”, asegura Jaime Escobar, editor de Reflexión y Liberación.

Las declaraciones de estos tres sacerdotes sacaron ronchas en la Iglesia: la opinión de Puga sobre el celibato optativo, la relativización de la protección de la vida desde la concepción de Felipe Berríos y la convicción de José Aldunate de mostrarse a favor del matrimonio igualitario y el aborto terapéutico. Temas de tinte más progresista que ponen a Ricardo Ezzati en una posición incómoda por sus nexos con sectores más conservadores, ligados a la UDI y a los Legionarios de Cristo.

Para la escritora Mónica Echeverría, la intervención del mundo laico en esta acusación fue necesaria: “Ezzati, en vez de ayudar a la Iglesia está ayudando a destruirla, la acusación a estos tres curas fue ridícula. Es por eso que el mundo laico debe involucrarse más, cambiarle el rumbo a la Iglesia y lograr que estemos más en sintonía con lo que profesa el Papa Francisco”, asegura.

The Clinic solicitó al Departamento de Comunicación de la Iglesia una entrevista con monseñor Ricardo Ezzati, monseñor Galo Fernández u otra autoridad de la Conferencia Episcopal a propósito de este reportaje. Nos dijeron que ninguno de ellos estaba disponible.

Fuentes al interior de la Conferencia Episcopal, aseguran que durante este año buscarán la conciliación dentro de la Iglesia, pero que no será un desafío fácil. “No les conviene tener un ambiente radicalizado en Chile, eso llamaría la atención del Papa Francisco en su próxima gira por la región y comprometería sus puestos”.
Lo más complejo hasta ahora es el nombramiento de Barros en Osorno. “No es que todo el mundo tenga diferencias con el Cardenal. Pero vivimos una crisis de fe y Ezzati está como si no pasara nada. No le importa la opinión de los consagrados y consagradas. Poner a Barros en Osorno es solo una señal más de su sordera”, asegura la religiosa diocesana Pablina Celedón.

De a poco sacerdotes se están atreviendo a sacar la voz. A finales de enero, un sacerdote de Osorno, Peter Kliegel, se transformó en la primera voz del clero en quejarse por el nombramiento del sacerdote Juan Barros. Su carta, filtrada a través de Twitter y que está dirigida a monseñor Ivo Scapolo, expresa lo que muchos religiosos y religiosas no se atrevían a mencionar por su voto de obediencia:

-El nombramiento del señor obispo Juan de la Cruz Barros ha traído un enorme revuelo a nuestras comunidades. Esta unidad está en peligro a causa de un nombramiento de un obispo cuya vida moral se pone en cuestionamiento en forma pública. (…) ¿No se ha considerado de parte de la Nunciatura que nosotros aquí en Osorno estaremos confrontados con estos hechos?”, dice Kliegel.

Un panorama propicio para que se enfrenten las posturas que hoy tienen a la Iglesia chilena partida en dos: Los que están con Ezzati y los que se transformaron inevitablemente, en su disidencia.

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