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Nacional

4 de Diciembre de 2015

El dramático relato de una joven estudiante que tiene cáncer terminal

"Es decepcionante que tuviera que recibir este golpe para hacer cosas que nunca había hecho antes por ser una pajera de mierda jajajaja o una fome culiá, eso me queda mejor", dice la mujer en una carta que se ha compartido más de 11 mil veces.

Por

Velatón Quezada 1

Foto: Imagen de referencia

Más de 11 mil compartidos en Facebook tiene una carta de una mujer anónima que narra la situación que enfrenta, afectada de un cáncer terminal.

La misiva fue publicada en la página Ude C Confesiones, bajo el título “Confesión 1179”.

“Quiero desahogarme un poco. Hace un tiempo atrás comencé a perder peso… tenía kilos demás, y me pareció extraño que los bajara tan rápido sin haber cambiado nada de mi vida cotidiana. Hace unas semanas comencé con malestares, fui al médico, me pidieron una chorrera de exámenes y lo único que hacían era derivarme (…) todos se miraban y se pasaban la pelota, diagnóstico: cáncer terminal. Hace nada cumplí 23 años y me voy a morir en dos meses”, se lee en el primer párrafo del crudo relato.

La persona, que no se identifica tal como exige el llamado “Muro de las confesiones de la UdeC”, cuenta que ya está “terminando mi práctica profesional, ya hasta me dijeron la fecha de la ceremonia de titulación en la que no estaré y no recibiré el puto papel por el que estudié cinco años”.

“No le he contado a mi familia, viven en el sur, no puedo llamar a mi mamá y decirle, hola, me voy morir. ¿Cómo decirle a una madre que su hija se va a morir y no queda nada por hacer? Que estoy en la última etapa y ni un puto tratamiento me sirve. Simplemente no quiero que sufran ni lloren mares estos meses que me quedan. ¿Que si yo he aceptado que me voy a morir? Pues sí, lo he aceptado, sólo espero que mi calidad de vida no se vaya a la mierda tan rápido antes de disfrutar lo que me queda”.

“Es decepcionante que tuviera que recibir este golpe para hacer cosas que nunca había hecho antes por ser una pajera de mierda jajajaja o una fome culiá, eso me queda mejor”, dice.

Recuerda que “un fin de semana pesqué mi mochila y me mandé a cambiar a conocer el Conguillio. Compartí con compañeros a los que siempre les decía ‘pa´ la otra’. Otro día me fumé un cogollo por primera vez con alguien a quien siempre he querido. Me he fumado varios cogollos, y no sé por qué cresta siempre decía que no, bueno si sé era una cobarde y prejuiciosa culiá”.

Además, cuenta que:

“Adopté a un hermoso gatito, me hice un tatuaje chico pero tatuaje. Me he quedado noches enteras mirando la inmensidad del cielo y pensando en lo pequeño y frágiles que somos los seres humanos. Recuerdo que salí y carretee harto con mis compañeros de carrera; me he reído mucho estos veintitrés años, no recuerdo cosas malas, creo que nunca me ha pasado algo heavy, no tengo tantos amigos, no soy muy cercana a mi familia, mi única hermana es menor, rebelde y creo odia hasta cuando respiro cuando voy a la casa. Mi papá jamás me ha felicitado por nada. Aunque sea la puta ama en alguna wea jamás me ha dicho ‘bacán hija, me enorgulleces’. Mi mamá aún no entiende que cresta es lo que estudie. Mi abuela cree que seré la primera titulada en la familia, una amiga quiere que la acompañe a ver a Coldplay.

“La persona a quien más quiero piensa que me iré en marzo para estar más cerca de él, y recién ahí ver si resulta algo entre nosotros. Ni siquiera le he dicho que siento más que un ‘te quiero mucho’, ni siquiera sabe que es él en quien pienso antes de dormir y al despertar. Tampoco le he dicho que quiero que sólo me vea a mí, ni mucho menos que siempre recuerdo cuando lloro. Nunca le pregunté por qué lloró dos veces cuando estuvimos juntos en su cama este invierno. Tampoco le he dicho lo mucho que adoro cuando me acaricia las manos, cuando me toma de la mano, cuando me mira de reojo, que me encanta cuando se pone mañoso-regalón, que sus besos y caricias es lo más cálido, acogedor y que me dejan sensaciones extrañas que nunca había sentido antes con ningún otro. En unas horas más le diré que quiero verlo, que necesitamos hablar, que me importa una callampa viajar varias horas, tengo que decirle todo lo que siento y preguntarle si me quiere acompañar lo que me queda de camino..

Se preguntarán si me bote a llorar, a patalear, a decir porque a mí? Lloré, sí, mucho, pero no me iba a quedar llorando y perdiendo el poco tiempo, lamentándome y diciendo ay pobrecita. Es lo que me toca vivir e intentaré que el golpe no sea tan duro para mis cercanos, amigos y para mi familia”.

Leer la carta completa acá

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