Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Mundo

8 de Marzo de 2016

Vivencial: Decidí pasar el Día Internacional de la Mujer en una orgía con cuatro hombres

"El sexo fue tan excitante como nunca lo había sentido. Mientras Philippe me cogía por detrás, yo besaba a uno de los otros tres hombres que se turnaban frente a mí. Para ser cuatro chicos heterosexuales, todos se veían sorprendentemente cómodos con la desnudez de los demás, aunque también me di cuenta de que todos se movían como expertos entre ellos", cuenta.

Por

sexo YT

“Este año yo decidí pasar el Día Internacional de la Mujer en una orgía con cuatro hombres, seguida de un despertar feminista épico”, se lee en el relato anónimo que publica Vice México, esto a propósito de la conmemoración mundial de esta fecha.

 

“Mientras me alejaba de la tediosa lista de güeyes que habían caracterizado mi vida sexual, comencé a ver cómo mi feminismo iba evolucionando radicalmente. Detuve todos los juicios silenciosos que frecuentemente llegaban a mi cabeza junto con una envidia destructiva de las historias sexuales de otras mujeres. Comencé a sentirme menos rara por gozar el porno e incluso desarrollé una sorprendente tendencia por un poco de perversión”, narra la mujer.

De ahí en más se mete de lleno a la orgía donde compartió en las artes amatorios con cuatro machos.

“Cuando me encontraba en un estudio de grabación en el corazón de Montreal con cuatro tipos a quienes acababa de conocer esa misma noche, algo en mí hizo click”, cuenta antes de describir que “el sol estaba comenzando a salir cuando de repente me sentí un poco intrépida. Sorprendiéndome incluso a mí misma, me paré en medio del cuarto y sugerí que todos nos quitáramos los pantalones. Las palabras apenas habían salido de mi boca cuando los cuatro hombres excitados ya se habían quitado toda la ropa”.

Cuenta que “los cuatro güeyes, a quienes llamaremos Sean, Adam, Michel y Philippe, eran conocidos y tenían entre 28 y 45 años (…) Pusimos música y yo tomé una cerveza antes de dirigirme, aún parcialmente vestida, al centro del cuarto”.

 

“Floté alrededor del cuarto bailando y midiendo la energía del grupo. Podía sentir cómo los hombres miraban mi cuerpo de manera cortés mientras esperaban a ver qué haría después. Sus expresiones eran de curiosidad pero no eran frenéticas, estaban llenas de pequeñas sonrisas y miradas penosas de aceptación. Ser el centro de atención era liberador. Me sentí poderosa y a cargo. Era algo adictivo”, confiesa.

“Mientras los minutos avanzaban, se volvió obvio que éste iba a ser el momento que había estado esperando. Mi piel se estremeció por la emoción de lo que iba a ocurrir y lentamente comencé a quitarme la ropa interior”.

De lo que siguió, dice que “nos colocamos en un círculo y comenzamos a acariciarnos el cuerpo. Pregunté si todos los chicos eran heterosexuales. Dijeron que sí y se volvió bastante obvio que esta experiencia era básicamente sólo para mí. Sean se arrodilló frente a mí como si estuviera a punto de chupármela”.

“La regla número uno de cualquier orgía feminista debería ser establecer reglas de consentimiento. Miré a todos los chicos y les dije que me lo pidieran antes de tocarme. Todos asintieron sabiamente”, precisa.

Con las cosas en claro, comenta que “me senté en el banco de un piano y uno de ellos, siguiendo nuestras nuevas reglas, me preguntó si podía darme sexo oral. Allá vamos. Dije que sí y él me abrió de piernas. Me detuve. “No me he bañado hoy”, dije. “Qué bueno”, contestaron todos. Oh por Dios.

Después de esos, cuenta que “los hombres se turnaron para darme sexo oral y yo intentaba prestarles a todos la atención debida. Fue toda una hazaña dada la cantidad de penes que revoloteaban cerca de mi cara”.

Como para sintetizar la vivencia refiere que: “El sexo fue tan excitante como nunca lo había sentido. Mientras Philippe me cogía por detrás, yo besaba a uno de los otros tres hombres que se turnaban frente a mí. Para ser cuatro chicos heterosexuales, todos se veían sorprendentemente cómodos con la desnudez de los demás, aunque también me di cuenta de que todos se movían como expertos entre ellos. Fue una gran hazaña dado el enredado mar de extremidades. En un punto le di mi celular a Michel. “Toma una foto de esto”, le ordené. Necesitaba recordar que esto no había sido un extraño sueño lúcido.

Todo terminó cuando Philippe se vino en mi pecho. Todos nos quedamos acostados exhaustos y riéndonos un poco. Mi último acto de subversión fue poner mis dedos en el líquido sobre mi cuerpo y hacer señas a los chicos de que se acercaran. “Pruébenlo”, dije con una sonrisa pícara. Todos estuvieron encantados de hacerlo y yo pensé: “¡Bien hecho!”

Nos limpiamos e intentamos encontrar nuestra ropa mientras que poco a poco comenzábamos a percatarnos de los eventos que habían ocurrido esa noche”.

“Pasé todo el día callada y contemplativa. Comencé a sentirme un poco ansiosa mientras repasaba en mi cabeza las partes de la noche que me parecían las más promiscuas y atrevidas (…) Me di cuenta de que mi culpa provenía de toda la misoginia internalizada que ni siquiera sabía que tenía. El tipo de misoginia que permite a los hombres dispensar las orgías al decir que son ritos de paso de los chicos mientras que condenan a cualquier mujer que se atreva a participar en ellas”.

Notas relacionadas