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Opinión

1 de Mayo de 2016

“Me gustaría que en mi epitafio dijera: Aquí yace Mariano Ruiz-Esquide, perteneció al Grupo de los 13”

El exsenador Mariano Ruiz-Esquide en poco días cumplirá 86 años, con muchos de sus amigos ya muertos, revive los tensos días previos al Golpe de Estado y cómo se gestó la carta del Grupo de los 13 democratacristianos, que a diferencia del resto de partido, condenaron de inmediato el derrocamiento de Allende. Acá, relata en primera persona ese periodo, los sustos que pasó durante la dictadura y las polémicas en que se vio envuelta la DC.

Macarena García Lorca
Macarena García Lorca
Por

mariano ruiz esquide

Hay cosas en la vida que pese a la edad, no se olvidan jamás. Ya vamos quedando menos, pero cuando yo me muera, si hay algo que me gustaría que pusieran en mi epitafio, es “aquí yace Mariano Ruiz-Esquide perteneció al Grupo de los 13”, con eso me siento feliz. Es un motivo de orgullo para mí. Cuando me saludo en la mañana, me miro al espejo con cariño, me digo, hola, buenos días y veo el rostro de un hombre que creyó que eso era lo que había que hacer y lo hicimos. Los otros que han cometido errores muy grandes en la vida, cuando se levantan y se miran al espejo, les deben dar ganas de decir, hola, qué querí tal por cual. Aunque hay que ponerse en el contexto, dos o tres meses antes del 11 de septiembre del 73, estábamos convencidos que venía el golpe. No sabíamos de qué sector, pero venía, en torno a eso, se fueron formando grupos y en el parlamento, algunos senadores y diputados, nos juntábamos porque sabíamos que íbamos a tener que decidir.

Cuando se produce el golpe, nos juntarnos inmediatamente en la casa de Bernardo Leighton y luego en la casa de Ignacio Palma. Sabíamos que algo había que hacer, la pregunta era qué. Evaluamos alternativas, pensamos en ir a visitar a Salvador Allende a La Moneda, se descartó porque si llegábamos a ir, nos iban a matar también. Una cosa era tener fuerza democrática y otra es ser leso. La segunda alternativa que evaluamos fue tomar una actitud armada, pero ninguno de nosotros tenía alma de guerrillero, éramos todos un benditos de dios, entonces, bueno, Leighton dijo lo único útil que podemos hacer es una declaración inmediata.

La carta la hicimos en casa de Leighton entre todos, la idea era entregarla en Chile y en el exterior. Cuando estuvo lista, le pedimos a Enrique Palet y Jorge Donoso que fueran a repartirla al centro. A alguien se le ocurrió hacer una carta ficticia de una señora Tila Castillo, que llamaba a los camaradas a apoyar el golpe, entonces pusimos primero la carta de la supuesta Tila y abajo la nuestra, duró en la calle unos 15 minutos. En la Plaza de Armas, Palet y Donoso se encontraron con un camarada, que les preguntó qué andaban haciendo. Le muestran primero la carta de Tila Castillo, los retó y cuando le mostraron la de abajo, les dijo, ustedes están enfermos de la cabeza, los va a pillar un milico y les va a sacar la cresta. Los obligó a botarlas, pero la carta se mandó inmediatamente a la embajada italiana para ser publicada allá.

Primero nos iban a tomar presos a los 13, pero la Junta Militar estudió lo que había pasado, discutieron. Merino propuso que nos mandaron a la Isla Dawson, Leigh quería que nos suicidáramos, o sea, que nos mataran. Otro quería que nos expulsaran de Chile. Ahí hay un punto que no he logrado dilucidar. Hay una versión que dice que cuando se vio esto en la Junta, Eduardo Frei Montalva, mandó a decir a través de Bonilla, que si nos hacían algo, él se asilaba porque consideraba que eso significaba que era un golpe no sólo antimarxista, sino antidemocrático. En el grupo estaba Tomic, Leighton, todos caperuzos. Supuestamente se llegó a un acuerdo con el partido, dejar libre a estos caballeros, pero se les saca de toda conducción de la DC, sin ningún cargo, excomulgados.

Unos meses después, nos pillaron en una reunión en las oficinas de Renán Fuentealba. Cuando llegaron los milicos, los metieron presos y los mandaron al norte, a Belisario Velasco, Andrés Aylwin y los demás. Nos salvamos Ricardo Hormazábal y yo. Ricardo había ido a la reunión, pero salió justo a comprar cigarrillos y se salvó. Yo no viajé porque mi madre se quebró una pata y tuve que llevarla al hospital. Los tuvieron como cuatro meses. Nos quedamos con Hormazábal en Santiago. Yo me quejaba harto porque se los llevaron a ellos y no a nosotros, pensaba que iban a creer que éramos traidores, Hormazábal me retó, me dijo, hasta cuándo vas a hueviar. No te das cuenta, que nos quedamos aquí y tenemos que preocuparnos de las familias de los que están presos. A eso nos dedicamos como un mes, íbamos a sus casas, después nos empezaron a seguir y tuvimos que terminar con la asistencia a las familias.

La directiva decía que le hacíamos un flaco favor al partido, había gente que quería que nos fuéramos, nos decían váyanse, Leighton retrucaba, échennos, lo pasamos mal al comienzo. Con el tiempo, se dieron cuenta de lo que estaba pasando. Lo que sucedió en el partido, que todavía sigue pagando el precio, fue que sabíamos que de algún lado venía el golpe. En el humanismo cristiano, la condición del mal menor es legítima. En la DC todo el mundo creyó que el mal menor eran los militares porque iban a ordenar el asunto y entregar el poder en seis meses o un año. Cuando se dice que la DC apoyó el golpe, no, lo toleró, salvo estos trece locos, tal vez porque nosotros vivíamos experiencias diferentes.

Yo había estado en España, dos o tres años en el franquismo, tenía un conocimiento más cercano de lo que eran los militares y los marinos. Mucha gente no creyó eso, es comprensible, pero yo sabía que no iban a entregar el poder rápido. Sabía que podían incurrir en violaciones a los derechos humanos, la gente que quería el golpe en Chile también habían estado en el España, Jaime Guzmán y otros. Aprendieron eso allá y lo que yo vi, dios me pille confesado, nunca más. De los 13 a nadie hubo que convencerlo, teníamos preparado el mate.

Cómo es posible que en Chile se produjera un equivoco tan grande con las fuerzas armadas, cómo fue posible que la Marina, gente amiga mía, con la cual nunca más nos hemos saludado, católicos de comunión diaria. Nadie pensó jamás que la masonería inicialmente no estuviera contra el golpe, no se opuso, lo hizo después. En este país nos creíamos los ingleses de América, aquí no hay golpe decíamos, una soberbia con la que hablábamos. Cómo fue posible que no pudiéramos ponernos de acuerdo, la cantidad de reuniones que se hicieron, nos llevábamos toda la noche y todo el día metidos en eso. Pero hubo gente en los partidos que estuvieron por el golpe.

Algunos DC sí, a mi juicio Patricio Aylwin no, fue muy criticado porque no hizo lo suficiente para evitarlo, pero para bailar tango se necesitan dos. En el gobierno de la UP tampoco nunca hubo fuerza para un acuerdo. La última vez que vi a Allende fue con Bernardo Leighton, como cinco días antes del 11 de septiembre, estuvimos tres horas con él, se tomó una botella de whisky, no le hizo nada, se veía bien. Nos ofrecía whisky y nosotros no, agua no más. En la conversación, su actitud fue: Yo no renuncio. No hay acuerdo con la DC porque son golpistas y me quieren botar. A mí no me sacan de Chile con las patas para delante, por lo tanto, aquí me bombardean, aquí se acaba Allende, Leighton que era su amigo le dice, pero entonces qué va a pasar, Allende le contestó, Balmaceda se suicidió, yo soy ateo, qué importa. Cuando salimos de la reunión, Bernardo me dice, Salvador está enfermo, tiene una megalomanía espantosa, lo van a matar y lo mataron. Ahí fue la última esperanza de llegar a un acuerdo.

En Chile hubo sectores que eran golpistas, ese grupo habría dado un golpe igual si hubiera salido Tomic, su programa era muy parecido al de la UP. Un segundo grupo era el sector medio del país que estaba hasta la corona con el gobierno. La única rosca que tuvimos con mi esposa fue antes del golpe, cuando yo defendí al gobierno de Allende y grabé un mensaje en italiano, ella me dice, pero cómo puedes defender a Allende si llevo siete horas parada en una fila por un kilo pan y un litro de leche. Allende hace una cadena nacional que nos queda trigo para tres días. No había cómo enderezar el despelote que había. Hubo mucha gente golpista, en el plebiscito Pinochet sacó el 43 por ciento, si hubiera hecho lo que le aconsejó Guzmán que llamara a elección al año, hubiera quedado como héroe, pero eso no pasó. Es que había gallos muy fascistas como Leigh y su señora, eso que ella era hija de un gran radical y el mismo Pinochet. Las bases de la DC también se pusieron fascistas, los más duros eran ellos, mientras los dirigentes trataban de lograr acuerdos, ellos pedían el golpe, en Hualpencillo me declararon persona no grata por defender el gobierno, me echaron. La gente nos decía quién no va a trabajar con una escopeta en la raja.

Los primeros años fueron muy duros. No sabíamos lo brutos que podían ser, por eso al comienzo hacíamos leseras. El 18 de septiembre 1973 fui a ver que había pasado en mi casa de Antuco, se había desbordado el río, yo iba manejando y mi mamá iba atrás en el auto. A la altura del Salto del Laja nos paran los milicos. Me dice uno, dame tu carnecito huevón, le contesté: trátame de usted y ahí te entrego el carnet, el gallo saca una metralleta y me la pone la cabeza. Me contesta trátame de usted y pídeme disculpa o si no te mato. Mi mamá se puso a llorar, el milico me dijo me cargan las viejas que lloran, así que para que no llore la vieja que va atrás, ándate rapidito no más.

Después, Andrés Aylwin me llamó un día, vente para mi casa porque en el auto vamos a ir hacer una misión especial, yo partí y llegamos a la zona de Maipú, en una especie de chacra estaba Jacques Chonchol escondido, vestido de huaso. Él era uno de los 10 más buscados. Aylwin y su señora, antes de ir, me habían dicho que me pusiera el estetoscopio y el delantal, entonces Chonchol se subió atrás y se apoyó en mis piernas con la cara cubierta, yo le tomaba el pulso para que pasara por enfermo y así llevarlo a la embajada de Francia para que se asilara, teníamos que llegar a las 12:00 hrs, abrían las puertas cinco minutos. Nos atajaron dos o tres veces cuando íbamos en camino. Me hago el valiente, pero en verdad estaba cagado de susto. Los milicos nos pararon y con la escopeta nos dicen para dónde van, les explicamos que llevábamos a este enfermo al hospital, si quieren los acompañamos, nos dicen. Usted quién es me preguntan, les expliqué que era médico, saqué mi carnet de doctor que dice Mariano Ruiz no más. Nos dejaron pasar y alcanzamos a llegar justo a la embajada.

En los años 80, cuando estaba en Concepción, se creó la Asamblea de la Civilidad, yo la dirigí como presidente del colegio médico, salíamos todos los días a hablar, a llamar huelga. En una de las huelgas se paralizó Concepción, la sensación fue tremenda, a las 9 o 10 de la mañana todo cerrado. Yo me estaba paseando por la ciudad, cuando llega un teniente colorín y me pone la escopeta en la espalda, y me dice, no te muevas conchetumadre, un movimiento y te disparo. Sigue andando me dice, cada 10 metros me decía me están dando unas ganas de matarte, estaba muerto de susto, sudaba yo, hasta que me cruce con un amigo mío que vio esto y llamó al arzobispo Goic que estaba allá. Después como de tres horas, le pido si puedo pasar a mi casa para ir al baño. Ahí él, con otros milicos, se metieron a la casa. Me dejaron la tendalada, registraron todo. Justo en ese momento llega un teniente carabinero que estaba empezando a pololear con mi hija, ella no me había dicho nada porque sabía que a mí no me gustaban los carabineros, entonces llega y me dice yo soy su casi yerno y habla con el teniente. Llegaron a un acuerdo, el teniente se mandó a cambiar. Lo mío no fue nada comparado con lo que le pasó a otros.

EL CARMENGATE

Después que ganamos el plebiscito, en el partido se produjo el Carmengate, competía Patricio Aylwin y Gabriel Valdés para ser los candidatos. Yo reconozco estaba con Valdés, éramos los más progresistas de la DC. El mundo de izquierda y progresista, tiene tendencia a la división, en cambio el mundo conversador, básicamente la derecha, tiene mas tendencia a la unión, salvo el último tiempo, que tienen un desastre interno. Esa vez se acusó que había habido alteración de los resultados, entre los que estaban metidos, siempre se nombró a Gutenberg Martínez. Nunca se probó, son de esas cosas que se no se prueban pero se huelen. Gutenberg siempre lo negó, tengo la impresión que Aylwin nunca supo eso, pero quedó con una mancha permanente por mucho tiempo, quedaron muchos heridos. Valdés estaba enojado. No sé si fue así o no, pero lo único que yo sé es que sí se hizo fue una grandísima estupidez, porque manchó la elección de Aylwin, generó un conflicto interno, hizo que pelearan personas que habían sido amigos toda la vida, se produjo una reticencia frente a la mesa por mucho tiempo. Al final de cuenta, con lo que pasó después, purgó las culpas eventuales, porque fue un gran presidente.

Gutenberg es un tipo inteligentísimo, brillante manipulador político, yo no iría a la montaña con él. Ahora hay liderazgos nuevos, es uno de los signos propios de la impronta de la DC hoy. Hace mucho tiempo que no teníamos nuevos liderazgos, es muy grato, estoy muy contento que así sea, fue una de las razones por las cuales renuncié a las senaturía. Después de 24 años era propio dejar espacios a otras personas, habría sido frustrante que me hubiera ido y no hubiera habido renovación, habría sido un suicidio inútil.

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