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Nacional

28 de Diciembre de 2016

El amor en el frente: La historia de Rafael Escorza y Cristina San Juan

El 30 de diciembre de 1996 ocurrió el Escape del Siglo, 4 frentistas huyeron de la Cárcel de Alta Seguridad de Santiago. Uno se quedó: Rafael Escorza. La enfermedad de su compañera, Cristina San Juan, que también estaba en prisión, y el inmenso amor que sentían fueron las razones para no escapar. Un hombre que no creía en el destino. Una mujer que no le interesaba la política. 36 años juntos. Esta es la historia de amor más fuerte que se vivió en el Frente Patriótico Manuel Rodríguez.

Por
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Corría 1976. En la Municipalidad de Ñuñoa, como programador y operador de computadores, trabajaba Rafael Escorza. Era el encargado de pagar a los trabajadores. Dentro de sus archivos digitalizados se dio cuenta que un nombre que se repetía dos veces, pero con distinto rut: María Cristina San Juan. Para evitar crear problemas de más y previniendo un eventual fraude, borró a una de esas personas de la lista, confiando en que en el caso que existiera y no fuera un error, se acercaría a la oficina a cobrar su dinero.

Una tarde mientras Rafael organizaba sus papeles y se preocupaba de no equivocarse, una colega del municipio se le acercó señalándole que a su amiga no le habían pagado. “¿Quién es tu amiga?”, preguntó Rafael. “Allá está, ella es”. Él miró a María Cristina. El flechazo a primera vista.

‘Dile a tu amiga que me espere’” le dijo a su colega. En una jugada astuta, la hizo esperar tanto como pudo, pese a que le podría haber pagado al instante. Le picó el bichito, dice. En un momento determinado, María Cristina le reclamó que hasta a qué hora la iban a tener esperando. Él se justificó: “Señorita, usted cree que por su cara bonita yo le voy a pagar altiro. Tengo que terminar el proceso”. A partir de ese momento, Cristina, por instrucción de Rafael, comenzó a recibir su salario solo en su oficina.

Transcurrieron las semanas y la amistad entre ellos comenzó a surgir. “Fui paloma, queriendo ser gavilán”. Como las pagas eran cada quince días y él era tímido, costó dar el primer paso: invitarla a salir. La tercera vez que Cristina fue a su oficina, luego del pago y de haber conversado largo y tendido, Rafael le sugirió salir la próxima vez que se vieran. “¿Y tanto te demoraste?”, le respondió Cristina. En la primera cita ella no se aguantó y previa disculpa, lo besó”.

En ese momento, Rafael estaba casado con Inés Cabrera desde 1964. Cristina igualmente estaba casada. Por eso fue claro desde un principio: el doble juego no iba con él. No quería tener una doble vida y tomó la decisión de dejar a su mujer, el divorcio se oficializó en 2007.
A los 6 meses se fueron a vivir Rafael, Cristina y los tres hijos de ella. al momento de iniciar esta nueva vida Daniel, Aline y Jorge tenían 12, 11 y 5 años, respectivamente. El proceso de adaptación a una nueva familia fue bastante tranquilo. Ella depositó toda su confianza y le encomendó la educación de los niños a su nuevo marido. Él, teniendo ciertos reparos, aceptó y prometió no defraudar. El respeto siempre fue el pilar fundamental dentro de toda relación que desarrollara Escorza.

Ambos seguían trabajando en la municipalidad de Ñuñoa, donde se conocieron. Ella siguió ahí por un tiempo más hasta que Rafael, en su concepción de macho proveedor que hasta ese momento tenía, le sugirió que dejara de trabajar y se dedicara a estudiar. Logró sacar secretariado, reflexología y masoterapia. “Es que ella era muy meticulosa, muy perfeccionista. Todo lo que hacía, lo hacía bien”. El brillo se mantiene en sus ojos cuando habla de Cristina.
La vida como pareja comenzaba a consolidarse, , los niños comenzaron a llamar papá a Rafael y de a poco la familia de Cristina fue aceptándolo. Ambos padres le expresaron lo bien que se sentían de que él hubiese llegado a la vida de su hija: “primera vez que la vemos feliz”. No fue así en la familia de Rafael, su madre tardó 8 años en aceptar la relación, lo que finalmente hizo sin reparos. Asumió el rol de abuela y así la llamaron los niños.

Fueron tiempos difíciles para la familia. Comenzaron a ingeniárselas para subsistir. Rafael vendió melones, salía a ofrecer sus empanadas a la feria. En ese entonces no tenían qué comer así que si vendían las empanadas, comían. Si no, se comían las empanadas. Pero de esa y de unas cuantas más salieron adelante. Hacían tres años que se habían ido a vivir juntos y esto era parte de las adversidades de pareja.

La política a la vuelta de la esquina

El trabajo político con los niños comenzó con pequeñas conversaciones sobre marxismo. Al enterarse Cristina manifestó que no entendía de política ni le interesaba, ahí fue cuando Rafael le dio la noticia que era miembro del Frente.
Ella, preocupada, le preguntó si es que había pensado en la familia al momento de decidir esto. “Por lo mismo te estoy contando. Ahora, tú eres libre de decidir si llegamos hasta aquí”, contestó él. “Es tanto el amor que siento por ti, que prefiero que si nos van a agarrar sea justificado y tener la posibilidad de defenderme”. Así comenzó su participación en el Frente.
La violencia política en el país comenzaba a escalar y las protestas se eran pan de cada día. El lupus aquejaba a Cristina hace un par de años. Los niños ya militaban en las JJCC y estaban cada vez más insertos en el movimiento. Cristina caía en el hospital cada par de meses por las reacciones lúpicas. Pasaba quince días internada y volvía al hogar. Le preocupaba que sus hijos no fueran a meterse en problemas con los aparatos represivos. Entonces le encargaba a Rafael que supervisara que Daniel y Aline, los dos mayores, no corrieran peligro. Jorge aún no ingresaba a militar. Rafael entendiendo y empatizando con ellos, les cubrió un par de veces sus aventuras políticas. Fue la primera y única vez que le mintió a su mujer.
La vida frentista de ambos tuvo un bajo perfil, pero un trabajo exhaustivo y certero. Como toda guerrilla militarizada, la compartimentalización era clave, por lo que cada uno trabaja en estructuras diferentes.

Los dueños de casa

La democracia ya se había instalado en el país y aunque el Frente pretendía combatir mediante la guerrilla a la dictadura, pasado los ’90 todavía existían un par de cuentas que cobrar. Así, en 1991 miembros del FPMR ajusticiaron a Jaime Guzmán en el Campus Oriente de la Universidad Católica. Ese mismo año secuestraron al hijo de Agustín Edwards, Cristián, durante 5 meses y por el rescate consiguieron un millón de dólares. El rehén estuvo escondido en una casa del pasaje Poeta Vicente García-Huidobro, en la comuna de Macul. Era la casa que compartían Rafael Escorza y María Cristina San Juan.

“Ya no teníamos casa de seguridad. Me llama mi jefe y me dice “Chico, estamos en esto y esto”. Se plantea un secuestro. Le dije “mira, no tengo ningún inconveniente, pero tengo que conservarlo con mi compañera”. Llegué y le comenté a Cristina que teníamos que hacer una acción en la casa, pero no le dije que era un secuestro ”

Los meses que la operación duró fueron arduos y de constante superación de obstáculos. Aparte de enfrentar la presencia de un celador en el grupo, debían mantener una vida familiar normal, con presencia de un extraño y otros compañeros, pero sobre todo, seguir llevando una rutina de relativa normalidad porque Jorge, que en ese entonces tenía 15 años vivía con ellos.

“Jorge estaba estudiando y no lo podíamos sacar. Se conversó con él , se le planteó lo que él tenía que saber y dijo que sí, pero en el fondo, porque no le quedaba de otra. Lo que más le encargué es que fuera riguroso, que no anduviera páyaseando en el colegio que en su casa tenía un secuestrado. ”

Como resguardo tenían una leyenda de protección para Cristina y Jorge en caso de que cayeran. En esos días había un comandante del frente que estaba siendo buscado, por lo que decidieron suponer que en caso de peligro, ellos no tenían idea alguna del secuestro, solo del comandante refugiado.
Las cosas se comenzaron a debilitar por el quiebre de Florencio Vásquez. Luego de varias reuniones para decidir qué se hacía, e incluso con la participación de Ramiro para esclarecer los hechos, Florencio fue sacado de la casa, no sin antes tener un recorrido distractivo para desorientarle y no recordar el lugar exacto del inmueble en cuestión.
El 31 de enero de 1992 se entrega al rehén a cambio del rescate solicitado. Durante el mes siguiente, la BIOC los detuvo en su casa. “Cuando nosotros caímos, los ratis nos leyeron las declaraciones y nos dijeron que afirmáramos ciertas cosas y todo calzaba, esa fue la delación de Florencio. Ahí Cristina comete un error, porque acepta todo. Me dí cuenta que Florencio nos había entregado cuando me estaban torturando le escuchó su voz. Le dice a alguien que me pregunte por mi nieto. Él era el único de la operación que sabía que yo tenía un nieto”.

Cristina y Rafael en una de sus visitas mientras ambos cumplían pena
Cristina y Rafael en una de sus visitas mientras ambos cumplían pena

El CAS y San Miguel

De todos los detenidos que hubo por el secuestro de Edwards, sólo Escorza y San Juan cumplieron condena. Uno fue abatido mientras intentaba escaparse de prisión, otros se fugaron de la Cárcel de Alta Seguridad (CAS) y quienes lograron evadir a la policía, aún siguen prófugos. De los 5 frentistas que estaban recluidos en el CAS, Escorza fue el único que no se fugó.

“Yo ya tenía la decisión de no fugarme, pese a que el Frente encargaba que todo militante del Frente que estuviese preso, debía procurar la fuga. Estuve a punto de que me echaran de la organización, porque esta orden era imperativa. Pero yo siempre lo planteé: en tanto no estuviera considerada mi compañera en la fuga, yo no me iba.”

En primera instancia Rafael fue condenado a muerte. Posteriormente se le rebaja la pena a cadena perpetua y eso significaba mínimo 20 años. Finalmente, por decretos de la época y una serie de beneficios carcelarios, solo cumple 16 años en la cárcel. Cristina, que accedió a beneficios mediante un abogado, cumplió 10 años. En el tiempo que paralelamente cumplían condena se las rebuscaron para comunicarse y tener noticias del otro. “Cuando me fui a la calle cinco, donde estaban los presos políticos, empecé a tener indirectamente noticias de ella, ya sea una carta o lo que se usaba en ese tiempo cassette. Fue duro no saber de ella, pero dimos la pelea para tener las visitas autorizadas. Ella estaba en la correccional, después en San Miguel, la traían y nos juntábamos en el patio de las palmeras, nos daban una hora y media hasta dos horas para conversar, la llevaron dos veces a las visitas que yo recibía en el gimnasio”.

“Siempre fuimos románticos y nos dedicábamos canciones, siempre, cuando estuvimos en prisión era más y era de acuerdo a los momentos. Yo grababa el tema y lo cantaba encima del disco”. De a poco Rafael fue consiguiendo algunos beneficios que le permitían estar más cerca de su compañera. Tomó fuerzas de los 6 meses que llevaba sin verla y consiguió más libertad dentro de las celdas, por ejemplo que los familiares pudiesen estar dentro de ellas y con el tiempo consiguieron las visitas conyugales.

Se abrieron las puertas

Cristina salió en libertad el año 2002, tres años antes que su marido. Se fue a vivir a un departamento de calle Ismael Valdés, en Santiago Centro, junto con su hijo menor Jorge, que para esos años ya era todo un adulto. Rafael, luego de haber recibido una rebaja en su condena, estaba en posición de recibir beneficios: lo primero que obtuvo fue la salida dominical, a los dos meses, el fin de semana, aprox a los 4 o 5 meses queda con reclusión nocturna, es trasladado de cárcel y no vuelve al CAS.

“Entre el 2003 y el 2005 nuestras visitas eran intermitentes, porque durante 3 meses yo estuve saliendo solamente los días domingo, entonces no podría hablar de vida de familia, porque era una vida de visita que hacía. Salía el día domingo a las 6 de la mañana y llegaba tipo 8 a la casa, y a las 8 de la noche ya tenía que irme, era una visita”.

El año 2005 Rafael Escorza recupera su finalmente su libertad y rearma su vida familiar junto a cristina. Ella quería que dejara la política y que recuperaran los 10 años perdidos en la cárcel.

Estuvimos como 2 o 3 meses en esa discusión. Me llamó a la reflexión y me dijo ‘tú eres un hombre de balanza, pon por un lado nuestra relación y en el otro lado la vida política. No te estoy poniendo la pistola en el pecho, tú elige no más’ . Y claro, puse la balanza y dije vamos, Cristina”.

A partir de ese momento comenzaron a disfrutar la vida como cualquier pareja.

Hasta que la muerte los separe

“Cristina tomaba una batería de remedios, entonces decía que ya no era vida para ella. Cuando ella caía al hospital, yo iba dos veces al día, entraba en la noche, peleaba con los gallos, me pasaba por las rejas, la acompañaba y siempre llevándole el engañito, cositas nuevas, jugando como dos enamorados jóvenes”.

No obstante el optimismo de la familia, la Cristina comenzó a agravarse. Un día jueves, pocos días antes de fallecer, comenzó con un dolor en el pecho muy fuerte. Rafael puso atención. Quiso salir a ver a su nieta, pero volvió en menos de 5 minutos. Aline la llevó a urgencias y quedó hospitalizada.

“En la noche estoy durmiendo y suena el teléfono del Hospital Salvador. Necesitaban que fuera urgente, porque Cristina había sufrido una crisis. Les dije a los niños ‘prepárense, porque esto no es nada bueno. Nos habían dicho que estaba controlada y que la iban a traer a la UCI para recuperarla y si no la traen es porque algo anda mal, así que vayan firme’. Llegamos justo cuando el doctor venía saliendo del quirófano con ella: “no hay nada más que hacer, ella anda con infarto de hace 5 días, se le partió el corazón y no hay nada más que hacer. A la señora San Juan le queda media hora de vida. Fuimos con ella a la sala y no duró media hora, eran como las 3 de la mañana del día domingo y estuvo con vida hasta las 8.25 del día domingo. Yo llamé a la doctora que la trataba y fue a verla. Le dijo al doctor ‘¿cómo te equivocaste tanto?, dijiste media hora’. “Debe ser la voluntad de vivir lo que la mantiene, porque tiene partido el corazón y no tiene vuelta”.

Estuvieron juntos por 36 años. A Cristina no le interesaba la política. Rafael no creía ni el destino ni en el amor.

“Siento su presencia día a día, por eso paso en esta casa, yo salgo muy poco de aquí. Los días 11 de cada mes tengo que estar solo en la casa en la tarde, porque yo a las 8.25 le prendo una velita, converso con ella y eso nos gusta hacerlo solos. Lo hago desde el primer mes”.

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