Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Opinión

19 de Julio de 2018

Mujer, mujerez, y mujeridad: cómo vestirse para ser una feminista de tomo y lomo

Hay feministas pitucas en el mundo empresarial vestidas de alta costura en la portada de una revista cuica, como la Esperanza Cueto. Y hay feministas pobres que circulan con botas de goma por la sede del sindicato pesquero. Hay viejas sesenteras que se identifican con el poder femenino pachamámico y van por ahí como chamanas de la urbe. Y hay feministas jovencitas que bailan por la calle con las pechugas colgando y unas máscaras que dan más susto que la de Ghostface en Scream.

Juana Rivers
Juana Rivers
Por

No puedo declararme feminista. No porque no adhiera a la perspectiva de género para analizar las relaciones sociales, políticas y económicas, o porque no comparta las demandas de mejor mujerez y mujeridad para todas. Pero me falta lectura, me faltan distinciones básicas y conceptos, y sobre todo, me falta lucha. Supongo que me muevo en lo que llaman “feminismo difuso”: mujeres que, sin reivindicarse feministas, tratamos de aportar a la causa con prácticas cotidianas, laborales, familiares y en nuestras relaciones humanas en general. Como feminista difusa, practico la depilación de axila, bozo y rebaje, uso tacos altos cuando la prótesis de cadera me lo permite y adoro que me abran la puerta del auto.

Lo que nos lleva al tema fashion de esta quincena: ¿cuál es el look de una feminista con certificado de feminista? Me lo preguntaron y me lo cuestioné a propósito de las decenas de tuiteos pifiando la tenida que eligió Paula Vial, ex Defensora Nacional, para ir a un programa de debate en tv hace un par de domingos. Paula Vial se presentó en pantalla para hablar de su defensa legal a un presunto manilargo acosador en serie, vestida con chalequito rosado, primoroso vestido de flores color pastel y zapato reina color palo de rosa. Como la señora Ingalls, pero en el siglo XXI.

“Se declara feminista pero se viste como del Opus”, la pelaron. “Ahora, envuelta en florecitas rosadas, pretende hacernos creer que ya no es la feminista de hace unas semanas para la marcha…”, la pelaron otras.
Ajá, o sea parece que hay una forma feminista de vestirse. Un decálogo del look feminista. El fashion&política es una ciencia seria, así es que hice una encuesta propia para averiguarlo. Total, si Cadem hace estudios en el Paseo Las Palmas, por qué no va a tener validez mi sondeo. Le pregunté a destacados amigos míos, algunos brillantes y otros bien pelotudos (hice un grupo muestral adecuado), a expertas, expertos y expertes, a tuiteros, a mi sobrino universitario que está en toma feminista -puede ser parte de la toma, puede tomar, pero no lo dejan votar- y a algunas feministas de fuste.

“Hay que distinguir entre la feminista y la feminazi”, fue una de las respuestas relevantes que obtuve. Masculina, obvio. El look de la feminazi, según mi encuesta, sería como el de la vocera de la toma feminista de la Universidad de Magallanes. Pero debe haber un error, dije: la lola de la universidad de Magallanes es peladita casi al rape y viste unas camisas de corte indefinido. De hecho, ella parece que usara esos uniformes que los nazis le ponían a los judíos en los campos de concentración.

Las lolas nazis, por otra parte, saltaban por las praderas alemanas regias, melenas rubias al viento, rebosantes de salud. Usaban coquetas minifaldas deportivas, tutos y brazos al aire perfectos y bronceados. Todo lo contrario a la vocera de Magallanes y su camisón cerrado hasta el cuello. “Es que las feministas están en contra de la exhibición y cosificación del cuerpo para placer del patriarcado y del machirrulo. Por eso se visten masculinamente o tienden a la androginia”, me explicó un experto.

Una abogada laboralista feminista casi me cacheteó. Me dijo que vestirse de hombre es reconocerles a los machos su dominio y tratar de empoderarse copiando y agachando el moño ante la estética masculina: “¿Cómo que una feminista no va a poder mostrar el poto, ni exhibir las pechugas si quiere? ¿Así es que las compañeras trabajadoras sexuales y de café con pierna, que no dependen económicamente de ningún hombre, son jefas de hogar y se organizan para prevenir ETS, pararle el carro a los pacos y conseguir subsidio habitacional no pueden ser feministas porque usan su cuerpo como herramienta de trabajo? Mis lindos, tuve que hacer un lulo con mi estereotipo, y ya saben lo que tuve que hacer después. Mi amiga abogada laboralista, que asesora a varias de estas mujeres, cerró el tema: “la libertad de disponer, administrar, mostrar y hacer lo que quiera con el cuerpo propio es un principio feminista clave. Y si una mujer quiere, es libre y nadie la está explotando, da igual si se viste con micromini de lycra y usa colaless”

Así es que cuidado a la hora de clasificar a una feminista por su look. Hay feministas en el Poder Judicial que disputan palmo a palmo los espacios en ese antro de machos rancios, y lo hacen teñidas de rubio y vestidas impecablemente con traje dos piezas oscuro. Hay mujeres que, junto con ser feministas, son también activistas LGBT y, efectivamente, se dejan los pelos de las piernas y los bigotes para desafiar. Pero eso es merengue de otra torta, y podemos abordarlo en una columna futura.

Hay feministas pitucas en el mundo empresarial vestidas de alta costura en la portada de una revista cuica, como la Esperanza Cueto. Y hay feministas pobres que circulan con botas de goma por la sede del sindicato pesquero. Hay viejas sesenteras que se identifican con el poder femenino pachamámico y van por ahí como chamanas de la urbe. Y hay feministas jovencitas que bailan por la calle con las pechugas colgando y unas máscaras que dan más susto que la de Ghostface en Scream.

En Europa, sobre todo, hay musulmanas feministas que usan velo islámico y exigen que además de la misoginia, dejen de joderlas con la islamofobia. En las grandes ligas del feminismo, Bella Abzug estaba en contra del lápiz labial, pero Betty Friedan sí que se pintaba. Kate Millett criticaba el amor romántico y usaba los anteojos más feos imaginables, mientras que santa Gloria Steinem, jamás renunció a su increíble melena y buena facha ni a sus anteojos onderos. Y mucho menos, renunció a cogerse a decenas de tipos interesantes.

Una cosa es cuestionar qué tan feminista se puede ser cuando se asume la defensa legal de Nicolás López y otra cosa es si alguien está o no vestida apropiadamente como feminista. Una crisis es una crisis, y todos los asesores sabemos qué crisis asesoramos, qué crisis no asesoraríamos jamás, y en qué crisis… bueno de cuánto dicen que estamos hablando.

Mis lindos, aprendamos todos, que en la encuesta para esta columna yo aprendí también: ¿cuál es el look indicado y cómo se viste una feminista de tomo y lomo? Pues como a la mujer le dé la gana y le salga de los ovarios. Punto.

Rivers Asesorías Fashion&Política.
Especialidad en imagen, poder y ridículo

Notas relacionadas