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Opinión

27 de Enero de 2024

Columna de Isabel Plant: ¿Estamos discriminando a los hombres?

Hombres

La columnista de The Clinic se pregunta por el legado de la quinta ola feminista y si de verdad “hemos transformado lo suficiente el entramado social como para que las nuevas generaciones vengan con el cambio incorporado”, luego de que hombres encuestados aseguraran que la promoción de la igualdad ha llegado "tan lejos" que ahora se les discrimina a ellos. "La cosa es que los hombres sienten, como Ken en la película de Barbie, que en este nuevo mundo rosa no se les reconoce que ellos son un diez", apunta Isabel Plant, y luego añade: "La gran derrota sería que estos nuevos hombres nos respeten no porque nos encuentran iguales, sino porque nos encuentran tan distintas que nos tienen miedo".

Por Isabel Plant

Las mareas van y vienen y todo fuerte oleaje lleva un nuevo recogimiento del mar. Cuando la quinta ola feminista irrumpió como un tsunami en el mundo, muchas veían el comienzo de una nueva era. Pero quizás las que recordaban olas anteriores podían avistar el contragolpe social. Cada vez que las mujeres avanzan de manera rápida, un regreso conservador surge como respuesta.

Los ejemplos son históricos: cuando los hombres fueron llamados al frente de batalla en la Segunda Guerra Mundial, las mujeres pudieron ocupar sus espacios laborales. Pero a su regreso, las mandaron desde las fábricas de vuelta a los hogares, destinadas nuevamente a lo doméstico. Un par de décadas después, ahogadas con una existencia sólo centrada en lo hogareño, las mujeres volvieron a salir, esta vez a quemar sostenes y exigir libertades.

La segunda ola feminista de los 60 tuvo su respectivo contragolpe conservador en los años 70 y 80 y así. En Chile, muchas de las mujeres que batallaron por el voto y libertades civiles en los años 30 y 40, se terminaron replegando en las décadas siguientes una vez conseguido el acceso a las urnas. Luego la lucha en contra de la dictadura reunió a las generaciones más veteranas con una nueva irrupción de feministas locales, que trabajaron juntas por el retorno a la democracia.

Por estos días ha aparecido un titular llamativo sobre una encuesta recientemente hecha en España: “Un 44,1% de los hombres cree que la promoción de la igualdad ha llegado tan lejos que ahora se les discrimina a ellos”. Algunos hombres parecieran estar dispuestos a decir “basta, ha sido suficiente”.

Los españoles no están solos. En 2023, Ipsos publicó los resultados de un sondeo al respecto realizado en 32 países, sobre cómo se sienten los hombres sobre la lucha por la igualdad femenina. En promedio, un 58% de los hombres consultados opinó que cuando se trata de entregar igualdad de derechos, las cosas ya han avanzado “lo suficiente” en sus respectivos países. Un 55% de los hombres (versus un 41% de las mujeres) cree de hecho que las cosas “han ido tan lejos que estamos discriminando hombres”. Y el 59% de los hombres cree que se les pide que hagan demasiado para apoyar la igualdad.

Daría igual contrarrestar esa incomodidad masculina con datos duros, partiendo porque las Naciones Unidas calculan que quedan más de 200 años para erradicar la brecha salarial de género. Esta columna podría ser un sinfín de cifras que apuntan a cómo las mujeres aún están atrás en acceso laboral, educación, presencia en directorios y hasta en la categoría de mejor directora en los Oscar (sólo 8 mujeres nominadas en 96 ediciones). La cosa es que los hombres sienten, como Ken en la película de Barbie, que en este nuevo mundo rosa no se les reconoce que ellos son un diez.

Se podría hablar de discriminación masculina, quizás, al analizar elecciones con paridad, o becas universitarias para mujeres en STEM y así; distintas iniciativas que sí le dan un trampolín extra al género femenino. Pero que han sido creadas para asegurar presencia de mujeres donde históricamente no ha existido. ¿Podría alguien enojarse por ello? Nuevamente es imposible ganar para las mujeres, porque o no existes, o si existes es de manera injusta.

Hace unos años me encontré por razones laborales en una oficina muy elegante en calle Isidora Goyenechea. Llegamos hasta ahí con un grupo con el que creábamos un proyecto en base a visibilidad femenina y necesitábamos recursos importantes. Ahí, entre oficinas donde te atiende un mozo, el gerente nos dio reunión y antes de partir comentó que había conocido a una mujer que estaba en un directorio, gracias a nuevas reglas de inclusión de una empresa. Y se refirió a ella como parte de “las apitutadas”, en relación con las normas de cuotas. Era en tono de broma, yo y mi socia tragamos saliva, terminó la reunión cordial y todo quedó en nada. Pero cuando salí de ese edificio tuve nuevamente muy claro que mientras toda una generación que ha tenido que convivir con el nuevo feminismo de manera casi obligatoria no se jubile, difícilmente cambiarán las cosas.

Lo curioso es que, en el caso del sondeo español antes citado, el mayor número de encuestados que cree que los hombres están siendo discriminados tiene entre 16 y 24 años. Y ahí comienza la preocupación: si de verdad en esta quinta ola hemos transformado lo suficiente el entramado social como para que las nuevas generaciones vengan con el cambio incorporado. ¿Cuál es el legado esta vez? Si antes fue el voto, el trabajo femenino, ¿esta vez se avanzó en consentimiento? ¿Es triunfo si la otra mitad del planeta resiente la revolución?

La ola feminista ha venido acompañada de lo que ha sido llamado como deconstrucción masculina. Los hombres han quedado a la deriva, buscando el espacio de aliados, pero no protagonistas, de inclusivos cuando se les ha entrenado toda la vida a ser competitivos, de apoyar en vez de proveer. De reconocer culpas heredadas y de terrores a funas. Algo que, si ha confundido a los que se criaron con Rambos y Terminators, también les ha permitido ser más sensibles y sintientes. Pero además están los que de tan amenazados han vuelto la inseguridad en rabia, como demostraron las horrorosas cifras de violencia intrafamiliar durante la pandemia.

¿Y qué pasa con los más jóvenes? ¿Tienen ellos referentes masculinos a los cuales acudir y aspirar, sin sentirse derrotados? La verdadera revolución los incluye, y si no lo hace, seguiremos eternamente dejando el camino de la igualdad a merced de olas y mareas. La gran derrota sería que estos nuevos hombres nos respeten no porque nos encuentran iguales, sino porque nos encuentran tan distintas que nos tienen miedo.

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