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Opinión

6 de Febrero de 2019

Caso Frei Montalva: Carta a mis colegas médicos

Reynaldo Martínez Urrutia
Reynaldo Martínez Urrutia
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Por Dr. Reynaldo Martínez Urrutia.

Como presentación diré que soy un médico chileno, detenido y torturado en Tejas Verdes, exonerado, reconocido por la Comisión Valech, que trabajó para el Comité de Paz y para la Vicaría de la Solidaridad por varios años.

Todo ello me sitúa como un detractor de la dictadura de Pinochet. Pero creo que no podemos transformar nuestra civilidad de un ring de izquierdas y derechas. La condena de primera instancia a colegas acusados de homicidio del ex presidente Frei me ha llevado a algunas reflexiones que quiero compartir con ustedes.

El doctor Patricio Silva fue mi jefe en el hospital Militar de 1964 a septiembre del 73, cuando presenté mi renuncia como jefe de turno del servicio de urgencia. Durante esos años conocí a la familia Frei ya que el doctor Silva operó a la asesora del hogar de los Frei. Ellos llegaban a diario a preguntar por su evolución y muy humildemente solicitaban permiso para visitarla, un caso digno de reconocer pues eran la familia del presidente en ejercicio en ese momento.

A pocos días de entregar el cargo el doctor Silva operó de una hernia inguinal al ahora expresidente. Sin tener mayores antecedentes sobre el grado de amistad que existiera entre ellos, debo decir que el doctor Silva era de alguna manera el médico de su confianza, demás está recordar que fue su Subsecretario de salud.

Cuando se tomó la decisión de intervenir la hernia del hiato, el doctor Silva le recomendó al doctor Larraín, quien en ese entonces era reconocido por su pares en Chile y en el extranjero como quien tenía más experiencia en esa intervención. A pesar de los 70 años que Frei tenía en ese momento no se puede decir que esta intervención fuera de mayor riesgo, actualmente se realiza por vía laparoscópica con un día de hospitalización.

Cuando se presenta la complicación posoperatoria el doctor Silva es llamado por Frei o alguno de sus familiares, obviamente no fue enviado por el ejército ni por Pinochet ni la Dina, para que los ayudase, ya que el doctor Larraín no estaba en Santiago. Ante esta emergencia un grupo de los mejores profesionales de nuestro medio asesoró el tratamiento a seguir y las decisiones a tomar. Todo el pequeño mundo de los cirujanos supimos de los hallazgos quirúrgicos y lo comentamos entre nosotros.

Todos los cirujanos hemos tenido complicaciones, toda vez que entramos a un pabellón nuestro paciente puede complicarse, porque los seres humanos somos entes biológicos y no respondimos igual ante la agresión que significa la cirugía y la anestesia. Que un paciente se complique o incluso fallezca no significa que el médico pueda ser tildado de homicida. Debo decirles que mi propio padre falleció en el pabellón por una hemorragia cuando se le extirpaba un riñón, pero jamás incurriría en el error de pensar que hubo alguna intención de matarle.

El juez Madrid y el abogado de la familia en entrevistas a la prensa han hecho comentarios que revelan su ignorancia de procedimientos técnicos, como decir que se le extirpó un trozo de intestino, cuando no existía indicación de ello, pues el esófago está en otro lugar.

Las intervenciones a Frei fueron realizadas por un equipo, Silva no operó solo, quienes le ayudaron eran profesionales de reconocida experiencia y las decisiones en una operación son tomadas por el equipo. Existe un protocolo escrito de cada intervención y las piezas que se extirpan son enviadas a patología para su examen.

No quiero sugerir que el doctor Silva sea un ser inmaculado, probablemente tenga los mismos defectos que cualquiera de nosotros. Hemos conocido recientemente que figuras que estimábamos todos se nos cayeron del pedestal, como es el caso del padre Poblete. Pero de ahí a acusar de autor de un homicidio a un colega hay mucha distancia.

Muchos de nosotros hemos sufrido querellas cuando se ha presentado alguna complicación, desgraciadamente nuestro quehacer que incluye riesgos no es comprendido por la familia. Pero tratándose de un Juez debemos exigirle que se asesore técnicamente, por eso estimo que el Colegio Médico debería pronunciarse al respecto, abstrayéndose de los prejuicios que nos dejó la nefasta dictadura.

No estoy defendiendo al doctor Silva, sino a la honra de los médicos de Chile. No soy amigo de Silva, no lo visto desde mi renuncia al Hospital Militar. No pondría las manos al fuego por ningún esbirro de Pinochet, no sé si existió o no la intención de matarlo, pero suponer que un medicamento enviado desde EE.UU. por un colega, que respeto porque le conocí, haya tenido por objeto debilitar las defensas de Frei, o imaginar que se le aplicaron compresas envenenadas no tiene ningún fundamento científico.

Las muestra de tejidos después de exhumar el cadáver no son claras en los hallazgos de Talio y Gas Mostaza, pues hay dos estudios al respecto, en uno aparecen y el otro los niega, pero las trazas de ellos son tan bajas que no serían capaces de producir la muerte.

Estimados colegas, con frecuencia la opinión pública nos critica que defendemos a los médicos en procesos de mala práctica sólo por gremialismo, pues como he dicho es difícil para la ciudadanía comprender el quehacer técnico de nuestra profesión, pero este caso es muy diferente, no se habla aquí de mala práctica, se acusa a un colega formado moralmente en nuestras universidades de provocar la muerte a un paciente que lo había designado como su médico tratante.

Les ruego que piensen en ello, los discutan entre ustedes, difundan este comunicado que yo tengo muy pocas posibilidades de hacerlo público.

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