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Opinión

7 de Marzo de 2019

Jacqueline Ayala: La campeona mundial de Kickboxing que no ha recibido apoyo del Estado

En noviembre del año pasado, la “Cabo” Ayala voló a Argentina para enfrentar el duelo más importante de su carrera hasta el momento. Peleó y campeonó sola en Buenos Aires, en la categoría de 63 kilos, donde nunca había competido antes. Hoy, se encuentra entrenando para una disputa en el Madison Square Garden donde una vez lucharon Muhammad Ali, Rocky Marciano y Mike Tyson en Nueva York, EEUU.

Joaquín Quirland
Joaquín Quirland
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Llega al ring con una bandera chilena en su cuello, entre medio de pifias. Salta en su puesto mientras mira a su contrincante, quien le saca una cabeza de altura y cinco kilos de ventaja. Su rival conversa con su coach, mientras la chilena mantiene el movimiento en su esquina del cuadrilátero. Ella está sola, su equipo no pudo financiar su viaje a Argentina. Las cuerdas del ring, son blancas, azules y rojas, lo que le da un poco de cercanía a los colores de su país mientras el público está lleno de argentinos. Choca puños con la local Susana Revetto y suena la campana. La chilena pelea rápido, prefiere usar sus piernas. La patea a la altura del hombro mientras cubre su rostro con los guantes. Acorralada en la esquina blanca, logra concretar un puñetazo directo a la argentina, quien tambalea y la abraza para evitar seguir con la seguidilla de golpes. En el centro del ring “Jacque” combina una serie de patadas a la altura de la cadera de la trasandina que contraataca y la lleva contra las cuerdas dándole tres ganchos en la cara. La “Cabo” Ayala logra salir y gira en sí misma para darle un trompazo frontal que deja un poco mareada a Revetto. A diez segundos del término las pifias y los gritos crecen y Jacqueline aprovecha de dar sus últimas patadas.Una a la pierna y otra en la boca del estómago de la argentina. Suena la campana que da término al cuarto round. Se abrazan y el público aplaude. Ambas luchadoras van a sus esquinas, se ponen la bandera de su país en los hombros y vuelven al centro del cuadrilátero. El juez alza el guante rojo de Jacqueline “Cabo” Ayala y le abrocha el cinturón más importante de su carrera. La chilena, entre aplausos, se lleva el campeonato mundial del World Karate Federation (WFK) en la división panamericana, en Buenos Aires, Argentina.

En noviembre de 2018 Jacqueline Ayala (36) tuvo que bajar cuatro kilos en cinco días para su mayor desafío hasta entonces, el campeonato mundial de WKF en Argentina. Al llegar a Buenos Aires deambulaba sola y nerviosa por las calles, buscando un lugar accesible para hospedarse. Por asuntos económicos, su equipo no la pudo acompañar. Tenía todo en contra: no encontraba dónde cambiar dólares por pesos argentinos, su tarjeta de crédito había sido rechazada, no podía comer para no subir de peso y estaba ahogada por el plátano oriental. De esa manera competiría por el campeonato mundial en la categoría de 58 kilos. Al llegar al pesaje en el club Pedro Echagüe no había contrincantes para su peso. Con cinco kilos menos, se tuvo que enfrentar en la categoría de 63 y logró llevarse el campeonato relatado anteriormente.

Gané y se portaron todos muy bien conmigo, muy respetuosos. Ganar un mundial siempre va a ser un sueño. Es por lejos el mayor orgullo de mi vida. Nunca pensé que iba a llegar a ese nivel. Yo empecé por problemas de peso y ahora soy campeona mundial.— recuerda contenta la boxeadora mientras pasa sus vendas de boxeo celestes entre sus nudillos y dedos en el gimnasio UFC de Cerrillos.

Actualmente Jacqueline entrena seis días a la semana, tres veces al día. En la mañana hace acondicionamiento físico en el UFC Gym. Después de almorzar va al Brutal Striker Original Gym de Iván “El Terrible” Galaz,  también campeón mundial de Kickboxing, coach y mejor amigo de la campeona. En la noche se dedica a hacerle clases a jóvenes mujeres interesadas en el kickboxing y su única manera de financiar su carrera profesional como luchadora. Hasta hace poco entrenaba por las noches con Crespita Rodríguez -antes de que entrara al reality show Resistiré de Mega- quien comenzó su carrera en la misma disciplina de Jacqueline, y la ayudaba para fortalecer su juego de manos, su mayor debilidad a la hora de pelear.

Hoy se encuentra mentalizada en su próximo y más importante evento. Luchará en el Madison Square Garden donde una vez lo hicieron Muhammad Ali,Rocky Marciano y Mike Tyson, en Nueva York. Su mayor contrincante será el dinero, debido al nulo apoyo financiero que ha obtenido. Entrenar tranquilamente se le ha hecho imposible.

CAMORRERA Y JUSTICIERA

Jacqueline “Cabo” Ayala siempre ha estado ligada al mundo de las peleas. Desde que tiene memoria le ha gustado agarrarse a cachos con quienes le rodean. Cuando pequeña era la regalona de su papá, dice que siempre la vio más como un niñito, jugaban a sacarse la mugre en la casa y eran bruscos a la hora de jugar.  Eso llevó a la “Jacque” a resolver todo con sus nudillos.

Su mamá, Ida Aguilera, dice que desde pequeña se andaba metiendo en la pata de los caballos. A Jacqueline la expulsaron de cuatro colegios y siempre por la misma razón, se agarraba a combos con sus compañeros. Cuenta que ellos siempre han vivido en Conchalí, frente a uno de los colegios donde fue su hija y recuerda que siempre que le tocaban la puerta y veía a un cabro agitado, era porque la Jacque le estaba sacando la cresta a algún compañero. Cuando llegaba veía que el tránsito estaba cortado en la esquina, las micros tocaban la bocina porque su hija estaba peleando en medio de la calle.  

¿Por qué peleaba?

Ella siempre fue líder en el colegio, peleaba para defender a los compañeros que los molestaban. Los de octavo les pegaban a los de segundo básico y ella los defendía. Era la heroína de los débiles— cuenta orgullosa la mamá de Jacqueline.

Para “la cabo” existían dos razones para pelear; deporte y defensa. Asegura que siempre vio el combate de contacto como una disciplina, pero su entorno no lo miraba de esa manera y eso le traía problemas. Por otro lado, no soportaba cuando los más grandes abusaban de los más desfavorecidos. —Nunca fui de dialogar mucho. Veía que los de octavo molestaban a los más chicos, iba y empujaba a quien estuviera molestado, les echaba la choreada y los esperaba a la salida. Siempre era yo la que peleaba. Varias veces me tocó recibir, no siempre gané— comenta la combatiente mientras le pega una seguidilla de golpes al saco de entrenamiento.  

Su hermana, María José Ayala, recuerda que ella siempre fue protectora. Tienen ocho años de diferencia y siempre estuvo ahí para cuidarla.

Es una excelente hermana, me cuidaba cuando mi mamá trabajaba y estudiaba.Tomó un rol de madre conmigo. Es de personalidad muy liviana y pasiva. Ella se agarraba a golpes con los hombres para defender a los de personalidad más piola.

LA SALUD VA PRIMERO

Para Jacqueline el deporte no siempre fue su convicción. Cuando salió de cuarto medio decidió estudiar técnico en enfermería, al igual que su madre. Hizo la mención para ser arsenalera quirúrgica, por lo que la salud de las personas es su prioridad.Siempre me llamó la atención la urgencia. La arsenalería estaba en la malla de la carrera, es una pega entretenida y fui rescatista después. Debo tener más desarrollado ese tema de la justicia y la protección. Me gustan las cosas extremas, la adrenalina. La monotonía y el estar quieta me molesta y me estresa.— explica la campeona chilena. Pero por mucho tiempo se olvidó de la suya. Su vida se tornó nocturna.

El 2008 era muy joven y con sus amigos de la universidad se dedicaron al carrete. Jacque salía todas las noches a divertirse. Tomaba cerveza y se fumaba una cajetilla de cigarrillos al día. Además, se alimentaba de pura comida rápida, ya que después de sus turnos no le daba el tiempo para cocinar. A sus 20 años Jacqueline pesaba 90 kilos y en su familia el historial de infartos y diabetes abunda. Es más, su mamá hace un año tuvo un preinfarto. La actual deportista estaba con principios de diabete, al igual que su papá. Un día se levantó y no quiso terminar con la misma suerte de su abuela, quien falleció de un infarto al corazón. Es por esto que fue al nutricionista y este le comentó que debía hacer un deporte que le gustara, fue así como llegó al kickboxing.

Entrenó sus primeros cinco años con Marco Santander, dos veces a la semana.En poco tiempo bajó mucho de peso. Al ver resultados, tenía la confianza plena que esta disciplina era lo suyo desde chica y comenzó a dedicarse seriamente a la lucha.  

Decidí dejar la salud y dedicarme completamente al deporte de contacto, porque me enamoró. Fue difícil tomar la decisión por tema de estabilidad económica, pero no tenía otra vida, no quería lamentarme de vieja. Soy soltera, no tengo hijos y tengo unos papás que me apañan en mi proyecto— asegura Jacqueline.

“MI MAMA ES MI PUNTO DÉBIL”

“Después de esta vida, volver a nacer. Solo una cosa le pediría a Dios, que mi madre volviera a ser mi madre.” Esta es la frase que tiene grabada en su bíceps derecho Jacqueline Ayala. Actualmente, la deportista vive con sus padres por dos razones: la primera, es que económicamente no podría dedicarse al kickboxing si así no fuera; y la más importante, es porque su madre, Ida Aguilera, le hizo pasar el peor de sus miedos el año pasado; tuvo un preinfarto que dejó preocupados a toda su familia. Jacque reconoce que su mamá fuma desde los ocho años y no puede cambiar ese hábito. Pero, asegura que siempre estará a su lado para cuidarla. Jacqueline vivía sola hasta que su madre tuvo el accidente cardiovascular.

La cinco veces campeona nacional de Kickboxing, asegura que la relación con su papá no era muy cercana en el pasado. Él trabajaba fuera de Santiago y según la deportista era el estricto de la casa. “Yo creo que nunca se enteró de lo que hacía cuando chica. Mi mamá siempre me tapaba las cagaitas que me mandaba”, dice entre risas la peleadora chilena. Asegura que siempre han sido cercanas.

—Mi mamá es mi punto débil.Nunca me retó ni castigó. Es mi partner y mi fan. No se pierde ninguna de mis peleas— dice Jacqueline Ayala.

El INCIERTO FUTURO DE LA CAMPEONA

Hasta la fecha Jacqueline “La Cabo” Ayala ha obtenido cinco campeonatos nacionales, una copa Chile, un panamericano y el campeonato mundial en Buenos Aires. Todo desde el 2016, cuando comenzó a competir profesionalmente en seis categorías distintas. Desde los 50 a los 63 kilos. Los peleadores de kickboxing suelen competir en dos categorías, pero la deportista nacional ha tenido que estar constantemente subiendo y bajando de peso para mantener un ritmo alto en la competencia, ya que no existen tantas oponentes que se dediquen profesionalmente a esta disciplina.

Debido a este deporte dice que se ha alejado gran parte de sus amigos, por no salir con ellos de fiesta, dejaron de encontrarla divertida. Hace un tiempo que terminó una relación de cinco años y la razón fue la cantidad de tiempo que pasaba entrenando para las competencias. Discutían constantemente y no podían hacer muchas cosas, debido a la rigurosa dieta que lleva “Jacque”. Prefiere dedicarle su tiempo a las peleas profesionales y que estar sola no es un problema, de hecho, lo prefiere.

Ella reconoce que a sus 36 años no le quedan más de ocho para seguir en la alta competencia. En la Asociación Mundial de Organizaciones de Kickboxing (WAKO) se puede competir hasta los 45 años, por lo que quiere aprovechar al máximo para cosechar más victorias. Jacqueline sueña y se visualiza en el Madison Square Garden donde lucharon los mejores boxeadores de la historia. Además tiene más convocatorias a eventos, como el mundial de Kickboxing que será en Bosnia este año.  

El principal problema que tiene es el financiamiento. Debe costearse todo lo que implica ser un deportista profesional; Inscripción, pasajes, hospedaje, equipo técnico, desde la alimentación hasta el fortalecimiento mental. Para esto, ha tenido que dedicar esfuerzos a emprender y generar dinero, lo cual se resuelve en menos tiempo para entrenar y descansar.

Debería dedicarme únicamente a entrenar y descansar. Tengo que tomar trabajos y entrenar después. Si tuviéramos alguna ayuda podríamos dedicarnos 100% y llegar en mucha mejor manera a las peleas. El descanso también es parte del entrenamiento y esa parte se ve vulnerada. Estoy ocupando energía estresándome.— subraya mientras practica el golpe de ambas piernas en el puching ball.

Su mamá ve que cuando peor lo pasa Jacqueline es cuando tiene que bajar de peso para competir. Las consecuencias de esto es pasar hambre, perder fuerza y es una caída anímica importante que la mantiene más irritable, impaciente. Además, sueña con que su hija pueda dedicarse a este deporte, cortar el cordón umbilical e independizarse.

Los hijos tienen que irse a la larga, pero cuando ellos estén bien.Tendrá que pensar en qué hará, pero no creo que sea por el área de la salud.— comenta Ida, mamá de la campeona.

El último día de conversación, venía llegando de Valdivia de entrenar como sparring con Daniela Asenjo. Durmió una hora y llegó al UFC Gym a las 14:00. Trotó 30 minutos, conversó una hora conmigo mientras entrenaba. Después siguió sudando, siempre concentrada, pegando duro, seco y soñando con el histórico ring del Madison Square Garden.

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