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Opinión

3 de Mayo de 2019

Columna de Diamela Eltit: Por una ampliación de la democracia

"Carlos Ruiz analiza detalladamente el curso de la condición neoliberal. Pone de manifiesto el exacto umbral teórico del neoliberalismo encarnado en el austro húngaro Friedrich von Hayek, en los años 30.  Muestra cómo los tiempos no fueron proclives para ese proyecto y permaneció larvario hasta su consolidación ochentera y su veloz consagración global".

Diamela Eltit
Diamela Eltit
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Carlos Ruiz se inscribe de manera singular en el campo político cultural chileno. Lo hace porque, junto a una reconocida producción intelectual, ha colaborado en la creación de fuerzas políticas emergentes que consiguieron insertarse en el campo social. Movimientos de jóvenes que irrumpieron marcando espacios otros, alterando las construcciones tradicionales e inquietando a las elites políticas. Quiero mencionar de manera especial la SurDA, creada a principios de los 90 junto a Rodrigo Ruiz y formada básicamente por estudiantes  universitarios de izquierda que proliferaron de manera rizomática hasta controlar un número importante de federaciones universitarias a lo largo del país. Y, desde luego, su figura fue clave en la creación de la Izquierda Autónoma que tuvo un rol nítido en las movilizaciones del 2011 y en la conformación del actual Frente Amplio.

Su libro “Las Políticas en el Neoliberalismo, Experiencias Latinoamericanas” revisa procesos y especialmente las matrices en las que se funda el neoliberalismo, su inserción,  el avance vertiginoso por los territorios ante la evidencia del fracaso o la contracción de otras experiencias alternativas que se fueron desgastando hasta perder una real significación.

Es importante leer como hacia finales  del siglo XX, un siglo múltiple, en cierto modo  catastrófico, en cierto modo liberador, fue instalándose el  consenso en torno a un capitalismo literalmente desenfrenado, quiero decir se consiguió una apertura sin precedentes que posibilitó el imparable viaje de los capitales (un viaje siempre colonizador) hacia territorios despojados de escollos para su puesta en escena: la teatralización del objeto y del consumo como sinónimos de la libertad humana. En definitiva el concepto de ciudadano se permutó por el de productor de consumo.

Carlos Ruiz analiza detalladamente el curso de la condición neoliberal. Pone de manifiesto el exacto umbral teórico del neoliberalismo encarnado en el austro húngaro Friedrich von Hayek, en los años 30.  Muestra cómo los tiempos no fueron proclives para ese proyecto y permaneció larvario hasta su consolidación ochentera y su veloz consagración global. O, como asegura Nancy Fraser, “fue rescatado del basurero de la historia”.  Pero, sin duda, más allá o más acá de la revisión argentina o brasileña que el libro aborda, será la inscripción neoliberal chilena la analítica más importante para considerar los dilemas del presente.

El autor analiza el siglo XX local y se detiene de manera especial en el comportamiento de las clases medias y sus asociaciones. Recordé, mientras leía las alianzas de clase, el libro Martín Rivas escrito en 1862,   la primera novela poscolonial chilena donde, con una precisión asombrosa, se pueden leer los lugares sociales de cada uno de los personajes como réplicas exactas del universo real chileno que se mantiene en gran parte vigente en el exacto hoy. Ahora mismo.

Resulta apasionante examinar cómo Martín Rivas, el provinciano, perteneciente a la clase media, llega a la casa de Dámaso Encina elegante representante conservador, próspero inversor, para estudiar leyes y desde ese lugar, digamos, letrado consigue casarse con la hija del millonario.

Más allá del  romanticismo, de las particularidades de su trama, de las tensiones y de los conflictos, lo que resulta evidente en la novela es que la elección de Martín Rivas, de matriz liberal, le traerá beneficios sociales pero, a la vez,  su saber legal le será de gran utilidad al suegro para acrecentar sus negocios. Además el millonario Dámaso va a descansar en su yerno para la administración y el fortalecimiento de su fortuna mientras él se dedica con fervor a la política, pues en su horizonte está su decisión de  ser Senador de la República, para ampliar su poder y obtener así el dominio del Estado. Esa primera escritura de la reciente nación resulta importante para entender cómo desde la ficción se leyó no solo el imaginario local, sino especialmente las condiciones propicias para el ascenso de la clase media que va a colaborar en la formación de las mega empresas familiares ligadas a la política.   Esa misma clase media que llegó al gobierno durante la transición sin mover ni menos remover el modelo económico sino más bien, desde un neoliberalismo progresista, permitió su profundización. De esa manera la democracia fue invadida por la economía como centro del aparato social.

El proyecto del libro parece ser una forma de deconstrucción de ciertos presupuestos. La posdictadura resulta ser el espacio más proclive para instalar la hegemonía neoliberal y en esa instalación Carlos Ruiz observa cómo el  neoliberalismo progresista pos dictatorial se expande mediante la prolongación de las privatizaciones, el debilitamiento profundo de la actividad sindical, la precarización del empleo y de manera muy especial la tercerización como arma destructiva para el conjunto del mundo del trabajo. Muestra que la política del neoliberalismo radica en la segmentación de las personas según su capacidad de consumo y, de esa manera se intensifica el individualismo en contra de la  expresión comunitaria.

Afirma que la aplicación del modelo contribuyó a disminuir la pobreza pero y, esto es lo crucial, produjo una desigualdad de tal magnitud que permitió una concentración de riqueza inédita en la historia. En definitiva, el autor se refiere a una segmentación que posibilita la existencia de varios mundos operados de acuerdo a ingresos y accesos. Plantea el neoliberalismo como una forma de biopolítica lo que significa que la política económica es la  verdadera controladora de la vida o como dice el argentino Omar Darío Heffes “la democracia se integra a la máquina de gobierno económica y conlleva la penetración de la economía en cada uno de los aspectos de la vida”.

Carlos Ruiz no visualiza en su libro salida a un otro proyecto económico ni político nítido como no sea el rechazo a la estructura neoliberal existente. Pero sí piensa como alternativa la expansión de la democracia y la existencia de flujos sociales autónomos. Sin embargo, el autor deja fuera de su red analítica uno de las emergencias más importantes pos 2011 como es el movimiento feminista que ya ha tocado, en parte, estructuras centrales de dominación . Una revuelta feminista que se esgrimió ante una de las más profundas desigualdades estructurales mantenidas a lo largo de la historia.

El reclamo feminista chileno consiguió romper parcialmente el pacto de docilidad impuesto a las mujeres. Desde luego el movimiento no carece de riesgos, entre ellos la instalación de un feminismo neoliberal basado en el éxito personal (esa asombrosa seguridad de que el yo es yo) y fundado en la competencia. Pero, por ahora,  la revolución feminista actual (de masas e irrupción pública) no es personal es indiscutiblemente social. La tarea es ampliar un radio de acción que se extienda por las bases sociales. Porque hay que entender que el sistema neoliberal precariza de manera intensa a las mujeres especialmente a aquellas que subsisten como jefas de hogar y muchas sostenidas por redes asistenciales destinadas a perpetuar la implacable fragilidad  y la conocida subordinación. Quizás Carlos Ruiz, con su pericia analítica pudiera, en su próximo texto, emprender la aventura de aventurarse.

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