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14 de Abril de 2024

Eugenio Tironi: “Si alguien aprendió de Allende es, curiosamente, Boric y esta generación”

Fotos: Felipe Figueroa

“Este gobierno vino con una agenda de cambio, de transformación y se ha tenido que convertir en un gobierno de normalización, de orden. Eso es lo que tocó”, analiza el sociólogo Eugenio Tironi. Ya en el tercer año de gobierno, señala que como jefe de Estado y de su coalición, Boric ha tenido la capacidad de adaptar su agenda y programa con el respaldo de sus partidos, a diferencia de lo ocurrido con el líder de la Unidad Popular. Y afirma que "si termina su gobierno con el Partido Frente Amplio y con una gran federación socialdemócrata, puede darse por satisfecho".

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La tesis de Eugenio Tironi Barrios (72) sobre el carácter de la administración del Presidente Gabriel Boric no es distinta a la que han planteado otros sociólogos y pensadores. 

Desde su oficina en Rosario Norte, donde dirige la consultora de comunicación estratégica que lleva su apellido, dice que “este gobierno vino con una agenda de cambio, de transformación y se ha tenido que convertir en un gobierno de normalización, de orden. Eso es lo que tocó”.

El exdirector de comunicaciones en tiempos del gobierno de Patricio Aylwin —que por estos días termina la escritura de un nuevo libro— afirma que este no es un gobierno “woke y que si Boric abandona La Moneda con el Partido Frente Amplio consolidado y con una federación socialdemócrata, “puede darse bastante por satisfecho”.

Asegura que las disputas ya no son las de antaño y que las “dos almas” del gobierno —fuera de los dimes y diretes en el Parlamento— están cohesionadas en torno a la figura presidencial. “(En la Concertación) había disputas de fondo: si seguíamos o no con las privatizaciones, si había o no un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, si se aprobaba o no el divorcio”.

—Durante los dos gobiernos de la centroderecha, con más acento en el primer gobierno de Sebastián Piñera, se hablaba de los tecnócratas. Se acuñó la frase “más Word, menos Excel”. Y por el contrario, la izquierda siempre ha contado con un relato, más épica si se quiere. ¿Ve a este gobierno más débil en ello? Las principales reformas no salieron en el año “clave”.

—Este gobierno nació muy arropado en un gran relato, un colosal relato, que fue el que estuvo presente de forma radicalizada en la Convención Constitucional. Es un poco lo que se gesta en la nueva izquierda europea y estadounidense, que son todas las políticas de identidades: enfocado muy fuertemente la cuestión ambiental, la convivencia con los seres no humanos, la fragmentación del poder. O lo que ahora se ha llamado la izquierda woke. Eso tuvo su propio “estallido” el 4 de septiembre de 2022. Desde entonces, el gobierno ha tenido que ir creando su propia justificación en el curso de su ejercicio. Y la ha venido encontrando, curiosamente, en la reparación de las llagas y las heridas que dejó la pandemia. 

Eugenio Tironi Barrios (72) desde su oficina en Rosario Norte, Las Condes.

—En lo económico, particularmente.

—No solamente. Todavía no hemos sopesado lo que fue la pandemia. Fue muy, muy fuerte. Veníamos de un momento de euforia, de gran expresividad. Y de pronto hay que volver al hogar, enfrentarse al fantasma de la inflación que las nuevas generaciones no conocían, al tema de la vejez, a la enfermedad misma. Pero también a la pérdida de empleo, a la inseguridad, a la inmigración descontrolada, al fin de la frontera. Tuvimos un momento en el que la frontera norte pasó a ser como un queso suizo. 

El gobierno, de pronto, se encontró con un relato que se hunde. Y por otro lado, con una urgencia, con llagas que se creían reparadas, pero que están sumamente vivas y tienen que ver con la herencia de la pandemia y de más atrás. El nuevo relato ha sido el de la normalización: contener el desorden en las calles, restablecer el orden público, bajar la inflación, que ha sido una tarea titánica del gobierno y del Banco Central. Es bien curioso. Uno nunca elige su destino. Este gobierno vino con una agenda de cambio, de transformación, y se ha tenido que convertir en un gobierno de normalización, de orden. Es lo que tocó.

—¿No es una frustración para la generación que llegó a gobernar por primera vez?

—Esto es un doctorado express en gobernar y de lo que es responder a los humores de la población. Que cambiaron. No es que alguien leyó mal a Chile. Chile quiso el cambio, pero vino la pandemia, luego la Convención…

—Que fue muy radicalizante, incluso para un sector que votó Apruebo de entrada.

—Por supuesto, una borrachera. Y eso produjo un backlash. Una marea conservadora. Ahora, este gobierno tenía dos opciones: cerrar los ojos, y seguir con su programa contra viento y marea. O bien, reconocer que no había espacio para su plan original y adaptarse, cambiar su agenda y su programa y eso es lo que ha hecho Boric. 

Uno puede decirlo así: si alguien aprendió de (Salvador) Allende es, curiosamente, Boric y esta generación que ha sido capaz de hacer los arreglos, las concesiones e inclinarse como Allende no pudo, en parte también por su propia coalición. En ese sentido, le rindo mérito no solamente al Presidente sino que a haber dispuesto de una coalición que le ha permitido inclinarse, variar, cambiar y adaptarse. 

Eugenio Tironi: “Si (Boric) termina su gobierno con el Partido Frente Amplio y con una gran federación socialdemócrata, puede darse por satisfecho”

—¿Pero qué tanto tiene que “apretar los dientes” el PC y el Frente Amplio? Hay concesiones que no han sido fáciles, como el estado de excepción permanente en la Macrozona Sur.

—Este gobierno tiene el ruido de su coalición. Afuera, en el Parlamento. Pero el gobierno está particularmente unido en torno a la figura de Gabriel Boric. Y a las grandes figuras que tiene dentro: Tohá, Marcel, Vallejo, Elizalde. Recuerdo pocos gobiernos que hayan sido tan colegiados, tan homogéneos en términos de su gabinete. En general, no hay ministros o ministras que salgan con agenda propia, respondiendo a sus partidos.

Eugenio Tironi.

—Hay un punto de crítica constante a la vocera Camila Vallejo, que su repliegue en momentos de la vocería pueda obedecer a una agenda de proyección política. 

—En el gobierno de Aylwin, del que fui parte, ¡ahí sí que había tensiones importantes! Había un (Patricio) Rojas versus un (Enrique) Correa. Un (Carlos) Ominami versus un (Alejandro) Foxley. O un Foxley versus un (Enrique) Silva-Cimma. De ahí surgieron los autoflagelantes y los autocomplacientes (…). Había disputas de fondo: si seguíamos o no con las privatizaciones, si había o no un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, si se aprobaba o no el divorcio. 

Boric ha demostrado mucho talento para manejar coaliciones. Ha conseguido algo sumamente importante, que no consiguió Lagos, que era unir al PS y el PPD. El Socialismo Democrático está en un camino ahí… Y si termina su gobierno con el Partido Frente Amplio y con una gran federación socialdemócrata puede darse bastante por satisfecho.

—Hablaba al inicio de la influencia de lo woke en nuestros últimos procesos políticos, ¿este es un gobierno woke?

—No, para nada.

—Pero sí llegó con agendas más identitarias al poder.

—Pero nunca lo fue mucho. Es que tuvo el “pencazo” de la primera vuelta. El shock conservador venía de antes del 4 de septiembre. El Boric de segunda vuelta hizo un ajuste de motor que quizás no se aplicó con toda propiedad, o a lo mejor en el mismo (primer) gabinete, con algunas nominaciones. Y no lo aplicó respecto de la Convención Constitucional.

—Claro, eso fue una decisión. El gobierno opta por prescindir, no influir en el órgano.

—Ese fue un error. Con Piñera ya venía radicalizada.

—Pero a la vez, y con un panorama ya sombrío en los primeros meses, con una baja en el respaldo al Apruebo de salida, se inmovilizaron las reformas.

—Ese es su gran pecado. Ahora es fácil decirlo, pero no era fácil adentrarse en una Convención Constitucional que reclamaba su soberanía, que tenía su performance todos los días y que cualquier intento de un ministro de llamar a un convencional podía estar a los dos segundos en las redes sociales acusando intervención. Pero, obviamente, ahí hubo un déficit político gigantesco.

—La repentina muerte del expresidente Sebastián Piñera ha acelerado distintas relecturas de su último gobierno. Incluso el propio Presidente Boric ya tiene una lectura distinta a la que tuvo en su minuto. ¿Cuál es su análisis?

—De Piñera hay una elevada valoración por el hecho de que aceptara la salida que se dio, abriendo la puerta constitucional y entregando la Constitución, lo cual le valió un fuego amigo extraordinariamente duro. También se le reconoce que, a pesar de todo, no hubo una violación sistemática a los derechos humanos y no se optó por una salida autoritaria que se la proponían muchos. 

Actuó no solamente con convicción, sino también con realismo. Obviamente se le reconoce muchísimo la gestión de la pandemia, pero tiene parte de la responsabilidad de que el tipo de salida que se propuso, si bien nos dio paz y orden que era lo más importante en ese momento, no nos permitió darle salida a alguna de las presiones que teníamos en materia de forma de convivencia, de forma de desarrollo, pensando en la cuestiones como pensiones, salud.

—Parte de esa discusión es la que tuvo el Frente Amplio en su momento, que la nueva Constitución no resolvía cosas urgentes, que era el momento decisivo para empujar reformas profundas.

—Y otros que querían que no hubiera ningún arreglo a la situación revolucionaria como la que soñó el PC y otros sectores. Eso estuvo, pero híper presente para un sector de la izquierda (…). En ese sentido, la firma de Boric es un gesto que lo tiene hoy día sentado (en La Moneda). Y esto lo repitió muchas veces, ha firmado varias veces el pacto de 2019: en el funeral de Piñera, ante la muerte de la carabinera y en su relación con la policía, cuando respalda a Marcel y es aliado del Banco Central para detener la inflación.

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