Entrevista al escritor Jorge Baradit: “Quizás La ciudad de los Césares es la primicia de una nueva novela de ficción”

¿Cómo surgió esta historia?

Nos juntamos con Alex Zisis, que quería trabajar conmigo. Me invitó a una reunión, donde estaba Marco Antonio (de la Parra) y estaba Roberto (Poblete) y sufrí una especie de colapso y empecé a ¡bluah! a escupir ideas y empezamos a tener una conversación muy amplia, delirante, divergente, un trabajo muy experimental, conceptual. Finalmente, salió la idea de La Ciudad de los Césares, que es una idea que a mí me persigue hace mucho rato, como una metáfora de la utopía, esta ciudad lejos, donde viven hombres libres, donde la gente no se enferma, pero que se aleja. Cuando la gente intenta alcanzarla, la ciudad se aleja. Por eso hay muchos guiños a la idea de la utopía. Marco Antonio tuvo la paciencia de tomar este mono que es novelista y conducirlo por los secretos de la dramaturgia, hasta llegar a un texto que el grupo consideró apropiado. Desde ahí vino el trabajo de los actores, el trabajo de la dirección. Esto es un trabajo, por supuesto, muy colectivo. Entonces, yo no sabía con lo que me iba a encontrar y estaba super asustado, pero quedé muy tranquilo, muy feliz. Es una especie de alivio, tuve pesadillas porque los novelistas trabajamos solos y los resultados los administramos solos. Entonces, yo no vi ningún ensayo general. Estaba absolutamente aterrado.

¿Te pareció bueno el resultado?

Sí, el resultado es bueno, por supuesto. Los estrenos tienen esto de los nervios, cosas que hay que seguir ajustando, que ellos lo saben, yo también y que, a lo mejor, la gente no nota, pero estoy muy contento. Imagínate, si hace un año me hubieran dicho que iba a hacer una obra de teatro con el Ictus con Marco Antonio en el Teatro La Comedia, me habría muerto de la risa.Yo todavía me siento una Carmela, provinciano. Trabajar con ellos, para mí, es un sueño.

¿Qué te pareció el mundo del teatro?, ¿te gustaría seguir haciendo teatro?

Sí, es alucinante, porque las cosas ocurren en tiempo real. Las emociones, los dolores son verdaderos, no hay parafernalia, estás solo. Yo he hecho unas poquitas cosas en televisión y se pueden cortar, editar, los tiempos los manejan los editores, hay computadores involucrados, correcciones de colores, acá no. Esto es un salto al vacío que dura una hora veinte, una hora y media, que hay que tenerlos bien puestos para hacerlo. Yo creo que bajé un kilo, pero feliz.

¿Te gustaría escribir la novela de esta historia?

Sí. Esto es una novela. Yo creo que va a ser el germen de lo que voy a hacer en dos años. Quizás es la primicia de una nueva novela de ficción. El tema me encanta. Imbricar la fantasía, el delirio, los mitos chilenos con su historia, con su sociedad y con la contingencia es un malabarismo que me encanta. Y esto se da perfecto.

Se nota altiro tu mano, claramente es muy tu lenguaje, ¿cuáles fueron los mayores desafíos de llevar tu estilo narrativo a dramaturgia?

La dramaturgia es vida, la dramaturgia son emociones y la literatura, muchas veces, es un monólogo, es reflexión, es corriente de la conciencia y uno no se puede parar al frente de un escenario a hacer corriente de la conciencia. Tiene que haber acción, tiene que haber disputa, tiene que haber choque. El mayor desafío tiene que ver con eso, con convertir algo que es pura literatura en guion, en dos o tres personas interactuando, emocionando, creando tensión. Además, entendiendo que los silencios y los espacios van a ser llenados por actuación. Es decir, uno no se lleva toda la responsabilidad de producir el efecto en el espectador, sino que hay que dejar espacios en blanco, hay que dejar aire para que, también, hagan su pega los actores, el director, la escenografía y todo el resto de los lenguajes.

Este artículo fue publicado originalmente en Culturizarte, un blog chileno especializado en cultura. Si quieres ver contenidos culturales, visita www.culturizarte.cl. Síguelos en Facebook
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