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Cine

6 de Octubre de 2019

“Desesperado, solemne, autista y predecible”: Alberto Fuguet pulveriza la película del Joker con ácida crítica

Para el escritor, la cinta protagonizada por Joaquin Phoenix "quizás estéticamente funciona pero éticamente es torpe, infantil y lastimosa".

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Joker ha sido una de las películas estrenadas este año que más ha dado que hablar y en Estados Unidos provocó una verdadera guerra entre críticos de cine.

En Chile, el escritor Alberto Fuguet decidió convertirse en la voz de los detractores del filme de Todd Phillips y disparó firmemente contra ella en una crítica publicada en el diario La Tercera.

El artículo titulado “El rey de la autocompasión (payasadas)”, el autor de “Mala Onda” y “Sobredosis” asegura que “empecé a dejar de concentrarme en la pantalla al no tener con qué conectar o empatizar”.

Fuguet relata que antes de ver Joker se puso a ver “El rey de la comedia” (Martin Scorsese, 1982) y admite que fue uno de sus principales pecados: “Nunca hay que ver obras maestras antes de enfrentarse a impostores”.

Phillips desea hacer ópera y desafina. Para estar tan obsesionado con el cine de los 70s, es raro que no haya sido capaz de darse cuenta que todas esas cintas por las que profesa tanta admiración (la cinta bebe, como ya se sabe, de los filmes de Scorsese de los 70s) no fueron rodadas pensando en ser obras maestras o la palabra definitiva sino que eran intentos, acercamientos, apuestas”, subraya.

Para el escritor, “Guasón parece una gran apuesta, un filme jugado, osado, oscuro, arrebatador, pero es una franquicia ultra apoyada por Warner Bros (lindo el logo viejo pero no todo gesto retro vale en sí mismo) que dice correr riesgos pero que corre pocos”.

“A lo mejor por su tono sombrío y de réquiem quizás gane menos dinero. Ese es el mayor riesgo y tampoco lo es tanto porque al carecer de efectos especiales (eso se agradece, tiene una estética old school) lo cierto es que el riesgo comercial no es tanto. Que quede claro: esto es una cinta de superhéroes disfrazada de cine-arte rumano y no al revés“, precisó.

Fuguet también admite su sorpresa de que Todd Phillips construyera “el artefacto pop más comentado, amado, discutido y disectado en años” tras una carrera marcada por sus comedias “incorrectas de testosterona pop”.

“No me esperaba este cambio de giro tan calculado y, por sobre todo, desesperado, solemne, autista y predecible (…) Guasón intenta usar los código del cine de autor pero no tiene un autor detrás sino solamente a un actor sobregirado”, agrega.

El escritor asegura que “lo más demente de la cinta es su arribismo por ser lo que no es (tanta cita no te hace al autor que admiras) y su deseo desesperado por tenerlo todo: premios, respeto, credibilidad, fama, prensa, polémica, taquilla, arrastre global, etc.”.

Es incoherente y descontrolada pero no posee ritmo, que es lo que Hollywood más saber hacer. Y es que su deseo por no ser una franquicia le da una pátina de legitimidad pero también la hace dispararse en el pie. Esta es un cine de acción contemplativo que es capaz de aburrir“, añade.

Además, vuelve a hacer alusión a las cintas de Scorsese como Taxi Driver y The king of the comedy, y sentencia “uf, cómo el remix y YouTube han dañado el mundo: ahora basta homenajear o robar para que de inmediato te pongan en la misma liga. Yo mismo caigo en el juego. Poco y nada tiene que ver este chico Arthur Fleck con Travis Bickle y Rupert Pupkin”.

“En Taxi Driver y en El rey de la comedia, uno ingresa en las mentes de seres dañados y termina estando de su lado, comprendiendo incluso, aterrándose, gozando vicariamente. En Guasón somos testigos de un vía crucis de automutilación y fantasías suicidas y pulsación sexual reprimida al cien por ciento que nos pide empatía y comprensión. Quizás en eso radica su gran debacle: nos pide. Nos trata como invitados. No es capaz de hacernos entrar porque en ese departamento decrépito no cabe nadie más que el Joker”, agrega.

Para el escritor “esto es un mal monólogo teatral en un festival de nuevas tendencias. Por algo no hay lugar para personajes femeninos (Jodie Foster o la irresistible Sandra Bernhard, por ejemplo) o incluso para el rol del amigo (aquí no cabe ni un Alfred ni un Robin). La verdad es que cuesta empatizar con un personaje así y menos cuando comienza a matar (sin spoilers, dale, ok) y a salpicar sangre y cuando el único chiste la película es a costa de un enano”.

Fuguet también descarga su arsenal contra el protagonista del filme y describe que “por suerte me quedé sentado y atento mirando las contorsiones, tics, muecas y súplicas de cariño de un agotador Joaquin Phoenix descontrolado, sin dirección, actuando para la platea alta (es una de esas actuaciones donde todo es actuación y máscara y show y costillas a la vista)”.

“Joaquin Phoenix sabe lo que está haciendo y le da con los mismos tics y con hacer pasos de ballet poéticos hasta quebrar la paciencia de los más fanáticos. Hasta cita a Patch Adams. Logra ensuciar la palabra método y su propio apellido (lo logró: ahora es el Hamlet de la Generación Like). Digámoslo de una: Joaquin no es River y nunca lo será; River, que era pura contención y misterio, deseo y nostalgia, jamás hubiera optado por estos roles de mártires o de cristo (The Master fue quizás su inicio en el pantano de la morisqueta)”, manifiesta.

Hacia el final del artículo, Fuguet asegura que “Phillips y Phoenix creen que la fragilidad es virtud y mientras más solo está alguien, más fascinante puede ser. Error. No basta mostrar a un ser solo para tener drama. Para hacer drama de la soledad se necesita intentar conectar y aquí el payaso con un tic nervioso (ríe cuando desea llorar o está nervioso) solo conecta consigo mismo”.

“Su destino está claro: enajenarse y vengarse de los que lo dañaron y evitaron. Guasón cree estar haciendo una cinta de origen de un villano, pero no capta que solo está empoderando la creciente ideología de la victimización y gasta toda su artillería en que apostemos y celebremos al más extraño, emo e intenso en vez de las víctimas reales. Quizás estéticamente funciona pero éticamente es torpe, infantil y lastimosa. Paso. Basta. Next”, concluye.

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