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Opinión

3 de Febrero de 2020

Columna: El Frente y la crisis

Agencia UNO

"Las similitudes entre la interpretación del FPMR sobre la transición y las posiciones que en la actualidad sostiene parte de la izquierda más radical no dejan de sorprender. La lógica anti institucional que promueve la ACES, por ejemplo, que desprecia los acuerdos y rechaza los mecanismos democráticos por considerarlos construidos a espaldas de la ciudadanía".

Guillermo Pérez Ciudad
Guillermo Pérez Ciudad
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Cuando Patricio Aylwin asumió la presidencia, una facción del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) continuó con las acciones subversivas, que incluyeron, entre otras cosas, el asesinato de Jaime Guzmán y el secuestro de Cristián Edwards. La principal razón para mantener la vía armada en ese contexto fue, en parte, su profundo repudio a las lógicas de la transición: justicia en la medida de lo posible, Pinochet libre y sonriente, acuerdos del gobierno democrático con sus opositores (civiles y militares) y la persistencia del modelo económico instaurado por la dictadura. 

Todo este período está retratado de forma magistral en el libro Jóvenes Pistoleros, del periodista Juan Cristóbal Peña. A través de la relación que los frentistas Ricardo Palma Salamanca y Silvia Brzovic Pérez mantuvieron por décadas, Peña va construyendo los episodios de violencia política que marcaron el regreso a la democracia y en los que ambos participaron activamente.

El texto fue publicado unos días antes del 18 de octubre, pero puede servirnos como insumo para explorar nuestra crisis: las similitudes entre la interpretación del FPMR sobre la transición y las posiciones que en la actualidad sostiene parte de la izquierda más radical no dejan de sorprender. La lógica anti institucional que promueve la ACES, por ejemplo, que desprecia los acuerdos y rechaza los mecanismos democráticos por considerarlos construidos a espaldas de la ciudadanía, es muy parecida a los discursos revolucionarios de principios de los años 90. Basta escuchar las declaraciones de Víctor Chanfreau, vocero de la ACES, quien en este mismo diario afirmó que las protestas secundarias estaban fluyendo más porque iban directo de la movilización a la toma, sin pasar por la burocracia universitaria de quórums y votaciones. 

Ahora bien, si para el FPMR los traidores eran los hombres de la transición, para Chanfreau y su entorno la deslealtad al pueblo también la encarnan aquellos miembros de la nueva izquierda que, como Gabriel Boric, se sentaron a firmar el acuerdo por la paz con los partidos que permitieron la sobrevivencia de las dinámicas transicionales. Para los actuales revolucionarios, que la generación del movimiento estudiantil forme parte de la institucionalidad y ocupe cargos de poder es un pecado similar al que cometió la Concertación al profundizar el modelo.

Que existan ciertas similitudes entre el diagnóstico del Frente y el de los jóvenes de hoy no quiere decir que en un tiempo más la ACES u otros grupos afines seguirán la misma trayectoria en términos de violencia política y su legitimación. Sin embargo, los posibles paralelos, por limitados que sean, nos debieran permitir pensar en las razones que justifican, en uno u otro contexto, la aparición de ese profundo desdén por todo lo establecido y que, casi inevitablemente, conduce a la polarización y la violencia

Tal vez es un tema de madurez. No podemos olvidar que varios miembros del Frente eran tan jóvenes como Chanfreau. Palma Salamanca, por ejemplo, entró a militar al FPMR antes de cumplir 18 años, asesinó a Jaime Guzmán a los 21 y fue encarcelado a los 22. Unas décadas después, en una entrevista en este diario, dijo que la experiencia lo había transformado en un reformista, que la revolución estaba agotada y que los cambios debían darse de forma paulatina. 

Sin embargo, la ingenuidad juvenil no alcanza a explicarlo todo. Por lo mismo, es esencial preguntarse qué nos ha faltado entregarle a la juventud para que en generaciones sucesivas se terminen adoptando hipótesis tan negativas de la realidad. El desprecio por todas las mediaciones que, precarias y mejorables, son las que garantizan la convivencia democrática, no está motivado solo por diferencias políticas y materiales, sino también por carencias formativas –incluso afectivas y familiares– que reflejan un fracaso brutal a la hora de transmitir un horizonte de posibilidades que valga la pena cuidar. 

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#estallido social#fpmr

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