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Reportajes

9 de Abril de 2020

Covid-19, ¿un virus con clase?

Mientras la crisis sanitaria por el coronavirus sigue aumentando en nuestro país, no está de más mirar al inicio. Personas de altos ingresos que viajaron al extranjero han sido señalados como los responsables de iniciar los contagios en Chile. Epidemiólogos, especialistas de salud pública y datos del Ministerio de Salud muestran que en los primeros días los casos estaban concentrados en la zona Oriente de Santiago, cuyas comunas hoy albergan a un quinto de los contagios del país. Ese “patrón de clase” se repite en otras naciones y también al revisar la historia de otras pandemias. Fuimos a buscar explicaciones.

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“Lo que hemos visto es que el coronavirus entró a niveles socioeconómicos más altos por una razón muy sencilla: porque son los que viajan. Son las personas que tenían más dinero, que se fueron de vacaciones, estuvieron en Europa y trajeron el virus para acá. Los primeros patrones de contagio son en este grupo que viven en comunas del sector oriente de Santiago. Ahí empieza el contagio”, dice Claudia González, investigadora del Centro de Epidemiología y Políticas de Salud de la Universidad del Desarrollo.

Las cifras y los hechos parecen darle la razón. Si bien el primer notificado en el país -el 3 de marzo-  residía en Talca, se trataba de un médico de 33 años que venía llegando de un viaje de luna de miel por el sudeste asiático. Diez días después, el Ministerio de Salud informaba que en el país se habían confirmado hasta entonces 43 casos de Covid-19, de los cuales 29 pertenecían a la Región Metropolitana. Y esas 29 notificaciones fueron realizadas en clínicas privadas de Santiago Oriente como Clínica Alemana, Clínica Las Condes y Clínica Santa María.

Aunque los primeros días del contagio, y hasta casi un mes después, el ministerio no entregó cifras por comuna de los contagiados, salió a la luz pública un mapa confeccionado por la Seremi de Salud Metropolitana que mostraba que al 15 de marzo los casos de Covid-19 de la región se concentraban casi en su totalidad en las comunas de Santiago Oriente. Tres días después se filtró otro mapa de contagiados en la capital, donde se ve cómo el virus empieza a expandirse hacia otras zonas aunque aún bastante condensado en las del sector alto de la ciudad. En ninguno de los mapas hay cifras; sólo se muestra en color la distribución geográfica del patógeno. 

Mapa del 15 y 18 de marzo. Mapas filtrados por la Seremi de Salud RM. Se puede ver la expansión del virus desde las comunas de oriente hacia el resto de la región en tres días.

Mientras, en las redes sociales, en los comentarios de grupos de WhatsApp e incluso en columnas de opinión se podía percibir un ambiente de resentimiento de clase. Una sensación de que los “ricos” no sólo “eran los culpables de traer este virus a Chile”, sino que también lo estaban “esparciendo irresponsablemente”. En esos días se daban situaciones como que personas del sector oriente se estaban yendo a sus segundas viviendas en el litoral central para vivir una cuarentena voluntaria. También se conoció el caso de un joven de 29 años del sector alto que viajó a Temuco y posteriormente a un matrimonio en Villarrica, sin tener aún los resultados del examen que se hizo de Covid-19. En el mundo digital se respiraba enfado.

El Colegio Saint George’s en Vitacura se convirtió en el primer establecimiento educacional en Chile en decretar cuarentena a su comunidad escolar, tras dar a conocer que uno de sus profesores tenía coronavirus. En su balance diario del 19 de marzo, el ministro de Salud Jaime Mañalich afirmó: “En la Región Metropolitana tenemos 73 casos testeados nuevos, y prácticamente todos éstos están vinculados al brote de un colegio de la zona oriente de la zona metropolitana”. Por su parte, los alcaldes de Las Condes, Vitacura y La Reina llamaron a una cuarentena preventiva a sus vecinos y pidieron que no vinieran personas de otras comunas a trabajar a estos lugares, a menos que fuera imprescindible. “Representamos prácticamente el 50% de los casos diagnosticados de coronavirus en toda la Región Metropolitana y es donde se está desarrollando la máxima expansión de contagios”, dijo el alcalde Lavín el 20 de marzo. Cinco días después, el Ministerio de Salud decretó cuarentena total para siete comunas: Las Condes, Vitacura, Lo Barnechea, Providencia, Ñuñoa, Santiago e Independencia.

Según las últimas cifras del Ministerio de Salud, 42% de los casos confirmados en la Región Metropolitana sigue estando en comunas del sector oriente y Santiago centro. Siguiendo los números, un quinto de los casos confirmados en Chile fue notificado en esta área.

¿Tiene el Covid-19 un patrón de clase? ¿Ha pasado así con otros virus en la Historia? ¿Qué se puede concluir? Preguntas cómo esas son las que se hace Marcelo López Campillay, historiador y profesor del Programa de Estudios Médicos Humanísticos de la Facultad de Medicina de la Universidad Católica. Ha estudiado extensivamente cómo las epidemias, plagas y pandemias han llegado a Chile y cómo han afectado a su población. Es coautor de la investigación “Chile entre pandemias: la influenza de 1918, globalización y la nueva medicina”.

Según López, las pandemias dejan entrever el nivel de cohesión social que tienen las sociedades a las que afectan. “Si algo revelan las epidemias es la forma en que nos relacionamos, sobre todo cuando entramos a apreciar ciertos fenómenos en las ciudades, que son las tribunas históricas de impacto de las pandemias. Ahí se revelan ciertas divisiones culturales o fronteras invisibles formadas por barrio; que se hacen mucho más manifiestas”.

Marcelo López Campillay es historiador de la Universidad Católica y ha realizado estudios sobre las epidemias y pandemias en Chile. 

Respecto de la entrada del coronavirus a nuestro país, al académico le llama la atención que en términos sociales aparece este concepto del “cuico de Santiago” como portador de una plaga que viene de afuera. “Es un fenómeno interesante. La estigmatización, que es inevitable en este momento, sobre todo en sociedades con bajo nivel de cohesión social donde la desconfianza entre clases es la que reina, da espacio para que se busque un culpable”, dice. Además, recuerda el contexto político que vive Chile desde el estallido social de octubre, donde se ha puesto en tela de juicio el modelo de desarrollo y el papel de las elites. “Aquí hay otra razón más para culpar a la elite. Ahora nos trajeron una peste del exterior”, explica.

HUIR DE LA CIUDAD

El historiador Marcelo López Campillay recuerda que cuando el H1N1 -conocida también como gripe porcina- llegó a Chile en 2009, se decía también que “el cuico trajo la enfermedad al país tras haber viajado al hemisferio Norte”. “Sin embargo, ahí había otro contexto político y social. Esta pandemia (el coronavirus) entra en otro terreno, donde la sensibilidad en torno a nuestras diferencias ha crecido… Hay un contexto que nos estamos cuestionando. El mismo grupo que ha sido sindicado de no entregar soluciones a la inequidad que ha reinado en la última década y no ha entregado los beneficios de ese desarrollo que tanto se pregonó, ahora tiene otra acusación: traer una enfermedad y afectarnos a todos nosotros”, afirma.

El académico también hace un paralelo en la historia. Lo hace a propósito de las familias del sector socioeconómico alto que huyeron a sus segundas propiedades en el litoral central para cumplir la cuarentena, lo que provocó protestas en esos lugares de destino. En el siglo XIX, ante la irrupción de la viruela en las ciudades de Chile, López cuenta que la aristocracia también tenía la posibilidad de viajar al campo. “Se puede hacer una proyección en lo que hemos vivido ahora. Vimos que la segunda vivienda fue la alternativa para sectores acomodados. Hay ciertas concepciones culturales que van pasando de generación en generación, que asocian esta idea de la pureza a lo que está afuera de la ciudad; y la impureza a lo que está dentro del marco urbano. Pudieron escapar, porque aquí (en la ciudad) estaba la pestilencia”, explica.

EN OTRAS EPIDEMIAS

Otros especialistas también se refieren al origen de las pandemias en la clase acomodada para el caso de la influenza H1N1 en 2009. Coinciden en que el origen esa vez estuvo en personas del nivel socioeconómico alto, residentes en comunas de Santiago Oriente, que viajaron a México y al hemisferio Norte. Cuando regresaron a la capital, comenzaron la propagación del virus. “De hecho, el brote empezó en los colegios de Santiago Oriente. Las clínicas privadas fueron las primeras que se llenaron de enfermos. Es un patrón que se repite. Tiene que ver con las enfermedades que se originan en un lugar, en este caso en China, o en México, y son trasladadas por viajeros”, dice la sicóloga Claudia González, magíster en Salud Pública, que hoy es parte del Centro de Epidemiología y Políticas de Salud de la UDD.

Sandra Cortés, epidemióloga del Departamento de Salud Pública de la Facultad de Medicina de la UC,

Sandra Cortés, epidemióloga del Departamento de Salud Pública de la Facultad de Medicina de la UC, también recuerda que la transmisión del H1N1 se propagó hacia las zonas más pobladas y vulnerables a través de las personas que iban a trabajar al sector oriente, principalmente las empleadas domésticas. “Hubo un traspaso, un movimiento del virus, similar a lo que nos está pasando ahora. Se da desde el nivel socioeconómico alto, donde hay una especie de protección porque se atienden en clínicas privadas que tienen harta infraestructura y que pueden tener todos los mecanismos paliativos y recuperativos”, explica la también presidenta de la Sociedad Chilena de Epidemiología.

Incluso uno se podría remontar más hacia el pasado. Por ejemplo, al siglo XIX y la influenza que llegó a Chile en 1891. Lo escribe el historiador López Campillay en su estudio sobre las pandemias: esta influenza afectó en gran medida a las clases acomodadas, a diferencia de las llamadas “enfermedades sociales” como la viruela, la tuberculosis, la sífilis, el cólera, la difteria y el tifus que asolaban preferentemente a los sectores populares urbanos.

Durante la peste negra que azotó a Europa a mediados del siglo XIV, uno de los grupos que se sindicaban como culpables eran los ricos, explica López. La que ha sido la peste más devastadora en la historia de la humanidad tiene su origen en una etapa de globalización con el intercambio de productos a través de la Ruta de la Seda, la principal ruta comercial entre Oriente y Occidente. Iba desde China, a través de Asia Central, hacia Europa. “Se relaciona con el desplazamiento de pequeños proveedores que importan los bacilos y que llegan a Europa… Los comerciantes eran los antecedentes directos de la pequeña burguesía que empezó a nacer a fines de la Edad Media y que después impulsó la modernidad”, sostiene el historiador.

EL VIRUS EN OTROS PAÍSES

“El comercio siempre ha sido un agente que explica las pandemias. Las grandes rutas comerciales que siempre han existido, que son la base de la expansión del capitalismo y del colonialismo, indudablemente tienen que ver”, explica Marcelo López Campillay.

Así, sostiene el académico, se podría trazar un paralelo entre lo que sucedió con la Ruta de la Seda en el siglo XIV y la reciente llegada del coronavirus a Estados Unidos por la costa oeste. Esa zona tiene una histórica relación con Asia por la población de migrantes descendientes chinos y japoneses que poblaron California. “Esas relaciones históricas se han potenciado con el modelo de economía internacional de los años 90, con la ampliación del comercio internacional y el modelo productivo por cadenas de producción. Tal como ocurrió con la Ruta de la Seda en la expansión de la peste negra de Asia a Europa, ahora es lo mismo en términos del desplazamiento de canales sobre el Pacífico que conectan a Asia con América del Norte”, explica López.

Los principales focos de expansión del Covid-19 en Estados Unidos han sido los estados de California, Washington y Nueva York, territorios que albergan grandes ciudades cosmopolitas, grandes aeropuertos y un alto flujo de comercio internacional. 

El condado de Santa Clara en California se convirtió en el epicentro de contagio de ese estado: más conocida como Silicon Valley, es la capital mundial de empresas de tecnología y alberga las sedes de grandes compañías como Apple, Google y Facebook. Según el Índice de Silicon Valley 2020, publicado en febrero, los centros tecnológicos en los condados de Santa Clara, San Mateo, Alameda y Santa Cruz, todos en California, representan el 12% del PIB del estado, con 1.7 millones de empleos. Territorio cosmopolita y de constantes viajes; el coronavirus se instaló fácilmente allí.

Otro “hotspot” del coronavirus en Estados Unidos ha sido el estado de Nueva York, con 149.401 casos y sobre 6.000 fallecidos, según las últimas cifras de The New York Times. El estado ya superó en número de notificados a la provincia de Hubei en China, donde se originó la pandemia. Más de la mitad de los casos confirmados en el estado pertenecen a la ciudad de Nueva York, destino ultra turístico y el más visitado de Estados Unidos. En una entrevista en CNN, el alcalde de la ciudad, Andrew Cuomo, dijo que gente de otros países contagiada con coronavirus viajaron tempranamente a la ciudad y propagaron el virus: “Tenemos viajeros internacionales que estaban en China, que estaban en Italia, que estaban en Corea y que vinieron aquí. No tengo dudas de que el virus estuvo aquí mucho antes de lo que sabemos, y mucho antes que en cualquier otro estado. Porque esas personas vienen aquí primero”.

En Italia, algo similar sucedió en las regiones norteñas y ricas de Lombardía, Véneto y Emilia-Romaña. Sólo la región de Lombardía suma el 40% de todos los confirmados con coronavirus del país. Y 9.700 fallecidos, más de la mitad de muertos italianos por coronavirus. Esa es una de las áreas más ricas, densamente pobladas y globalizadas de Europa. El brote de Covid-19 en el país se expandió principalmente desde Codogno, un pueblo al sur de Lombardía, en la frontera con la región de Emilia-Romaña, cuyo distrito económico alberga grandes empresas y multinacionales, con constantes visitas desde el extranjero. Trabajadores, vendedores, gerentes y consultores viajan diariamente a su lugar de trabajo en este distrito y muchos de ellos volvieron con el virus a las ciudades cercanas donde viven. Milán, la próspera capital de Lombardía y nodo ferroviario importante, se encuentra a solo 70 kilómetros de Codogno.

LA MUERTE EN LA OTRA ESQUINA

Hay un punto, eso sí, que los especialistas comentan. Al menos en el caso chileno. Y tiene que ver con que las muertes por coronavirus, al menos las que se registran hasta ahora, se han producido entre habitantes de lugares más vulnerables, lejos de las comunas acomodadas donde el Covid-19 empezó a proliferar. 

“En general, los virus son como la contaminación del aire, son bastante democráticos”, dice Sandra Cortés, epidemióloga de la UC. Sin embargo, no toda la población es afectada de la misma manera; pues influyen factores como el acceso a los servicios de salud y otros determinantes sociales como las condiciones de empleo o el nivel de educación.

Hasta el 8 de abril, en el país habían muerto 48 personas. En la Región Metropolitana, una fallecida residía en Renca, dos víctimas vivían en Maipú, uno en Cerrillos y otros dos muertos eran de Puente Alto. Así lo informó el Ministerio de Salud. Sin embargo, las autoridades no han dado a conocer la comuna de residencia, ni el sexo ni edad de la mayoría de los fallecidos. Un número que llama la atención es la tasa de mortalidad en la región de la Araucanía, que ocupa el puesto número uno a nivel nacional con 15 muertos, representando el 31% del total. Esta región, según el Censo 2017, tiene los mayores niveles de pobreza multidimensional. Para frenar la expansión del coronavirus en este territorio, el 27 de marzo el Minsal anunció una cuarentena total para las comunas de Temuco y Padre Las Casas; y el 7 de abril lo hizo para la comuna de Nueva Imperial.

La epidemióloga Claudia González, si bien aclara que es difícil dar una opinión sin tener la información sobre la comuna de residencia de los fallecidos, dice que “siempre van a ser los sectores vulnerables los que van a tener la peor parte en esto. Son los que tienen una situación de vulnerabilidad mayor, gente más pobre, que tienen peor acceso a salud. No me extraña que haya más muertes en sectores vulnerables”.

Claudia González es investigadora del Centro de Epidemiología y Políticas de Salud de la Universidad del Desarrollo.  

La epidemióloga Sandra Cortés coincide en que es difícil aventurarse en este punto con información que no está disponible todavía, pero mantiene su hipótesis de que los fallecidos por coronavirus seguirán apareciendo en aquellas localidades donde haya más dificultades de acceso a la salud “y donde también se pueda complejizar todo el manejo de camas críticas y de los insumos relevantes como los ventiladores mecánicos. Sabemos que hay una diferencia de Santiago con respecto al resto de Chile; y dentro de Santiago también.”

Cortés cree que Chile está en buen camino respecto a la tasa de mortalidad comparado con otros países, y espera que este índice no se dispare en el futuro. “Pero es posible que aparezcan mayores tasas de mortalidad en aquellos sectores que tengan menos acceso de salud, lo que evidencia la situación de salud en general de nuestro país. Esa es la gran preocupación que hemos manifestado los epidemiólogos salubristas. Sabemos que Chile tiene diferencias por posición socioeconómica justamente en el acceso a la salud, y en la calidad de los servicios de salud que reciben las personas… Sabemos que, en Chile, los pobres se mueren más y que los pobres se enferman más”.

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