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Reportajes

8 de Junio de 2020

Julio Ávila, mayordomo Hospital Sótero del Río: “Acá se ve el sufrimiento de las personas”

Lleva más de 15 años aquí. Maneja las llaves de cada rincón del hospital, mantiene las antiguas instalaciones del agua y la electricidad, ayuda a los pacientes que llegan desorientados.

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En el Centro de Diagnóstico Terapéutico (CDT) del Hospital Sótero del Río, todos conocen a Julio Ávila (65). No sólo porque lleva más de 15 años trabajando aquí ,o porque maneja todas las llaves de cada rincón del hospital, o porque se hace cargo de la mantención de las antiguas instalaciones del agua y la electricidad del recinto. Aquí todos lo conocen porque Julio está en todas: brindándole apoyo e información a los pacientes que llegan desesperados o perdidos, conteniendo a auxiliares de aseo y otros trabajadores del lugar, observando todo para estar atento a lo que haga falta. 

Para el terremoto del 2010, Julio estaba a las 4 de la madrugada del 27F en el hospital, listo para ayudar. Y para esta pandemia, está de punto fijo desde las 7 y media de la mañana hasta las 7 y media de la tarde. Julio es una especie de comodín del hospital. Un personaje querido por todos que ahora está de duelo con la noticia del fallecimiento del gastroenterólogo del Sótero del Río, el doctor René Sánchez. “Era un hombre excelente, muy buena persona, tenía un afán grande de ayudar”, se lamenta él. 

“La gente está muy alterada, asustada, hay gente que ha renunciado a sus servicios, es un miedo terrible, entran en un estado de pánico, tanto de la gente del servicio como de la gente del aseo y los guardias”

Hace pocos días, le tocó contener a una auxiliar de aseo a quien le dio una crisis de pánico con llanto y gritos. Tenía miedo por un posible contagio. Tenía miedo porque trabajaba en la parte de endoscopias, donde trabajaba el doctor fallecido. Julio la calmó. También ha visto al personal de salud: cansancio, cabezas gachas, agotamiento, preocupación. “La gente está muy alterada, asustada, hay gente que ha renunciado a sus servicios, es un miedo terrible, entran en un estado de pánico, tanto de la gente del servicio como de la gente del aseo y los guardias que trabajan en empresas externas. Estamos en un momento crítico. Ningún hospital estaba preparado para algo así”, cuenta Julio. 

Julio vive con su esposa. Tiene dos hijas grandes y seis nietos. Sus hijas no quieren que siga trabajando, menos en el hospital, un lugar de alto riesgo de contagio. “Pero ¿sabe qué?, yo creo que soy más necesario acá. Yo amo este servicio porque con esto he podido tener todo lo que antes nunca tuve: mi casa ya se pagó, tengo la segunda casa pagada que es en el cementerio, y tengo un vehículo. Uno se pone la camiseta porque acá se ve el sufrimiento de las personas. Me siento necesario y capaz todavía: puedo correr, saltar, subo escaleras rápidamente. El cerebro me funciona bien”, dice.  A Julio le daba pena ver las colas de personas con enfermedades crónicas o en cuidados paliativos, esperando cuatro y hasta seis horas por sus remedios.  “Eso es algo que traspasa el alma”, dice. Ahora está más tranquilo porque el sistema de entrega se agilizó: ahora la gente sólo va a dejar la lista y pasa a retirar sus medicamentos cuando el pedido está listo. También le da pena cuando la gente espera horas, se equivoca de fecha en sus horas, no pregunta. Con paciencia, él los ayuda a gestionar lo que necesitan.

“Yo creo que soy más necesario acá. Yo amo este servicio porque con esto he podido tener todo lo que antes nunca tuve: mi casa ya se pagó, tengo la segunda casa pagada que es en el cementerio, y tengo un vehículo. Uno se pone la camiseta porque acá se ve el sufrimiento de las personas. Me siento necesario y capaz todavía: puedo correr, saltar, subo escaleras rápidamente”

“Me da pánico contagiarme. No me gustaría ser un referente o que por causa mía mucha gente pueda caer en esto. De qué me serviría entonces ser funcionario de la unidad. Tengo 16 anotaciones de mérito, ninguna negativa. No sería una buena experiencia si me enfermo de esto. Por eso me cuido. Nadie me tiene que decir que venga, yo vengo porque sé que tengo que estar acá”, dice él. 

Por ahora, sigue las doce horas diarias en el hospital, sin descanso, incluidos fines de semana. Ahora por la contingencia, Julio dice que tiene que estar más atento que nunca, pero cree que esto nos va a servir a todos, al menos para ser más limpios de aquí en adelante. “Los chilenos tenemos malos hábitos, no nos lavamos tanto las manos. Ahora eso va a ser una cuestión básica. Vamos a ser más cautos, limpios y ordenados. Y también, vamos a ser más consecuentes con el otro. Eso es importantísimo”. 

“Tengo 16 anotaciones de mérito, ninguna negativa. No sería una buena experiencia si me enfermo de esto. Por eso me cuido. Nadie me tiene que decir que venga, yo vengo porque sé que tengo que estar acá”

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