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19 de Junio de 2020

Fresia Villanueva, cocinera hospital Luis Tisné: “Desde el 15 de marzo no abrazo a mi familia”

Era la supervisora de la cafetería del hospital, pero fue cerrada por la pandemia. Hoy trabaja en el casino, preparando almuerzos para el personal de salud. “He tenido mis días tristes. Una vez lloré en el baño porque tenemos una compañera del casino intubada. Y la segunda vez cuando murió el hermano de una doctora amiga. No hay tiempo para llorar”.

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Fresia Villanueva Zambrano lleva 18 años trabajando en el hospital Luis Tisné. Llegó cuatro meses después de que fuera inaugurado, empezando como auxiliar de alimentación de la cocina hasta convertirse en supervisora de la cafetería. “Yo hago mi pega no más. Entrego el café. Pero cuando murió mi padre hace cuatro años atrás me di cuenta lo querida que era”, dice.

Casada, con 49 años y tres hijos, gran parte de su vida ha estado totalmente ligada a este centro asistencial de Peñalolén. Su casa queda a dos cuadras y su papá falleció en la sala de emergencia del mismo Tisné, producto de un ataque al corazón. Fresia recuerda que fueron filas de funcionarios los que le fueron a dar el pésame a la puerta de su hogar y eso le quedó grabado. 

La cafetería fue cerrada el 23 de marzo. Cuenta que la llegada del coronavirus cambió todo “en un dos por tres”. Tanto la empresa de alimentación que la contrata como el mismo hospital tomaron rigurosas medidas sanitarias. Fresia llega cada día a las 7:30 a.m. y entrega los desayunos de los funcionarios del hospital que salen del turno de noche. Después baja a la central de alimentación a preparar los almuerzos en potes desechables que son llevados para los compañeros que están en los pisos destinados exclusivamente para pacientes Covid. Ellos no pueden salir de ese sitio hasta que el turno acaba. 

Aunque Fresia se sabe expuesta en el contacto directo con la gente que trata a los enfermos por coronavirus, nunca ha tenido pánico. “Yo soy una persona que se viene bien con los cambios. Cuando termina el día puede que me sienta cansada o me duela el colon, pero reacciono bien. Sin embargo, no sabía que esto iba a ir creciendo y que cada día iba a ser peor”, revela.

El casino fue adaptado a las medidas de distanciamiento social, han tenido que atender a diferentes turnos y separar las mesas. De las cuatro personas con las que trabajaba en la cafetería queda sólo ella -uno fue despedido y dos están con licencia-, por lo que fue unida al equipo de la cocina en que todos colaboran cuando falta alguien o algo. 

“Yo soy una persona que se viene bien con los cambios. Cuando termina el día puede que me sienta cansada o me duela el colon, pero reacciono bien. Sin embargo, no sabía que esto iba a ir creciendo y que cada día iba a ser peor”, revela.

“Caminas por los pasillos y no sabes quién es quién porque andamos todos tapados con la doble mascarilla, las antiparras y el escudo facial, entonces cuesta identificase. Uno saluda no más. Yo creo que todos tenemos temor de alguna forma, temor de contagiarnos al llegar a trabajar y no sólo porque te puedes contagiar tú”.

*** 

El miedo va ligado con el riesgo que pueda tener su familia. En su casa, además de su propia familia, vive con sus dos hermanas y sus sobrinos: “En total somos diez. Mi hermana mayor es hipertensa y diabética, una sobrina también es diabética y un chicoquito de tres años es asmático. Al principio fue un poco estresante por estar encerrados. Mi marido y mi hermana están con cese de contrato”.

Fresia cuenta que sigue un riguroso procedimiento de limpieza física y de desinfección de sus artículos personales al volver a casa. “Desde el 15 de marzo ya no los beso ni los abrazo. Es muy difícil porque yo soy de piel, de contacto, de contener y que me contengan. Les saludo de lejitos, casi como una Miss Universo”, agrega.

Reconoce que este tiempo frente al Covid y la muerte, le ha afectado: “He tenido mis días tristes. Una vez llore en el baño un par de lágrimas, pero tenía que seguir trabajando. Me dio pena, porque tenemos una compañera del casino intubada. Y la segunda vez fue el sábado pasado en que murió el hermano de una doctora amiga y el dolor es más cercano. Pero menos mal que estaba sola en la pieza. No hay tiempo para llorar”. 

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Los lazos que Fresia tiene con el Hospital Luis Tisné son fuertes. Es común que le manden mensajes por WhatsApp o la llamen por teléfono para pedirle algún cariñito desde la cocina o solucionar algún requerimiento. Fresia dice que su número es como un teléfono público, pero no le molesta. En las noches, cuando descansa, envía textos a sus contactos del hospital para saber cómo están. 

En estos momentos de emergencia es que está más consciente de lo vital que es alimentar a la gente del servicio de salud: “Es el único rato en que se salen de su pega y comen. Se despegan un poco de lo que están viviendo. Tienen 15 minutos para almorzar y 15 para estar en el patio. Sólo en ese momento se sacan la mascarilla y vuelven a ser humanos”.

Dice que el ánimo dentro del hospital es bueno. Admira cómo los funcionarios de la salud se ven “enteros”, se hablan con buenas energías e impera un espíritu de unión. No obstante, el cambio producto de la pandemia es notorio: “Los ves trabajando más a full, pero también se ven más carros fúnebres con fallecidos y eso también te toca y apena porque sabes cómo es: el paciente llega solo, no tiene visitas y muere solo. De ahí directo al cementerio. No hay una contención para los familiares ni velorio”.

En estos momentos de emergencia es que está más consciente de lo vital que es alimentar a la gente del servicio de salud: “Es el único rato en que se salen de su pega y comen. Se despegan un poco de lo que están viviendo. Tienen 15 minutos para almorzar y 15 para estar en el patio. Sólo en ese momento se sacan la mascarilla y vuelven a ser humanos”.

Fresia siente que la piel se le ha puesto más dura y repite el pensamiento de que esto, tarde o temprano, también va a pasar. Sus esperanzas están puestas en la llegada de la primavera y un descenso de la enfermedad para esa fecha: “Ojalá que podamos vernos todos a las caras de nuevo y decir que salimos de ésta. Mientras hay que seguir trabajando, tratar de estar feliz y contenta, y mantener eso. No puedo andar por los pasillos triste. Tengo que ir irradiando amor y luz”.  

Este texto es parte de la serie “Invisibles, pero fundamentales”. Puedes revisar el resto de los capítulos AQUÍ.

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