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Selección Nacional

14 de Agosto de 2020

Erika Silva, creadora de Memorarte: De la marcha y la calle al apoyo en las cárceles

Crédito: Carlos Candia

El viaje al pasado en esta conversación no cuenta con fechas definitivas, sólo un profundo interés por compartir ese arte colectivo con el que alcanzaron su fama en la calle. En este nuevo capítulo de Selección Nacional, la académica y creadora de Memorarte recuerda los hitos del colectivo artístico, reflexiona sobre el arte y su poder sanador incluso en medio de la pandemia.

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“Bordar para incidir”. Esa es la premisa de Memorarte, el colectivo de arpilleristas que busca transmitir mensajes y contar historias a través del bordado en telas. Erika Silva, creadora del grupo, remonta sus inicios hace diez años, cuando después de participar en un taller del Museo de la Memoria con Patricia Hidalgo y Teresa Madariaga, ambas parte del patrimonio vivo del bordado de arpilleras en Chile, alucinó con la mística del proceso. “Yo no soy del mundo de las manualidades, ni buena para nada de ese tipo, pero lo que sí me gusta es contar historias y encontraba que bordar arpilleras era una herramienta muy bacán para hacerlo. Además me gusta mucho lo que pasa cuando las mujeres bordan juntas. Se suelta la lengua y puedes hablar de cosas que en la vida normal, no hablarías. Es muy fácil establecer conversación cuando todas  están trabajando”, cuenta.

Tras recibir ese primer aprendizaje, se encargó de difundirlo por cielo, mar y tierra. Tanto se movió que la Municipalidad de Pedro Aguirre Cerda, su comuna, la llamó para hacer un rescate de la memoria de la Población La Victoria a través del trabajo con arpilleras. “Al principio me parecía un poco ridículo, porque yo era nueva bordando y en La Victoria hay muchas bordadoras con tradición. La cosa es que había que ser profesora y ahí calzaba yo, pues soy licenciada en Educación y Magíster en Gobierno y Gerencia Pública. Tenía que evaluar, planificar y ejecutar el proyecto”, explica.

Arpillera de Memorarte. Crédito: Carlos Candia

En ese taller se encontró con excompañeras de colegio, amigas y mujeres interesadas en proyectar este arte colaborativo en el tiempo. Durante varios meses se reunieron en el Parque André Jarlán haciendo talleres gratuitos para vecinos y vecinas de la PAC. Se apoyaron en el boca a boca e incluso implementaron redes sociales para alcanzar más difusión. Tras el éxito, buscaron un espacio fijo de reunión en la población Magallanes y durante los sábados impartieron talleres. El proyecto se acabó y fueron invitadas a exponer a la Biblioteca Viva del Mall Plaza Vespucio. “En esa exposición bordamos caras de mujeres importantes en Chile. Hicimos nuestra primera obra de arte sobre violencia de género. En ese tiempo trabajaba en la cárcel y mis alumnas bordaron una palomita con los nombres de las chicas que habían muerto ese año. Fue muy emocionante”, relata Silva.

“Cuando uno ve la Cuenta Pública y ve que cultura ni siquiera es mencionado, es no entender cuánto repara y acoge el arte en cualquiera de sus manifestaciones. Es no entender cuánto regula los niveles de angustia poder crear y cómo eso puede ser una válvula de escape para los dolores propios, familiares o comunitarios que existan”.

Lo cierto es que el hito que lo cambió todo en la historia de Memorarte fue cuando Erika,  junto otras 10 mujeres, decidieron bordar una obra conmemorativa para el 11 de septiembre del año 2016. Se vistieron de colores, algunas usaron capuchas, se pusieron flores en la cabeza y marcharon por la Alameda. El lienzo contenía 200 palomas ausentes que formaban una gran paloma como metáfora de la memoria y los desaparecidos. “Nunca pensamos que tanta gente nos iba a sacar fotos porque uno no lo hace pensando en eso, nos nació nomás. La gente se detenía a mirarnos. Con el tiempo, ese lienzo lo seguimos llevando a las marchas y las personas empezaron a bordar los nombres de sus familiares que habían sido ejecutados políticos o detenidos desaparecidos, por lo tanto es una pieza muy bella que está intervenida con el pulso de los familiares de víctimas de la dictadura”, cuenta.

Tanto les gustó la marcha como un espacio de conexión con la gente que en cada oportunidad que se les presentó, volvieron a la calle. “En el taller nos empezamos a reunir una vez o dos veces a la semana y después nos inventábamos proyectos. El día del trabajador, por ejemplo, bordábamos overoles y en las marchas feministas vendíamos pañoletas. Lo que más nos gusta es la calle”, cuenta.

En 2017 desde el Ministerio de Cultura las convocaron a un encuentro de bordadoras por los 100 años de Violeta Parra. Las seis miembros estables del colectivo se organizaron y vendieron rifas y pescado frito para pagarse el viaje a Europa. Pasaron por Berlín, Grecia, Londres y expusieron en el Museo Le Rocher de Palmer en Francia, donde bordaron canciones de Violeta Parra en arpillera: “Estuvimos con Ángel y Javiera Parra el día que se cumplieron los 100 años. Ellos cantaron y nosotras expusimos ahí, con las patas y el buche”. No solo eso. También organizaron durante dos años el Encuentro Internacional de Arte Textil y Resistencia, evento que repetirán el próximo 11 de septiembre de forma virtual.

Como tenían afinidad con lo que pasaba en la calle, cuando estalló Chile en octubre pasado, ellas y su trabajo brillaron por la Alameda. “Como nosotras somos de calle, todos los viernes íbamos a bordar y exponíamos nuestras piezas fuera del GAM, colgábamos piezas grandes, mucha gente veía nuestro trabajo y además vendíamos pañoletas, y de verdad nos iba muy bien. Los talleres dejaron de funcionar, pero en la calle había muy buena respuesta de la gente”, explica.

“Muchas mujeres me han dicho “Ahora, después de haber venido, me siento mucho mejor”. Y es que el ser humano es mucho más complejo que simplemente tomar un remedio, aloja su felicidad en cosas bastante más sencillas”.

En marzo había un ánimo y voluntad por volver a las calles, ¿cómo les afectó la llegada de la pandemia?

-Ha sido duro, siempre hemos sabido que no va a ser fácil, mucho menos en estas circunstancias. Lo que más me duele, y es porque lo he visto, es que el arte y la cultura si sanan a los pueblos, si los reconfortan en tiempos de dolor. Cuando uno ve la Cuenta Pública y ve que cultura ni siquiera es mencionado, es no entender cuánto repara y acoge el arte en cualquiera de sus manifestaciones. Es no entender cuánto regula los niveles de angustia poder crear y cómo eso puede ser una válvula de escape para los dolores propios, familiares o comunitarios que existan. Además, es ignorar también cuánto reconforta ser espectador, poder ver una obra de teatro, poder ir al cine… Eso es lo que más duele, porque pareciera ser un oficio de segunda cuando es un oficio que también salva vidas.

Crédito: Carlos Candia

¿En qué están ustedes hoy?

-Junto a Memorarte hemos hecho talleres de bordado con mujeres de la cárcel de Rancagua y también nos hemos organizado. Hicimos una campaña para juntar toallas higiénicas para las presas y hace poquito hicimos otra para juntar plata y comprar queques a exprivadas de libertad que recibieron sus hornos. Esos queques que compramos en un comercio justo y con sentido, queremos llevarlos a la Legua para el día del niño. 

¿Cuál es el sueño de Memorarte?

-Que quienes bordamos aquí, podamos vivir al menos media jornada del trabajo que realizamos. Todas trabajamos en otras cosas, pero claro, el espacio de mayor disfrute es este. De repente tenemos pedidos de pañoletas u otros objetos, pero no es permanente. Es muy complejo recibir plata de la cultura. Hace un tiempo trabajamos haciendo el calendario de la Cepal, donde claro, no ganamos tanto, pero nos da prestigio.

¿Qué lecciones les ha dejado hacer este trabajo colectivo?

-Primero, que hacer arte es un lenguaje súper humano. Todos podemos ser artistas, todos podemos crear y canalizar aquello que sentimos en acciones, en obras, en piezas, en bordados, en pintura o literatura. Y de verdad, es un trabajo que alivia el alma, que reconforta. Nosotras hemos tenido alumnas que tienen fibromialgia o cáncer. Y claro, lo que ellas necesitan de forma concreta es quimio o radiación, pero lo que les entrega bordar y crear junto a otras mujeres, es un alivio al alma. Muchas mujeres me han dicho “Ahora, después de haber venido, me siento mucho mejor”. Y es que el ser humano es mucho más complejo que simplemente tomar un remedio, aloja su felicidad en cosas bastante más sencillas.

Colectivo Memorarte – Crédito: Carlos Candia

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