¿Qué pasó con El Choyo? La misteriosa desaparición en las sombras de la revuelta de octubre
Esposado y junto a un retén móvil de Carabineros, fue la última vez que lo vieron. La institución negó lo sucedido, tomó la denuncia por presunta desgracia y se desentendió del caso. Ha pasado más de un año y su familia aún no tiene respuestas.
Por María Belén MedinaCompartir
Lunes 28 de octubre de 2019. Geraldo Monarez Peña (55) salió de su casa en la población Patricio Lynch en Talcahuano. Era pasado el mediodía y su mamá, Raquel Peña (86), preparaba el almuerzo. Los dos habían vuelto de cobrar sus pensiones en la caja de compensación Los Héroes, acompañados por un familiar. Ella, por vejez y él, por discapacidad mental.
A Geraldo le decían “El Choyo” desde que era niño. Al crecer, era más alto y delgado que el resto de sus hermanos a la misma edad. Tenía comportamientos repetitivos y violentos que llamaron la atención de Raquel, quien lo llevó al doctor. Se trataba de un paciente psiquiátrico: tenía esquizofrenia y un leve retraso mental. Desde entonces, siempre estuvo junto a ella. Cuando llegó a la adultez, comenzó a pedir comida, pan o café entre los vecinos y se ganó el apodo de “el cafecito”. Era común verlo deambular por las calles de Talcahuano y Hualpén.
Pasados los 50 años, se había convertido en un hombre de caminar encorvado, de contextura media, y piel tostada por todas las horas que pasaba caminando al sol. Su sonrisa era desdentada y se le hacían leves arrugas junto a sus rasgados ojos café.
Doña Raquel usaba silla de ruedas. Tenía artrosis y úlceras en ambas piernas. La afección pulmonar crónica que la aquejaba le impedía desplazarse libremente. Apenas podía hacerlo dentro de su casa.
Se levantaba lentamente y con dolor, para cocinar, hacer su cama y darle los remedios al Choyo, lo que en el último tiempo era cada vez más difícil, ya que los escupía o se negaba a tragárselos. Un gran problema ya que, según cercanos, eran lo único que impedía que se pusiera violento. A pesar de los pestillos y obstáculos que pusiera Raquel en la casa, Choyo siempre lograba esquivarlos y salir.
Aún así, volvía todos los días. Sabía que junto a su madre lo esperaba un plato de comida caliente y una cama en su propia pieza. Pero desde el 28 de octubre del 2019 no fue así.
En Hualpén, la revuelta llevaba 10 días con manifestaciones en el puente Las Higueras y las canchas de calle Sabadell, entre otros puntos. Había carabineros haciendo rondas todo el tiempo. A las 3 de la tarde, se puso a llover torrencialmente y los manifestantes se dispersaron. Media hora después, Lorena Zuñiga (34), pareja de un sobrino de Geraldo, salió de visitar a su hija en el hogar de menores Tupahue, en calle Sabadell. Frente a la institución vió a Geraldo, esposado, junto a dos carabineros que andaban en un retén móvil. Cruzó para ver de qué se trataba.
—Oiga, no puede llevarlo detenido es enfermo- exclamó.
—Bueno, entonces que venga a buscarlo su mamá– respondió, según recuerda la mujer, uno de los uniformados.
—Es una señora mayor y anda en silla de ruedas– retrucó, Lorena.
—Entonces que vengan sus hermanas, qué clase de familia lo deja solo- habría zanjado el otro carabinero.
A pesar de la insistencia de Lorena, el funcionario –que describió como alto y canoso– le habría ordenado que se fuera y el otro –moreno y más bajo– le habría subrayado que los dejara trabajar, mientras Geraldo – recuerda su sobrina- miraba asustado y repetía “Lorena, Lorena, Lorena”.
Enojada, llamó a su pareja y juntos fueron a la casa de Raquel para luego intentar sacarlo de la Comisaría donde, asumían, estaría retenido. Pero en la 4ta de Hualpén, les negaron lo sucedido. No había registros de que hubiese sido detenido y les dijeron que, quizás, se trataba de un retén móvil de Talcahuano.
Al día siguiente, Marioly Rocha (42), sobrina de Geraldo y nieta de Raquel, se enteró de lo que había pasado y llamó a la 2da Comisaría de Talcahuano, pensando que ahí podían tener más información.
“Carabineros llamó dos veces a la familia: una para saber si Geraldo había vuelto a la casa por su propia cuenta y la otra se trató de un uniformado que quería dejar en claro que él había hecho de todo lo posible para encontrarlo”.
“Me explicaron que en Hualpén sólo podía haber patrullas de la 4ta Comisaría. Es decir, a mis familiares, el día anterior, les habían mentido, o sea nos estaban escondiendo información”, explica.
Esa misma tarde, otra pareja de Carabineros llegó a la casa de Raquel Peña para hacer la denuncia por presunta desgracia, sin mencionar la participación de uniformados en los hechos del día anterior. Es decir, era la palabra de Lorena contra la de Carabineros.
Marioly, al ver a su abuela Raquel desconsolada por la desaparición de Geraldo, le prometió que lo encontrarían como fuera. Imprimieron carteles que pegaron por todo Hualpén y parte de Talcahuano, subieron mensajes con fotos de búsqueda a las redes sociales y se dividieron en cuadrillas entre familiares y amigos para recorrer las calles buscándolo, pero no apareció.
Al enterarse, muchos vecinos se ofrecieron a ayudar. Raquel comenzó a recibir gente en su casa, les mostraba las cosas de su hijo en busca de alguna pista que aliviara su angustia. El día de su desaparición, Geraldo había salido sin tomar su medicación y lo que ella más temía era que se pusiera violento con carabineros en medio de la revuelta.
Cada vez que Raquel llamó a la policía para preguntar si sabían algo, le decían que no. Muchas veces, según afirma la mujer, sin siquiera escuchar de quien se trataba. Esa semana, Marioly empezó a ir al Servicio Médico Legal para ver si Geraldo había aparecido muerto, con una extraña sensación de angustia y esperanza. Sin embargo, ninguno de los cuerpos correspondía al de su tío.
Marioly, Lorena y su pareja recorrieron varias veces el lugar de los hechos en calle Sabadell. “Ahí tuvimos que jugar a ser investigadores, porque nadie nos ayudaba. Le pedí a Lorena que me dijera todo lo que había visto, miramos alrededor para ver si había cámaras que pudieran haber registrado lo que pasó ese día”, pero el hogar de menores no tenía y las del colegio cercano sólo apuntaban hacia su interior. Pero cuando el desánimo cundía, encontraron una cámara de control de tránsito. La esperanza volvía.
Para acceder a las imágenes, Marioly las pidió por Ley de Transparencia a la PDI, con quienes ya habían tomado contacto, dada la poca ayuda de Carabineros.
La cámara en cuestión había registrado a Lorena salir del hogar Tupahue, pero como era giratoria, no grabó el momento en que ella cruzó hacia el retén móvil y sólo se veía cuando se alejaba, enojada, moviendo fuertemente los brazos. “Insistí todo lo que pude, pero estaba lloviendo muy fuerte y preferí ir a buscar a la familia. Me fui muy molesta”, recuerda.
Lamentablemente, la PDI desestimó la prueba y la familia continuó la búsqueda por su propia cuenta. Al tiempo, fue a hacer una pericia a la casa de Raquel. “Llevaron perros e hicieron hoyos en el patio para ver si encontraban algo”, recuerda Marioly. Carabineros llamó dos veces a la familia: una para saber si Geraldo había vuelto a la casa por su propia cuenta y la otra se trató de un uniformado que quería dejar en claro que él había hecho de todo lo posible para encontrarlo. Incluso, contó, que había compartido los carteles de búsqueda..
Casi un mes después, el 21 de noviembre, la Corte de Apelaciones de Concepción acogió el Recurso de Amparo interpuesto por la directora del Insituto de Derechos Humanos, Carolina Chang, en contra del general Rodrigo Medina Silva, de la VIII Zona Bío Bío de Carabineros de Chile, por vulnerar el derecho constitucional de la libertad personal y la seguridad individual.
En esta decisión, la Corte determinó que la responsabilidad en la supuesta detención de Geraldo era de la Comisaría de Hualpén. Por horario y tipo de vehículo policial se habría tratado del suboficial Pedro Muñoz Iturra y el sargento 1º Luis Acuña Cid.
A Lorena le pidieron reconocer por fotografías a los uniformados que estaban de turno ese día. “Soy perfectamente capaz de reconocer a quienes vi y no es ninguno de los que me han mostrado. Es como si los estuvieran escondiendo”, advierte.
En cuanto fue notificado sobre el Recurso de Amparo, Medina respondió que desde la 4ta Comisaría no se realizó ningún procedimiento policial que incluyera a Geraldo Monarez ni a Lorena Zuñiga, por lo que pidió rechazar la petición, por no haber “ningún acto que haya podido producir privación, perturbación o amenaza de la libertad personal o seguridad individual del amparado, actuando Carabineros de Chile en conformidad a la ley”.
Tras el recurso de amparo, se decidió que la investigación y búsqueda quedara en manos de la PDI, que deberá entregar todos los lunes, informes con los hallazgos y procedimientos a la justicia.
Fue en un tercer recurso de amparo presentado por el INDH, que Carabineros comenzó la investigación –siempre enfocada a buscar a Geraldo por la ciudad– a mediados de febrero de este año. Al preguntar por los sectores que él frecuentaba, transeúntes, comerciantes de ferias libres y personas en situación de calle, la mayoría respondió que no lo habían visto hace mucho tiempo, que creían que estaba muerto.
Sin respuesta aún y con una pandemia que todo lo dificulta, la familia sigue sosteniendo que la dupla de Carabineros que vio Lorena podría estar tras la desaparición de Geraldo. “Quizás se puso violento o se descompensó” concuerdan Lorena y Marioly. La pregunta es ¿Qué pasó después? Nadie les ha dado respuesta. Sin recursos para pagar un abogado que lleve el caso, sólo les queda seguir esperando la investigación que se ha demorado un año.
“A estas alturas ya no nos importa quienes son los responsables, sólo queremos saber qué pasó. Sospecho que lo pueden haber tirado cerca del humedal, acá en Hualpén”, reflexiona Marioly, quien ya se ha contactado con la ONG Kurt Martinson, dedicada a la búsqueda de desaparecidos.
A fines de agosto, la salud de Raquel Peña empeoró considerablemente. Se despertaba en las noches y llamaba al Choyo. Sus cercanos cuentan que la voz le había cambiado. Se sentía un pesar en sus palabras cada vez que hablaba. La madrugada del 30 de agosto se levantó con dificultad y llamó a todos sus hijos que estaban en la casa. Al ver que Geraldo faltaba, se desmayó. Una de sus hijas llamó al SAR y la llevaron al hospital, donde falleció a las 6 de la mañana. Lo último que vio Raquel fue la puerta de su casa, donde todos los días esperaba volver a ver a su hijo entrar.
Consultados sobre el tema, desde la 2da Comisaría de Talcahuano sólo respondieron que la única información que pueden dar es que el caso de Geraldo Monarez sigue vigente.
Sin recursos para pagar un abogado que lleve el caso, sólo les queda seguir esperando la investigación que se ha demorado un año.“A estas alturas ya no nos importa quienes son los responsables, sólo queremos saber qué pasó. Sospecho que lo pueden haber tirado cerca del humedal, acá en Hualpén”, reflexiona Marioly, quien ya se ha contactado con la ONG Kurt Martinson, dedicada a la búsqueda de desaparecidos .