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Entrevista Canalla

28 de Mayo de 2021

Constanza Gutiérrez, escritora: “Siempre fui una payasa”

Ha sido calificada como una de las voces narrativas más originales de Chile y recientemente lanzó su último libro de relatos, “Pelusa Baby”. Aquí habla de su vida, de ser joven, de los millennials, de la literatura chilena y del humor.

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Es una escritora joven que dice que no es realmente joven. Se llama Constanza Gutiérrez, tiene 30 años, y tiene cara de joven y mirada de joven. Su escritura, además, parece juvenil. Y sus personajes tienen el alma sumamente fresca, vagan por allí ansiosos de algún imprevisto, como pasa en la adolescencia. Escribió una novela llamada “Incompetentes”. Escribió un libro de relatos llamado “Terriers”. Y acaba de publicar otro libro de relatos simpáticos llamado “Pelusa Baby”. Y en todos ellos se destila una permanente jovialidad. De todos modos, ella prefiere tornarse más vieja y ser etiquetada de este modo:

-Yo soy adulta joven- aclara. 

-¿Qué es eso?

-No sé… hay un punto que marca la diferencia. Cuando vives sola. Y cuando puedes pagar tus cosas.

-¿Y será interesante ser joven en la actualidad?

-Yo creo que sí.  

-¿Hasta qué edad se es joven?

-Uno es joven hasta los 21 años- declara, imperturbable.

Según parece, ella está en la mitad, entre la rebeldía y la gestación de una arruga. Es una chilena envejecida que se dirige aceleradamente a los 31 años. Vive sola y paga el arriendo de un departamento en Temuco. O bien, es una adulta joven que escribe de jóvenes sin adultez. Es una adulta que a veces tiene un poco de plata y otras veces tiene un poco de estrés. En esos momentos, en el momento más estelar de la pobreza, ella sale a buscar el sustento. No es que deambule por la Novena Región promoviendo a gritos un negocio, sino que ofrece, entre sus conocidos, algún trabajo relacionado con el vocabulario. Es una profesional de las palabras. En algunas oportunidades corrige textos, en otras oportunidades escribe columnas. En otras las escribe para sí misma.

-¿Hay alguna palabra de la cual esté enamorada?

-La verdad es que no. 

-¿Le pagan bien sus servicios?

-No me pagan bien. Me pagan con justicia.

Ha sido tildada por expertos como, tal vez, la Voz Más Original De La Literatura (Adulta) Joven De Chile. Es fluida, dicen. Es lúdica, dicen. Es simple, dicen. Fíjense, dijeron una vez en la revista Paula, ella jamás se complica, resuelve tramas sin pretensiones.

-Ja- ríe, elogiada.

-¿Y qué quiere con su libro “Pelusa Baby”?

-Que la gente se ría.

-¿Qué más?

-Eso no más. 

-¿Quiere dar alegría en la era pandémica?

-Mmm… no sé si tanto. Quiero que se rían no más.

Ha sido tildada por expertos como, tal vez, la Voz Más Original De La Literatura (Adulta) Joven De Chile. Es fluida, dicen. Es lúdica, dicen. Es simple, dicen. Fíjense, dijeron una vez en la revista Paula, ella jamás se complica, resuelve tramas sin pretensiones.

-¿Usted se reía al escribir sus relatos?

-Me da un poco de vergüenza decirlo, pero sí. A veces me reía mucho.

-¿A veces lloró?

-No. 

-¿Por qué le importa tanto la risa?

-Es que siempre fui una payasa. La que hacía los chistes en el colegio.

Constanza es, a fin de cuentas, una escritora muy graciosa que los expertos dicen que va en ascenso. Ha ganado premios (Premio Roberto Bolaño 2011) y aplausos. No ha ganado dinero, ha ganado relevancia: su nombre ha sido agigantado en las revistas, ha ganado fama de amena en circuitos letrados. También ha ganado la amistad honesta del escritor Pablo Toro, la amistad a carcajadas con la escritora Camila Gutiérrez. Las Gutiérrez destronando escritores machos. Las Gutiérrez a las risas, siempre la risa.

-Y entonces, eso… quería escribir algo alegre…- admite. 

Acumula tres libros, premios, simpleza. Y hay otro libro en ciernes, cuentos que redacta a las seis de la mañana. Frases que hila sin demora, sin retorcer el predicado, buscando el tono juvenil, como si estuviera en la ruta de Salinger.

-Usted es como la Hebe Uhart de Chile- le confiesa el reportero, ya muy elevado.

-Eso sí es un halago- responde ella.

Acumula tres libros, premios, simpleza. Y hay otro libro en ciernes, cuentos que redacta a las seis de la mañana. Frases que hila sin demora, sin retorcer el predicado, buscando el tono juvenil, como si estuviera en la ruta de Salinger.

Y luego, con el objeto de indagar en su mente, el reportero le pide permiso para hacer preguntas variadas, libres. Y ella, poniendo una mueca de desgano, ese tipo de muecas que se atribuyen a las personas que trabajan con el intelecto, dice:

-Ok.

Y el reportero, grandilocuente, le dice: 

-Esto es una ficha estadística, es como llenar un formulario.

Y ella dice:

-Ok.

Y empiezan.

BREVE FICHA

“¿Signo?”, le dice el reportero, con una libreta en la mano. “Capricornio”, responde ella. “¿Vínculo anímico/místico con el signo capricornio?”, le pregunta él. “Ninguno”, asegura ella. “Mencione un libro que siempre tiene presente, el libro que debería estar continuamente en el velador”, consulta él. “Los cuentos de Felisberto Hernández”, lanza ella. “Mencione el libro que le hubiese gustado haber escrito”, dispara él. “Colegiala, de Osamu Dazai, japonés”, aclara ella. Y entonces él se expande y pregunta:

-¿Qué le gusta mirar?

Y ella no demora:

-A la gente. Me gusta mirar a la gente en las fiestas.

-¿Qué le gusta tocar?

-Las sábanas suaves.

Y dice, además, que su última carcajada fue hace un par de horas. Que ha tenido diálogos con animales, con gatos que no le contestan. Que durante la noche bailó consigo misma. Y que su placer mayor es muy sencillo:

-Estar sola.

Y explica:

-Un rato estar acompañada y el resto estar sola.

-¿Por qué?

-Porque cuando estoy sola hago lo que quiero.

Y opina que Zambra es muy grande. Que anhela que su escritura, el sello Gutiérrez, sea una mezcla entre la claridad y el absurdo. Y evalúa su pasado, su escritura del 2014, cuando debutó y era joven. “Tenía más pudores”, confiesa. Antes, por citar un caso, si tenía que narrar una situación sexual, imaginaba la reacción de un familiar. Hoy no. Hoy narra sin interrupciones sicológicas.

“Oye, pero…”, de pronto se detiene. Y al percatarse que las preguntas no iban dirigidas a su último libro, a su actividad de promoción, frunce el ceño y pregunta:

-¿Pero tú leíste mi libro?

Y el reportero, abrumado por la tensión, se queda paralizado. 

Evalúa su pasado, su escritura del 2014, cuando debutó y era joven. “Tenía más pudores”, confiesa. Antes, por citar un caso, si tenía que narrar una situación sexual, imaginaba la reacción de un familiar. Hoy no. Hoy narra sin interrupciones sicológicas.

DETALLES DE UNA TENSIÓN

“No me llegó el libro”, reconoce él, en un aprieto. “Pero cómo… ¿y entonces de qué hablamos?”, balbucea la escritora. “De usted”, enfatiza la prensa. “Pero es que yo no sabía que hablaríamos de mí…”, se irrita. “¿De quién pensaba que íbamos a hablar?”, pregunta alarmado el reportero. “Pensé que hablaríamos de mi libro”, insiste Constanza. “Lo que pasa”, zanja él, “es que esta no es una entrevista literaria y esto no es un suplemento académico”. 

“Yo sólo quiero hablar de mi libro”, insiste ella con firmeza. El reportero, táctico, le retruca: “Usted es mucho más interesante que su libro, uf, por lejos, la persona supera a la obra”. Y ella bufa, enojada: “Psst”. Y se cruza de brazos. Y agrega: “No sé si quiero seguir en estas circunstancias”.

Y el reportero, digamos, apuesta por el drama. Monta una corta escena, lanza una confusa opinión gremial tipo: “el periodismo se hace entre todos”, etc. Y, dramatúrgicamente escandalizado, pregunta: “¿Por qué no quiere hablar de sí misma? Disculpe, es que nunca dijimos que hablaríamos específicamente de su libro”. “Yo lo supuse”, afirma ella. “¡Todo es tema!”, argumenta el reportero, a estas alturas francamente trastornado, “y yo supuse que podríamos hablar de más cosas”, acota. Y la tensión transfigura las caras. Al reportero le parece que están viviendo un momento híper millennial. 

Pero luego ella ríe.

Y dice: “Sigamos”. 

Y su voz es la de una adulta joven. 

“Yo sólo quiero hablar de mi libro”, insiste ella con firmeza. El reportero, táctico, le retruca: “Usted es mucho más interesante que su libro, uf, por lejos, la persona supera a la obra”. Y ella bufa, enojada: “Psst”. Y se cruza de brazos. Y agrega: “No sé si quiero seguir en estas circunstancias”.

ESTA ES UNA VIDA INTERESANTE

Nació en Castro, en 1990, mirando el mar. Ocupó su infancia en tres actividades: leer, mirar televisión y mirar el mar. Fue criada, dice, en la punta de un cerro. Todo allá fue la naturaleza y el silencio. Tal vez por eso es una escritora en estado latente desde los siete años. Hasta que un día se radicó en Santiago.

-Igual no me sentí como una Carmela que vino desde San Rosendo.

-¿Traía su canasto lleno de sueños?

-Sí.

-¿Cuál era el gran sueño?

-Publicar un libro.

Y lo hizo.

Y si uno le pregunta por Castro, el lugar en que se formó su personalidad, ella responde:

-Castro es el mar.

Y si uno le pregunta por Santiago, el lugar donde se deformó su tranquilidad, ella responde:

-Santiago es el ruido.

Aquí, podemos constatar, estudió Literatura, escribió, publicó. Y hoy… 

-¿…hoy es una escritora millennial?

-Sí… sí, y pon: “sí, dice ella con pesar” (dice ella con pesar).

-¿Qué diferencias ve con las generaciones anteriores?

-Es que no sé lo que ocurría antes del año 90.

-¿No ha leído a escritoras o a escritores que nacieron antes del 90?

-Bueno, sí…

Crédito: Gonzalo Puebla Araya

-Ahora mismo- murmura el reportero- creo que está teniendo una actitud millennial…

-Ya, bueno, no sé, los escritores de antes tuvieron dictadura y los de mi generación no. Yo vengo de una generación en democracia, una generación con cadenas de comida rápida. Pero, no sé, eso de los millennial es una categoría que insertó la publicidad.

-¿Y por qué en Chile el humor en la literatura aún es visto como un género menor?

-Es que yo creo que el humor aquí no es visto.

“Ya, bueno, no sé, los escritores de antes tuvieron dictadura y los de mi generación no. Yo vengo de una generación en democracia, una generación con cadenas de comida rápida. Pero, no sé, eso de los millennial es una categoría que insertó la publicidad”.

-¿A qué se refiere?

-A que no hay humor. No hay una literatura de humor. “Poeta Chileno”, el libro de Alejandro Zambra, tiene grandes momentos de humor. Pero no creo que haya sido su voluntad hacer una novela de humor.

Y agrega:

-Y creo que en Chile no hay literatura de humor porque para hacer humor hay que decir la verdad. Y aquí tememos escuchar la verdad.

Por las mañanas, confiesa, al escribir, ella se pone en un estado anímico de payaso. Y recluta ideas absurdas. Es la payasita Coni. Así, por ejemplo, se le ocurrió que un día, a un señor muy normal, lamentablemente se le pierde el pene. Y escribió la historia del hombre destemplado que buscaba por todas partes su pene.

-Opine lacónicamente de Zambra…

-Corazón.

-De Fuguet…

-Zona de Contacto.

-De Jorge Edwards…

-Librería Nueva Altamira.

-De Nona Fernández…

-Literatura de los hijos de la dictadura.

-De Jorge Baradit…

-Un machista.

-…¿por qué?

-Hay muchos tuits dando vueltas por ahí…

Por las mañanas, confiesa, al escribir, ella se pone en un estado anímico de payaso. Y recluta ideas absurdas. Es la payasita Coni. Así, por ejemplo, se le ocurrió que un día, a un señor muy normal, lamentablemente se le pierde el pene.

-¿Qué le dice la palabra “oscuridad”?

-Luz.

-¿Qué le dice la palabra “amor”?

-Amor.

-¿Está sana la literatura chilena?- pregunta el reportero con el tono Martín Cárcamo.

-Muy sana. Hay multiplicidad de voces. Hay más mujeres. Hay más clase media. Más clase baja. 

-¿Usted de qué clase social es?

-Clase media.

-¿Y qué tipo de clase media?

-Clase media con educación y pobreza.

-¿Le acomoda ser chilena?

-Estoy cómoda conmigo misma, por ende me acomoda ser chilena.

-Si ganara el Nobel, y le advierto que nada es imposible, ¿de qué trataría su discurso al recibir el premio?

-No daría un discurso. Les daría las gracias a mi mamá y a mi papá.

De manera que estamos frente a una escritora que escribe riéndose y que quiere que la nueva Constitución castigue a los malos. Estamos ante la autora de “Pelusa Baby” que ha tenido que hablar de sí misma. La millennial con pesar que anhela, únicamente…

-…vivir en paz…

Es decir:

-…tener una vida sin exigencias- y allí, desde Temuco, se apaga. Y, con seguridad, en ese preciso momento, la adulta joven se tiene que haber empezado a reír. 

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