Entrevistas
3 de Febrero de 2022Socióloga Carolina Stefoni y la crisis migratoria del norte: “El desastre que está dejando este gobierno no es fácil de resolver”
Carolina Stefoni, socióloga, académica, integrante del COES y directora del Programa Interdisciplinario de Estudios Migratorios, analiza la crisis migratoria en el norte de Chile. Habla de sus características, causas y posibles soluciones. Dice que la migración venezolana hay que enfrentarla como un caso único, diferente a las otras que llegan al país. Y es tajante en recalcar la responsabilidad y mala conducción del gobierno en el tema: "Es una tozudez pensar que si aumento restricciones voy a desincentivar a la gente a llegar".
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Las escenas del domingo 30 de enero en Iquique, donde un grupo de personas que participaban en una protesta contra la inseguridad y migración en la región vandalizó un campamento de venezolanos, provocó la reacción de diferentes fuerzas políticas. Hoy, la situación migratoria en el norte del país parece estar alcanzando un punto crítico.
Al día siguiente de esa marcha, el tema continuó escalando. El aeropuerto de Iquique, la Zofri y otros comercios anunciaron una paralización, y diferentes grupos de camioneros bloquearon los accesos a la ciudad, mientras el ministro del Interior, Rodrigo Delgado, anunciaba un viaje a la zona.
La destrucción de las pertenencias de las y los migrantes que habitaban el campamento recuerda una situación ocurrida allí mismo en septiembre de 2021. Las postales de esa ocasión fueron similares: coches de bebés quemados, colchones y cunas arrumbadas, carpas destrozadas y ropas repartidas por el piso.
La situación migratoria en el norte parece ser un polvorín, una bomba de tiempo que amenaza con estallar en las manos. Para entender el fenómeno, explica Carolina Stefoni, socióloga, académica de la Universidad de Tarapacá, integrante del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES) y directora del Programa Interdisciplinario de Estudios Migratorios, hay que hacer diferencias entre los tipos de migraciones que existen en Chile.
La situación migratoria venezolana que se encuentra mayoritariamente en el norte, señala Carolina, es una migración bien particular, que se asemeja a una situación de crisis que suele ser llamada como crisis humanitaria o personas en necesidad de refugio.
“Marca una diferencia respecto de los flujos tradicionales de migración que hemos tenido en el país. En ese contexto es importante entender esa particularidad, y una de esas particularidades es el crecimiento explosivo de la migración, que es muy similar a lo que pasó con Siria y Libia en el contexto europeo. Grandes cantidades de personas tratando de salir por una situación particular de guerra o de conflicto armado”, dice la experta.
“No es la migración a la que estamos acostumbrados, como la peruana o incluso haitiana o ecuatoriana, que tiene otro ritmo -agrega la académica-. Este flujo que se inserta dentro del contexto de una crisis muy grave en Venezuela, implica que hay que pensar en soluciones específicas a esa situación, y no pueden seguir operando las mismas políticas migratorias que tenemos para todas las migraciones, porque es una situación anómala, distinta”.
–¿Qué medidas sería lógico implementar?
-Hay que generar mecanismos para que la gente esté de manera regular en el país. Eso es lo más importante. Si algo nos dejan los estudios migratorios es saber que las personas cuando están reguladas, con sus papeles, pueden iniciar un proceso de inserción social mucho más efectivo y rápido, y más completo.
–Termina siendo un cuello de botella…
-Claro, porque estamos operando con políticas tradicionales, con la normativa que establece Chile para todos los migrantes, pero que en el caso venezolano se ha visto mucho más afectado. Ha venido una seguidilla de rigideces para que la gente pueda estar de manera regular, bajo la lógica de que si aumento las dificultades en el ingreso, la gente se va a desincentivar y no va a llegar.
La idea es “si les dificulto la llegada, entonces no van a llegar”. Eso, asegura Carolina, fue la Visa de Turismo y la Visa de Responsabilidad Democrática también, “que es una buena idea en el sentido de que la gente llega con los documentos al país, pero el problema que tienen es que genera alta expectativa, de decir ‘yo quiero llegar regular y postulo a estas visas’, pero no se dan, o se dan muy bajo. Menos del 30% de estas visas se resuelven de manera positiva. Entonces tienes un 70% de gente que quiere llegar al país, que no lo pudo hacer porque estas visas lo que hacen es ponerte de nuevo requisitos muy altos, y en el contexto venezolano se hace imposible cumplir esos requisitos. A la gente le faltan papeles, se les vencen, se caen y no logran entrar. Pero ya están las redes y las ganas de llegar a Chile, entonces llegan igual, sin documentos“.
–En esa línea, ¿cuál cree que fueron los errores más críticos de parte del gobierno actual en el manejo de la situación migratoria estos años?
-Primero, pensar en que si aumento la restricción voy a desincentivar a la gente a llegar. Esto es una tozudez, y se ha dicho muchísimas veces. Lo hemos dicho desde la academia y se ha dicho desde las organizaciones sociales. Toda la evidencia internacional indica que en este tipo de conflictos, cuando cierras las puertas, la gente entra igual. En Europa ves a la gente tirándose al mar en una patera tratando de cruzar, porque el nivel de desesperación es tan grande, las necesidades de sobrevivir y de darles una oportunidad de vida a tus hijos son tan fuertes e importantes, que la gente va a tomar el riesgo igual.
-¿Y segundo?
-El segundo error fue no canalizar a través de las herramientas que el propio Gobierno había dado. No canalizar que esa migración fuera regular. Si pones la Visa de Responsabilidad Democrática o una de Turismo con el objetivo de que la gente entre de manera regular, pero al final resuelves el 25% de esas visas, no se transforma en una solución. Habría sido mucho más inteligente que hubiera habido todo un proceso de acompañamiento, de ayuda y apoyo, de haber quizás bajado los requerimientos para postular a esas visas, y entonces la gente que iba a entrar igual, lo habría hecho de manera regular.
-¿Cómo evalúa la actitud que ha tomado el Gobierno durante estos últimos días frente a la crisis que se ha visto en Iquique? Se le ha criticado una actitud de inacción…
-Ese un tercer error más puntual dentro de lo que está pasando en Iquique y también en Antofagasta. El campamento que hicieron en Colchane, de emergencia, lo abrieron después de septiembre, cuando fue la otra manifestación y la quema, un suceso internacional que salió en la prensa extranjera. Recién ahí tomaron un medida que se venía pidiendo hace mucho rato, que era que se estableciera un mecanismo de llegada que les permitiera a la gente descansar, comer y tomar agua. Vienen en unas condiciones tremendas.
-Llega tarde…
-Eso se hizo muy tarde, pero además se ha hecho tarde toda la política de acogida. Hoy hay organismos internacionales que están en la región, participando, y también organizaciones sociales. Se debe crear un sistema de acogida humanitario para todas estas personas, coordinado con gobiernos locales, organismos internacionales y organizaciones sociales que permita que la gente llegue, que no se muera en el trayecto, haga la cuarentena y luego se intente apoyarlos para que salgan al sur. Mucha de la gente tiene familias en el centro y el sur del país y quiere llegar allá, a trabajar. Iquique no es el destino. Está siendo hoy el destino por obligación, por no poder moverse, y quedan ahí un poco atrapados.
Y la académica continúa: “En la medida en que evacúas y ayudas a que la gente siga moviéndose, no se te forman estos estancamientos de la población que se queda ahí atrapada, y que debe salir a pedir en las calles porque no tiene cómo mantenerse. Se empieza a generar toda una serie de problemas que son muy entendibles desde el punto de vista de la comunidad local. No corresponde, nadie puede estar viviendo en la calle con familia y niños de la manera en que han tenido que hacerlo los venezolanos durante tanto tiempo. Por supuesto que eso genera conflicto, pero la crisis está antes. La crisis es de la política de no haber tomado acción y no haber resuelto el problema mucho antes”.
“Son las políticas que se toman las que van generando vulnerabilidades”
-¿Desde qué perspectiva se debería abordar esta crisis? ¿Con qué prioridades?
-No son fáciles las respuestas, es una suma de cosas. Tiene que haber una coordinación internacional, ningún país por sí mismo va a resolver la situación de todas las personas que están saliendo hoy de Venezuela. Son seis millones de venezolanos que están viviendo fuera del país, y de esos el 80% está en la región. Chile no es el principal país de atracción de esa migración venezolana, es el cuarto, de acuerdo al último informe elaborado por la OIM (Organización internacional para las Migraciones) en 2022.
“Están Colombia, Perú, Ecuador, Chile y Argentina. Entre todos hay que pensar en conjunto cómo se hace. Si es un sistema de cuotas, si la gente que sacó una residencia en Perú le puede servir en Chile, no sé, hay que pensar en mecanismos de colaboración mucho mayores de los que se han implementado hasta ahora. Eso por un lado. Por otro lado, un sistema integral de acogida. Eso sí está orientado por una perspectiva de protección de derechos de las personas, por la condición de seres humanos que tienen. Son niños, gente que tiene situaciones extremadamente vulnerables. Tú no las puedes dejar abandonadas allí a lo que sea, es básico”.
–¿Y qué ocurre con la gente que ya se encuentra aquí?
-Después es qué haces con la situación que ya está en el país, cómo favoreces su inserción. Generar un mecanismo de acogida, de protección y cuidados. Y luego, cómo se insertan. No puedes pensar que los vas a dejar irregulares, la gente se va a quedar igual. El país no tiene ninguna posibilidad de expulsar a toda la gente que está entrando, es absurdo, es carísimo e imposible, porque dónde los vas a ir a buscar. Habría que montar un sistema espantoso de persecución que no tiene ningún sentido. El sentido obvio es que trates de regularizar a esa gente con Visa Humanitaria, como lo hizo Brasil, Visa laboral, tener un registro, un número de identificación y que puedan trabajar de manera regular y formal.
–¿El cambio de gobierno puede abrir un nuevo ciclo en el manejo de la situación migratoria?
-Sí, espero que sí. De todas maneras, en el programa de Gobierno había propuestas de abordarlo de una manera distinta y con enfoques distintos. Ahora, el desastre que está dejando este Gobierno no es fácil de resolver tampoco. Espero que las futuras autoridades tengan también una altura de miras, de entenderlo desde la lógica de la protección de los derechos y de una política más nacional. Por ejemplo, hoy sabemos que en el sector agrícola es necesaria mucha gente que vaya a trabajar. Puede favorecer que la gente vaya, pero mándalos con documentos, sino eso va ser pura explotación laboral.
–Usted ha escrito diversos artículos que analizan la situación migrante desde las mujeres. ¿Hay componentes específicos que complejizan aún más la situación migratoria irregular para ellas?
-Lo que sabemos es que, hablando específicamente de la migración venezolana, la ruta se ha complejizado, porque los países comienzan a cerrar sus puertas y se hace más difícil el ingreso. Cuando eso ocurre, cuando se hace más difícil, más riesgoso y más caro, las mujeres y los niños experimentan mayores vulnerabilidades que el resto de la población migrante. Están mucho más expuestos a violencia de género, violencia sexual y extorsión. Lo mismo con niños no acompañados que tienen que viajar y quedan en una gran desprotección. Se transforman en un sujeto mucho más vulnerable, pero producto de las políticas. Son las políticas que se toman las que van generando este tipo de vulnerabilidades.
-Cuando ha viajado al norte para realizar sus estudios, ¿qué panorama ha visto en esas ciudades?
-Es súper complejo, y no solamente Iquique. Todos los pueblos del interior están sin mucha capacidad de reacción, y un poco cansados de ver a la gente en las calles, de que se armen conflictos y tensiones. No quiero decir que el norte es xenófobo y racista, no, yo creo que son conflictos necesarios de entender y de comprender. Hay mucha frustración y cansancio, pero si no lo resuelves, se transforma crecientemente en xenofobia y racismo, y después es muy difícil desmontar esas prácticas y discursos. Si es que no se resuelve luego el problema, eso deriva en situaciones mucho más que complejas, donde se instala la xenofobia como una práctica habitual, siendo que Iquique está en una de las regiones más multiculturales, y que ha recibido históricamente migrantes desde distintos lugares.
-¿Y esa reacción y hastío es a su juicio consecuencia directa del mal manejo gubernamental de la situación?
-Absolutamente. Iquique no es una ciudad en sí misma racista o xenófoba. Es un lugar que ha convivido constantemente con la diversidad, la ciudad tiene mucha cantidad de gente que llega de la India y distintos lugares, y es un valor súper positivo. Lo de ahora es porque la inacción y las políticas que se han implementado, que dificultan tanto la movilidad de las personas, y que obligan a la gente a entrar de manera irregular, termina en esto.
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