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6 de Febrero de 2022“La música repara todo”: Cantando, Daniela Guichard sana las heridas de una relación infeliz
Daniela Guichard estuvo 15 años en un matrimonio que con el paso del tiempo comenzó a desgastarse, y a volverse cada vez más dañino. Fue perdiendo su identidad, sus fuerzas y su hábito de cantar. Hace una semana, tras un proceso de sanación extenso, Daniela pudo subirse a un escenario a hacer una de las cosas que más ama en la vida. "Es súper importante que a la gente que está pasando por esta situación no la hagamos sentir culpable, porque no lo es. Nadie quiere pasarlo mal, nadie quiere sufrir", comenta.
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Cuando Daniela Guichard (38) subió a cantar a ese escenario del resto bar Sabores chilenos el sábado 29 de enero, en Miami, sintió que la vida se le pasó rápida frente a sus ojos. En su mente, como si de una película se tratase, vio diferentes escenas que marcaron su historia a lo largo de los años.
Se vio a ella viajando desde Chile a Estados Unidos hace década y media, buscando una mayor estabilidad y libertad, y cargando un hijo de dos años que actualmente, al mirarlo, percibe como todo un hombre.
Recordó sobre el escenario, segundos antes de comenzar a cantar frente al público, su amor por la música. Cómo la liberaba, cómo la hacía vibrar desde que era una niña y cómo, en algún momento de su vida, pensó en dedicarse a ese talento de manera profesional.
También pensó en ese matrimonio que comenzó muy joven, con apenas 19 años, y al que puso fin poco antes de la pandemia. El mismo matrimonio en el que tuvo tres hijos, y el mismo en el que sintió que cantar estaba mal, que no debía hacerlo por el simple hecho de que a él no le agradaba.
“No me reconocía, ni siquiera físicamente”
Hoy Daniela siente que no es necesario ahondar en lo malo de su matrimonio. Siente que ésa no es su historia, que su historia es el final: la forma en la que pudo superarla.
El camino, sin embargo, fue tortuoso.
“La primera vez que me quedé sola cuando me separé, yo me miré al espejo y no había nada. No existía la Daniela, no había nada, era sólo el envase que había allí, y tuve que volver a llenar todos esos espacios poco a poco. También tenía que llenar los otros espacios de los niños que estaban también sufriendo. Yo no me reconocía, ni siquiera físicamente. Había cambiado absolutamente”, cuenta Daniela.
La relación no siempre fue mala, asegura. Tras quince años de matrimonio hoy no cree que su ex marido haya sido un mal padre y una mala persona, pero sí la relación se fue desgastando. Daniela asocia el comienzo de los episodios malos en la relación justo cuando ella comenzó a adentrarse en el feminismo.
“Mi hermano me fue introduciendo un poco en el feminismo, y cuando empecé a darme cuenta de ciertas cosas y empecé a hablar, fue cuando las cosas comenzaron a cambiar. Porque entonces había una molestia, yo quería que las cosas cambiaran pero él ya estaba acostumbrado a que las cosas fueran así. Ahí comenzaron los problemas en realidad. Después yo me empecé a dar cuenta que habían varias situaciones puntuales que estaban mal, pero normalizadas en nuestra relación”, comenta Daniela.
Una de esas situaciones puntuales que no estaban bien, comenta, era la manera en que ella se iba privando de realizar cosas que le gustaban, como la música. Desde niña sintió que tenía un vínculo especial con esa actividad. Quería cantar durante todo el día. “Uno de mis tíos tocaba la guitarra y yo cantaba, era algo que me gustaba mucho y en algún punto de mi vida pensé hacerlo como algo profesional y estaba muy interesada, pero después me pasó la vida por encima”, dice hoy.
Cuenta también que en el colegio solía cantar “Baño de mar a medianoche“, de Cecilia. Un profesor se lo pedía a veces a cambio de cancelar pruebas, y sus compañeros no dudaban en insistirle para que lo hiciera. Esa misma canción fue la que empezó a cantar en el resto bar Sabores chilenos durante sus primeros meses en Estados Unidos.
“Me acuerdo que ellos hacían unas peñas folclóricas en esa época, no habían muchos chilenos y los que habían se reunían aquí, en este lugar, que siempre estaba haciendo fiestas y cosas típicas. Un día se me ocurrió comentarle a alguien que yo cantaba. Me preguntaron qué podía cantar y yo dije: Cecilia. Qué más chileno que Cecilia. Canté “Baño de mar a medianoche” y explotó, todo el mundo estaba feliz, fue lo máximo”, comenta.
Con los días pasó a ser algo recurrente. Durante esas peñas la iban a buscar a la cocina para que hiciera su número. Pero un día no pudo hacerlo más.
“Un día él me vio y no le gustó. Me lo dijo bien sutil, no de forma fuerte. Dijo ‘me dio mucha plancha cómo te vi, no lo hagas, me carga la gente como de fogata y con guitarra’. Esa era toda mi onda. Me dio mucha vergüenza, y pensé que de verdad quizás lo hacía mal, que quizás estaba haciendo el ridículo y nadie me lo decía. Decidí no hacerlo”, Cuenta Daniela.
“Yo miraba por los ojos de él, esos eran mis ojos, no tenía ojos propios. Llevábamos como cuatro años de relación. Después todo el mundo me lo pedía y yo les decía que no podía, o que me iba a salir mal. Empecé a creer que de verdad no lo tenía que hacer, que si en algún punto yo todavía seguía soñando con eso ya no era posible. Ya estaba casada y tenía un hijo, tenía que dedicarme a una vida de una mujer casada. Esa es una de las cosas que se normalizan”, agrega.
“El empujoncito que necesitaba”
Desde fines de 2019 Daniela, que había dejado a su marido, desgastada por una relación que no le hacía bien, volvió a reencontrarse de a poco con la música.
Por ese entonces, mientras en Chile empezaba a desarrollarse el Estallido Social, un grupo de chilenos comenzó a reunirse en Miami, para solidarizar con las distintas manifestaciones que se estaban dando en su país natal. Allí conoció a Andrés.
Comenzaron a salir, y él le comentó que tenía una banda llamada “Me voy”. “Él me comentó que tenía una banda, algo muy amateur que lo hacían como hobby, y me preguntó si quería cantar con él. La primera vez que fui a su casa tenían un ensayo, y él tiene una sala de música. Usó un cuarto completo y tiene todos los instrumentos, la batería, bajo, varias guitarras, amplificadores. Hasta una cosa para el humo. Es como un estudio, yo quedé super impresionada”.
No fue fácil volver a reencontrarse con el canto. En los primeros ensayos no era capaz de cantar frente a Andrés. Su psicóloga le dijo que era normal, que seguía repitiendo algunos rasgos tormentosos de su relación anterior.
“No me salía, yo le decía que no podía. Cuando intentaba cantar y llegaban las partes difíciles de la canción, me salían gallitos. Después lo cantaba sola y me salía perfecto. Él tuvo mucha paciencia para darme el tiempo de tomar confianza otra vez y de sentir que podía hacerlo. El empujoncito que yo necesitaba para creer en mí él me lo dio en ese sentido. Yo ya había avanzado, y me faltaba esta otra parte que quería llenar”, comenta Daniela.
Fue pasando el tiempo y los ensayos en el living de la casa de Daniela y el estudio de Andrés se fueron haciendo más comunes, hasta que llegó el ofrecimiento. Andrés le preguntó si se animaba a cantar una canción en una presentación que tendría la banda en Sabores Chilenos. “Viste, los sueños se hacen realidad”, le dijo Daniela a su hermano, quien escribió en Twitter sobre la historia.
En la presentación cantó “Mi buen amor”, de Mon Laferte. No estaba en los planes tocar otras canciones, pero el público comenzó a pedir otra. Cuando la banda ya había terminado su repertorio, ella se animó a subirse nuevamente el escenario. Cantó “Shallow”, de Lady Gaga y Bradley Cooper, y “Amor completo”, de Mon Laferte. En esa última canción se subió con Tomás, su hijo mayor. Él tocó el bajo. En los tiempos difíciles, “Tomi” -hoy de 17 años- fue un pilar fundamental durante el proceso, comenta.
Volver a a(r)marse
Hoy Daniela siente que su historia no es la de una víctima, muy por el contrario. Sin embargo, no duda en decir que fue un proceso difícil, donde se sintió sola gran parte del tiempo. “Yo siento que a mí me faltó escuchar más de esas historias. Tal vez habría aguantado mucho menos. Hubiese tenido la fortaleza antes”, dice.
Ese es el mensaje que quiere entregar hoy: que las malas historias se pueden superar.
“Una de las razones por las que una se queda en una situación así es porque piensa que no puede. Yo pensaba en esa situación: estoy sola, no hay familia, tengo tres niños, no estoy trabajando, qué voy a hacer, esto no va a funcionar”, dice.
“Para mí llegar a este punto donde estoy ahora ha tomado tiempo, y también estar en terapia. He tenido que poner harto de mi parte, pero siento que ha sido algo bueno al final. Eso es lo que más me gustaría recalcar, que las mujeres entendamos, e incluso algunos hombres que están sufriendo estos tipos de violencia, que sí se puede, pero que no es fácil. Te va a costar, vas a llorar, vas a sufrir, y te vas a sentir una víctima. Sentirás que el mundo está en tu contra, pero que al mismo tiempo vas a ir creciendo y lograrás salir adelante, porque se puede. En cualquier condición se puede. Pero a una le dicen tantas veces que no vale la pena, que uno llega a creérselo”, agrega Daniela.
Cuando su relación estaba mal, dice Daniela, hubo muchas amigas que se enojaron con ella. Le decían que tenía que dejarlo. Ella lo intentaba, pero volvía una y otra vez a lo mismo.
“Ellas se enojaban conmigo, entonces sentía doble culpa. Sentía la culpa de estar en una situación tan precaria, de no quererme a mí misma y de que yo provocaba lo que estaba pasando, y por otro lado sentía culpa porque la gente se sentía enojada conmigo. Sentía esa pena doble. Tengo sólo una amiga que no se enojó, y yo le debo la vida”, comenta.
“Es súper importante que a la gente que está pasando por esta situación no la hagamos sentir culpable, porque no lo es. Nadie quiere pasarlo mal, nadie quiere sufrir. La primera reacción de la gente que te quiere es hacerte sentir culpable”, agrega.
Cuando Daniela se mira al espejo ahora, no ve a esa mujer desarmada e irreconocible que veía años atrás.
“Hoy a la Daniela que miro en el espejo la veo completa. Siento que en este minuto de mi vida no me falta nada, porque tengo lo que me gusta. Tengo a mis hijos sanos, estoy construyendo mi vida y tengo el amor nuevamente que pensé que nunca iba a volver a sentir. A eso sí que estaba negada. Me siento atractiva otra vez, inteligente. Me gusta más esta Daniela. La veo llena de vida, ya no la veo callada y asustada. La música es maravillosa, repara todo. Es lo mejor que te puede pasar. La música siempre ha estado con nosotros, y tiene espíritu. Tiene el poder de reparar tu espíritu”, dice.
Muchos años atrás, Daniela se realizó un tatuaje en el pecho que dice “inhale the future, exhale the past”, inhala el futuro y exhala el pasado. Se lo hizo porque nació criada en una familia Testigo de Jehová, religión donde nunca se sintió cómoda. Hoy esa frase ha cobrado nuevos significados. Hoy es un lema de vida.
“La mejor enseñanza que les puedo dejar a mis hijas es que no pueden ni deben quedarse donde no son felices, donde no son respetadas ni amadas. Yo podría decirles miles de cosas, pero si ellas estuvieran viendo todavía ese tipo de vida que yo tenía, mis palabras no significarían nada. Hoy ellas saben que se puede. Hay una razón por la que las mujeres vuelven una y otra vez donde el hombre que las termina matando. Y esa razón no es que sean estúpidas, esa razón es que tu estás envuelta en algo que es terrible, hay mucho dolor y conflicto en eso. Hay mucho miedo”, reflexiona.
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