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28 de Febrero de 2022

José Ancan: “No porque seamos un Estado plurinacional, significa que vamos a poner en duda la conformación de la ciudadanía chilena”

José Ancan

El subdirector de Pueblos Originarios del Servicio Nacional del Patrimonio Cultural, José Ancan, conversó con The Clinic sobre las amenazas a las distintas lenguas de pueblos originarios presentes en Chile, luego del reciente fallecimiento de Cristina Calderón, señalada por los medios como la última hablante Yagán. En su visión, una lengua no está muerta mientras exista la voluntad de las personas de revitalizarla. Además, dijo, entre los descendientes yaganes “hay una comunidad muy organizada y que está con mucha energía por revitalizar su cultura y su lengua”. Asimismo, habló sobre el proceso constituyente y las vías para la conformación de un Estado plurinacional.

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El 16 de febrero, los medios de Chile y el mundo lamentaron el fallecimiento de Cristina Calderón (93), reconocida como la última hablante nativa del pueblo Yagán. La noticia, que llegó a los portales de noticias internacionales más reconocidos, dieron cuenta de cómo la muerte de Cristina “llevase consigo la pérdida del idioma de sus antepasados”. Para José Ancan, Subdirector Nacional de Pueblos Originarios del Servicio Nacional del Patrimonio Cultural del Ministerio de la Culturas, las Artes y el Patrimonio, aquella apreciación no es cierta.

Si bien lamenta profundamente la partida de Cristina Calderón, reconocida como un “tesoro humano vivo” por el propio Consejo de Cultura y las Artes de Chile– también asegura que la lengua Yagán o cualquier otra “no está muerta mientras exista la voluntad de las personas de revitalizarla”. 

Precisa, que entre los descendientes del pueblo originario del sur de Chile “hay una comunidad muy organizada y que está con mucha energía por revitalizar su cultura y su lengua, y está conformada por gente joven”. 

Al respecto agrega que: “decir que la abuela Cristina era la última yagán es un atentado a los derechos humanos de esa comunidad, ese pueblo que hoy conforma el pueblo yagán”.

A una semana de la celebración el Día Internacional de la Lengua Materna, calendarizada por la Unesco en 1999 con el objetivo de promover la diversidad cultural y lingüística, visibilizando las amenazas que hoy se presentan sobre el derecho al uso y reproducción de miles de lenguas minorizadas alrededor del mundo. Ancan analiza el panorama de las lenguas de los pueblos originarios presentes en Chile. 

Además, aborda el proceso constituyente y las vías para la conformación de un  futuro Estado plurinacional en el país.

-En Chile actualmente sólo se reconoce constitucionalmente al castellano. ¿Qué implicancias tiene esto para las personas que tienen otra lengua materna distinta al castellano?

-En el caso chileno, se introdujo el castellano y pasó a ser la lengua oficial del Estado de Chile desde que se constituye prácticamente como tal. Es la lengua oficial. Se ha consagrado constitucionalmente y eso significa que los sistemas oficiales y toda la estructura oficial del Estado está hegemonizada por la lengua dominante que es el castellano. Eso principalmente pasa por el aparato burocrático, el aparato público y todo el sistema de la educación formal. Ahí está el punto central.

-Pero me imagino que esa hegemonía conlleva aspectos negativos, ¿no es así?

-Claro, porque en el caso indígena hay que recordar que todas las fronteras del Estado de Chile se terminaron de conformar a fines del siglo XIX. Tenemos todo lo que se conoce como Wallmapu, La Araucanía o la Macrozona Sur como le llaman ahora. Antes yo recuerdo que era desde el Bíobío hasta la zona de Valdivia lo que se conoce como Wallmapu histórico, que fue incorporado por la llamada pacificación al Estado de Chile, y son territorios que fueron incorporados en esa época. Si a eso le sumamos el caso Rapa Nui y el caso de las provincias, de las regiones del norte, Antofagasta, Tarapacá y Arica, que eran regiones bolivianas y peruanas. Entonces, por ejemplo, la pérdida del kunza tiene directa relación con la ocupación chilena producto de la Guerra del Pacífico y el altiplano de la Región de Antofagasta. Hay evidencias, incluso de las crónicas de la Guerra del Pacífico. 

¿Por la guerra?

-En el best seller del Veterano de tres Guerras. En ese libro Varela habla con lujo de detalles de que, en la zona de Calama, la gente hablaba kunza, en el año 1879. Entonces lo que pasa es que, claro, hay episodios de chilenización, de convertir todo ese territorio, de reemplazar el modelo. Lo mismo pasó antes en la zona central, lo mismo pasó en La Araucanía e incluso eso se extendió hasta bien entrado el siglo XX. De hecho, la propia generación de mi padre, que nació en una comunidad monolingüe, recuerda que el castellano se introdujo principalmente a través de la educación formal. Una obligatoriedad de que los niños hablaran solo en castellano.  Hubo situaciones de mucha violencia de parte de las personas que estaban a cargo de eso.

¿Cuando se imponen el castellano también genera que hayan espacio de negación o de discriminación hacia el lenguaje minoritario?

-Es que eso proviene de la conformación del modelo de Estado. El modelo de Estado es un modelo centralista, monocultural, obviamente eso va a provocar. Va a provocar el rechazo a un modelo que es distinto(…) yo creo que ese es el desafío hoy día, porque el tema del Estado nacional está súper implantado en Chile. Yo creo que el principal desafío para la Convención es la implementación de un modelo de Estado plurinacional y cómo nosotros de nuestro ADN sacamos el modelo hegemónico y abrimos nuestra mirada hacia lo pluri. Ese es un ejercicio y es un tremendo desafío, no solo para los ciudadanos chilenos, sino que para todo el mundo. También para los indígenas, porque yo ahí como mapuche, si pensamos en un Estado plurinacional implica también chilenos e indígenas, pero también dentro de los indígenas hay que ver las diferencias que hay, por ejemplo está el pueblo mapuche con el 60 o 70% del peso demográfico de la población indígena, y hay pueblos que son pequeños y que además están en distintos estados de conformación de su frontera étnica. Eso va a ser un tremendo desafío para el futuro de la sociedad chilena. 

-¿Tú la implementación de un Estado plurinacional que funcione de manera efectiva? 

-No porque seamos un Estado plurinacional, significa que vamos a poner en duda la conformación de la ciudadanía chilena. Un Estado plurinacional dista mucho de eso. No creo que nadie vaya a poner en duda el tema de la frontera, ni que somos ciudadanos chilenos. Solo que vamos a ser ciudadanos chilenos con distintos orígenes asumidos y sin ningún problema. Es que es una cosa que, si uno la piensa, no es compleja. Pero esto que es simple se transforma en complejo por las propias cargas de educación, de hegemonías.

-Me imagino que, claro, que desde esa mirada se da a entender que es antipatriota fragmentar las naciones. Pero me imagino que desde tu concepción, es todo lo contrario, ¿no?

Todo lo contrario, o sea, es enriquecer la mirada. Ya los Estados mono-étnicos en el mundo son una excepción, si uno lo mira en términos globales. Vayamos al caso europeo, ya que tanto nos gusta mirar a Europa. Piensa por ejemplo en Bélgica, que es un país que tiene dos zonas más importantes, que son la zona belga y la zona francesa. Y el último mundial de fútbol, por ejemplo, la selección belga preguntaba en qué idioma se comunicaban y el director dijo “aquí nosotros hablamos en inglés”, porque los flamencos y los franceses quieren hablar su idioma. Imagínate, y es un país moderno. Y eso pasa en todos los países de Europa, con el tema de las nacionalidades que están en su interior, con distintos grados de importancia, en algunos casos se les llama minorías, pero todo se refiere mucho a los temas lingüísticos que son súper importantes.

-Siempre se habla de estos países de referencia para la conformación de un Estado Plurinacional, como Nueva Zelanda, Canadá o Bolivia ¿Qué opinas tú al respecto?

-O sea, tiene que ser un modelo chileno. Ese es el desafío, porque cada país porta realidades distintas, o sea, siempre damos como ejemplo a Nueva Zelanda, pero resulta que son realidades distintas. 

-¿En qué sentido?

-Uno puede aplicar como por ejemplo a partir de la relación indígena con el Estado, pero no a partir de la realidad específica, porque primero Nueva Zelanda es un país del primer mundo que tiene la tradición de la comunidad británica. Nueva Zelanda se independiza finalmente en el año 1971, deja de ser una colonia británica y se implementa el Estado moderno de Nueva Zelanda. Entonces los maoríes ven la oportunidad de implementar un tratado que firmaron sus antepasados con la Corona británica, el famoso tratado de Waitangi. Y lo que hace el Estado de Nueva Zelanda es implementarlo. Esto no fue una cosa de la noche a la mañana, lo que se implanta finalmente es el modelo de la biculturalidad. El Estado está conformado por dos grandes piedras angulares, que son lo que allá se llaman kiwis, que son los neozelandeses blancos y los maorí. Pero todo eso que ahí fue clave una reconciliación o un diálogo entre los pueblos. Fue clave un proceso de reparación que implementó el Estado neozelandés.

-Pero por eso es como el huevo o la gallina en términos de la Convención Constitucional ¿Reparamos primero o implementamos el modelo plurinacional?

En Nueva Zelanda esa deuda se constató y lo que hizo el Estado neozelandés fue intentar repararla con generaciones maoríes de 20 o 30 años. Eso a través de varias formas que ideó el mismo Estado. Esa parte de la historia es lo que falta implementar acá, porque todavía hay mucha resistencia a aceptar incluso la existencia de los pueblos indígenas, de que tengan legitimidad sus reclamaciones históricas, sus territorios históricos y hay mucho rechazo. Eso provoca una de las principales situaciones de conflictos que existe hoy especialmente en el caso mapuche. Pero, acá para implementar estas cosas se requieren ejercicios de buena voluntad de ambas partes, obviamente. Yo creo que esto va a ser un tremendo desafío hacia las generaciones futuras, de cómo llevar a la práctica en su totalidad este modelo. Todas nuestras generaciones están formadas en el modelo imperante, fuimos educados donde a los que éramos mapuches nos enseñaban a olvidarnos de que éramos mapuches. Entonces uno lo que hace es tratar por los propios medios personales que uno tiene de revertir esa situación.

-Claro, o sea, lo que enseñan en el colegio es nada. No hay orgullo, tradiciones ni incluso palabras y eso no solo para las personas de pueblos originarios.

-Claro, porque el ciudadano chileno común en realidad forma parte de la conformación de ser un chileno medio, que muchas veces sin que tenga mayores antecedentes de cómo llegamos a esta situación. Uno dice, claro, “yo soy chileno porque nací en Chile” y además el sentimiento patriótico es muy fuerte en Chile. Ese es un factor a tener en cuenta, porque el modelo de Estado nación se construyó muy eficientemente, en el sentido de transformar la identificación con la nación como un sentimiento patrio.

Dentro de ese modelo que hablamos me imagino que las pérdidas han sido bien importantes. Te pregunto esto en base a los idiomas que han estado presentes en el territorio nacional ¿Cuántos se han perdido?

-Hoy tenemos 6 lenguas indígenas más una séptima que sería el kunza, que está en un proceso de revitalización a partir de que ya prácticamente no hay hablantes del kunza pero hay gente que está revitalizando la lengua a partir de la reconstrucción de lo que hay, y ese es un proceso bien interesante, porque te muestra una capacidad de autodeterminación de las personas. Hay una academia de lengua kunza que funciona en San Pedro de Atacama y están haciendo ese trabajo.

–¿Un trabajo de reconstrucción?

-El kunza se dejó de hablar hace muy poco tiempo, yo diría que a principios del siglo XX se deben haber perdido los últimos hablantes que hablaban la lengua, pero eso te demuestra a ti de que es un error hablar, por ejemplo, de lo que se dijo tras la muerte de Cristina Calderón, de que era no solo la última hablante, sino la última yagán, y que el pueblo está en estado de extinción. Y lo que a mí me impresiona es que todo el mundo está de acuerdo con eso. Y ahí es donde tú puedes ver cómo la hegemonía discursiva es incluso capaz de penetrar el discurso de los propios indígenas, porque yo he visto en redes sociales a indígenas reproducir ese discurso. Es un discurso nefasto, porque está negando la posibilidad de que un pueblo siga existiendo.

-Claro, lo que explicabas acerca de que una lengua no está muerta mientras…

-Mientras haya la voluntad de su gente por revitalizarla. Y eso es lo que está sucediendo con el kunza, la voluntad de reconstruir la lengua incluso sin tener la herencia de hablantes activos. Esto podría avanzar con el mapudungún, con el rapanui, con el aymara, el quechua… es más, yo te diría que el quechua hoy en Chile está viviendo un proceso de revitalización muy interesante producto de la migración internacional. Producto de la migración peruana, hoy en Chile se está hablando mucho más quechua que hace 20 años atrás.

-Tú me decías que hay 6 lenguas y cómo séptima, el kunza. ¿Cuál es su situación en general?

-Hay una cuestión transversal de que las lenguas están en una situación de amenaza y eso todo el mundo lo tiene claro. Las lenguas indígenas se pudieron conservar, hasta ahora, paradojalmente producto del aislamiento y de la marginalidad de muchas comunidades indígenas.

-O sea, mantener una lengua es como un acto de resistencia, me imagino, ¿no?

-No, si lo hablaban en territorios donde era muy difícil llegar, no había caminos, no había medios de comunicación. Eso pasó en muchas comunidades mapuches, por las reducciones mapuches. Lo que tenemos hoy es el producto en la Macrozona, de la erradicación y lo que significó la reducción de estos 3 mil títulos de parcela que se entregaron y esas comunidades quedaron dispersas en distintas partes del territorio. Entonces el mapudungún se convirtió en el único mecanismo de comunicación que hubo en esos lugares hasta ahora. Es muy difícil hoy encontrar lugares de Chile, como esta cosa media romántica de que Pancho Saavedra encuentre un lugar donde no hay señal o caminos. Eso ya casi no existe en Chile. Cuando era muy joven, recuerdo haber ido a comunidades mapuches donde era muy difícil llegar. Había que llegar caminando desde muy lejos, sin camino.

-¿Tú me dices con esto que ese tipo de desconexión terminó finalmente salvando o manteniendo la lengua?

-Es una paradoja, pero es así. Eso produjo que la única lengua de comunicación era la lengua propia, el mapudungún. 

¿Cómo esa paradoja hoy no existe me imagino que le das relevancia a la representación de los pueblos originarios en la convención?

-Sí, nosotros tenemos en contra mucho. Piensa en lo que dijo Darwin de los pueblos canoeros que él conoció, los kaweskar. Él decía que ellos estaban en un estado inferior a la concepción humana. Y ahí él no guió. Darwin, el Dios de la ciencia, diciendo eso. Entonces para nosotros cambiar la mirada significa que tenemos que reconstruir incluso desde eso, la forma en cómo nosotros miramos los fenómenos civilizatorios. Cómo nosotros consideramos toda esta estructura escalonada de la superación, de los estados de la evolución humana. Es complicado, hay harta pega ahí, harta pega pedagógica hacia el futuro. Va a costar, porque los chilenos somos duros. Chile es un país que le cuesta cambiar su conformación, hay toda una historia oficial construida a partir de eso. A partir de lo que a uno le decían en el colegio.

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